Divinidad del Espíritu Santo | Pneumatología con Feliberto Vásquez Rodríguez
Introducción
La deidad del Espíritu
Santo está unida inextricablemente a la doctrina de la Trinidad. Negar la
primera es negar la segunda. Recíprocamente, la creencia en la Trinidad hace
necesaria la creencia en la deidad del Espíritu Santo.
Títulos divinos del Espíritu
El título Espíritu de
Dios evidencia su relación con el Padre y el Hijo y afirma al tiempo su deidad.
“Cuando se le llama ‘Espíritu de Dios’ quiere decir que Él es la misma
Persona de Dios. 1 Corintios 2:11 muestra claramente que, como el hombre y su
espíritu constituyen un único e idéntico ser, así también Dios y su Espíritu
son uno solo”.[1]
Probablemente, en la
mayoría de casos en que se usa el término Espíritu de Dios, la referencia es al
Espíritu Santo y no al Padre; igualmente, cuando se usa el término Espíritu de
Cristo, suele ser en referencia al Espíritu Santo. La razón para ello es que si
se pretendiera hablar del Padre, sería más normal usar “Dios”, “Señor” u
otros por el estilo; si se pretendiera hablar de Cristo, sería más normal usar
el nombre Jesucristo. Por ejemplo, en Romanos 8:9-11 se mencionan todos los
miembros de la Trinidad: “el Espíritu de Dios vive en ustedes” (v. 9,
NVI), “Cristo está en ustedes” (v. 10, NVI), “el Espíritu de aquel que
levantó a Jesús de entre los muertos [el Padre] vive en ustedes” (v. 11, NVI).
Parece bastante claro que “Espíritu de Dios” es una referencia al
Espíritu Santo y no a Cristo o el Padre. En Romanos 8:9 y 8:13-14 también se ve
que “Espíritu” y “Espíritu de Dios” son sinónimos y hacen
referencia a la tercera persona de la Trinidad.[2] Un ejemplo similar se
puede ver en Hechos 16:6-7, donde “Espíritu Santo” (v. 6, NVI) y “Espíritu
de Jesús” (v. 7, NVI) son sinónimos. Efesios 4:4 declara que sólo hay un
Espíritu, indicando que la proposición anterior es verdadera.
LOS TÍTULOS DEL ESPÍRITU
SANTO[3]
Atributos divinos del Espíritu
Vida (Ro. 8:2). La
vida es un atributo de la deidad (Jos. 3:10; Jn. 1:4; 14:6; 1 Ti. 3:15). Como
el Padre y el Hijo tienen vida en sí mismos, así también el Espíritu Santo la
tiene.
Omnisciencia (1 Co. 2:10-12). Alguien
diferente al hombre debe saber sobre Dios. El espíritu del hombre (el espíritu
humano) sabe las cosas pertenecientes a la humanidad; el Espíritu de Dios sabe
sobre Dios. El Espíritu Santo escudriña las profundidades de Dios (1 Co. 2:10);
el mismo término profundidades (gr., bathos) se usa para el conocimiento
de Dios. Es inalcanzable para el hombre, pero Dios Espíritu Santo conoce lo que
de otra forma sería inescrutable e inalcanzable (Ro. 11:33).
Omnipotencia (Job 33:4). La
omnipotencia del Espíritu Santo se manifiesta en la Creación. En Génesis 1:2 se
ve que el Espíritu rodea su Creación como una gallina a sus polluelos; el
Espíritu Santo dio vida a la Creación.[4]
Omnipresencia (Sal. 139:7-10; Jn.
14:17). En el Salmo 139 David exclama que no puede huir de la
presencia del Espíritu Santo; si sube al cielo, Él está ahí; si desciende a las
profundidades de la tierra, allá también está el Espíritu. Aun si pudiera huir
rápidamente, no podría escapar de la presencia del Espíritu. La omnipresencia
del Espíritu también se enseña en Juan 14:17, donde Cristo enseña a sus
discípulos que el Espíritu habitaría en todos ellos, una afirmación de la
omnipresencia del Espíritu.
Eternidad (He.
9:14). Al Espíritu Santo se le llama “Espíritu eterno” en
este pasaje. Cristo se ofreció sin mancha a Dios a través del Espíritu eterno.
Tal como el Espíritu Santo tuvo parte en el nacimiento de Cristo (Lc. 1:35),
así también tuvo parte en su muerte.[5]
Santidad (véase Mt. 12:32). Un aspecto
importante de la deidad es que Dios es santo; se halla completamente separado y
apartado del pecado y los pecadores. El nombre más común para el Espíritu es
“Espíritu Santo”, con lo cual se indica que la tercera persona de la Trinidad
también posee este atributo trascendente de la deidad.
