Premilenialismo dispensacional | Escatologia con Feliberto Vasquez Rodriguez
Introducción
En el premilenarismo
dispensacional[1]
se pueden identificar dos características básicas: (1) Se hace una distinción
entre el programa de Dios para Israel y el programa de Dios para la iglesia;
(2) se mantiene una interpretación constantemente literal de las Escrituras.
Los partidarios del premilenarismo dispensacional creen que habrá un
arrebatamiento de la iglesia (1 Ts. 4:13-18) anterior al período de la
tribulación; Dios juzgará a los gentiles incrédulos y al Israel desobediente
durante la tribulación (Ap. 6—19). Cristo regresará al final de la tribulación
con la iglesia y establecerá el reino milenario en la tierra. Después de ese
reino de mil años, Satanás volverá a ser libre y, junto con sus seguidores, será
arrojado al lago de fuego (Ap. 20:1-10). Luego seguirá el estado eterno.
Desde el comienzo, la
iglesia ha sostenido el premilenarismo. La Didajé (ca. 100 d.C.), Clemente de
Roma (96 o 97 d.C.), el Pastor de Hermas (140-150 d.C.), Ignacio de Antioquía (50-¿115?
d.C.), Papías (80-163 d.C.), Justino Mártir (nacido ca. 100 d.C.), Ireneo
(muerto 200 d.C.), Tertuliano (150-225 d.C.) y otras fuentes indican que la
iglesia primitiva creía en el retorno de Jesucristo para establecer en persona
su reino en la tierra.[2]
Interpretación
Hay dos características
básicas que identifican el premilenarismo dispensacional.
(1) La hermenéutica
literal. La interpretación literal se refiere a la interpretación “normal”:
entender las palabras y declaraciones en su sentido común y corriente.[3] Puesto que las profecías
sobre la primera venida de Cristo se cumplieron literalmente, tiene sentido
interpretar literalmente las profecías concernientes a su segunda venida. Aún
más, si la profecía se puede espiritualizar, se pierde toda la objetividad. Los
premilenaristas dispensacionales enfatizan la coherencia en la interpretación
cuando interpretan literalmente las profecías. Por ello los premilenaristas
critican a los amilenaristas conservadores y a los postmilenaristas, pues cambian
su metodología hermenéutica cuando interpretan literalmente, excepto en el caso
de la profecía.
(2) La distinción entre
Israel y la iglesia. El término Israel siempre se refiere a la posteridad
física de Jacob; en ninguna parte hace referencia a la iglesia.[4] Aunque los no
dispensacionalistas se refieren con frecuencia a la iglesia como “el nuevo
Israel”, no hay base bíblica para hacerlo. Después del nacimiento de la
iglesia, hay muchos pasajes en los cuales se considera a Israel como una
entidad diferente a ella (Ro. 9:6; 1 Co. 10:32). A Israel se le dio promesas
incondicionales (pactos) en el Antiguo Testamento que se cumplirán en el reino
milenario. Por otro lado, la iglesia es una entidad neotestamentaria diferente,
nacida en Pentecostés (1 Co. 12:13), no existente ni profetizada en el Antiguo
Testamento (Ef. 3:9). Existe desde Pentecostés (Hch. 2) hasta el arrebatamiento
(1 Ts. 4:13-18). En este punto reside la razón para creer en un arrebatamiento
pretribulacional: el propósito de la tribulación es juzgar a los gentiles
incrédulos y disciplinar al Israel desobediente (Jer. 30:7); la iglesia no
tiene propósito ni lugar en la tribulación.
Pactos
Aunque Apocalipsis 20:4-6
confirma el premilenarismo dispensacional, esa cita no es su fundamento; el fundamento
está en los pactos del Antiguo Testamento.[5] Tales pactos eran
literales, incondicionales y eternos. No hay condiciones adjuntas a los pactos
y, como tales, prometen, sin lugar a equívocos, una tierra futura, un reino
mesiánico y las bendiciones espirituales.
