Teología del Antiguo Testamento | Serie Teología Bíblica con Feliberto Vásquez Rodríguez

 


Introducción a la Teología del Antiguo Testamento

El estudio de la Teología veterotestamentaria es una tarea compleja. Los eruditos del Antiguo Testamento discrepan en cuanto al enfoque a seguir. La explicación en el apartado “Teología del Antiguo Testamento y su método” expondrá al lector a varios de estos enfoques. Sería posible estudiar el Antiguo Testamento partiendo de temas como Dios, el pecado, la salvación y otros más, pero al hacerlo así se impondría una limitación: tal estudio sería poco más que una teología sistemática del Antiguo Testamento. Debido al lapso de tiempo en cuestión, es más útil tomar las diferentes eras en las que Dios se reveló para estudiar el Antiguo Testamento. Dentro de ese marco es posible estudiar las doctrinas principales dentro de cada era (como hace Chester Lehman), cosa útil pero que no unifica el estudio. También es posible ver un tema común en las diferentes eras, como hace Kaiser en su valiosa obra. Esto es importante para ver la unidad de la teología veterotestamentaria.

Parece que es mejor ver la unidad del Antiguo Testamento como fue desarrollada alrededor del tema del “reino”. El tema se enfatiza en todo el texto (Ley, Profetas y Escritos). Por todo el Antiguo Testamento Dios dispensó su reino teocrático a través de mediadores. Dios señaló a líderes humanos por medio de los cuales reveló su voluntad y se dio a conocer. La forma final y máxima del reino teocrático de Dios es el reino milenario gobernado por Jesucristo. Es, en última instancia, ese reino al cual el Antiguo Testamento anticipa.

A modo de introducción, pues, la teología del Antiguo Testamento debe mostrar el desarrollo de la revelación divina; debe hacerlo basándose en el estudio del texto veterotestamentario y debe unificar el estudio en torno al concepto de “reino” teocrático.

Historia de la Teología del Antiguo Testamento[1]

Desarrollos tempranos

No hay evidencia de un estudio organizado de la teología bíblica en el Antiguo o el Nuevo Testamento. La evidencia más antigua se encuentra en Ireneo (ca. 130-200 d.C.), quien reconoció la revelación progresiva de Dios. Más tarde, Agustín (354-430 d.C.) sugirió cinco períodos históricos de la revelación divina. Durante la Reforma, los temas eran básicamente soteriológicos y, por esta razón, la teología bíblica como ciencia no se desarrolló en aquella época.

Siglo XIX Los inicios modernos de la teología bíblica se pueden trazar hasta John Philip Gabler, quien la describió así: “las ideas religiosas de las Escrituras en cuanto a hecho histórico, para poder distinguir los diferentes tiempos y temas, y de este modo diferenciar también las etapas en el desarrollo de tales ideas”.[2]

Sin embargo, Gabler negaba lo sobrenatural, y el primer trabajo conservador sólo apareció con Christology of the Old Testament [Cristología del Antiguo Testamento], de E. W. Hengstenberg (1829-1835). Antes, Georg Lorenz Bauer (1755-1806) publicó la primera teología veterotestamentaria y la dividió en teología, antropología y cristología. Después aparecieron muchas obras sobre el tema, entre las que se cuenta el trabajo monumental de Gustave Friedrich Oehler en 1873-1874.[3]

Historia de las religiones

La escuela de la historia de las religiones continuó con la tendencia del siglo XIX. Se basó en la teoría evolutiva de Darwin al aplicarla a la religión. La fe hebrea no era vista como una religión única sino en relación con otras religiones, porque todas evolucionaron a partir de una fuente común. Las similitudes entre el cristianismo, el judaísmo, el budismo y el hinduismo saltaban a la vista. Así, se evaluaba el Antiguo Testamento en su desarrollo histórico y no como revelación divina.

