Perspectiva Milenaria: Amilenialismo | Escatologia con Feliberto Vasquez Rodriguez
Introducción
La presente discusión
sobre escatología amilenarista se concentrará en la perspectiva de la
escatología reformada, en tanto se trata de la posición conservadora prevalente
que sostiene el amilenarismo. Aunque los teólogos liberales sostienen una forma
de amilenarismo, la mayoría de ellos no se preocupa mucho de la escatología, si
bien es cierto que usan formas y designaciones más radicales.
La a- en amilenarismo
niega el término; por lo tanto, amilenarismo quiere decir que no habrá un
milenio futuro literal. Los amilenaristas no niegan el retorno literal de
Cristo a la tierra, pero rechazan su reino literal de mil años en este planeta.
Según el amilenarismo, el reino de Dios está presente en la era de la iglesia,
y cuando dicha era termine, el estado eterno se inaugurará sin que intervenga
un milenio.[1]
Por esta razón, algunos amilenaristas sugieren un término como milenarismo
realizado para indicar que no niegan el milenio, sino consideran que se cumple
en la era actual.[2]
De acuerdo con los
amilenaristas, Apocalipsis 20:4-6 se refiere “al reino presente de las almas
de creyentes ya muertos que están con Cristo en el cielo”, y el reino de
Dios “está presente ahora en el mundo, en tanto el Cristo victorioso
gobierna a su pueblo con su Palabra y su Espíritu, aunque ellos también esperan
un reino futuro, glorioso y perfecto de la tierra nueva en la vida futura”.[3]
Algunos amilenaristas
interpretan el Apocalipsis de acuerdo con el paralelismo progresivo, según el
cual la revelación del libro consiste en siete secciones que van paralelamente
entre ellas, donde cada una describe a la iglesia y al mundo desde el tiempo de
la primera venida de Cristo hasta la segunda venida: los capítulos 1—3 están
relacionados con eventos del primer siglo pero tienen aplicación presente, los
capítulos 4—7 describen a la iglesia que sufre pruebas y persecución, los
capítulos 8—11 vislumbran a la iglesia vengada, protegida y victoriosa; los
capítulos 12—14 describen el nacimiento de Cristo y la oposición de Satanás;
los capítulos 15—16 describen la ira de Dios hacia los no arrepentidos; los
capítulos 17—19 ilustran la caída final de las fuerzas de secularismo e
impiedad; los capítulos 20—22 describen la condenación final de los enemigos
del Señor y el triunfo final de Cristo y la iglesia.[4]
Los amilenaristas
entienden la segunda venida de Cristo como un evento único, a diferencia de los
dispensacionalistas, que ven dos fases en el evento. Los amilenaristas enseñan
que ciertos eventos deben ocurrir antes de la segunda venida; por lo tanto, no
se puede decir que el regreso de Cristo es “inminente” (es decir, que
Cristo puede venir en cualquier momento).[5] Las señales anteriores a
la segunda venida de Cristo son las siguientes: (1) El llamado de los gentiles
(Mt. 24:14; Mr. 13:10; Ro. 11:25), en el cual se evangelizará a las naciones.
Algunos de ellos creerán y se constituirán en “la plenitud de los gentiles”.
(2) La conversión de Israel. En Romanos 11:26 “todo Israel” no
quiere decir la nación, sino el número elegido de israelitas. (3) La gran
apostasía y la gran tribulación (Mt. 24:9-12, 21-24; Mr. 13:9-22; Lc.
21:22-24). Estos eventos se cumplieron parcialmente en la destrucción de
Jerusalén, pero también tendrán un cumplimiento futuro. (4) La revelación del
anticristo. Hubo elementos del anticristo durante los tiempos de Pablo y los
hay en el sistema papal de Roma, pero la identidad del anticristo se plasmará
en una persona escatológica. (5) Prodigios y señales. Habrá guerras, falsos
profetas, milagros satánicos sorprendentes y señales en los cielos.