(1) El pacto abrahámico.
Descrito en Génesis 12:1-3, prometía una tierra (v. 1; cp. 13:14-17;
desarrollado más en el pacto palestino), numerosos descendientes implicando el
concepto de nación, dinastía y trono (v. 2; cp. 13:16; 17:2-6; desarrollado más
en el pacto davídico) y redención (v. 3; cp. 22:18; desarrollado más en el
nuevo pacto).
(2) El pacto palestino
(Dt. 30:1-10). Este pacto garantiza el derecho permanente de Israel a la
tierra. Es incondicional, como queda claro en las declaraciones sobre los actos
futuros de Dios, sin obligaciones de la otra parte. Este pacto promete el
regreso final de Israel a la tierra en arrepentimiento y fe (v. 2), y que Dios
los prosperará (v. 3). Tendrá su cumplimiento en el milenio.
(3) El pacto davídico (2
S. 7:12-16). Las provisiones de este pacto se resumen en el versículo 16 con
las palabras “casa”, donde se promete un linaje de David; “reino”, se refiere a
un pueblo gobernado por un rey; “trono”, enfatiza la autoridad del gobierno del
rey, y “eternamente” para enfatizar la infinitud en tiempo y la naturaleza
incondicional de esta promesa a Israel. Este pacto se cumplirá cuando Cristo
regrese a gobernar sobre el Israel creyente.
(4) El nuevo pacto (Jer.
31:31-34). Este pacto proporciona la base de la bendición futura de Dios a
Israel: la nación disfrutará el perdón de los pecados a través de la muerte
meritoria de Cristo. La naturaleza incondicional del pacto se ve una vez más en
las declaraciones de los actos futuros de Dios en los versículos 33-34.
Estos pactos, entendidos
de acuerdo con su significado normal, son un llamado a la bendición futura del
Israel creyente, en su tierra y bajo el gobierno del Mesías. Tales pactos
esperan su cumplimiento en el milenio.
El arrebatamiento
El término arrebatamiento
viene de la traducción latina, cuyo significado es “arrebatado” en 1
Tesalonicenses 4:17. El arrebatamiento se enseña en Juan 14:1-3, 1 Corintios
15:51-57 y 1 Tesalonicenses 4:13-18, y es diferente a la segunda venida de
Cristo. Él descenderá del cielo antes de la tribulación y arrebatará a la iglesia
para que esté con Él, mientras se desata la tribulación sobre el mundo
incrédulo y no arrepentido.
Existen varias
perspectivas sobre el arrebatamiento: que tendrá lugar antes de la tribulación
(arrebatamiento pretribulacional), durante la tribulación (arrebatamiento
midtribulacional), después de los juicios de los sellos y las trompetas
(arrebatamiento previo a la ira), al final de la tribulación (arrebatamiento
postribulacional) o que sólo habrá arrebatamiento para algunos creyentes.
Arrebatamiento parcial
Quienes enseñan el
arrebatamiento parcial dicen que sólo habrá arrebatamiento de quienes estén
“velando”, “orando” y “esperando”. Enseñan que sólo habrá arrebatamiento para
quienes “aman su venida” (2 Ti. 4:8) y “lo esperan” (He. 9:28). En el pasado,
ésta ha sido la posición de Robert Govett, J. A. Seiss, G. H. Pember y G. H.
Lang; más recientemente Witness Lee, del Local Church Movement (Movimiento de
la iglesia local) se ha adherido a esta posición.
Problemas
Esta perspectiva plantea problemas
más serios que todas las demás.[6] (1) No entiende el
significado y sentido de la muerte de Cristo, y se vuelve una versión
protestante de la doctrina del purgatorio. En efecto, el arrebatamiento parcial
dice que los creyentes no se ajustan al cielo tan sólo por confiar en la obra
expiatoria de Cristo. Si no han alcanzado cierto nivel de espiritualidad, deben
pasar por el fuego refinador de la tribulación. Sin embargo, las Escrituras
indican claramente que solo la obra expiatoria de Cristo justifica a los
creyentes, los prepara completamente para el cielo (Ro. 5:1; Col. 2:13). (2)
Niega la unidad del cuerpo de Cristo. El cuerpo de Cristo es uno solo (1 Co.