De acuerdo con la escuela de la historia de las religiones, la teología del Antiguo Testamento aceptaba las teorías de Wellhausen, quien negaba la unidad del Antiguo Testamento pues relegaba la escritura de libros individuales a varios autores a través de un período de tiempo.[4] De este modo, el Antiguo Testamento “se redujo a una colección de materiales de períodos separados y simplemente consistía en observaciones de los israelitas sobre muchas religiones paganas diferentes”.[5]

Escuela de la historia de la salvación

Como reacción al enfoque humanista aplicado a la Biblia apareció la escuela Heilsgeschichte (historia de la salvación) que buscaba enfatizar la actividad de Dios en la historia. J. C. K. von Hofmann y otros teólogos examinaron el Antiguo Testamento y notaron el desarrollo progresivo de la salvación. El énfasis de esta escuela estaba en el ministerio de Cristo durante su primera venida y en la consumación de ese ministerio en su segunda venida. Tal escuela tenía fortalezas y debilidades. Su fortaleza radicaba en el retorno a la revelación divina; su debilidad era el rechazo de la inspiración de las Escrituras (aceptaban algunas perspectivas bíblicas de la alta crítica). Dicha escuela tuvo considerable influencia hasta el siglo XX.

Neo-ortodoxia

Después de la Primera Guerra Mundial hubo un viraje en la teología del Antiguo Testamento. Las razones fueron: “(1) la pérdida general de la fe en el naturalismo evolutivo; (2) la reacción contra la convicción de que la verdad histórica sólo puede alcanzarse a través de la pura ‘objetividad’ científica o de que tal objetividad es en efecto alcanzable; y (3) la tendencia de un retorno a la idea de la revelación en la teología dialéctica (neo-ortodoxa)”.[6] Las teologías veterotestamentarias escritas a comienzos del siglo XX reflejaban la reacción contra el humanismo científico, así como la aceptación de la subjetividad de la neo-ortodoxia. La teología del Antiguo Testamento de Konig rechazaba la teoría de Wellhausen pero tenía otros defectos; Eissfeldt siguió el pensamiento de los historicistas al negar la actividad divina, aunque enfatizó la naturaleza subjetiva de la fe del teólogo al encontrar a Dios. Eichrodt rechazó la teoría de Eissfeldt aferrándose a la teoría histórica de Gabler, pero enfatizó también la naturaleza subjetiva del estudio.

Aunque la neo-ortodoxia llevó en general a una actitud más seria hacia las Escrituras, aún reconocía muchos aspectos de la alta crítica, incluyendo la negación de la inspiración verbal plenaria. Adicionalmente, las teologías veterotestamentarias escritas bajo la influencia neo-ortodoxa enfatizaron el elemento subjetivo (dejando de lado la objetividad) en su enfoque de las Escrituras.

Conservadurismo

Al comienzo del siglo XX el Seminario Princeton era el líder en teología conservadora. De su escuela llegaron algunas de las obras importantes sobre el Antiguo Testamento, principalmente Biblical Theology [Teología bíblica] de Geerhardus Vos. Otros hombres de Princeton, como William Henry Green, Robert Dick Wilson y B. B. Warfield, también hicieron importantes contribuciones. Más recientemente, las obras de O. T. Allis y E. J. Young, del Seminario Westminster, han aportado importantes estudios teológicos veterotestamentarios. Charles C. Ryrie, del Seminario Teológico de Dallas, también ha escrito una notable teología del Antiguo Testamento, Las bases de la fe premilenial, donde se ve la unidad del Antiguo Testamento en los pactos incondicionales de Dios con Israel.

Teología del Antiguo Testamento y su método[7]

No hay consenso en cuanto a la metodología de la teología del Antiguo Testamento. En los dos siglos pasados se produjo una considerable diversidad en el desarrollo de una teología del Antiguo Testamento. Los siguientes son algunos de los enfoques que se han usado.

El método dogmático-didáctico

El término dogmático relaciona este método con la teología sistemática o dogmática. Sigue la estructura de Dios-hombre-salvación como la utilizó por primera vez Georg Lorenz Bauer en 1796 y más recientemente R. C. Denton. Éste declara que “la afirmación más básica de la religión veterotestamentaria es que Yahvéh es el Dios de Israel e Israel es el pueblo de Yahvéh”.[8]

