Teología de la era Mosaica | Serie Teologia Biblica con Feliberto Vasquez Rodriguez

 

TEOLOGÍA DE LA ERA MOSAICA

Cuando Jacob y sus hijos descendieron con sus familias a Egipto, componían una gran familia emigrante; no obstante, cuando comienza el libro de Éxodo, la familia de Jacob se ha convertido en una nación. Tal nación será el instrumento clave de la revelación de Dios a la humanidad. Cuando los hicsos y, posteriormente, los egipcios oprimieron a Israel, Dios determinó liberar a los israelitas de la esclavitud. En Éxodo 12, durante el apogeo de las plagas, Dios envió al ángel de la muerte por todo Egipto. El que untara sangre de cordero en los postes y dinteles de las puertas de sus casas sería redimido; se requería un acto de fe para pintar con sangre las puertas de las casas. Esta gran obra para liberar a Israel de Egipto presagiaba un acto mayor de redención que Dios llevaría a cabo a través de un descendiente de Jacob: el Mesías. Dios llevó al pueblo redimido al Sinaí, donde estableció un pacto con la nación. Dios estaba apartando a los israelitas como pueblo especial para Él. A través del pacto mosaico, Israel llegó a ser el mediador del reino teocrático de Dios sobre la tierra.

ISRAEL: EL PUEBLO DE DIOS

En Éxodo 19 Dios ratifica un tratado condicional con Israel: el pacto mosaico. El patrón del pacto sigue la forma del antiguo tratado entre señor y vasallo.[1] La naturaleza condicional del pacto establece lo que el señor (el rey) ha hecho por sus súbditos (vasallos). Entonces se exponen las condiciones del pacto al pueblo, y ellos quedan obligados a obedecer al rey. El señor, por su parte, promete proteger y proveer a sus súbditos. Su bendición de protección y provisión es contingente a la obediencia de los súbditos. Si le obedecen, pueden esperar su bendición; si le desobedecen, pueden esperar castigo.


Este tratado, conocido como el pacto mosaico, fue ratificado por el Señor y la nación de Israel. El Señor le recordó al pueblo su obligación: obedecerle (Éx. 19:5). El pueblo aceptó el pacto cuando dijo “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (Éx 19:8). Con la ratificación del pacto nació la nación de Israel, mediadora del reino teocrático de Dios sobre la tierra.

MEDIADOR A LAS NACIONES

Dios prometió hacer de Israel “un reino de sacerdotes, y gente santa” (Éx. 19:6). Dios apartó a Israel para ser mediador de su verdad a las otras naciones. Era un mandato misionero. Un sacerdote es un mediador, representa al pueblo ante Dios; en ese sentido, toda la nación de Israel estaba llamada a ser mediadora del reino de Dios ante las naciones de la tierra. El sacerdocio de Israel era universal. “Estaban llamados a ser mediadores de la gracia de Dios ante las naciones de la tierra, tal como en Abraham serían ‘benditas todas las familias de la tierra’”.[2]

El curso de la historia de Israel fue de fracaso en fracaso; por lo tanto, nunca atendió a su propósito divino como mediador de la verdad de Dios. Isaías prevé el futuro en que el verdadero israelita, el Mesías, cumplirá el destino del Señor para la nación. Israel como nación estaba llamada a ser luz espiritual para las naciones del mundo. Fracasó; pero a la larga el Mesías será heraldo de la luz de Dios a las naciones, cuando establezca el reinado milenario (Is. 42:6; 49:6; 51:4; 60:1, 3).

Tales declaraciones de Isaías están en los pasajes del Siervo; en ellos se describe cómo la luz de Dios irá a las naciones. Será a través de su Siervo, el Mesías, aquel sobre quien Dios pondría su Espíritu (Is. 42:1); Él llevaría la luz de Dios a los gentiles (Is. 42:6; 49:6). El resultado será la bendición de Dios hasta los confines de la tierra prometida al patriarca, Abraham (Gn. 12:2-3). Pero el Mesías también restaurará a la nación caída (Is. 49:6), todo lo que Adán perdió. Las condiciones del Edén, anteriores a la caída, existirán una vez más a través del reino glorioso del Mesías, cuando la tierra conozca su verdad (Is. 51:3-4). En aquel día Dios honrará de nuevo a los descendientes de Abraham, Jerusalén llegará a ser el centro de la verdad, y las naciones del mundo correrán a Israel para conocer esa verdad (Is. 60:1-3).

