Teología de la era Profetica | Teologia Biblica con Feliberto Vasquez Rodriguez

 

TEOLOGÍA DE LA ERA PROFÉTICA

 

FUNCIÓN DEL PROFETA

 

Los profetas de Israel jugaban un papel importante porque declaraban las bendiciones del reino futuro de Israel, bendiciones concernientes a la promesa original hecha a Abraham en Génesis 12:1-3 y ampliada en los pactos palestino (Dt. 30:1-10) y davídico (2 S. 7:12-16).

La labor profética fue establecida en Deuteronomio 18:15-18, y anticipaba inmediatamente al gran profeta a quien el pueblo escucharía, el Mesías (Dt. 18:18). Se han utilizado diferentes términos para describir al profeta. El término hebreo nabí significa “vocero” y denota a “alguien que se llamó o designó para proclamar el mensaje de Dios como heraldo”.[1] El segundo término hebreo para describir al profeta es raá, que significa “ver” (1 S. 9:9); ésta es la palabra más antigua para profeta y básicamente es sinónimo de nabí.[2] Raá era la designación popular, mientras que nabí era el término técnico.[3] El tercer término, vidente, significa “ver o contemplar” y también es sinónimo de raá. Los tres términos se usan en 1 Crónicas 29:29, lo cual sugiere que son sinónimos.[4]

Una función importante del profeta del Antiguo Testamento como administrador del reino teocrático fue llamar a Israel para que volviera a la ley mosaica a la cual los israelitas estaban atados al Señor por el tratato entre señor y vasallo.[5] La ley mosaica era un pacto condicional por el que Dios prometió bendecir a los israelitas si ellos le obedecían, pero si ellos le desobedecían, los castigaría. Otra de las funciones (entre varias) de los profetas era proclamar mensajes predictivos. La culminación de estos mensajes tenía relación con el futuro de Israel bajo el reinado del Mesías.

ANTICIPACIÓN DEL SIERVO: ISAÍAS

 

Del libro de Isaías se ha dicho que es el Romanos del Antiguo Testamento. El profeta Isaías hace una descripción majestuosa del Mesías por medio del cual Dios llevaría luz a las naciones, redimiría a Israel, entregaría el perdón y bendeciría universalmente a la tierra en el reinado milenario.

Las profecías de Isaías se entremezclan con anuncios de juicios inminentes y bendiciones futuras. Tales bendiciones describen el día en que Israel se arrepentirá de sus pecados y disfrutará de la bendición de la restauración de la tierra en el reinado del Mesías. En la teología de Isaías es fundamental el llamado del profeta narrado en Isaías 6.[6] En esta teofanía, Isaías vio la gloria del Señor en el trono y rodeado de querubines. A Isaías también se le recordó la santidad de Dios (Is. 6:3). La nación de Israel debía reconocer la santidad de Dios y caminar en santidad (Lv. 11:44). Después, el profeta describe el día futuro en que Israel será santo para el Señor y la gloria del Señor llenará la tierra.

En general, Isaías es sorprendentemente descriptivo cuando habla de la bendición para Israel y las naciones en el reino futuro del Mesías. El profeta se refiere al Mesías como “el renuevo de Jehová” (Is. 4:2); el Mesías surgirá de la línea davídica y traerá bendición para toda la tierra. El Mesías será además Emanuel, “Dios con nosotros”, en su vida y ministerio (Is. 7:14). Está claro en Mateo 1:23 que la profecía se cumple con el nacimiento de Cristo. La presencia de Cristo demuestra el “Dios con nosotros” en sus palabras y obras, porque él realizó las obras y habló las palabras de Dios.

Isaías lo describe como un “niño… nacido” y “un hijo… dado”; el primero sugiere su humanidad y el segundo su divinidad (Is. 9:6). Los títulos del Mesías en Isaías también enfatizan su divinidad: “Admirable, Consejero” (cp. 28:29), “Dios Fuerte” y “Padre Eterno” (Is. 9:6).