El método genético progresivo

Este enfoque señala la revelación de Dios en eras significativas de la historia veterotestamentaria, centrada particularmente en los pactos de Dios con Noé, Abraham y Moisés. Tal es el método empleado por Chester K. Lehman, quien derivó el método de su maestro, Geerhardus Vos. Lehman declara: “Descubrimos que la línea divisoria más fundamental en la revelación divina se centra en los diferentes pactos que hizo Dios con el hombre… Mi plan será considerar individualmente y en orden los pactos de Dios con Noé, Abraham, Moisés, y a través de Cristo. Toda la enseñanza que se centre en tales pactos se considerará en relación con los mismos pactos”.[9] Eichrodt también sigue este principio básico (aunque se le incluye en la siguiente categoría). Lehman también reconoce ideas de Gustave Oehler. R. E. Clements, de la Universidad de Cambridge, también podría considerarse dentro de esta categoría.[10]

El método del corte transversal

Este método fue desarrollado por Walther Eichrodt en la década de 1930, al sugerir que el pacto era el centro del estudio veterotestamentario. Él se apoya en la naturaleza histórica del Antiguo Testamento y desarrolla su teología al “hacer un corte transversal a través del proceso histórico, con lo cual deja al descubierto la estructura interna de la religión”.[11] A partir del principio del pacto, Eichrodt desarrolla tres categorías principales —Dios y el pueblo, Dios y el mundo, y Dios y el hombre— para mostrar el desarrollo del pensamiento y la institución. El teólogo holandés C. Vriezen sigue una tesis similar cuando establece la comunión como el centro del estudio veterotestamentario. El énfasis está en la unidad del Antiguo Testamento. Walter Kaiser Jr. también ve unidad en el Antiguo Testamento centrada en la promesa, a la cual contribuyó conscientemente todo escritor del Antiguo Testamento.[12]

El método tópico

John L. McKenzie desarrolla una teología del Antiguo Testamento sin tener en consideración el Nuevo Testamento. En contraste con otras teologías del Antiguo Testamento que intentaban ver una relación entre los dos, McKenzie escribe como si el Nuevo Testamento no existiera. Concuerda con Harnack o Bultmann, quienes al parecer declararon que el Antiguo Testamento no es un libro cristiano.[13]McKenzie desarrolla su teología veterotestamentaria alrededor de la experiencia de Israel con Yahvéh. Al reconocer que no toda experiencia tiene igual valor, es selectivo cuando determina qué incluye en su estudio, pero enfatiza que “la totalidad de la experiencia” es importante.[14] Otras obras que se ajustan a esta categoría son Basic Theological Structures of the Old Testament [Estructuras teológicas básicas del Antiguo Testamento] de Georg Fohrer y Old Testament Theology in Outline [Esbozo de la teología del Antiguo Testamento] de W. Zimmerli.

El método diacrónico

G. von Rad, quien escribió una teología del Antiguo Testamento en dos volúmenes, dice que la teología veterotestamentaria debe “re-narrar” el kerygma o confesión de Israel del Antiguo Testamento, aquella que la nación de Israel declaró en su contexto histórico. No obstante, no se refería a la historia factual sino a la “interpretativa”. La “re-narración” no se daba en declaraciones de fe; “eran actos por los cuales el pueblo expresaba conciencia de su relación con Dios”.[15] Von Rad no encontró un tema central en su teología del Antiguo Testamento, pero se conformó con “narrar lo que dice el Antiguo Testamento acerca de su propio contenido”.[16]

El método de la formación de la tradición

Hartmut Gese desarrolló una teología del Antiguo Testamento (AT) que “se debe entender esencialmente como un proceso histórico de desarrollo… No hay ni teología cristiana ni judía del AT, sino una teología del AT a la cual se llegó por medio de la formación de la tradición del AT”.[17] Gese vio relación y unidad entre los dos Testamentos, de forma tal que el Nuevo Testamento “consumó el AT… lo llevó a su culminación”. La unidad de los Testamentos había de encontrarse en “el proceso de la tradición” que era común a los dos. El Nuevo Testamento debía verse como la meta del Antiguo. Desde este punto de vista, Gese, al igual que von Rad, no vio un tema común o un punto central en el estudio del Antiguo Testamento. Peter Stuhlmacher, perteneciente también a la escuela de la formación de la tradición, defendió “el evangelio de la justificación en Cristo” como punto central.