Cristo regresará en el
“día de la consumación”, al final del mundo; sin embargo, nadie sabe el tiempo
de su venida. Su forma será personal, física y visible (Hch. 1:11); no se puede
equiparar con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. A diferencia de los
premilenaristas, quienes enseñan que en la segunda venida Cristo establecerá su
reino terrenal, los amilenaristas enseñan que el propósito de su regreso es “introducir
la era futura, el estado eterno de las cosas”.[6]
Tal cosa se alcanzará con la resurrección de los muertos y el juicio final.
Resurrección de los muertos
Según el amilenarismo, la
Biblia enseña la resurrección corporal al final de los tiempos (1 Co.
15:35-49). El cuerpo del creyente resucitado “será, en sentido fundamental,
idéntico al cuerpo presente”.[7]
Con respecto al tiempo de
la resurrección, ocurrirá al mismo tiempo tanto para creyentes como para
incrédulos.[8]
Pasajes como Daniel 12:2, Juan 5:28-29, Hechos 24:15 y Apocalipsis 20:13-15 así
lo implican. Daniel 12:2 menciona a piadosos e impíos en la misma declaración,
como sucede en Juan 5:28-29. El término “hora” en Juan 5:28 no podría usarse
para denotar una distinción de mil años entre las dos resurrecciones. En Hechos
24:15, Pablo usa el singular “resurrección” para describir la
resurrección de justos e injustos. Apocalipsis 20:11-15 debe referirse a todos
los muertos, no tan sólo los creyentes, porque la expresión “la muerte y el
Hades entregaron los muertos que había en ellos” ha de referirse a todas
las personas.
La resurrección de los
creyentes y de los incrédulos ocurre en la segunda venida de Cristo (1 Co.
15:23; Fil. 3:20-21; 1 Ts. 4:16) y también recibe el nombre de “día
postrero” o “día del Señor”. Tendrá lugar al final de los tiempos en
el advenimiento del estado eterno.
Juicio final
De acuerdo con los
amilenaristas, el juicio final ocurrirá al final de los tiempos y está asociado
con la segunda venida de Cristo, la resurrección de todas las personas y la
inauguración del estado eterno. Será un juicio general “con el único
propósito de juzgar a los vivos y enviar a cada individuo a su destino eterno”.[9]
Se pueden delinear tres propósitos del juicio final:[10] (1) “demostrar la
soberanía y la gloria de Dios en la revelación del destino final de cada
persona”; (2) “revelar el grado de recompensa y de castigo que cada cual
recibirá”; (3) “ejecutar el juicio de Dios en cada persona. Ahora Dios asigna a
cada persona el lugar donde ésta pasará la eternidad”.
Deben observarse los
detalles de este juicio. Como la resurrección es general, el tiempo del juicio
final debe ser el final de esta era (2 P. 3:7). Cristo será el juez. Como por
medio de Él se salvan las personas, tiene sentido que los incrédulos lo
enfrenten como Juez (Jn. 5:22; Hch. 17:31; 2 Ti. 4:8). Sin embargo, los ángeles
asistirán a Cristo en el juicio (Mt. 13:41-43), así como los santos (Mt. 19:28;
1 Co. 6:2-3).[11]
Los sujetos de su juicio serán ángeles (1 Co. 6:2-3) y todas las personas (Mt.
25:32; Ro. 2:5-6; 2 Co. 5:10),[12] lo cual incluye a
creyentes e incrédulos.
El contenido del juicio
tendrá que ver con “las obras, palabras y pensamientos” de las personas.[13] El juicio por las obras
de una persona es evidente en Mateo 25:35-40; se juzgarán las palabras ociosas
(Mt. 12:36), saldrán a la luz los pensamientos (1 Co. 4:5). Incluso los pecados
de los creyentes se conocerán, pero se manifestarán como pecados perdonados,
cubiertos por la sangre de Cristo.[14]
La norma del juicio será
la revelación de Dios. Se juzgará a quienes recibieron la revelación del
Antiguo Testamento de acuerdo con tal revelación; se juzgará a quienes
recibieron la verdad del Nuevo Testamento de acuerdo con tal revelación (Mt.