Isaías enfatiza que la bendición del Mesías no es sólo para Israel sino para todas las naciones del mundo. El área conocida en Galilea como “Galilea de los gentiles”, un área despreciada, se volverá gloriosa por la presencia del Mesías (Is. 9:1-2; cp. 42:6; 49:6). Pero el Mesías también está destinado a gobernar. Como descendiente del linaje de David, ejercerá el señorío sobre la tierra en el reino futuro (Is. 9:7). Su gobierno será justo y equitativo (Is. 11:1-5). Pero estará precedido por el juicio de las naciones y del mundo (Is. 24:1-23). En aquel momento el Mesías bendecirá a Israel (Is. 14:1-2) y a las naciones (Is. 25:6-12) y restaurará todo lo que Adán perdió. La maldición de la muerte desaparecerá con el reinado del Mesías (Is. 25:8). Durante el reinado la tierra conocerá la verdad porque el Mesías, el Maestro, guiará a las personas a su verdad (Is. 30:20-21). Traerá sanidad al mundo (Is. 35:5-6), sanidad que será eficaz para quienes caminen en santidad (Is. 35:8).

Al desarrollar su tema de la gloria futura de Israel, Isaías muestra la forma en que Dios traerá bendición para Israel y las naciones de la tierra. Tendrá como base el perdón de los pecados; por lo tanto, Isaías no sólo trata con el Mesías reinante sino con el Mesías sufriente, que son la misma persona. El Mesías sufrirá una muerte violenta como sustituto de los pecados del mundo (Is. 52:13— 53:12).[7]

La teología de Isaías proporciona una idea clave del método en que Dios resolverá el dilema del pecado en la raza humana. A través del Mesías, el pecado será expiado y la gloria de Dios se manifestará en la tierra en el futuro reino milenario.

ANTICIPACIÓN DEL PUEBLO REGENERADO: EL NUEVO PACTO

 

El nuevo pacto, anunciado previamente por el profeta Jeremías, explica cómo Israel habrá de disfrutar las bendiciones del reino: a través del corazón regenerado.

Naturaleza del nuevo pacto

 

El profeta Jeremías anunció la invasión inminente de Nabucodonosor y la subsiguiente cautividad en Babilonia. Pero Jeremías vio el día futuro en que Dios restauraría las fortunas de Israel y los llevaría de vuelta a la tierra (Jer. 30:3). Tal restauración sería escatológica, porque le ocurriría a Israel después de la gran tribulación (Jer. 30:7). Jeremías profetizó la reconstrucción de Jerusalén en ese día futuro (Jer. 30:18-24) y las bendiciones del reino resultante (Jer. 31:1-12). La bendición de Israel en ese día futuro estaría basada en el nuevo pacto que Dios haría con Israel (Jer. 31:31-34). Ese nuevo pacto se hizo con la nación de Israel (Jer. 31:31), y se contrastaría con el pacto antiguo, el pacto mosaico, que no podía producir justicia en el pueblo.

Hay once provisiones en el nuevo pacto:[8]

El nuevo pacto es un pacto de gracia incondicional que se apoya en promesas divinas de primera persona… (2) El nuevo pacto es para siempre… (3) El nuevo pacto también promete impartir una nueva mente y un nuevo corazón, algo que puede llamarse regeneración… (4) El nuevo pacto provee para la restauración de la bendición y el favor de Dios… (5) El perdón del pecado también se incluye en el pacto: “perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jer. 31:34b). (6) También se incluye la morada del Espíritu Santo. Esto puede verse al comparar Jeremías 31:33 con Ezequiel 36:27. (7) El ministerio de enseñanza del Espíritu Santo se manifestará y los corazones obedientes conocerán la voluntad de Dios… (8) Como siempre ocurre, mientras Israel esté en su tierra tendrá bendición material de acuerdo con las provisiones del nuevo pacto… (9) Se reconstruirá el santuario de Jerusalén, porque está escrito: “pondré mi santuario entre ellos para siempre. Estará en medio de ellos mi tabernáculo” (Ez. 37:26b-27a).(10) La guerra cesará y la paz reinará, de acuerdo con Oseas 2:18… (11) La sangre de nuestro Señor Jesucristo es el fundamento de todas las bendiciones en el nuevo pacto, porque “por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado tus presos de la cisterna en que no hay agua” (Zac. 9:11).

