El Cielo ¿Cuantos hay segun la Biblia? | Escatologia con Feliberto Vasquez Rodriguez

 

Cielo

Todos los teólogos cristianos ortodoxos están de acuerdo en la existencia de dos destinos eternos para ángeles y humanos: el cielo y el infierno.

La palabra cielo en el Antiguo Testamento (he., shamayim) quiere decir “alto, elevado”,[1] mientras el término griego del Nuevo Testamento ouranos simplemente quiere decir “cielo”, y probablemente venga de una raíz que significa “cubrir” o “rodear”.[2] En palabras simples, quiere decir “lo que está arriba”.[3]

La palabra cielo se usa de tres formas en la Biblia.[4]

El cielo atmosférico. Se usa para describir la troposfera: el espacio que rodea la tierra hasta una altura de aproximadamente diez kilómetros. De allí recibe la tierra rocío (Dt. 33:13), escarcha (Job 38:29), lluvia y nieve (Is. 55:10), viento (Job 26:13) y los truenos (1 S. 2:10). Las nubes están en el cielo atmosférico (Sal. 147:8) y los pájaros vuelan en él (Gn. 1:20). Puesto que tales cosas necesarias para la vida (rocío, lluvia, nieve, viento) vienen del “cielo”, recuerdan que son un regalo de la gracia divina (cp. Mt. 5:45).[5]

El cielo sideral. También se usa la palabra para describir al reino sideral: el reino del sol, la luna, las estrellas y los planetas. Dios creó el universo (Gn. 1:1; Sal. 33:6) y puso estas lumbreras en el cielo (Gn. 1:14).

El lugar donde Dios habita. Probablemente a esto se refería Pablo con “tercer cielo” (2 Co. 12:2). Dios llevó a Juan al cielo (Ap. 4:1ss). Este cielo es un lugar específico donde habita Dios, como indica el saludo de Jesús en su modelo de oración (“Padre nuestro que estás en los cielos” Mt. 6:9). Dios tiene su trono en el cielo (Sal. 2:4; Is. 66:1); juzga desde el cielo (Gn. 19:24; Jos. 10:11) y sus bendiciones también provienen de allá (Éx. 16:4). Dios observa a su pueblo desde el cielo (Dt. 26:15), oye sus oraciones (Sal. 20:6) y desde allá desciende (Sal. 144:5). En el cielo también se establece su plan soberano (Sal. 119:89).

La Biblia menciona a los ocupantes del cielo. En el Antiguo Testamento el creyente anhelaba el reino futuro del Mesías. Para los judíos sólo había dos eras, la presente y la venidera, en la cual el Mesías reinaría sobre la tierra. Los profetas tenían mucho que decir sobre el reino futuro del Mesías (cp. Is. 9:6-7; 11:1-16; 25:1—27:13). La frase “y fue unido a su pueblo” (cp. Gn. 25:8) es usual en el Antiguo Testamento y sugiere inmortalidad.[6]Los creyentes del Antiguo Testamento no esperaron hasta la ascensión de Cristo para entrar a la presencia de Dios. Esto puede verse en Mateo 17:1-8, pues en la transfiguración de Cristo, Moisés y Elías vinieron desde la presencia de Dios. En la era actual de la iglesia, cuando los creyentes mueren van inmediatamente a la presencia de Dios en el cielo (Lc. 23:43; 2 Co. 5:8; Fil. 1:23; 1 Ts. 4:14).

Paraíso. Al cielo también se le llama paraíso (2 Co. 12:4); se describe como un jardín cuya figura original son los parques del rey de Persia.[7]También describe el huerto del Edén creado por Dios (Gn. 2:8-10). El lenguaje pintoresco revela la belleza sin par del huerto del Edén. Ezequiel e Isaías visualizan el día futuro en que la tierra se restaurará a la perfección del huerto del Edén, donde no había pecado (Ez. 36:35; Is. 51:3).

El cielo intermedio. La promesa de Jesús al ladrón arrepentido en la cruz: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23:43), explica también donde estarán los creyentes antes de recibir sus cuerpos resucitados y vivir en el cielo nuevo y la tierra nueva. Algunas veces se refiere a esto como el cielo intermedio (a diferencia del estado eterno, que es el cielo nuevo y la tierra nueva).[8]

Aunque los creyentes no recibirán sus cuerpos resucitados hasta el arrebatamiento, es evidente que los creyentes tienen cuerpos en el estado intermedio en el cielo. En la transfiguración, Moisés y Elías aparecieron con Cristo a los apóstoles (Mt. 17:3-4). El hecho de que fueron reconocidos como los profetas da fe de su corporeidad. Aparecieron en forma corporal. Del mismo modo, en el relato de Lázaro y el hombre rico (Lc. 16:19-31), a Lázaro se le ve recostado para un banquete, junto a Abraham, lo que indica que él estaba allí en forma física (Lc. 16:23). Cuando los creyentes son martirizados durante la tribulación, recuerdan lo que les pasó, y se les da vestiduras (Ap. 6:11), lo que indica que en el cielo intermedio existe una continuidad entre lo que cada persona fue en la tierra y lo que cada persona es en el cielo intermedio.