12:12-13). ¿Cómo puede fragmentarse un cuerpo? Si el arrebatamiento parcial
fuera cierto, se fragmentaría el cuerpo de Cristo. Pero la iglesia es la novia
del Cristo, y habrá arrebatamiento para todos los miembros de su cuerpo: “todos
seremos transformados” (1 Co. 15:51). Esta promesa se le hizo a una iglesia
problemática, llena de pecado (cp. 1 Co. 3:1; 5:1; 6:1, 18). (3) Confunde la
enseñanza sobre las recompensas. Enseña que el arrebatamiento es una recompensa
por la fidelidad; pero eso no es cierto: es la bendición prometida a todos los
creyentes. El tribunal de Cristo, que promete las recompensas, viene después
del arrebatamiento. (4) El arrebatamiento incluye a cristianos carnales. El
énfasis de Pablo a los corintios con la palabra “seremos” lo deja claro (1 Co.
15:51).
Arrebatamiento midtribulacional
Los adherentes del
arrebatamiento midtribulacional creen que la iglesia pasará por los primeros
tres años y medio de tribulación, los cuales (dicen ellos) no representan la
ira de Dios (en ese punto es semejante a la perspectiva del arrebatamiento
previo a la ira). Los creyentes no pasarán por la ira de Dios, que caerá
durante los últimos tres años y medio. Los juicios de los sellos y las
trompetas vienen de los hombres; los juicios de las copas vienen de Dios.
Identifican la trompeta de Apocalipsis 11:15 con la trompeta de 1 Corintios
15:52. Los partidarios de esta perspectiva incluyen a Merrill C. Tenney, J.
Oliver Buswell y Norman B. Harrison.
Problemas
(1) La identificación de la trompeta de Apocalipsis 11:15 con la trompeta de 1 Corintios 15:52 es una analogía problemática y completamente arbitraria. En las Escrituras se mencionan numerosas trompetas. Más aún, la identificación de estas dos trompetas se basa en la premisa de que la séptima trompeta de Apocalipsis es la última trompeta, pero no lo es. La última trompeta se menciona en Mateo 24:31, la trompeta del final de la tribulación que reúne a los israelitas elegidos a su tierra. Más aún, las trompetas de Apocalipsis y 1 Corintios 15 son muy diferentes. Quienes tocan las trompetas del Apocalipsis son ángeles, y están relacionadas con el juicio. La trompeta de 1 Corintios 15 es la “trompeta de Dios”, y es una bendición con el resultado de la resurrección y la glorificación. No hay mención de la resurrección en el contexto de Apocalipsis 11:15. Además, la trompeta de Apocalipsis 11:15 no se sitúa en el punto medio de la tribulación, sino casi al final,[7] lo cual quiere decir que los creyentes estarían en la segunda mitad y pasarían por una “gran tribulación” (Mt. 24:21; Dn. 7:25; 12:7).