Constitución de la nación

Tras haber ratificado el pacto con la nación de Israel, Dios le entregó al pueblo su constitución, que comprende gran parte de Éxodo, Levítico y Deuteronomio. Eran las estipulaciones del pacto que Israel debía obedecer en el reino de mediación si quería disfrutar la bendición de Dios. La Ley se puede dividir en tres categorías: leyes civiles, ceremoniales y morales.[3]

La ley moral

Se encuentra principalmente en los Diez Mandamientos (Éx. 20:2-17; Dt. 5:6-21), aunque no se restringe a ellos. Los Diez Mandamientos se listan en dos categorías: los de la relación del hombre con Dios, que cubre los primeros cuatro mandamientos (Éx. 20:2-11) y los de la relación del hombre con el hombre, que cubre los últimos seis mandamientos (Éx. 20:12-17). La ley moral comienza con la declaración “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto…” (Éx 20:2). Por lo tanto, “el estándar de medida de la ley moral para decidir qué era correcto o errado, bueno o malo, estaba fijado en el carácter inquebrantable e impecablemente santo de Yahvéh, el Dios de Israel. Su naturaleza, atributos, carácter y cualidades proporcionaban la medida de toda decisión ética”.[4]

La ley civil

La ley civil relaciona un gran número de las leyes que aparecen en Éxodo 21:1—24:18, así como en Levítico y Deuteronomio. Tales leyes reflejan los intereses sociales según los cuales los israelitas vivirían interesándose genuinamente por sus vecinos en el reino de mediación. Las leyes hacen referencia a los esclavos, las injurias a los demás, los derechos de propiedad, la opresión a las viudas y los huérfanos, los préstamos de dinero y muchos otros asuntos.

La ley ceremonial

La ley ceremonial, descrita principalmente en Éxodo 25:1—40:38, así como en Levítico y Deuteronomio, tiene que ver con el tabernáculo, las vestiduras y función de los sacerdotes y los sacrificios y ofrendas.

Debe notarse que estas categorías están entremezcladas en el texto de Éxodo a Deuteronomio; se pueden describir los tres aspectos de la ley dentro de un contexto dado. Tampoco es siempre fácil distinguir entre los tres aspectos de la ley. En cualquier caso, la ley era la constitución de Israel con el Señor, el Rey. Israel tenía que obedecer esta ley para poder disfrutar las bendiciones del Señor, su soberano en el reino de mediación. Cuando Israel desobedecía la ley, la función del profeta era hacer que el pueblo regresara a la obediencia de la ley.

La adoración de la nación

Al llamar a un pueblo especial, Dios también proveyó un medio para que la joven nación se pudiera encontrar con Él; de este modo decretó la adoración en el tabernáculo, por medio de la cual Israel podría acercarse al Dios santo e infinito. Allí el Señor se encontraría con Israel (Éx. 25:22; 29:42, 43; 30:6, 36).

El Señor le ordenó a Israel que construyera un tabernáculo que (1) proporcionaría la forma en que Dios iba a habitar en medio de la nación (Éx. 25:8); (2) proporcionaría la forma en que Dios iba a revelar su gloria (Éx. 40:34-35); (3) proporcionaría la forma en que el pueblo pecador se iba a acercar al Dios santo, porque era el centro de la adoración propiciatoria (Lv. 17:11); (4) sería un recordatorio de la separación entre el Dios santo y su pueblo pecador; y (5) anticiparía la redención de Cristo (He. 8:5).

El tabernáculo estaba dividido en dos habitaciones, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Dios le ordenó a Israel que dejara un cofre de madera, llamado arca, en el Lugar Santísimo y que cubriera el arca con un propiciatorio. Aquí habitaba Dios con la nación (Éx. 25:22). A la entrada del atrio del tabernáculo estaba el altar de los holocaustos, allí el sacerdote ofrecía día a día sacrificios al Señor (Éx. 29:38). Servía para recordarle a la nación que se requería sangre para acercarse a Dios. Los sacerdotes, pertenecientes a la tribu de Leví, se apartaban como mediadores entre la nación y el Dios santo. Servían en la adoración del tabernáculo. Todo el sistema de adoración del tabernáculo recordaba la infinita santidad de Dios; le recordaba a la nación que se necesitaba un mediador para acercarse a Dios.

