Teologia de Hebreos | Serie Teologia Biblica con Feliberto Vasquez Rodriguez

 


TEOLOGÍA DE HEBREOS

INTRODUCCIÓN A HEBREOS

Para analizar la teología de Hebreos son particularmente importantes las preguntas introductorias concernientes a los destinatarios, ocasión y propósito de la carta. Partiendo de la posición asumida en lo relativo a tales asuntos, se determinará su interpretación teológica.

Autoría

La autoría del libro de Hebreos ha constituido un problema a lo largo de la historia de la iglesia cristiana, y se ha debatido vigorosamente sin solucionarse. El autor no se identifica por ninguna parte en el libro, mas era conocido para los lectores (5:11-12; 10:32-34; 12:4; 13:9, 18-19, 23). Entendía las circunstancias de ellos y les escribe al respecto.

Lugar y fecha de escritura

El libro se escribió tempranamente; Clemente de Roma lo citó en el 96 d.C. El tiempo presente concerniente a los sacrificios (7:8; 8:4, 13; 9:1-10) sugiere que el templo estaba en pie; por lo tanto, se escribió antes del año 70 d.C. Aunque a los creyentes de la carta se les perseguía, no habían experimentado el martirio (12:4). Como la persecución feroz comenzó con el incendio de Roma en el año 64 d.C., es probable que el libro se escribiera antes de esa fecha.

El lugar donde se escribió es difícil de determinar. La referencia “los de Italia os saludan” (13:24) podría indicar que se escribió en ese país.

Destinatarios

El título “A los Hebreos” es una adición del siglo II al manuscrito, y tan sólo refleja la opinión de esa época relativa a sus destinatarios. La evidencia intrínseca apunta a que los destinatarios eran una asamblea de judíos creyentes. (1) El libro sigue su argumentación desde el punto de vista judío, al comparar a Cristo con el sistema levítico. (2) El libro utiliza citas del Antiguo Testamento. (3) El libro hace una extensiva mención al sacerdocio levítico. (4) Hay terminología exclusivamente judía: ángeles, milagros, sumo sacerdote, Moisés, Aarón, ley, pacto, tabernáculo, lugar santo, sacrificios y sangre. (5) Contiene un resumen elaborado de la historia hebrea. (6) Hay un análisis detallado del tabernáculo.

La ubicación de los lectores es difícil de determinar. Aunque plantea problemas, se sugiere que, al parecer, Jerusalén es el destino más razonable.[1] El tiempo presente concerniente a las ofrendas en 8:4 sugiere las condiciones bajo las cuales se llevaban a cabo estas ofrendas.

Propósito teológico

El propósito del libro es demostrar la superioridad de Cristo y el cristianismo con respecto al judaísmo. Los destinatarios eran cristianos hebreos: se les llama “hermanos santos” (3:1), “participantes del llamamiento celestial” (3:1) y “participantes de Cristo” (3:14). Aunque su estado presente era peligroso, el escritor los consideraba salvos (6:9) pero con necesidad de madurar (6:1) y de progresar en su caminar con Cristo. Corrían el peligro de recaer en el judaísmo (5:11—6:3; 10:19-25).

Estos cristianos hebreos eran perseguidos y estaban desanimados (10:32-34; 12:4). Habían perdido sus propiedades y sufrido el ridículo y el ostracismo público por su fe en Cristo. El escritor habla de tales circunstancias, los exhorta a avanzar en la madurez (4:14; 6:11ss; 10:23, 36; 12:1). También los advierte sobre la gravedad de la apostasía (6:4-8; 10:26-31; 12:14-29).

TEOLOGÍA DE HEBREOS

Dios

El escritor de Hebreos enfatiza tanto la majestad de la Persona de Dios como la forma en que se reveló a su pueblo.

Su Persona.