Arrebatamiento postribulacional
En la perspectiva del
arrebatamiento postribulacional hay al menos cuatro variaciones. (1)
Postribulacionismo clásico. J. Barton Payne[8] se refiere a esta posición
como “postribulacionismo” para sugerir que las profecías sobre la tribulación
ya se han cumplido o están en proceso de cumplirse, de modo que Cristo puede
regresar en cualquier momento. Por lo tanto, Payne creía en el regreso
inminente de Cristo… una posición inusual para un postribulacionista. Él veía
la tribulación como un evento no literal. Y al alegorizar la tribulación, su
perspectiva era semejante a la amilenarista. El problema con esto está en no
ver la seriedad de los acontecimientos en Apocalipsis 6—19. (2)
Postribulacionismo semiclásico. Esta perspectiva, sostenida por Alexander
Reese,[9] enseña que la tribulación
puede ocurrir ahora, pero ciertos aspectos sólo se cumplirán en el futuro. Por
lo tanto, el regreso de Cristo no es inminente. (3) Postribulacionismo
futurista. George Eldon Ladd[10] defiende esta posición,
afirmando una tribulación literal futura. Aunque Ladd no acepte que las
Escrituras enseñen el regreso inminente de Cristo, las Escrituras son claras al
respecto (cp. 1 Co. 15:51-52; Fil. 3:20; 1 Ts. 4:13-18; Tit. 2:13). (4)
Postribulacionismo dispensacional. Robert Gundry está en contra del regreso
inminente de Criso; ve la tribulación como ira de Satanás, no como ira divina.
Aunque hace una distinción entre Israel y la iglesia, él ve a la iglesia y el
arrebatamiento en Mateo 24. Sugiere que el arrebatamiento ocurre antes de la segunda
venida de Cristo, pero aun así lo relaciona con dicho acontecimiento. El
problema de Gundry es que no distingue adecuadamente entre Israel y la iglesia.
La tribulación es un período de castigo para las naciones gentiles (Jl. 3:1ss,
Zac. 14:2ss; Ap. 6:15-17; 11:18) y de disciplina a Israel (Jer. 30:7; Dn. 12:1;
Sof. 1:16-18), para que se arrepientan (Ez. 36:18.32; Mal. 4:5-6) y reciban a
Jesús como su Mesías (Zac. 12:10-14), pero no tiene relación con la iglesia. La
tribulación es el derramamiento de la ira de Dios, no la del hombre ni la de
Satanás (Ro. 5:9; Ap. 6:16-17). Un problema serio del postribulacionismo es la
pregunta: ¿Quién queda para poblar el reino milenario?
Arrebatamiento previo a la ira
Marvin Rosenthal[11] enseña que solo los
juicios de las copas reflejan la ira de Dios; por lo tanto, la iglesia estará
en la tierra durante los juicios de las trompetas pero será arrebatada antes de
los juicios de las copas.
Problema
El gran problema de esta
perspectiva es que las Escrituras son claras en que el período de siete años de
los sellos, las trompetas y las copas es resultado de la ira de Dios. Después
de los seis sellos iniciales al comienzo de la tribulación, las personas
clamarán a las rocas que los dejen esconderse “de la ira del Cordero, porque el
gran día de su ira ha llegado”[12] (Ap. 6:16-17). Ellos
reconocen que los juicios de los sellos se deben a la ira de Dios. A través de
todo el período de la tribulación, los eventos se describen como la ira de Dios
(Ap. 6:16-17; 11:18; 14:19; 15:1, 7; 16:1, 19). Tales Escrituras no permiten
que la ira de Dios sea limitada a los juicios de las copas.