PACTO PALESTINO

El libro de Deuteronomio anticipa la posesión de la tierra por parte de Israel. El pueblo viajó por el desierto y llegó al lado oriental del Mar Muerto a la espera de poseer la tierra. Éste es un énfasis importante del libro, pues “el escritor de Deuteronomio repite sesenta y nueve veces el compromiso de que Israel poseería y heredaría la tierra que le fue prometida”.[5] El Señor reiteró la naturaleza condicional del pacto al decir que la obediencia era necesaria para la bendición (Dt. 28:1-14), en tanto que cita los juicios por la desobediencia (Dt. 28:15-68). Los juicios anticiparon las dispersiones de Asiria (722 a.C.), Babilonia (586 a.C.) y Roma (70 d.C.) (Dt. 28:64). No obstante, Dios reveló que cuando todas esas calamidades terminaran, Israel volvería a poseer la tierra (Dt. 30:1-10). Tal cosa se cumpliría en el reino milenario.

Naturaleza del pacto

La naturaleza del pacto palestino es como sigue: “(1) La nación será arrancada de la tierra por su infidelidad (Dt. 30:1-3); (2) habrá un arrepentimiento futuro de Israel (Dt. 28:63-68); (3) su Mesías regresará (Dt. 30:3-6); (4) a Israel se le restaurará la tierra (Dt. 30:5); (5) Israel como nación se convertirá (Dt. 30:4-8; cp. Ro. 11:26-27); (6) los enemigos de Israel serán juzgados (Dt: 30:7); (7) entonces la nación recibirá toda su bendición (Dt. 30:9)”.[6] La importancia del pacto palestino llega hasta el punto de reafirmarle a Israel el título de propiedad de la tierra. La promesa del pacto palestino no se abroga por el pacto condicional mosaico.[7] Al pacto palestino se le llama eterno (Ez. 16:60), porque es parte del pacto incondicional abrahámico y es una ampliación de él.

Cumplimiento del pacto

Un estudio de Deuteronomio 28—30 muestra que Dios predijo la apostasía de Israel y su dispersión bajo Asiria, Babilonia y Roma antes de que ocupara la tierra. Antes de que se cumpla el pacto palestino, Israel debe llegar primero a un lugar de arrepentimiento y conocimiento del Mesías (Zac. 12:10-14) y reunirse en la tierra desde todas las naciones en que el pueblo se haya asentado durante el milenio. Por tanto, el pacto palestino es un evento escatológico, futuro, cuyo cumplimiento se dará cuando Israel se apropie de la tierra en el reinado milenario.

RESUMEN

La adoración mosaica mostró revelaciones adicionales relativas a Dios. (1) Dios es santo; no es posible acercarse a Él sin un mediador. La santidad de Dios también se ve en que Él requiere la rectitud moral de su pueblo, y por lo tanto lo sujetó a un código moral. (2) Dios es inmanente en el sentido de que cuida de su pueblo y habita con él. (3) La sangre es importante en la adoración al Dios santo. Es necesaria como expiación por el pecado, y sin sangre es imposible acercarse a Dios. (4) La obra mediadora del sacerdocio levítico apunta al Mediador cuya obra reconciliará de una vez por todas a la humanidad pecadora con el Dios santo. (5) Dios ha hecho un pacto con un pueblo especial: Israel. En la era veterotestamentaria Dios tiene un reino de mediación sobre Israel a través de los mediadores establecidos.


[1] Véase George E. Mendenhall, Law and Covenant in Israel and the Near East (Pittsburgh: Biblical Colloquium, 1955) y Meredith G. Kline, Treaty of the Great King (Grand Rapids: Eerdmans, 1963).

[2] Walter C. Kaiser Jr., Toward an Old Testament Theology [Hacia una teología del Antiguo Testamento] (Grand Rapids: Zondervan, 1978), p. 109. Publicado en español por Vida.

[3] Ibíd., pp. 114-118 y Leon Wood, A Survey of Israel’s History (Grand Rapids: Zondervan, 1970), pp. 148-150.

[4] Kaiser, Toward an Old Testament Theology [Hacia una teología del Antiguo Testamento], p. 114.

[5] Ibíd., p. 124.

[6] J. Dwight Pentecost, Things to Come [Eventos del porvenir] (Grand Rapids: Zondervan, 1958), p. 97. Publicado en español por Vida.

[7] Ibíd., p. 97.


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