Representaciones del Espíritu Santo | Pneumatología con Feliberto Vásquez Rodríguez

 


En las Escrituras hay descripciones y retratos del Espíritu Santo que ilustran vívidamente su persona y obra. Esos podrían identificarse variadamente como tipo, ilustración, emblema o símbolo, y de este modo se categorizan como representaciones del Espíritu Santo.

Vestido

Tras su resurrección, Jesús ordenó a los discípulos que esperaran en Jerusalén hasta que fueran “investidos de poder desde lo alto” (Lc. 24:49). Investidos (gr., enduo) es la palabra normal para “ataviar” o “vestir a alguien”. La palabra es pasiva, lo cual indica que el individuo no se inviste él mismo; alguien más (Dios) lo hace por él. El significado de vestir se explica en el texto con la frase “de poder”. Los apóstoles se iban a quedar en Jerusalén hasta que fueran revestidos con el poder del Espíritu Santo.

Paloma

El Espíritu Santo descendió “como una paloma” en el bautismo de Cristo. ¿Era una paloma en realidad? Es útil un estudio de los pasajes: “como paloma” (Mt. 3:16; Mr. 1:10), “en forma corporal, como paloma” (Lc. 3:22), “vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma” (Jn. 1:32). De acuerdo con Lucas 3:22 y con Juan 1:32, debe haber una representación física de una paloma. No obstante, la paloma sólo representaba al Espíritu Santo. Algo con las características y cualidades de la paloma sirvió como vehículo para retratar al Espíritu Santo.

Cada uno de los Evangelios enfatiza el descenso del cielo del Espíritu como paloma, lo cual hace hincapié en que el Espíritu Santo provenía de la presencia de Dios en el cielo. Por supuesto, es significativo para enfatizar la bendición y unción que el Padre le daba a su Hijo para el ministerio público. Fue un testimonio importante para las personas, particularmente para quienes se oponían a Cristo.

La paloma retrataba al Espíritu Santo que descendió sobre Jesús en el comienzo de su ministerio público, y así enfatiza el poder del Espíritu Santo en la obra de Cristo. La paloma también es símbolo de pureza (cp. Mt. 10:16) y una representación de la paz.

Arras

En 2 Corintios 1:22 Pablo dice que Dios “nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones”. La palabra arras (gr., arrabon) quiere decir “primera cuota, depósito, cuota inicial, arras, el hecho de pagar una parte del precio de compra por adelantado y así asegurar la posesión legal del artículo en cuestión… o la validez del contrato… (Arrabon) es un pago que obliga a la parte contratante a hacer los pagos futuros”.[1] Efesios 1:14 revela la naturaleza del Espíritu Santo como cuota inicial de nuestra glorificación completa y final en el cielo. La “redención” de Efesios 1:14 es un anhelo de la etapa final de redención del creyente; esto es, su glorificación última. El Espíritu Santo, en cuanto arras, es un símbolo de la seguridad del creyente en Cristo.

Fuego

En Pentecostés se manifestaron “lenguas… como de fuego” que se ubicaron sobre los apóstoles (Hch. 2:3). Que Dios se revelara en el fuego no era inusual y habría sido entendido por los judíos. Habría denotado la presencia de Dios. Este suceso inusual, con la llegada del Espíritu, significaría que Dios estaba en el evento (cp. Éx. 3:2). También indicaba la aprobación de Dios. Momentos después, cuando Pedro proclamó a Jesús resucitado, el fuego simbolizaría la aprobación de Dios al mensaje de Pedro (cp. Lv. 9:24; 1 R. 18:38-39). El fuego también simbolizaba el juicio de Dios (cp. Lv. 10:2). Con la destrucción del templo en el año 70 d.C., los incrédulos de Pentecostés serían juzgados finalmente por su incredulidad.

Aceite

El aceite es un tipo del Espíritu Santo, ya que la práctica veterotestamentaria de ungir a los sacerdotes y reyes tipificaba el ministerio del Espíritu. Zacarías 4:1-14 ilustra el significado del aceite como tipo; el aceite describía el poder del Espíritu para fortalecer a Josué y a Zorobabel cuando guiaban al pueblo para completar la construcción del templo en el 515 a.C. El flujo constante de aceite en el candelabro (v. 2) hacia los dos líderes (vv. 3, 14) se interpreta en el versículo 6: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu”. En 1 Samuel 10:1, Samuel ungió a Saúl como rey de Israel; la unción era una representación del Espíritu del Señor que reposaría sobre él para guiar al pueblo (1 S. 10:6, 10). Sin embargo, los eventos del Antiguo Testamento sólo eran representaciones tipológicas del ministerio del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento.

Sello

El Espíritu Santo se identifica como el sello del creyente (2 Co. 1:22; Ef. 1:13; 4:30). “Sellar” significa asegurar una piedra con un sello, como hicieron las autoridades romanas en Mateo 27:66. En sentido figurado, sellar quiere decir “marcar (con un sello) para poder identificar… en papiros, de todas las clases de animales, de modo que la marca que denota propiedad también implica la protección del propietario”.[2] Marcar los rebaños sería un paralelo moderno de los sellos antiguos (cp. Is. 44:5; Ez. 9:4).

Del sello del Espíritu emergen varias verdades importantes. (1) Significa propiedad de Dios. El sello del Espíritu en el creyente indica que el creyente le pertenece a Dios. (2) Sugiere seguridad. El sello es permanente “para el día de la redención” (Ef. 4:30). (3) También sugiere autoridad. Como había autoridad romana dondequiera que había un sello romano, así también hay autoridad de Dios sobre el creyente al cual le ha dado su Espíritu.

Agua

Durante el ritual final de la fiesta de los tabernáculos, el sacerdote tomaba agua del estanque de Siloé y la vertía en el embudo junto al altar, en medio de los adoradores que cantaban. El evento era alegre, y anticipaba el reino glorioso del Mesías (Zac. 14:16-21). Durante ese evento Jesús proclamó: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn. 7:37-38). El siguiente versículo lo explica: “Esto dijo del Espíritu” (Jn. 7:39). Hay varios puntos a destacar. El agua es un emblema del Espíritu Santo que significa vida eterna (cp. Juan 4:14; 7:37-39). El agua significa la recepción del Espíritu Santo (Ez. 36:25-27; Jn. 7:39). Anticipa las bendiciones del milenio (estúdiese el trasfondo de Jn. 7:37-39; cp. Is. 12:3; Jl. 2:28-32).

Viento

El viento es la representación más natural del Espíritu Santo, pues la palabra espíritu (gr., pneuma) puede traducirse viento o espíritu. Algunas palabras en español, como neumático, se derivan de la palabra pneuma. Jesús comparó el nacimiento por el Espíritu Santo con el viento cuando explicaba a Nicodemo el nuevo nacimiento (Jn. 3:8). El nuevo nacimiento era una obra soberana e inexplicable de Dios; como el viento que sopla entre los árboles es inexplicable y soberano, así también lo es el nuevo nacimiento por el Espíritu Santo. El Espíritu hace “como él quiere”, nadie le dice qué hacer, así como nadie le dice al viento qué hacer (cp. 1 Co. 12:11).


[1] Arndt y Gingrich, Greek-English Lexicon, p. 109.

[2] Arndt y Gingrich, Greek-English Lexicon, p. 796

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