Arrebatamiento pretribulacional
El arrebatamiento
pretribulacional es apoyada por numerosas razones.[13] (1) La naturaleza de la
tribulación. La semana setenta de Daniel —la tribulación— es el derramamiento
de la ira de Dios durante siete años (Ap. 6:16-17; 11:18; 14:19; 15:1; 16:1,
19); se describe como juicio de Dios (Ap. 14:7; 15:4; 16:5-7; 19:2) y como
castigo de Dios (Is. 24:21-22). (2) El alcance de la tribulación. Afectará a
toda la tierra (Is. 24:1, 3-6, 21; 34:2). El castigo de Dios a Israel también
es parte de la tribulación (Jer. 30:7; Dn. 9:24). Si éstos son la naturaleza y
el alcance de la tribulación, es inconcebible que la iglesia esté en la tierra
para experimentar la ira de Dios. (3) Los propósitos de la tribulación. Las
intenciones divinas de la tribulación serán juzgar a los vivos en la tierra
(Ap. 6:10; 11:10; 13:8, 12, 14; 14:6; 17:8) y preparar a Israel para su Rey
(Ez. 36:18-32; Mal. 4:5-6). Ninguna de las dos tiene nada que ver con la
iglesia. (4) La unidad de la tribulación. Es la semana setenta de Daniel;
Daniel 9:24 deja claro que se refiere a Israel. (5) La exoneración de la
tribulación. La iglesia es la novia de Cristo, el objeto de su amor, no de su
ira (Ef. 5:25). Sería una contradicción de la relación entre Cristo y su
iglesia que la segunda sufriera los castigos de la tribulación. Declaraciones
específicas afirman que la iglesia no pasará por la tribulación (cp. Ro. 5:9;[14] 1 Ts. 5:9; 2 Ts. 2:13;
Ap. 3:10).[15]
(6) La secuela de la tribulación. A Israel se le dieron las señales de Mateo 24
sobre la segunda venida de Cristo (y varios pasajes más); no obstante, a la
iglesia no se le dieron señales que anticiparan el arrebatamiento (lo cual
quiere decir que ocurrirá repentinamente, como han afirmado los
pretribulacionistas). “A la iglesia se le dijo que viviera a la luz de la
venida inminente del Señor para trasladarla a su presencia (Jn. 14:2-3; Hch.
1:11; 1 Co. 15:51-52; Fil 3:20; Col. 3:4; 1 Ts. 1:10; 1 Ti. 6:14; Stg. 5:8; 2
P. 3:3-4)”.[16]
Problema
Es la perspectiva con
menos problemas, pues diferencia el propósito de Dios con Israel de su
propósito con la iglesia. Como la iglesia es la novia de Cristo y la
tribulación es el derramamiento de la ira de Dios, es inconcebible que la
iglesia esté en la tierra durante la tribulación. Hay textos explícitos donde
se dice que los creyentes de la era de la iglesia no pasarán por la ira de Dios
(Ro. 5:9; 1 Ts. 1:10; 5:9; Ap. 3:10).
La tribulación
Es la semana setenta de
Daniel (Dn. 9:27); una semana, de acuerdo con la terminología del profeta,
equivale a siete años. Es la última de la profecía de las setenta semanas (490
años) sobre el futuro de Israel (Dn. 9:24-27), que comenzó en el 444 a.C. Las
primeras sesenta y nueve semanas (483 años) concluyeron con la muerte de Cristo
(Dn. 9:26). Hay un vacío entre la semana sesenta y nueve (33 d.C.) y la setenta
(el período de tribulación futura).[17] La tribulación, en cuanto
a la semana setenta de Daniel, hace referencia particular a Israel (no a la
iglesia) pues a Daniel se le dijo: “Setenta semanas están determinadas sobre tu
pueblo” (Dn. 9:24). Cuando Jesús detalló los acontecimientos de la tribulación
en Mateo 24—25, les explicó a los discípulos lo que le pasaría a Israel como
nación, indicando que la tribulación hace referencia a Israel.
La tribulación comenzará
cuando la bestia firmé el pacto en que promete proteger a Israel (Dn. 9:27).
Técnicamente, el arrebatamiento no es su inicio; puede haber un período breve
entre el arrebatamiento de la iglesia y la firma del pacto. El juicio de Dios
sobre los incrédulos será parte de la tribulación, como se detalla en
Apocalipsis 6—19. La serie consecutiva de juicios de sellos, trompetas y copas
en Apocalipsis detalla el juicio de Dios sobre los incrédulos, y alcanza su
punto culminante con el regreso de Cristo a la tierra con su novia, la iglesia
(Ap. 19:11-21).
Se considera que un año
profético tiene 360 días, con énfasis en la segunda mitad del período de
tribulación, llamado gran tribulación (Mt. 24:21), al cual se hace referencia
como 42 meses (Ap. 11:2) o 1.260 días (Ap. 11:3).
