El Espíritu Santo en el Antiguo Testamento | Pneumatología con Feliberto Vásquez Rodríguez
Regeneración
¿El Espíritu Santo
regeneraba a personas en el Antiguo Testamento? Jesús explicó a Nicodemo el nuevo
nacimiento en Juan 3 (del cual forma parte la regeneración) y le recordó que
tales cosas se enseñaron en el Antiguo Testamento, y por tanto debían ser
conocidas por él (Jn. 3:10). Con toda probabilidad Jesús se estaba refiriendo a
Ezequiel 36, porque los dos pasajes contienen un comentario sobre el agua y el
Espíritu. En Ezequiel 11:19 y 36:25-27 Dios le promete a Israel una experiencia
regeneradora en el milenio. Dios les dará un corazón y un espíritu nuevos, y
pondrá su Espíritu en ellos. Aunque tales pasajes pertenecen al futuro, los
creyentes del Antiguo Testamento también habrían experimentado la regeneración.
En Ezequiel 18:31 se encomendó al pueblo hacerse “un corazón nuevo y un
espíritu nuevo”. Las dos frases son paralelas a Ezequiel 36:25-27 y a Juan 3:5,
y sugieren que el Espíritu Santo regeneraba al creyente del Antiguo Testamento
(véase también Sal. 51:10).
Morada selectiva
En Juan 14:16-17 Jesús
indicó que después de Pentecostés el Espíritu Santo comenzaría un nuevo
ministerio para los creyentes, diferente al del Antiguo Testamento. El énfasis
en este pasaje radica en que el nuevo ministerio consistiría en habitar en
ellos (a diferencia de tan sólo acompañarlos) y sería permanente. Aunque la
promesa de Juan 14 pertenece a todos los creyentes y habitar en ellos es
permanente, el Espíritu Santo habitó en algunos del Antiguo Testamento; no
obstante, era selectivo y temporal. (1) El Espíritu Santo habitó en algunas
personas del Antiguo Testamento como Josué (Nm. 27:18) y David (1 S. 16:12-13).[1] (2) El Espíritu Santo
descendió sobre algunas personas del Antiguo Testamento. Charles C. Ryrie
sugiere que no hay distinción entre “habitar” y “venir sobre”,
“excepto porque la idea de ‘venir sobre’ parece implicar el carácter temporal y
transitorio de la relación del Espíritu con los santos del Antiguo Testamento”.[2]
Se ve que el Espíritu venía sobre un individuo temporalmente para realizar
una tarea específica. Es razonable suponer que el Espíritu dejaba al individuo
cuando la tarea se había ejecutado. El Espíritu vino sobre Otoniel para
conquistar Cusan-risataim (Jue. 3:10); vino sobre Gedeón para derrotar a los
madianitas (Jue. 6:34); vino sobre Jefté para derrotar a los amonitas (Jue.
11:29); vino sobre Sansón para derrotar a los filisteos (Jue. 14:6); vino sobre
Balaam para profetizar bendición a Israel (Nm. 24:2). “Al evaluar estos
textos se muestra que todos requerían que se otorgara poder para una actividad
física. Ninguno de ellos tenía que ver con la salvación del pecado en ningún
sentido”.[3]
Ese otorgamiento de poder tampoco tenía nada que ver con la condición
espiritual de la persona. Jefté era hijo de una prostituta, vivía en un
ambiente idólatra. Sansón era un hombre carnal, vivía para satisfacer sus
deseos carnales. Balaam era un incrédulo. (3) El Espíritu Santo llenó a algunas
personas en el Antiguo Testamento. Dios llenó a Bezaleel con el Espíritu y le
dio sabiduría en las artesanías, “para inventar diseños, para trabajar en
oro, en plata” (Éx. 31:2-5) con el fin de embellecer el tabernáculo.
John Walvoord hace tres
observaciones sobre la habitación del Espíritu en las personas del Antiguo
Testamento. Primero, el hecho de que el Espíritu habitara en una persona no
tiene relación con la condición espiritual de dicha persona. Segundo, que el
Espíritu decidiera habitar en alguien era una obra soberana de Dios en la
persona, con el fin de realizar una tarea específica; por ejemplo, liberar a
Israel en una guerra o construir el tabernáculo. Tercero, el Espíritu habitaba
temporalmente. El Espíritu del Señor vino sobre Saúl pero luego se apartó de Él
(1 S. 10:10; 16:14). David temía que el Espíritu Santo lo abandonase (Sal.
51:11).[4]
Contener el pecado
Génesis 6:3 indica que la
lucha del Espíritu por refrenar el pecado sería limitada, pues el hombre no
quiso prestar atención al ministerio de convicción del Espíritu. En ese
contexto, Dios juzgaría a las personas con el diluvio noéico.[5] Se puede ver un paralelo
entre el Antiguo y el Nuevo Testamento para quienes sostienen el arrebatamiento
pretribulacional.
Capacitar para el servicio
En el Antiguo Testamento se daba el Espíritu Santo a individuos selectos para realizar tareas específicas. Tales tareas incluían: habilidad para la obra artística del tabernáculo y templo, dada a Bezaleel (Éx. 31:2-5; 35:30-35) e Hiram (1 R. 7:14); habilidad para liderar la nación, dada a Josué (Nm. 27:16-18), Saúl (1 S. 10:10) y David (1 S. 16:13); habilidad para la guerra, dada a Otoniel (Jue. 3:10), Gedeón (Jue. 6:34) y Jefté (Jue. 11:29) y fuerza física inusual, dada a Sansón (Jue. 14:19).
[1] Sigue abierta la pregunta sobre
cómo entender ruach en 1 Crónicas 28:12. La Biblia de las Américas y la
Reina-Valera lo traducen como “mente” y lo relacionan con la mente de David.
Las versiones inglesas King James y New King James lo traducen “by the Spirit”
[por el Espíritu], mientras que la New International Version (en inglés) lo
traduce como “all the Spirit had put in his mind” [todo lo que el Espíritu
había puesto en su mente].
[2]
Ryrie The Holy Spirit [El
Espíritu Santo], pp. 41-42.
[3] Wood, The Holy Spirit in the Old
Testament, p. 41.
[4] Walvoord, The Holy Spirit, p. 72.
[5] Hay un problema con la palabra “contender”, yadon. Algunos sugieren que significa “gobernar” o “tolerar”. No obstante, “la idea es que Dios no cargará para siempre con las consecuencias del pecado del hombre” (Harold Stigers, Commentary on Genesis [Grand Rapids: Zondervan, 1975], p. 98).
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