Pecado contra el Espíritu Santo | Pneumatología con Feliberto Vásquez Rodríguez

 


Trasfondo histórico

Aunque las Escrituras hablan de pecados contra el Espíritu Santo con los verbos apagar (1 Ts. 5:19) y contristar (Ef. 4:30), lo que se viene a la mente cuando se menciona “el pecado” contra el Espíritu es la blasfemia.

Cuando se habla del pecado contra el Espíritu Santo (Mt. 12:31-32) es importante considerar el trasfondo histórico contra el cual se cometió el pecado. Jesús se había manifestado a la nación de Israel a través de sus enseñanzas (Mt. 5—7) y milagros (Mt. 8—10). Las señales mesiánicas se habían realizado en medio de la nación. Ahora los líderes religiosos venían a investigar a Cristo por sí mismos (cp. Lucas 5:14 con 5:17). ¿Quién era Cristo? ¿Era el Mesías? ¿Cómo podían explicar sus milagros? En Mateo 12 los líderes judíos llegan a una conclusión que culmina con el pecado contra el Espíritu Santo. En Mateo 12:22 le traen a un endemoniado, y Jesús lo sana. La respuesta de las personas en 12:23 refleja la influencia de los líderes. El pueblo exclamó: “¿No será éste el Hijo de David?” (NVI).[1] La forma de la pregunta anticipa un “no” como respuesta. En 12:24 los fariseos afirman dogmáticamente: “Éste no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios”. Los fariseos se estaban refiriendo a Aquel de quien el Padre había dicho “pondré mi Espíritu sobre él” como alguien que actuaba por el poder del diablo. En este contexto Jesús declaró que la blasfemia contra el Espíritu Santo nunca se perdonaría. Es importante considerar este trasfondo al considerar el pecado en 12:31-32.

Explicación

El pecado contra Cristo. El pecado contra el Espíritu Santo también está relacionado con pecar contra Cristo. El quid del asunto se explica en Mateo 12:24. Los líderes religiosos han oído la enseñanza de Cristo y han visto sus milagros, pero su evaluación concluye que Cristo realizaba sus milagros por el poder de Satanás. Ése fue su pecado contra Cristo. En lugar de reconocerlo como Mesías, dijeron que obraba a través de Satanás. No negaron los milagros, pero rechazaron que su fuente fuera Dios. Dijeron que actuaba por el poder de Satanás. Quien estaba destinado a ser el libertador de Israel, tanto espiritual como nacionalmente, fue rechazado y acusado de haberse aliado con Satanás. Tal rechazo constituye el fundamento del pecado contra el Espíritu Santo.

El pecado contra el Espíritu Santo. Aquel sobre el cual Dios había puesto su Espíritu (Mt. 12:18) era el que, según los fariseos, obraba por medio de Satanás. Dios había dicho: “pondré mi Espíritu sobre él” (12:18), pero los líderes dijeron: “Éste no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios”. El pecado se cometió en un contexto histórico. Los fariseos habían observado de primera mano el ministerio público de Jesús, habían visto sus milagros con sus propios ojos y aun así adscribieron a Satanás la obra de Cristo. Más aún, podrían haber recibido perdón si sólo hubieran rechazado el testimonio de Cristo (Mt. 12:32a), pero rechazaron al testigo final, el testimonio del Espíritu Santo. No había otro testigo para presentarles.[2] Debe observarse que el pecado contra el Espíritu era eterno (Mt. 12:31-32). No había oportunidad de arrepentirse; era imperdonable y nunca se perdonaría.

Pregunta

La pregunta que puede formularse es: ¿se puede pecar hoy contra el Espíritu Santo? Pecar por blasfemia contra el Espíritu Santo requeriría la presencia física de Jesucristo con sus enseñanzas y milagros, al tiempo que quienes lo oyeran y lo vieran rechazaran su ministerio y lo adjudicaran a Satanás. El pecado de la blasfemia contra el Espíritu Santo no es igual a la incredulidad. No hay indicación en las Escrituras de que si una persona rechazó el evangelio una vez, no tendrá de nuevo la oportunidad para creer; tampoco existe hoy un pecado particular que no pueda perdonarse. ¿Quién entre los creyentes no ha rechazado el evangelio la primera vez que lo oyó? Por supuesto, la incredulidad no se perdonará si la persona persiste de manera permanente en ella.


[1] La partícula interrogativa meti se usa en preguntas que esperan una respuesta negativa. Véase Arndt y Gingrich, Greek English Lexicon, p. 520.

[2] Véase J. Dwight Pentecost, The Words and Works of Jesus Christ (Grand Rapids: Zondervan, 1981), p. 207.


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