La naturaleza y el
propósito de la tribulación son importantes para resolver el asunto de la
participación de la iglesia en ella. (1) Naturaleza de la tribulación. Ya se ha
mostrado que la tribulación es un tiempo en que se manifiesta la ira de Dios (1
Ts. 1:10; Ap. 6:16-17; 11:18; 14:19; 15:1; 16:1, 19), de castigo (Is.
24:20-21), de problemas (Jer. 30:7; Dn. 12:1), de gran destrucción (Jl. 1:15; 1
Ts. 5:3), de desolación (Sof. 1:14-15), de juicio (Ap. 14:7; 16:5; 19:2). Si la
iglesia es el objeto del amor de Cristo, ¿cómo puede estar presente en la
tribulación?
(2) La fuente de la
tribulación. Los postribulacionistas sugieren que la tribulación es el tiempo
de la ira de Satanás, no de Dios. Sin embargo, el énfasis de las Escrituras es
que la tribulación es el tiempo de la ira de Dios derramada en juicio sobre el
mundo incrédulo[18]
(Is. 24:1; 26:21; Sof. 1:18; Ap. 6:16-17; 11:18; 16:19; 19:1-2, etc.).
(3) Los propósitos de la
tribulación.[19]
El primer propósito de la tribulación es convertir a Israel, lo cual se logrará
por medio de la disciplina de Dios sobre su pueblo (Jer. 30:7; Ez. 20:37; Dn.
12:1; Zac. 13:8-9). El segundo propósito de la tribulación es juzgar a los
pueblos y naciones incrédulos (Is. 26:21; Jer. 25:32-33; 2 Ts. 2:12).
El tribunal de Cristo
Se menciona en Romanos
14:10, 1 Corintios 3:19-15 y 2 Corintios 5:10. No denota un juicio sobre el destino
eterno, sino de recompensas a los creyentes de la era de la iglesia por su
fidelidad. El término tribunal (gr., bema) proviene de los juegos griegos,
donde se recompensaba a los ganadores en las competiciones atléticas. Pablo usó
esa figura para denotar la entrega de recompensas a los creyentes de la era de
la iglesia. El propósito del tribunal será recompensar por las obras hechas en
el cuerpo, sean buenas o inútiles (2 Co. 5:10). Las obras de los creyentes van
a ser examinadas (1 Co 3:13), ya sean las hechas con su propio esfuerzo o las
hechas por Dios a través de los individuos. Si tales obras no pasan la prueba,
el creyente se salva pero no recibe recompensa (1 Co. 3:15); si las obras del
creyente son genuinas, recibirá recompensa (1 Co. 9:25; 1 Ts. 2:19; 2 Ti. 4:8;
1 P. 5:4; Stg. 1:12).
Las recompensas se
reciben antes de la segunda venida, pues la novia ya ha recibido la recompensa
cuando regresa con Cristo (Ap. 19:8).[20]
Bodas del Cordero
La boda de Cristo y la
iglesia ocurrirá en el cielo antes de la segunda venida. Cuando Cristo regresa
con su esposa en Apocalipsis 19:7, la boda ya ha tenido lugar.[21] La boda hace referencia a
la iglesia y sucede en el cielo, mientras que la cena de bodas hace referencia
a Israel y tiene lugar en la tierra bajo la forma del reino milenario.[22]
Segunda venida de Cristo
Cristo regresará
físicamente a la tierra al final de la tribulación (Zac. 14:4) para juzgar e
inaugurar el reino milenario (Zac. 14:9-21; Mt. 25:31; Ap. 20:4). Los santos
del Antiguo Testamento y de la tribulación resucitarán en ese momento para
heredar el reino (Ap. 20:4). Cristo juzgará a judíos y gentiles en la segunda
venida. A los judíos, en función de cómo se prepararon para su regreso (Mt.
25:1-13) y a su fidelidad por ser mayordomos de la Palabra de Dios (Mt.