El método temático-dialéctico

Puesto que W. Brueggemann ve un punto muerto en la metodología teológica del Antiguo Testamento, ha propuesto una relación dialéctica y temática, citando las obras de Terrien, Westermann y Hanson, donde cada uno usa un sistema dialéctico (un proceso de razonamiento que busca resolver el conflicto entre ideas opuestas). Por ejemplo, Terrien defiende la realidad de la presencia de Dios como el centro de la fe bíblica, con todo lo demás sujeto a ella. Tal cosa también proporciona continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. La dialéctica empleada por Terrien es ética-estética. “El aspecto ‘ético’ de la dialéctica se presenta en los materiales históricos relativos a los pactos, y el ‘estético’ en los materiales sapienciales y los salmos”.[18]

El método de la nueva teología bíblica

Brevard Childs ha hecho un llamado a una “nueva teología bíblica” que vaya más allá del método histórico-crítico (que exaltaba la razón humana como la última autoridad y trataba la Biblia como cualquier otro libro) que subyace en la mayoría de teologías veterotestamentarias. Sugiere abandonar el método histórico-crítico (rechazando con ello la escuela de la historia de las religiones) y propone como tesis el canon de la iglesia del Nuevo Testamento. Sugiere que el método normal para hacer teología del Antiguo Testamento es tratar el texto bíblico en su forma final.

Teología del Antiguo Testamento canónica y múltiple

Hasel propone algunas cosas esenciales que se deben incluir en el estudio de la teología veterotestamentaria. (1) La teología del Antiguo Testamento debe ser una teología del Antiguo Testamento canónico; es diferente de la historia de Israel o del concepto de la historia de las religiones. (2) Hasel está en contra de un centro o concepto clave en la teología del Antiguo Testamento, y más bien aboga por “proporcionar explicaciones e interpretaciones resumidas de la forma final de los escritos o bloques de escritos del AT, que permitan la emergencia y revelen la relación mutua de temas, motivos y conceptos”.[19] (3) Seguir un enfoque múltiple que permita a los libros individuales y a los bloques de libros existir lado a lado con sus énfasis variantes. (4) Seguir la secuencia histórica de la fecha de origen de los libros veterotestamentarios. (5) Presentar los temas longitudinales del Antiguo Testamento tal como emergen de las teologías de los libros o grupos de libros. (6) Examinar los diferentes temas longitudinales para descubrir la relación entre ellos. (7) La teología del Antiguo Testamento debe verse como parte de un todo mayor, y en relación con el Nuevo Testamento.

“La promesa” como tema

En la popular y evangélica teología del Antiguo Testamento de Walter Kaiser se ve la unidad del Antiguo Testamento alrededor del tema de la promesa. Kaiser desarrolla una teología veterotestamentaria basada en la exégesis de las Escrituras y para ello usa la promesa del pacto abrahámico en Génesis 12:1-3, donde Dios aparta un pueblo especial para Él. Esto se ve en la frase “Yo soy el Señor tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto”, una fórmula mencionada total o parcialmente ciento veinticinco veces en el Antiguo Testamento.[20] Este tema se desarrolla en el establecimiento de Israel como el pueblo de Dios en la era mosaica, la promesa del Mesías en la era davídica y la promesa del reino futuro en la era profética.

“El designio de Dios” como tema

Otro enfoque evangélico es reconocer “que el designio de Dios es la clave del contenido del Antiguo Testamento”.[21] Martens construye su tesis sobre una exégesis de Éxodo 5:22—6:8, y extrae cuatro conclusiones básicas que reflejan su teología del Antiguo Testamento: (1) “El designio inicial de Yahvéh para su pueblo es la liberación”; (2) “El designio de Yahvéh es formar una comunidad piadosa”; (3) “La intención de Yahvéh es que haya una relación continua con su pueblo”; (4) “La intención de Yahvéh para con su pueblo es que disfrute la buena vida”.[22] En cuanto a esta “buena vida”, Martens indica que Dios le dio a Israel la tierra en que fluye leche y miel, una tierra placentera que simboliza la vida abundante en comunidad con Yahvéh bajo condiciones ideales.