El escritor dice que el Padre es exaltado en los cielos y tiene su trono en las alturas (1:3). La frase es un título de Dios que hace referencia al Salmo 110:1. En 8:1 se da una descripción similar, donde vuelve a usarse el término “Majestad”. Como el libro se escribió para una audiencia judía, se refiere sin duda alguna a “la Gloria que descansaba sobre el propiciatorio en el Lugar Santísimo”.[2]

El escritor habla también sobre el acercamiento a Dios cuando se refiere a su trono. Como Cristo es el intercesor de los creyentes, ellos pueden aproximarse a Dios (7:25; 10:22; cp. 9:24) y hacerlo con confianza (12:22-24). Jesús ha asumido una posición de autoridad a la diestra del Padre (12:2). Se les recuerda a los creyentes judíos que su Dios estaba vivo, en contraste con los ídolos que están muertos (cp. Sal. 115:3-8; Is. 46:6-7; Jer. 10:5-10). El escritor los exhorta a servir al Dios vivo y no volver al sistema muerto (He. 9:14; cp. 10:31; 12:22).

El uso del fuego como figura de Dios simboliza su juicio (12:29). Tal cosa se relaciona con la advertencia a los lectores de que no se olviden del Dios vivo. En caso de volver al judaísmo, experimentarán el juicio disciplinario de Dios.

El libro concluye con una mención a Dios como dador de paz (13:20). Él puede dar paz a los judíos creyentes en medio de su persecución.

Su revelación.

La cima de la revelación de Dios se dio por medio de su Hijo (1:1-2). En el Antiguo Testamento Dios habló por partes y de muchas formas diferentes; pero el clímax de su revelación está en la persona de su Hijo. La declaración sugiere que no hay necesidad de revelación adicional. ¿Cómo puede haber una revelación sobre Dios mayor que la dada a través de Cristo?

Como los apóstoles fueron testigos de la revelación en Jesús, Dios realizó milagros a través de sus manos, y con ello testificaron de la gran salvación en Cristo (2:4). Cabe destacar que el escritor de Hebreos se ubica fuera de la era de los milagros, indicando con ello que la generación anterior fue la que los atestiguó.

Se ve la magnitud de la gracia de Dios, porque a través de ella Cristo sufrió la muerte para beneficio de todas las personas.[3] Por lo tanto, es importante que se apropien de la gracia que Dios ha manifestado por medio de Cristo (12:15).

El tema de juicio se enfatiza en Hebreos por el peligro de que los cristianos judíos se volvieran al judaísmo. Por lo tanto, se les recordaba no pisotear al Hijo de Dios por quien fueron santificados, pues Dios los juzgaría por repudiar la sangre de Cristo (10:30). No obstante, tal juicio sería un acto disciplinario: indicaría que los estaría tratando en una relación Padre-hijo (12:5-13). Como Dios juzgará a todos finalmente (12:23), los creyentes hebreos no deben hacer caso omiso de las advertencias (12:25). Quienes sean fieles serán recompensados (6:10).

Cristo

Claramente, en la cristología hallamos el mayor énfasis teológico de Hebreos. Al desarrollar el libro, el autor muestra la superioridad de Cristo sobre los profetas (1:1-3), los ángeles (1:4—2:18), Moisés (3:1—4:13) y Aarón (4:14—10:39). Cristo está en el corazón de la sección doctrinal del libro (caps. 1—10). El énfasis cristológico es necesario cuando se consideran los destinatarios. Los cristianos hebreos eran perseguidos por su fe y estaban considerando la idea de volver al judaísmo. El escritor les muestra la necedad de ello al recordarles que, en tal caso, estarían retomando un sistema inferior cuando, de hecho, habían recibido una revelación superior en Cristo. El autor de Hebreos muestra diferentes facetas de Cristo para demostrar su superioridad.

Títulos.

Por toda la epístola se usa la designación Cristo (“el Ungido”, 3:6, 14; 5:5; 6:1; 9:11, 14, 24, 28; 11:26). Es un recordatorio de que el Ungido, el Mesías reinante, ha venido. En el capítulo relacionado con un mejor santuario (cap. 9), el autor emplea el nombre cuatro veces. El Mesías, como sumo sacerdote, ha entrado al cielo, no tan sólo a un santuario terrenal que es una simple copia del verdadero en el cielo (9:11, 24). El Mesías ha ofrecido su propia sangre para otorgar limpieza completa (9:14). El Mesías llevó los pecados una vez, pero volverá a aparecer para salvación (9:28).