Amor (Gá.
5:22). El Espíritu Santo es amor y produce amor en los hijos
de Dios. Si Él no poseyera amor como atributo primario, no podría producir amor
en el creyente.
Verdad (Jn. 14:17).
Al Espíritu Santo se le llama “Espíritu de verdad” en Juan 14:17 y 15:26. Como
Cristo es la verdad (Jn. 14:6), así también el Espíritu Santo es la verdad y
guía a las personas a la verdad a través de las Escrituras.[6]
El gráfico de la página
siguiente, “Los atributos del Dios trino”, muestra la unidad y la
igualdad de la deidad. El Espíritu Santo manifiesta los mismos atributos de
deidad que el Padre y el Hijo.
Obras divinas del Espíritu
Las obras del Espíritu Santo
evidencian su deidad
Creación (Gn. 1:2). Varios
pasajes de las Escrituras afirman que el Espíritu Santo participó en la obra de
la Creación. Génesis 1:2 indica que el Espíritu se movía sobre la superficie de
la Creación, dándole vida. En el Salmo 104:24-26 el salmista describe la
Creación y en el versículo 30 indica cómo creó Dios: “Envías tu Espíritu,
son creados”. Job 26:13 extiende la creación de Dios a los cielos; el
Espíritu Santo creó los cielos, no sólo la tierra.[7]
Generación de Cristo (Mt. 1:20). Cuando
el Espíritu cubrió a María con su sombra, aseguró la humanidad sin pecado de
Cristo. En su deidad, Cristo es eterno, pero el Espíritu engendró su naturaleza
humana sin pecado.
Él hizo existir la
naturaleza humana de Cristo. A menudo se asume que María, la madre de Jesús,
contribuyó a su humanidad y que el Espíritu Santo contribuyó a su deidad; pero
un momento de reflexión demuestra que la deidad de Cristo era su forma propia
desde toda la eternidad, y por lo tanto no se originó en el momento de su nacimiento.
Se encarnó cuando en su eternidad tomó la forma humana… El Espíritu hizo que la
humanidad de Cristo se originara y ése es su acto de generación.[8]
Inspiración de las Escrituras (2 P. 1:21). Hay
una analogía entre la labor de generación de la humanidad de Cristo por el
Espíritu Santo y su supervisión de los escritores bíblicos; como el Espíritu
Santo cubrió con su sombra a María y garantizó la humanidad de Cristo libre de
pecado, así también supervisó a los escritores humanos para garantizar la inerrancia
de las Escrituras. Por analogía, la negación de una niega necesariamente la
otra.
Los escritores bíblicos
fueron llevados por el Espíritu Santo, lo cual garantizaba la inspiración de
los libros en las Escrituras. La obra del Espíritu en la inspiración es análoga
a la obra del Padre (cp. 2 Ti. 3:16).
Regeneración (Tit. 3:5). Regenerar
quiere decir “dar vida”. El Espíritu Santo produce el nuevo nacimiento; Él es
su autor. La regeneración por el Espíritu Santo es la contrapartida espiritual
de la reproducción humana en el reino físico. La generación humana produce vida
humana; la regeneración espiritual produce vida espiritual. El Espíritu Santo
produce el nuevo nacimiento, pero lo hace usando la Palabra de Dios como
instrumento (1 P. 1:23). La misma verdad se enseña en Juan 3:6, donde Jesús
indica que el Espíritu Santo produce el nuevo nacimiento porque regenera a la
persona.
Intercesión (Ro. 8:26). Cristo
es intercesor para los creyentes pero el Espíritu también lo es.
Santificación (2 Ts. 2:13). Hay
tres aspectos de santificación, siendo el primero posicional: “la separación
que ocurre cuando, por el Espíritu Santo, un creyente se une a Cristo y por lo
tanto pasa a estar en Cristo”[9]
(cp. 1 Co. 1:30; He. 10:14-15; 1 P. 1:2).
Consolar a los santos (Jn. 14:16). En
este texto Jesús les promete a los discípulos “otro Consolador”. “Consolador”
es la palabra griega parakleton, que proviene de las expresiones “al lado
de” y “llamado”; por lo tanto, es “quien es llamado al lado de
uno para consolar”. En 1 Juan 2:1 se llama a Jesús el Paracleto (“abogado”
en la mayoría de versiones) de los santos pecadores. El Espíritu Santo es
“otro de la misma clase” de Cristo, un Consolador llamado al lado del creyente
para ayudar. La obra del Espíritu como Paracleto (Consolador) del creyente
requiere su deidad, puesto que su obra es la misma de Cristo en su papel de
Paracleto.