Cumplimiento del pacto

 

Aunque el nuevo pacto se cita en Hebreos 8, no se puede concluir que el nuevo pacto se cumple en la Iglesia, porque en Jeremías 31:31, al igual que en Hebreos 8:8, se dice que el pacto se hizo con “el pueblo de Israel y con la tribu de Judá”. El pacto se cumplirá con la nación con la cual se estableció.[9] Como se ve en el contexto de Jeremías 31, el tiempo del cumplimiento del nuevo pacto es escatológico. En la sección de Jeremías 30—33 se establece el escenario de Jeremías 30:3, donde se declara que “vienen días”, lo cual sugiere un marco escatológico (cp. Jer. 31:27). Jeremías 30:7 describe el período de tribulación futura, en tanto que el resto de Jeremías 30 habla del milenio.

Otros profetas también consideran que el nuevo pacto es escatológico y por ende futuro (Is. 55:3; Ez. 16:60, 62; 20:37; 34:25-26, Os. 2:18-20).[10] Isaías relaciona el cumplimiento del nuevo pacto con el retorno del Mesías y el perdón de Israel (Is. 59:20-21). Jeremías lo relaciona con la restauración de la tierra a Israel (Jer. 32:37, 40-41). “La sucesión de eventos determinada por los profetas es que primero Israel se reunirá y se le devolverá su tierra, después experimentarán las bendiciones del nuevo pacto en su tierra… El cumplimiento de las profecías requiere de la reunión de todo Israel, su renacimiento espiritual y el retorno de Cristo”.[11] El nuevo pacto no se cumple en la Iglesia sino en el reino futuro.

ANTICIPACIÓN DE LA ADORACIÓN RENOVADA: EZEQUIEL

 

El profeta Ezequiel describe la restauración de Israel a su tierra, su regeneración y su adoración renovada en el reino milenario.

Justo antes de que Nabucodonosor destruyera el templo en el año 586 a.C., la gloria de Dios abandonó el templo (Ez. 11:23). La santidad de Dios fue ofendida por la idolatría y apostasía del pueblo de Israel. Habían violado el pacto mosaico, que los había atado al Señor, y su fe se había prostituido. No obstante, Ezequiel predijo un día futuro en que a Israel se le devolvería su tierra (Ez. 36:1—37:28) y adoraría a Dios en un nuevo templo futuro durante el reino milenario (Ez. 40:5ss). Ezequiel dice que el retorno de la gloria de Dios al nuevo templo futuro llegará del oriente, por donde se había ido (Ez. 43:2-4).

Detalladamente, Ezequiel dice que el pueblo convertido y restaurado adorará a Dios bajo nuevas circunstancias en el templo milenario. Ezequiel 33—48 es escatológico: describe la forma en que Dios convertirá a la nación y le devolverá la tierra. Bajo el título de David, el Mesías será su Rey y su Pastor (Ez. 34:23-24). Dios los llevará de vuelta a su tierra, allí disfrutarán del descanso y la paz del reino (Ez. 36:1—37:28). Cuando Dios le dé un nuevo corazón y ponga en él su Espíritu Santo, el pueblo hebreo se convertirá (Ez. 36:25-27). Después que el Señor destruya a su enemigo del norte (Ez. 38:1—39:6), la tierra estará limpia y preparada para la adoración en el milenio. Los capítulos 40—48 describen en detalle la adoración al Señor durante el milenio.[12]

Hay al menos cinco propósitos diferentes para el templo en el milenio.

(1) Demostrar la santidad de Dios… (La) infinita santidad del gobierno y naturaleza de Jehová… se ha desatado en furia y ha cuestionado la idolatría y rebelión del que ha llamado su pueblo… Talsituación ha hecho necesario el… juicio del Israel pecador… junto con… las naciones vecinas impías… Después vendrá el despliegue de la gracia divina para restaurar la nación pródiga para Él… (2) Proporcionar un lugar de habitación para la gloria divina… Éste es “el lugar de mi trono, el lugar donde posaré las plantas de mis pies, en el cual habitaré entre los hijos de Israel para siempre” (43:7)… (3) Perpetuar el memorial de sacrificios. Por supuesto, no es un sacrificio ofrecido para obtener la salvación; es sacrificio conmemorativo de la salvación que se tiene en la presencia de la gloria revelada de Jehová… (4) Proporcionar el centro del gobierno divino. Cuando la gloria divina hace del templo su residencia, el anuncio no sólo dice que el templo es el lugar de habitación de Dios, también es el centro del que emana el gobierno divino. “Este es el lugar de mi trono” (43:7)… (5) Dar la victoria sobre la maldición (47:1-12). El profeta vio una corriente de agua maravillosa por debajo del umbral de la fachada del templo, que brotaba y fluía en dirección al oriente con un volumen de agua siempre crecientes hasta que llegaba a su plenitud en el Mar Muerto, cuyas aguas venenosas reciben sanidad… El vidente vio que, en el trayecto del agua de vida, las orillas se vestían con profusión de frondosos árboles cuyas hojas no se marchitaban y su fruto no faltaba, y servían como medicina y alimento.[13]

