El Espíritu en la revelación e inspiración | Pneumatología con Feliberto Vásquez Rodríguez

 


Definiciones

Revelación. Revelación (gr., apokalupsis) quiere decir “destapar” o “quitar el velo”, y se usa para describir el momento en que un gran escultor termina una estatua y le quita el velo que la cubre. En la verdad bíblica, “revelación” quiere decir que Dios manifiesta al hombre algo que éste no sabría de otra manera (cp. Ez. 2:2; 8:3).

Inspiración. La inspiración bíblica se puede definir como “la supervisión de Dios de los autores humanos de modo que, usando sus propias personalidades, compusieran y registraran sin error la revelación de Dios al hombre en las palabras de los autógrafos originales”.[1] Si se contrasta la revelación con la inspiración, se puede decir que la revelación se refiere a lo material mientras la inspiración se refiere al método.[2] La palabra inspiración se toma de la palabra griega theopneustos (que quiere decir “respirado por Dios”) en 2 Timoteo 3:16. La Escritura es aquello “inspirado por Dios”. Las Escrituras son producto del aliento creativo de Dios. “El ‘aliento de Dios’ en las Escrituras es el símbolo de su grandísimo poder, el que lleva su palabra creativa”.[3] Se puede observar un paralelo:



Canales de la revelación

El profeta del Antiguo Testamento. El mensaje del profeta en el Antiguo Testamento no se originaba en él. Tan sólo era un vehículo a través del cual Dios le hablaba al pueblo; era guiado por el Espíritu Santo para llevar su mensaje (cp. Jer. 1:2, 4, 9, 11, 17).

El Espíritu Santo. Aunque el profeta del Antiguo Testamento usualmente era el vehículo por medio del cual Dios se revelaba, era el Espíritu Santo quien guiaba a los escritores bíblicos. En 2 Pedro 1:21 dice que el Espíritu Santo era quien impulsaba a los profetas del Antiguo Testamento, y así salvaguardaba las palabras del error. Se pueden citar ejemplos específicos. El Espíritu Santo controlaba a David. David exclama: “El Espíritu del Señor habló por medio de mí; puso sus palabras en mi lengua” (2 S. 23:2, NVI). Hechos 1:16 enfatiza la misma verdad para explicar la profecía de David sobre Judas, que debía cumplirse, pues “el Espíritu Santo habló antes por boca de David” (cp. Hch. 4:25; Mt. 22:43). El Espíritu Santo controlaba a Ezequiel. El Espíritu Santo, quien le permitía al profeta recibir visiones de Dios, controlaba las numerosas profecías que se le daban a Ezequiel (Ez. 2:2; 3:24; 8:3; 11:24). El Espíritu Santo controlaba a Miqueas. Llenaba al profeta para permitirle hablar a la nación (Mi. 3:8).

Métodos de revelación

Dios se revelaba de varias maneras en el Antiguo Testamento.

Palabra hablada. Hay numerosos ejemplos en los cuales Dios habló audiblemente a las personas del Antiguo Testamento. Le habló de forma audible a Abraham (Gn. 18:13, 17), le habló a Moisés y hasta el pueblo podía oírle (Éx. 19:9; 20:1ss), y le habló a Isaías (Is. 6:8).

Sueños. La revelación por medio de sueños parece ser un modo inferior de revelación. Era un privilegio comunicarse cara a cara con Dios; así, la forma normal en que Dios se comunicaba con los paganos era por medio de sueños. El método permitía enseñar a los incrédulos. “La revelación por sueños encontraba al receptor en un estado pasivo, inconsciente, donde la realidad de lo soñado se encontraba sólo en imágenes mentales incorpóreas… El sueño era más adecuado para personas con escaso o ningún discernimiento espiritual… La personalidad del receptor se neutralizaba, y sólo existía como un instrumento inerte al cual se le podía impartir información sin el estorbo de las respuestas paganas e inapropiadas”.[4] Algunos ejemplos de personas a quienes Dios habló por medio de sueños son Abimelec (Gn. 20:3), Jacob (Gn. 31:10-13), José (Gn. 35:7-9) y Nabucodonosor (Dn. 2).

Visiones. Aparentemente, las visiones eran una categoría más alta de la revelación, reservada para personas maduras espiritualmente.[5] Los profetas recibían visiones con frecuencia. Una de las palabras para profeta es vidente, que proviene de la palabra hebrea cuyo significado es “ver”; por lo tanto, el profeta (vidente) es “quien ve”. Algunos ejemplos de heraldos de Dios que recibieron visiones son: Abraham (Gn. 15:1), Natán (1 Cr. 17:15), Ezequiel (Ez. 1:1) y Daniel (Dn. 8:1).

Teofanías. Una teofanía veterotestamentaria era una manifestación de Dios en sentido físico. Teofanía proviene de las palabras griegas theos (Dios) y phanein (aparecer); por lo tanto, una teofanía es una aparición de Dios. Era un privilegio que Dios visitara a alguien de este modo, y “normalmente estaba reservado para personas de alta madurez espiritual”.[6] Los ejemplos en el Antiguo Testamento incluyen las teofanías a Abraham (Gn. 18), Josué (Jos. 5:14), Gedeón (Jue. 6:22) y Daniel (Dn. 6:22).