25:14-30). Los judíos salvos entrarán al reino milenario (Mt 25:21), los no
salvos se enviarán a las tinieblas (Mt. 25:30). Los gentiles incrédulos
recibirán su juicio en el Valle de Josafat (torrente de Cedrón, Zac. 14:4) de
acuerdo a su trato con los judíos (Jl. 3:2; Mt. 25:40). Responder positivamente
indicaría creencia en el Mesías, por lo tanto, herencia del reino (Mt. 25:34);
mientras que los incrédulos serán enviados al castigo eterno (Mt. 25:46).
Reino milenario
Cuando Cristo regrese a
la tierra, se establecerá como rey en Jerusalén, sentándose en el trono de
David (Lc. 1:32-33). Los pactos incondicionales requieren el retorno literal y
físico de Cristo para establecer el reino. El pacto abrahámico le prometía a Israel
tierra, posteridad, gobernante y bendición espiritual (Gn. 12:1-3); el pacto
palestino le prometía a Israel la restauración y ocupación de la tierra (Dt.
30:1-10); el pacto davídico prometía un gobernante para el trono de David (2 S.
7:16); el nuevo pacto prometía perdón para Israel: el medio por el cual se
bendeciría a Israel (Jer. 31:31-34). En la segunda venida se cumplirán estos
pactos, cuando se reúna a Israel de entre las naciones (Mt. 24:31), se
convierta (Zac. 12:10-14) y se le restaure la tierra bajo el gobierno de su
Mesías.
Las condiciones durante
el milenio serán de un ambiente perfecto tanto física como espiritualmente.
Será tiempo de paz (Mi. 4:2-4; Is. 32:17-18); alegría (Is. 61:7,10); comodidad
(Is. 40:1-2) y ausencia de pobreza (Am. 9:13-15) o enfermedad (Is. 35:5-6).
Puesto que sólo los creyentes entrarán en el milenio, será un tiempo de
justicia (Mt. 25:37; Sal. 24:3-4), obediencia (Jer. 31:33), santidad (Is.
35:8), verdad (Is. 65:16) y plenitud del Espíritu Santo (Jl. 2:28-29).
Cristo será Rey (Is.
9:3-7; 11:1-10) y David será regente (Jer. 33:15, 17, 21; Am. 9:11); los nobles
y los gobernantes también regirán (Is. 32:1; Mt. 19:28; Lc. 19:17).
Jerusalén será el centro
del mundo y del gobierno (Zac. 8:3), y se levantará físicamente para revelar su
prominencia (Zac. 14:10). Habrá cambios topográficos en Israel (Zac. 14:4, 8,
10).
Al final del milenio
resucitarán los muertos no salvos de todas las eras y recibirán juicio en el
gran trono blanco. Serán condenados y arrojados al lago de fuego, su morada
final (Ap. 20:11-15). El diablo, la bestia (el anticristo) y el falso profeta
también serán arrojados al lago de fuego (Ap. 20:10).
Estado eterno
Después del milenio se
juzgarán los cielos y la tierra (2 P. 3:10), pues ellos fueron el domino de la
rebelión de Satanás contra Dios. Comenzará el estado eterno (Ap. 21—22), la
morada de todos los redimidos (He. 12:22-24).
[1] El premilenarismo dispensacional
será llamado de aquí en adelante simplemente premilenarismo. No hay problema en
afirmar que la gran mayoría de premilenaristas también son dispensacionalistas;
a partir de la declaración propia de Ladd, los premilenaristas históricos tienen
una perspectiva de la escatología semejante a la de los amilenaristas. De
hecho, se puede cuestionar con seriedad si el nombre “premilenarismo histórico”
es adecuado para esa perspectiva escatológica, porque consideramos que no era
la posición de los apóstoles, pues elimina los elementos dispensacionales que
se han integrado históricamente en casi todo el premilenarismo.
[2] Charles C. Ryrie, The Basis of
Premillenial Faith [Las bases de la fe premilenial] (Neptune: Loizeaux, 1953),
pp. 17-26. Publicado en español por Portavoz. Ésta es una fuente extremadamente
valiosa, no sólo para rastrear la historia del premilenarismo, sino para
explicar los principios hermenéuticos y el fundamento bíblico del
premilenarismo en los pactos incondicionales del Antiguo Testamento.