Identificación de la Teología del Antiguo Testamento

En una teología del Antiguo Testamento deben ser evidentes varios elementos. (1) Si se le va a hacer justicia al texto bíblico, es necesaria la doctrina de la inspiración de las Escrituras. No puede haber un examen verdadero del texto bíblico si el hombre se sienta a juzgarlo según el criterio de la razón humana. (2) La teología del Antiguo Testamento debe hacer partícipe a la exégesis del texto bíblico, por medio de la aplicación de los principios hermenéuticos apropiados, permitiendo con ello que el texto hable por sí mismo. Esto produce un estudio inductivo en lugar de uno deductivo. (3) La teología del Antiguo Testamento se construye sobre la premisa de la revelación progresiva y, a través de la exégesis, descubre el progreso de la revelación de Dios en la historia. (4) La teología del Antiguo Testamento examina las diferentes eras, en particular como las muestran los pactos que hizo Dios con sus mediadores, para descubrir cómo se ha revelado Él en la historia bíblica. (5) La teología del Antiguo Testamento debe discernir una unidad de las Escrituras; la revelación que el Dios de los testamentos Antiguo y Nuevo ha dado de sí mismo debe reflejar un propósito supremo y consumador por el cual Él se glorifique. Tal unidad se encuentra en el concepto del reino.

Es mejor ver la unidad y el centro o principio temático del Antiguo Testamento en el concepto del reino de Dios.[23]

Este tema se puede ver desde el mismo comienzo de Génesis hasta las palabras concluyentes de los profetas. Las Escrituras indican que Dios da a conocer su voluntad en la tierra a través de mediadores.[24]

En cualquier punto de la historia, comenzando por Génesis, Dios rige su reino de mediación en la Tierra a través de los agentes señalados. Adán fue el primer mediador del reino de Dios en la Tierra; el Mesías será el mediador final. Desde el mismo comienzo, era el propósito de Dios para el hombre que este gobernara la creación. El hombre era el rey de la Tierra.[25] Tras la Caída del hombre, Dios comenzó a obrar la restauración del reinado del ser humano en el mundo.

Los pactos incondicionales del Antiguo Testamento son importantes y además apuntan hacia el reino como el centro o tema de la teología veterotestamentaria.

EL REINO: TEMA UNIFICADOR EN LA TEOLOGÍA DELANTIGUO TESTAMENTO (Algunas cosas importantes para resaltar)

En el pacto abrahámico (Gn. 12:1-3) Dios llamó a un hombre a través del cual traería redención y bendición. Bajo el pacto palestino (Dt. 30) a Israel, la descendencia de Abraham, le fue prometida una tierra donde Dios los bendeciría. No obstante, esa bendición se consumaría por medio del Mesías, un descendiente de Abraham y del rey David (2 S. 7:12-16, Mt. 1:1). Más aún, la bendición sería posible a través del pueblo regenerado, como fue prometido en el nuevo pacto (Jer. 31:31-34). Estos cuatro pactos forman el fundamento de la teología del Antiguo Testamento; en ellos se establece que Dios redimirá y bendecirá a su pueblo. La relación y énfasis de estos pactos se puede ver en el siguiente diagrama:

Énfasis de la Teología del Antiguo Testamento 

La teología del Antiguo Testamento se puede resumir bajo el tema central del reino. Desde el comienzo de la historia y a través de mediadores señalados, Dios administró su reino mediador en el Antiguo Testamento. No obstante, todas aquellas administraciones anticipaban el reinado de mediación final: el milenio bajo el gobierno del Mesías. En particular, las pactos incondicionales veterotestamentarios definen la naturaleza del futuro reino milenario. Con el pacto abrahámico, Dios comenzó el trato con un pueblo especial, Israel. Dios les prometió una tierra, una posteridad de la que provendría el Mesías, y un pueblo sobre el cual Él reinaría y una bendición espiritual de la que el perdón formaría parte. En el resto de los escritos del Antiguo Testamento, Dios se encarga de llevar a Israel a un lugar de bendición espiritual donde sea agente de Dios para bendecir a las naciones del mundo.