Inspiración del Antiguo Testamento

El Espíritu Santo era el medio de toda la inspiración bíblica. Su supervisión aseguraba la infalibilidad de la comunicación. Ello puede observarse en repetidas ocasiones en conexión con el Antiguo Testamento.

Los escritores del Antiguo Testamento eran conscientes de que el Espíritu Santo los guiaba al escribir (2 S. 23:2-3). En este pasaje se enfatiza cuatro veces que Dios le hablaba a David.

Cristo enseñó que el Espíritu Santo guiaba a los escritores del Antiguo Testamento (Mr. 12:36). Cuando Jesús cita el Salmo 110 dice que David habló “por el Espíritu Santo”. Jesús basó su argumento en las palabras de David inspiradas por el Espíritu Santo.

Los apóstoles enseñaron que el Espíritu Santo guiaba a los autores del Antiguo Testamento (Hch. 1:16; 4:24-25; 28:25). Cuando Pedro explica la muerte de Judas, observa que tuvo lugar porque el Espíritu Santo la había predicho por medio de David (Hch. 1:16).

Inspiración del Nuevo Testamento

Aunque 2 Timoteo 3:16, un pasaje importante sobre la inspiración, tiene básicamente en mente el Antiguo Testamento, hay muchos pasajes que apuntan a la inspiración en el Nuevo.

Cristo afirmó la inspiración del Nuevo Testamento. Cristo predicó que los apóstoles serían salvaguardados cuando escribieran, lo cual les permitiría escribir sin errores todo lo que Él les había hablado (Jn. 14:26; 16:14). Ello explica por qué años después Juan podía recordar aún los detalles de la vida de Cristo cuando escribió su Evangelio. Cuando Jesús les enseñaba a sus discípulos, ellos no tenían la capacidad para comprender, pero después el Espíritu Santo les permitiría entenderlo (Jn. 16:12-15).

El Espíritu Santo guió a los escritores del Nuevo Testamento de las siguientes formas. (1) Los ayudaba a recordar los hechos en las enseñanzas de Cristo. (2) Les permitía entender la teología de lo que escribían. Cuando Jesús les habló, no captaron la importancia de su muerte inminente y de su resurrección. (3) Garantizó la finalización de todo el Nuevo Testamento. “Todas las cosas” en Juan 14:26 hace referencia a toda verdad espiritual necesaria para el hombre, lo cual implica que se completaría el canon del Nuevo Testamento.

Los escritores del Nuevo Testamento reconocieron que escribían la Biblia. En 1 Corintios Pablo había reprendido a los corintios por varios errores en la asamblea, y les dio la manera de corregirlos. Concluyó recordándoles que las cosas que les escribía eran “mandamientos del Señor” (1 Co. 14:37). Pablo reconoció que les estaba escribiendo Palabra de Dios. Se pueden sacar varias conclusiones de los escritos paulinos: La enseñanza de Pablo se le dio por revelación directa (Gá. 1:12). El Espíritu Santo le enseñó a Pablo lo que él enseñaba (1 Co. 2:13). La enseñanza de Pablo era mandamiento de Dios, por tanto estaba libre de errores (1 Co. 14:37; 1 Ts. 4:2, 15). La iglesia primitiva reconocía que la enseñanza de Pablo era palabra de Dios (1 Ts. 2:13).

Los escritores del Nuevo Testamento reconocían que los escritos de los otros eran inspirados. En 1 Timoteo 5:18, Pablo precedió su declaración con “la Escritura dice” para luego citar Deuteronomio 25:4 y Lucas 10:7. Cuando Pablo cita tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, considera que tienen la misma autoridad. Las palabras de Lucas eran Escrituras en exactamente el mismo sentido en que lo eran las de Moisés en Deuteronomio. En 2 Pedro 3:16 Pedro igualó los escritos paulinos con “las otras Escrituras”. Los escritos de Pablo estaban a la par con los escritos veterotestamentarios. Se hace un paralelo similar en 2 Pedro 3:2.




[1] Ryrie, The Holy Spirit [El Espíritu Santo], p. 33.

[2] Véase la discusión eficaz de Ryrie sobre el tema en The Holy Spirit [El Espíritu Santo], p. 33.

[3] B. B. Warfield, The Inspiration and Authority of the Bible (Reimpresión. Filadelfia: Presbyterian and Reformed, 1970), p. 133.

[4] Leon Wood, The Holy Spirit in the Old Testament (Grand Rapids: Zondervan, 1976), pp. 122-123; véase G. Vos, Biblical Theology (Grand Rapids: Eerdmans, 1948), pp. 83-85.

[5] Wood, The Holy Spirit in the Old Testament, p. 123.

[6] Wood, The Holy Spirit in the Old Testament, p. 123.

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