El cielo nuevo y la tierra nueva. Es el destino final de los creyentes. Juan vio un cielo nuevo y una tierra nueva que descendían del cielo, de Dios (Ap. 21:1-2). Como el libro de Apocalipsis es cronológico —la tribulación (caps. 6—19), la segunda venida de Cristo (19:11-21), el milenio (20:1-6), el juicio del gran trono blanco (caps. 21—22)—, algunos han concluido que no hay conexión entre el milenio y el estado eterno, particularmente porque entienden que la tierra se destruirá al final del milenio.

De ahí queda una pregunta clave: ¿hay continuidad entre el milenio y el estado eterno? Existen evidencias sólidas que así lo sugieren. Hay muchas conexiones entre Apocalipsis 21—22 (el estado eterno) y pasajes del Antiguo Testamento que se relacionan normalmente con el milenio. Juan ve “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap. 21:1), un pasaje que, en la cronología de Apocalipsis, describe el estado eterno. Pero Isaías se refiere a los “nuevos cielos y nueva tierra” (Is. 65:17) y, a continuación, se refiere a la construcción de viviendas, la plantación de viñedos; el lobo y el cordero apacentados juntos, y el león que come paja como el buey (Is. 65:21-25).[9] La descripción del río que fluye desde el trono con el árbol de la vida que produce doce tipos de fruta (Ap. 22:1-2) corresponde a la descripción de Ezequiel (Ez. 47:1-12), un pasaje que se suele relacionar con el milenio.

Existen numerosos enlaces entre los pasajes que describen la eternidad en el Apocalipsis 21—22 y pasajes del Antiguo Testamento que normalmente se interpretan en relación con el milenio. El Antiguo Testamento prometía que el reino sería eterno (Is. 9:7; 55:13; 59:21). Las palabras “no tendrán límite” y “para siempre” no pueden limitarse a mil años. El reino es eterno. Dios le reveló a Daniel que dicho reino “no será jamás destruido… permanecerá para siempre” (Dn. 2:44). El contexto de la sucesión de reyes requiere un reino terrenal; no se puede hacer una alegoría para dar a entender un reino celestial. Daniel tuvo una revelación según la cual habría un reino: “su dominio es dominio eterno… que no será destruido” (Dn. 7:14). Juan también anticipó el reino de Cristo, en el que Él “reinará por los siglos de los siglos” (Ap. 11:15). El reino que Cristo establece será permanente, para siempre, eterno y terrenal. No puede restringirse a mil años. Requiere la continuidad entre el milenio y la tierra nueva por toda la eternidad. Erwin Lutzer recalca: “es razonable suponer que hay continuidad entre el reino terrenal y el eterno reino celestial”.[10]



[1] Francis Brown, S. R. Driver y Charles A. Briggs, A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament (Oxford, Clarendon, 1968), p. 1029.

[2] Joseph Henry Thayer, A Greek-English Lexicon of the New Testament (Grand Rapids: Zondervan, 1962) p. 464.

[3] Wilbur M. Smith, The Biblical Doctrine of Heaven (Chicago: Moody, 1968), p. 27.

[4] Véase el excelente artículo de Wilbur M. Smith, “Heaven”, en Merrill C. Tenney, ed., Zondervan Encyclopedia of the Bible, 5 vols. (Grand Rapids: Zondervan, 1975), pp. 3:60-64. Véase también su obra importante The Biblical Doctrine of Heaven. Sin lugar a dudas, éste es el libro más importante sobre el tema.

[5] Smith, “Heaven” en The Zondervan Pictorial Encyclopedia of the Bible, p. 3:61.

[6] Keil y Lelitzsch hacen un comentario importante: “Esta expresión (‘unido a su pueblo’), que es sinónimo de ‘vendrás a tus padres’ (15:15) o ‘fue reunida a sus padres’ (Jue. 2:10), pero constantemente se diferencia de partir de esta vida y ser enterrado, denota la reunión en el Seol con los amigos que ya han partido y, por lo tanto, presupone fe en la continuación personal del hombre después de la muerte, como pasar de un presentimiento exaltado por las promesas de Dios a los patriarcas, a una certeza firme de fe (He. 11:13)”. Véase C. F. Keil y F. Delitzsch, “The Pentateuch”, en Biblical Commentary on the Old Testament [Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento] 25 vols. (Reimpresión. Grand Rapids: Eerdmans, 1968), p. 1:263. Publicado en español por Clie.

[7] Joachim Jeremias, “Paradeisos”, en Gerhard Kittel, ed., Theological Dictionary of the New Testament, 10 vols. (Grand Rapids: Eerdmans, 1967), p. 5:765.

[8] Randy Alcorn, Heaven [El cielo] (Wheaton: Tyndale, 2004), pp. 41-73. Publicado en español por Tyndale.

[9] Debería reconocerse que algunos aspectos sólo se relacionan con el milenio. La referencia de un joven que muere a los 100 años debe referirse al milenio, pues en el estado eterno no habrá muerte.

[10] Erwin Lutzer, One Minute After You Die [Tu primer minuto después de morir] (Chicago: Moody, 1997), p. 89. Publicado en español por Portavoz.


Comentarios

Entradas más populares de este blog