Habitación del Espíritu Santo | Pneumatología con Feliberto Vásquez Rodríguez



Hecho de morar en las personas

Juan 14:16 es un versículo clave para indicar el ministerio único del Espíritu Santo en esta era; ahí Jesús prometió que el Espíritu habitaría en los creyentes de forma permanente. Tal habitación permanente no sería para unos cuantos creyentes, sino para todos. Hay varias indicaciones que afirman estos hechos.

El Espíritu Santo es un don. El Espíritu Santo es un don entregado a los creyentes en Jesús, sin excepción: no hay condiciones adjuntas al regalo del Espíritu a no ser la fe en Jesús (Jn. 7:37-39). Muchas Escrituras hablan del Espíritu que es “dado” a los creyentes. La palabra dar en estas instancias quiere decir “entregar un regalo” (cp. 2 Co. 1:22; 1 Ts. 4:8; 1 Jn. 4:13).[1] Aparte de aceptarlo, no hay nada que la persona pueda hacer para recibir al Espíritu, pues se entrega como un regalo.

El Espíritu Santo se entrega en la salvación. Ésta es la declaración positiva de su contrapartida negativa según la cual el incrédulo no posee el Espíritu. Efesios 1:13 indica que el Espíritu se entrega en el momento de la salvación.[2] El sello (y habitación) del Espíritu ocurre en el momento de creer. Gálatas 3:2 también enfatiza la misma verdad.

Una persona que no posee el Espíritu Santo no es creyente. Romanos 8:9 enfatiza: “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él”. Judas 19 se refiere a los incrédulos como los que “no tienen al Espíritu”.

El Espíritu Santo habita en los creyentes carnales. Los cristianos carnales de Corinto —a pesar de ser culpables de incestos, de demandar a otros creyentes y de otros pecados— estaban habitados por el Espíritu Santo (1 Co. 6:19). Si sólo un grupo selecto fuera su habitación, entonces los corintios no lo hubieran sido. Romanos 8:9 y 2 Corintios 1:22 exigen a modo de conclusión que todos los creyentes, a pesar de su condición espiritual, sean habitados por el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo habita permanentemente en los creyentes. Además de habitar en todos los creyentes, el Espíritu habita en ellos de forma permanente (Jn. 14:16). Los creyentes reciben al Espíritu Santo como “arras”, una verificación de su glorificación futura (2 Co. 1:22; Ef. 4:30).

Problemas relacionados con habitar en los creyentes

Hay varios textos bíblicos que son problemáticos respecto a la enseñanza neotestamentaria de habitar permanentemente en los creyentes. Algunos merecen especial atención.

Salmo 51:11. La oración de David “no quites de mí tu santo Espíritu” se relaciona con la habitación temporal del Espíritu Santo en el Antiguo Testamento. Después de Pentecostés, el Espíritu habita de manera permanente en el creyente (Jn. 14:16).

Hechos 5:32. Pedro no establece la obediencia como condición para que el Espíritu habite en el creyente; antes bien, Pedro usa obedecer como sinónimo de creer. Se usa una expresión similar en Hechos 6:7, donde está claro que el significado es fe (cp. Jn. 3:36).

Hechos 8:14-17. Ésta fue una situación única durante la transición de la ley a la gracia y de Israel a la iglesia. Debía haber clara evidencia de que los samaritanos también recibían el Espíritu como los judíos. Ello no constituye una norma en la actualidad. Si fuera norma, nadie podría recibir el Espíritu, porque se necesitaría a los apóstoles para confirmar que sí habita en los creyentes, tal como lo hicieron con los samaritanos.


[1] Arndt y Gingrich, Greek-English Lexicon, pp. 192-193.

[2] La frase “habiendo creído” es “un participio aoristo ‘coincidente’, según los gramáticos, porque denota una acción que coincide en el tiempo con el verbo principal”. F. F. Bruce, The Epistle to the Ephesians (Londres: Pickering & Inglis, 1961), p. 36.


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