Ezequiel comenzó su profecía con una descripción de la gloria de Dios (Ez. 1:4-28) y concluyó el libro con una descripción del retorno de la gloria de Dios al templo del milenio (Ez. 43:2). Así, Ezequiel describe el juicio y la victoria de Dios sobre el pecado; gracias a ella se puede manifestar otra vez su gloria a su pueblo Israel y a las naciones del mundo.

ANTICIPACIÓN DEL QUINTO REINO: DANIEL

 

Daniel es considerablemente detallado para describir la destrucción de los falsos reinos y el establecimiento del reinado del Mesías.

Dios le permitió a Daniel interpretar sueños y visiones que preveían la consumación que Dios haría de esta era. Nabucodonosor, rey de Babilonia, tuvo un sueño que Daniel interpretó como la extensión del período de dominación gentil sobre Israel. Daniel interpretó para Nabucodonosor que los cuatro reinos eran el babilonio, el medo-persa, el griego y el romano (Dn. 2:36-43). Tras la desaparición de los cuatro reinos, Daniel vio otro reino que nunca sería destruido: “desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Dn 2:44). Este era el quinto reino, el reino del Mesías. Tal reino aplastaba los cuatro reinos precedentes con la roca que se desprendía “sin la ayuda de nadie”, lo cual sugiere que el reino del Mesías no tiene origen humano (Dn. 2:45).

En el capítulo 7, un pasaje paralelo, se dice que el Hijo del Hombre (un título del Mesías) destruyó las mismas cuatro potencias gentiles y sometió el reino al Anciano de días (Dn. 7:13-14). El pueblo hebreo convertido florecerá en este nuevo reino (Dn. 7:27). Más aún, Daniel describe las setenta semanas (490 años) reservadas para el pueblo hebreo. Las setenta semanas describen el plan de Dios para quitar el pecado (“para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad”, 9:24) y establecer su reino de justicia sobre la tierra (“para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos”, 9:24). En la historia se han cumplido sesenta y nueve semanas (483 años), que culminaron con la muerte de Cristo en el año 33 d.C. (Dn. 9:26). La semana número setenta (siete años) pertenece al futuro en el que Israel sufrirá durante la tribulación y bajo “el príncipe que ha de venir” (Dn. 9:26). Sin embargo, el príncipe (llamado popularmente el anticristo) que se opone a Israel será destruido (Dn 11:45). A Israel se le rescatará de la opresión, y quienes hayan muerto resucitarán (Dn. 12:1-2). Daniel describe una resurrección “para la vida eterna” y una resurrección de “vergüenza y confusión perpetua” (Dn. 12:2). Sin lugar a dudas, estas resurrecciones estarán separadas por el período milenario.

Daniel ha descrito detalladamente la consumación de esta era. Dios es soberano, hace lo que quiere y consumará esta era de acuerdo con lo que bien le parezca (Dn. 2:21; 4:35). Las potencias del mundo gentil que se hayan opuesto a Dios y a su verdad serán conquistadas y destruidas; Israel, la nación oprimida, será rescatada y establecida en el futuro reino milenario. La gloria de Dios se manifestará en el reino por venir (Dn. 12:3).

ANTICIPACIÓN DEL DÍA DEL SEÑOR: JOEL

 

El profeta Joel da una mayor idea del concepto del reino por medio de su descripción del juicio futuro de Israel, las naciones y las bendiciones milenarias.

Joel, a la luz de la terrible plaga de langostas que había devastado la nación, llamó al arrepentimiento al pueblo de Judá (Jl. 2:12-13). La plaga de langostas prefiguraba el día del Señor (1:15), un concepto que relaciona tres características: (1) puede denotar cualquier juicio de Dios en la historia; (2) puede denotar un juicio escatológico; (3) puede significar las bendiciones de la era milenaria.[14] Así, el día del Señor es “ese período que comienza en el trato de Dios con Israel después del arrebatamiento al comienzo de la tribulación, y se extiende a la segunda venida y el reino de la era milenaria, hasta la creación del cielo nuevo y la tierra nueva después del milenio”.[15] Joel dedica 2:18—3:21 a describir este énfasis escatológico del día del Señor, tanto en su juicio como en su bendición futura.