El nombre humano Jesús enfatiza que en su humanidad como sumo sacerdote ha alcanzado lo que el sumo sacerdote levítico no alcanzó (2:9; 3:1; 6:20; 7:22; 10:19; 12:2, 24; 13:12). Jesús asumió la humanidad y sufrió la muerte por todas las personas (2:9). Jesús es el apóstol y sumo sacerdote que sustituyó el sacerdocio levítico (3:1). Jesús entró en el lugar santísimo celestial y por siempre será sumo sacerdote según el orden de Melquisedec (6:20). Además ha garantizado y mediado un pacto mejor (7:22; 12:24); entregó su sangre para que por medio de ella los creyentes tengan acceso al lugar santísimo (10:19); consumó la fe (12:2) y cumplió los tipos del Antiguo Testamento al asegurar la salvación (13:12).

El término Hijo se usa para enfatizar la relación mayor entre Jesús y el Padre (1:2, 5, 8; 3:6; 5:5, 8; 7:28). El Hijo es mayor que los ángeles porque es el heredero, creador, sustentador y la imagen misma del Padre (1:3). El Hijo tiene una relación privilegiada con el Padre y gobernará al final de los tiempos (1:5, 8; 5:5). El Hijo es mayor que Moisés, tiene autoridad sobre el pueblo de Dios (3:6) y es mayor que la ley, pues no tiene las debilidades de los sacerdotes levíticos (7:28).

A Cristo también se le designa Sumo Sacerdote permanente, quien ha hecho propiciación por los pecados (2:17). Como Sumo Sacerdote se identifica con las personas, mas sin pecado (4:15); está en la presencia del Padre (4:14); permanece para siempre (6:20); es santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores, exaltado hasta el cielo (7:6; 9:11) y, por último, ha culminado su obra como Sumo Sacerdote (8:1).

Deidad.

La deidad de Jesús se afirma con los nombres que se le adjudican. En Hebreos 1:8-10 el autor cita el Salmo 45:6-8 y 102:25, pero en el prefacio a la cita declara “mas del Hijo dice”. Las citas que siguen tienen referencias al Hijo. Así, se refiere a Él como “Dios” (1:8-9) y “Señor” (1:10).

En 1:3 se ve la deidad de Jesús por su naturaleza y esencia intrínsecas. Él es “el resplandor de su gloria”. “Como los rayos de sol están relacionados con el sol, y el uno no puede existir sin los otros, así es Cristo el brillo de la gloria divina. Son esencialmente uno; es decir, los dos son Dios”.[4] Jesús es la “imagen misma” (gr., charakter) de la naturaleza de Dios (1:3). La palabra quiere decir “grabado o marca que deja una herramienta”; como una moneda refleja la ceca de su procedencia, así Jesús refleja al Padre.

El autor también describe a Jesús como divinidad por sus obras. Es el creador del mundo y de las edades (gr., aion), “la suma de los períodos de tiempo” (1:2). Es el sustanciador (gr., pheron) que “lleva todas las cosas a su debido curso”.[5]

Humanidad sin pecado.

El autor enfatiza la verdadera humanidad sin tacha de Jesús, que fue ofrecida para que pagara completamente por el pecado. Jesús, como hombre, participó de “carne y sangre” para mostrar su verdadera humanidad (2:14). Como hombre Jesús estuvo sujeto a las mismas tentaciones de toda la humanidad (2:18; 4:15). Como hombre experimentó el sufrimiento en medio de “gran clamor y lágrimas” antes de la cruz (5:7). Como hombre se sometió al Padre (2:13; 5:7). Pero aunque Jesús fue completa y genuinamente humano, no tuvo pecado, fue impecable (4:15; 7:26).

Sacerdocio.

Cristo es superior porque es sacerdote según el orden de Melquisedec, no según el sacerdocio de Aarón. El sacerdocio de Cristo según Melquisedec es superior porque:[6] (1) es nuevo y es mejor (7:15; cp. 7:7, 19, 22; 8:6); (2) es permanente (7:16, 24); (3) está basado en un pacto mejor (8:6; 6:13).

Aun cuando el escritor de Hebreos toca otras doctrinas, es claro que el enfoque de su teología es cristológico.