11:20-22); se juzgará a quienes no recibieron ninguna de las dos de acuerdo con
la luz que recibieron.[15] Como resultado, habrá
diferentes grados de sufrimiento para los perdidos (Lc. 12:47-48). Sin embargo,
los creyentes recibirán justificación con base en su relación con Jesucristo
(Jn. 3:18, 36; 5:24), aunque su recompensa variará según su fidelidad (Lc.
19:12-19; 1 Co. 3:10-15).
Estado eterno
Según los amilenaristas,
tanto creyentes como incrédulos continuarán con su existencia consciente en la
eternidad. Los incrédulos continuarán su existencia consciente en el infierno,
a veces llamado gehena (cp. Mt. 25:30, 46; Lc. 16:19-31). Como se usa el mismo
término para describir la existencia continua de creyentes e incrédulos
(“eterno”, Mt. 25:46), el sufrimiento de los incrédulos será tan eterno como la
felicidad de los creyentes en el cielo.
El final de los tiempos traerá “la regeneración” (Mt. 19:28), una “regeneración de la creación actual”.[16] Será el lugar al cual las Escrituras llaman “cielo”: la morada eterna de los creyentes con el Dios trino. El cielo no es tan sólo una disposición mental, sino un lugar real (Jn. 14:1) donde los creyentes disfrutarán la plenitud de la vida. “Verán cara a cara a Dios en Jesucristo, encontrarán plenitud completa en Él y le darán gloria”.[17] Como los creyentes tienen un cuerpo en el estado resucitado, podrán reconocer a los demás y habrá interacción social.
[1] Berkhof, Systematic Theology
[Teología sistemática], p. 708.
[2] Jay E. Adams, The Time Is at Hand
(Filadelfia: Presbyterian & Reformed, 1970), pp. 7-11
[3] Anthony A. Hoekema, The Bible and
the Future [La Biblia y el futuro] (Grand Rapids: Eerdmans, 1979), p. 174.
Publicado en español por Subcomisión de Literatura Cristiana.
[4] Anthony A. Hoekema,
“Amillennialism”, en Robert G. Clouse, ed., The Meaning of the Millenium: Four
Views [¿Qué es el milenio? Cuantro enfoques para una respuesta] (Downers Grove:
InterVarsity, 1977), pp. 156-158, publicado en español por Casa Bautista de
Publicaciones; y William Hendriksen, More Than Conquerors [Más que vencedores]
(Grand Rapids: Baker, 1939), publicado en español por Libros Desafío.
[5] Los eventos que ocurrirán antes de
la segunda venida de Cristo se delinean en Berkhof, Systematic Theology
[Teología sistemática], pp. 696-703.
[6] Ibíd., p. 707.
[7] Ibíd., p. 722.
[8] Berkhof declara: “Todos estos
pasajes hablan de la resurrección como un evento único, y no contienen ni la
más mínima indicación de que la resurrección de los justos y los impíos se dará
en dos períodos separados por mil años”. Ibíd., p. 724; y Hoekema, The Bible
and the Future [La Biblia y el futuro], pp. 240-243.
[9] Berkhof, Systematic Theology
[Teología sistemática], p. 728.
[10] Hoekema, The Bible and the Future
[La Biblia y el futuro], p. 254.
[11] Ibíd., pp. 256-257.
[12] En el amilenarismo no se hace
distinción entre el tribunal de Cristo o el juicio del gran trono blanco.
[13] Hoekema, The Bible and the Future
[La Biblia y el futuro], p. 258.
[14] Ibíd., p. 259.
[15] Ibíd., pp. 259-260.
[16] Berkhof, Systematic Theology
[Teología sistemática], p. 737.
[17] Berkhof, Systematic Theology
[Teología sistemática], p. 737.
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