[3] Véase Charles C. Ryrie,
Dispensationalism Today [Dispensacionalismo hoy] (Chicago: Moody, 1965), pp.
8-98, publicado en español por Portavoz; y Bernard Ramm, Protestant Biblical
Interpretation, 3ª ed., (Grand Rapids: Baker, 1970), pp. 119-127.
[4] Tal vez el único pasaje sujeto a
debate sea Gálatas 6:16. El griego kai probablemente se deba entender
epexegéticamente como “incluso”. De este modo, el Israel de Dios se refiere a
los israelitas creyentes que caminan por fe, no a los judaizantes legalistas.
[5] Para una explicación detallada de
estos pactos véase J. Dwight Pentecost, Things to Come [Eventos del porvenir]
(Grand Rapids: Zondervan, 1958), pp. 65-128, publicado en español por Vida;
Ryrie, The Basis of Premillennial Faith [Las bases de la fe premilenial], pp.
48-125; John F. Walvoord, The Millennial Kingdom (Grand Rapids: Zondervan,
1959), pp. 139-220; Charles L. Feinberg, Millennialism: The Two Major Views, 3ª
ed. (Chicago: Moody, 1980).
[6] J. Dwight Pentecost, Things to
Come [Eventos del porvenir] (Grand Rapids: Zondervan, 1959), pp. 158ss.
Publicado en español por Vida.
[7] Robert Gundry, The Church and the
Tribulation (Grand Rapids: Zondervan, 1973), pp. 74-77.
[8] Véase J. Barton Payne, The
Imminent Appearing of Christ (Grand Rapids: Eerdmans, 1962) y Enciclopedia de
profecía bíblica (Terrasa: Clie, 1993).
[9] Alexander Reese, The Approaching
Advent of Christ (Londres: Marshall, Morgan, Scott, 1932).
[10] Ladd, The Blessed Hope.
[11] Véase Marvin Rosenthal, The
Pre-Wrath Rapture of the Church (Nashville: Thomas Nelson, 1990).
[12] El aoristo elthen (“ha llegado”)
recuerda los juicios de los sellos que ya habían ocurrido.
[13] Véase Pentecost, Things to Come
[Eventos del porvenir], pp. 193-218.
[14] La declaración “ira” es enfática
en el texto griego, pues está al final de la frase; además es definitiva por el
uso del artículo en tes orges. Los dos factores muestran que no se refiere a
una ira cualquiera, sino a una específica: la . Si Dios nos amó cuando
estábamos en nuestros pecados, entonces nos librará de la ira venidera,
conforme a su promesa.
[15] Para un estudio completo sobre el
asunto véase John F. Walvoord, The Rapture Question, ed. rev. (Grand Rapids:
Zondervan, 1979); y Gerald B. Stanton, Kept from the Hour (Grand Rapids:
Zondervan, 1956).
[16] Pentecost, Things to Come [Eventos
del porvenir], p. 203.
[17] Véase Harold W. Hoehner,
Chronological Aspects of the Life of Christ (Grand Rapids: Zondervan, 1977),
pp. 115-139, donde Hoehner explica la semana setenta y establece la necesidad
del agujero entre la semana sesenta y nueve y la semana setenta. Véase también
Alva J. McClain, Daniel’s Prophecy of the Seventy Weeks (Grand Rapids:
Zondervan, 1940).
[18] Ibíd., pp. 235-237.
[19] Ibíd., pp. 237-239.
[20] El término plural “acciones
justas” sugiere las obras justas del creyente que ha sido recompensado.
[21] La frase que en Apocalipsis 19:7
se traduce como “han llegado” es la forma aorista griega elthen, que indica que
ya ocurrieron.
[22] Pentecost, Things to Come [Eventos
del porvenir], p. 227.
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