Espíritu Santo

Aunque la doctrina del Espíritu Santo no se menciona mucho, hay varias cosas que se observan en Hebreos. (1) Los dones de señales se despliegan por la voluntad soberana del Espíritu Santo (2:4). (2) El Espíritu Santo es el autor de las Escrituras (3:7; 9:8; 10:15). (3) La salvación implica participar del Espíritu Santo (6:4). (4) Repudiar la salvación a través de Cristo es insultar al Espíritu Santo (10:29).

Pecado

La doctrina del pecado en hebreos es fundamental para advertir a los cristianos hebreos que no vuelvan a caer en el judaísmo y con ello pecar contra Cristo. Por eso, en 6:4-6, les advierte severamente que si alguna vez fueron iluminados y se hicieron partícipes de la salvación y luego cayeron, les será imposible arrepentirse y ser restaurados de nuevo. En su lugar, Dios indica que regresar al judaísmo confirmará su atrofia espiritual o su niñez extrema; no habrá restauración para ellos. La misma advertencia severa se da en 10:26-30. El de Cristo es el sacrificio mayor; si pecan voluntariamente al regresar al judaísmo, no habrá sacrificio para sus pecados en el sistema levítico. Sólo cabe esperar el juicio severo de Dios.

Entonces el escritor les advierte que no endurezcan sus corazones (3:7-11) y los exhorta a perseguir la santificación y no faltar a la gracia de Dios (12:14-15). Les recuerda a Moisés, quien rechazó los placeres temporales del pecado y prefirió soportar el sufrimiento y las dificultades (11:25). De igual manera, los cristianos hebreos debían rechazar el pecado de regresar, y en su lugar ir tras la santificación, aun si ello implicaba sufrimiento. El pecado de la incredulidad (falta de fe) era la raíz de su problema; el escritor los reta a dejar de lado el pecado de la incredulidad que los confunde y más bien mirar a Jesús, al autor de su fe, quien consumó el camino que estaba determinado ante Él (12:1-2).

Salvación

Cuando contrasta a Cristo con los ángeles, el autor explica que una de las funciones de éstos es ayudar a quienes heredan la salvación (1:14). Sin embargo, la exhortación en 2:3 está más relacionada con el tema de Hebreos: “¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”. Esta declaración implica que Cristo es superior a los sacrificios veterotestamentarios porque ofrece salvación completa con su sacrificio. Los hebreos cristianos que pretendían regresar al judaísmo son el blanco de esta advertencia. “Tan grande” enfatiza la muerte de Cristo única y suficiente para asegurar la salvación, algo que era inalcanzable a través de la sangre de toros y machos cabríos (10:4).

La provisión superior de Jesús en la salvación se ve en que Él experimentó la muerte por todos (2:9), y por su muerte llevó a “muchos hijos a la gloria” (2:10). Que la salvación de Jesús pueda llevar a muchos hijos a la gloria enfatiza la finalidad y la seguridad de ella. Los cristianos hebreos no tenían tal seguridad en el pacto antiguo. Más aún, el escritor enfatiza la completa sumisión y obediencia de Cristo a la voluntad del Padre; a través de su obediencia perfecta Cristo llegó a ser “autor de la eterna salvación” (5:9). Los creyentes hebreos necesitaban saber estas importantes verdades, pero estaban entorpecidos y requerían aprender las doctrinas elementales de la fe.



[1] B. F. Westcott, The Epistle to the Hebrews (Reimpresión. Grand Rapids: Eerdmans, 1965), p. XXXVII-XLII.

[2] Ibíd., p. 213.

[3] Que Cristo murió se enfatiza en el texto griego. Muerte (thanatou) está al final de la oración para darle énfasis.

[4] Homer A. Kent Jr., The Epistle to the Hebrews: A Commentary (Grand Rapids: Baker, 1972), p. 37.

[5] Fritz Rienecker, A Linguistic Key to the Greek New Testament, ed. Cleon Rogers Jr. (Grand Rapids: Zondervan, 1982), p. 664.

[6] Charles C. Ryrie, Biblical Theology of the New Testament [Teología bíblica del Nuevo Testamento] (Chicago: Moody, 1959), pp. 247-248. Publicado en español por Portavoz.


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