Se hace obvio que las
obras del Espíritu Santo muestran su deidad: su unicidad dentro de la
Divinidad, junto con el Padre y el Hijo.
Procesión divina del Espíritu
La relación del Espíritu
Santo con los otros miembros de la Trinidad se expresa con el término
procesión, el cual indica que el Espíritu procede del Padre y del Hijo.
El Credo de
Constantinopla afirmó esta doctrina en el 381 d.C. La frase filioque (“y del
Hijo”) fue añadida en el sínodo de Toledo en el 589 d.C., para afirmar que
Cristo y el Padre enviaron al Espíritu. Esta declaración combate la herejía que
depreciaba la persona de Cristo.
Hay varios indicadores
que sugieren la doctrina de la procesión del Espíritu. Todas las designaciones
como “Espíritu de Dios” afirman la procesión del Espíritu, pues Él es el
Espíritu que proviene de Dios. El tiempo presente de Juan 15:26 (“procede”) se
usa para entender la eternidad de la relación. Por lo tanto, se dice que el
Espíritu Santo proviene del Padre y del Hijo. La procesión eterna del Espíritu
parece afirmarse en el Salmo 104:30; allí se indica que el Espíritu Santo
proviene del Padre en la economía veterotestamentaria. La Iglesia ortodoxa
griega entendió que la “procesión eterna” comenzaba con la encarnación
de Cristo (los dos ocurrieron al mismo tiempo).[10]
Ha de mencionarse una advertencia. La procesión del Espíritu Santo no indica la subordinación del Espíritu a los otros miembros de la Trinidad. J. Oliver Buswell discute el problema y anota que algunas personas de la iglesia primitiva entendían con el término a un “ser casi dependiente”. Buswell rechaza el término y lo considera un estorbo.[11]
[1] Rene Pache, The Person and Work of
the Holy Spirit [La persona y la obra del Espíritu Santo] (Chicago: Moody,
1954), p. 14. Publicado en español por Clie.
[2] Tales declaraciones son
tautológicas, repeticiones de una idea.
[3] Este diagrama se adaptó de la información
en John F. Walvoord, The Holy Spirit (Grand Rapids: Zondervan, 1958), pp. 10-
12.
[4] Keil anota: “Raqeph en la
conjugación Piel se aplica a un pájaro que sobrevuela y cubre a sus polluelos,
para calentarlos y desarrollar sus poderes vitales (Dt. 32:11). De igual forma,
el Espíritu se movía sobre las profundidades, que habían recibido los gérmenes
de toda la vida en el momento de su creación, para llenarlas con su energía
vital, con su aliento de vida”. C. F. Keil y F. Delitzsch, Biblical Commentary
on the Old Testament [Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento], 25
vols. (Reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, 1968), p. 1:49. Publicado en
español por Clie.
[5] Hay un problema en la
interpretación de este pasaje, pues no es del todo claro si pneuma se refiere
al Espíritu Santo o al espíritu humano de Cristo. Aunque cualquiera es posible,
la mayoría de los eruditos se inclina a favor del Espíritu Santo.
[6] Hoy día se da entre los cristianos
un énfasis anormal en la experiencia. Aunque el cristianismo es experimental,
debe reconocerse también que el Espíritu Santo nunca llevará al creyente a una
“experiencia” contra la Palabra de Dios. Una experiencia espiritual sólo es
válida mientras concuerde con la Biblia. Véase Arthur L. Johnson, Faith Misguided:
Exposing the Dangers of Mysticism (Chicago: Moody, 1988).
[7] La traducción de Biblia de las
Américas es “Con su soplo”. La palabra hebrea ruach se puede traducir como
“Espiritu”, “soplo” o “viento”. Algunos pasajes, como Job 26:13, son más
difíciles de interpretar, aunque usualmente el contexto determina cuál es la
mejor opción.
[8] Lewis Sperry Chafer, Systematic
Theology [Teología sistemática], 8 vols. (Dallas: Dallas Seminary, 1948), p.
6:33. Publicado en español por Clie.
[9] Lewis Sperry Chafer, Systematic
Theology [Teología sistemática], 8 vols. (Dallas: Dallas Seminary, 1948), p.
6:33. Publicado en español por Clie.
[10] Walvoord, The Holy Spirit, p. 14.
[11] J. Oliver Buswell Jr., A
Systematic Theology of the Christian Religion [Teología sistématica], 2 vols.
(Grand Rapids: Zondervan, 1962), p. 1:119. Publicado en español por Logoi.
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