A Israel le fue dado el pacto condicional mosaico como demostración de la santidad de Dios, su norma divina. Quienes entraran en comunidad con el Dios santo también debían tener el estándar divino de la santidad. Tal cosa se lograría a través del perdón prometido en el nuevo pacto (Jer. 31:31-34). Los libros proféticos añaden detalles adicionales de cómo se lograría esto. Isaías y Zacarías no sólo describen al Mesías reinante, también describen al sufriente a través del cual Dios daría el perdón. Varios libros proféticos detallan cómo será la era culminante, cuando tras el retorno del Mesías, la nación de Israel se arrepienta, sea perdonada y la tierra que le fue prometida le sea restaurada (Dt. 30:1-10). Las naciones del mundo también serán bendecidas. En el programa de Dios para llevar a Israel y a los gentiles a un lugar de bendición, el pecado continuo de la raza humana y la gracia de Dios para restaurar a la humanidad errante son temas continuos del Antiguo Testamento.

Sin embargo, Dios le promete a David que por medio de un gran hijo suyo se inaugurará su reino futuro (2 S. 7:12-16). En tan magnífica declaración, Dios le promete a David que su dinastía, de la cual provendrá el Mesías, nunca terminará y que el reinado del Mesías será para siempre.

Pero, ¿cuál es el propósito de todo esto? El libro de Zacarías concluye con un énfasis apropiado: la santidad de Dios. El propósito de Dios al cortejar a su pueblo para que vuelva a tener comunión con Él es darle gloria a su propio nombre. Dios es santo y todo aquel que entre en comunión con Él debe ser santo. El día en que Dios es adorado en su santidad por un pueblo regenerado y en un mundo restaurado será en el reino milenario.



[1] Véanse los útiles resúmenes de J. Barton Payne, The Theology of the Older Testament (Grand Rapids, Zondervan, 1962), pp. 25-43; y Gerhard Hasel, Old Testament Theology, ed. rev. (Grand Rapids: Eerdmans, 1982), pp. 15-34.

[2] Payne, Theology of the Older Testament, p. 27.

[3] Véase su concepto de la teología del Antiguo Testamento en Gustave Friedrich Oehler, Theology of the Old Testament (Grand Rapids: Zondervan, s.f.), pp. 5-47.

[4] Véase Gleason L. Archer Jr., A Survey of Old Testament Introduction [Reseña crítica de una introducción al Antiguo Testamento] (Chicago: Moody, 1964), pp. 73-165, para un excelente comentario y refutación de esta teoría. Publicado en español por Portavoz.

[5] Hasel, Old Testament Theology, p. 30.

[6] Ibíd., p. 31.

[7] Ibíd., pp. 41-96.

[8] Ibíd., p. 43.

[9] Chester K. Lehman, Biblical Theology, 2 vols. (Scottdale, Herald, 1971), p. 1:38.

[10] Ronald E. Clements, Old Testament Theology (Atlanta: Knox, 1978).

[11] Hasel, Old Testament Theology, p. 52.

[12] Walter C. Kaiser Jr., Toward an Old Testament Theology [Hacia una teología del Antiguo Testamento] (Grand Rapids: Zondervan, 1978), p. 11. Publicado en español por Vida.

[13] John L. McKenzie, A Theology of the Old Testament (Garden City, Doubleday, 1974), p. 319.

[14] Ibíd., pp. 31-35.

[15] Kaiser, Toward an Old Testament Theology [Hacia una teología del Antiguo Testamento], p. 3.

[16] Hasel, Old Testament Theology, pp. 72-73.

[17] Ibíd., pp. 75-76.

[18] Ibíd., pp. 82-83.

[19] Ibíd., p. 93.

[20] Kaiser, Toward an Old Testament Theology [Hacia una teología del Antiguo Testamento], pp. 12-13.

[21] Elmer A. Martens, God’s Design: A Focus on Old Testament Theology (Grand Rapids: Baker, 1981), p. 12.

[22] Ibíd., pp. 18-19.

[23] Eugene H. Merrill, “Daniel as a Contribution to Kingdom Theology”, Essays in Honor of J. Dwight Pentecost, Stanley D. Toussaint y Charles H. Dyer, eds. (Chicago: Moody, 1986) p. 211.

[24] Alva J. MacClain, The Greatness of the Kingdom (Chicago: Moody, 1968), pp. 7, 197. Esta obra es muy importante en el tema del reino de mediación y se debe estudiar cuidadosamente.

[25] Véase Erich Sauer, The King of the Earth (Grand Rapids: Eerdmans, 1962).


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