Tras haber exhortado al pueblo al arrepentimiento, Joel habla de un día futuro en el que Israel se arrepiente: “Entonces el SEÑOR mostró amor por su tierra y perdonó a su pueblo” (2:18, NVI). Joel describe el día futuro en que Dios actuará para bendecir a Israel en el reino milenario: (1) la tierra será productiva (2:21-27); (2) Israel vivirá en paz (2:26); (3) el Señor habitará en medio de su pueblo (2:27); (4) se derramará el Espíritu sobre la nación (2:28-32).[16] El día de la bendición futura también es el día de la destrucción de los enemigos de Israel. En aquel tiempo del arrepentimiento de Israel, Dios juzgará a las naciones en función del trato que le dispensaron a Israel (3:2-6). El Señor será exaltado cuando juzgue a las naciones (3:9-17), y el mundo reconocerá que el Señor es el Dios de Israel, cuya morada está en Jerusalén (3:17). Joel describe la consumación de esta era con la bendición de Dios sobre la tierra de Israel (3:18-21). En aquel día su pueblo redimido será santo, tal como Dios lo había planeado. Jerusalén será santo y todo lo que more en ella será santo para el Señor (3:17).

ANTICIPACIÓN DEL ADVENIMIENTO DEL MESÍAS: ZACARÍAS

 

Dios le dio al profeta Zacarías ocho visiones nocturnas para enfatizar el juicio sobre las naciones y el futuro glorioso de su pueblo Israel en el reino. El significado de las visiones, que tenían implicaciones a corto y largo plazo, se puede ver en el diagrama de la página siguiente.

Las visiones analizan el sufrimiento de Israel (1:7-17), que termina cuando el Mesías destruye a sus opresores (1:21). Después que se destruyan los enemigos de Israel, Jerusalén disfruta de expansión y crecimiento (2:1-13), cosa que sólo ocurrirá después que la nación se haya limpiado de la profanación del pecado (3:1-10). Entonces Israel cumplirá su función de ser luz a las naciones, la intención original de Dios para la nación (Is. 49:6; 60:1-3; Zac. 4:1-14). Pero antes de que Israel pueda experimentar la bendición, Dios revelará su santidad y juzgará el pecado individual (5:1-4) y nacional (5:5-11) de acuerdo con su santo criterio. El juicio se hará desde Jerusalén, el centro santo del Dios santo (6:1-8).

El Mesías, que es llamado el Renuevo, inaugurará las bendiciones del reino (6:12) y gobernará como sacerdote y rey (6:13). En la presentación de las dos cargas (caps. 9—14), Zacarías describe cómo se instaurará la era del reino glorioso. Será por la obra del Mesías que llegará humildemente a Jerusalén (9:9) como el Buen Pastor pero será rechazado y vendido por treinta piezas de plata en lugar del pastor inútil (11:12-17). Al Buen Pastor lo hiere (13:6) y lo mata su propio pueblo (13:7). Con todo, en su segunda venida, llegará en triunfo, rescatará al pueblo arrepentido (12:10-14), lo liberará de sus enemigos (14:1-4), exaltará a Jerusalén como bastión de la verdad (14:10) y regirá sobre las naciones del mundo en el reino (9:10).


RESUMEN

Los libros proféticos han proporcionado el concepto en desarrollo del trato futuro de Dios para con Israel y el mundo. Los profetas presentan una descripción expandida de la obra del Mesías en la primera y la segunda venida, y se centran en el establecimiento final del reino futuro. Isaías detalla la expiación por sustitución que Él hace (Is. 52:13—53:12) mientras que Zacarías también destaca los sufrimientos del Mesías (Zac. 11:12-13; 13:6-7). No obstante, se pone un gran énfasis en la segunda venida del Mesías y en su reino glorioso sobre la tierra. De estrecha relación con tal evento es el arrepentimiento, perdón y restauración de Israel. Ambas cosas van de la mano, porque es a través de Israel que Dios bendecirá las naciones del mundo. De este modo, éstos son los eventos interrelacionados que describen los profetas. Pero el enfoque final no está en Israel; está en la gloria de Dios. El ministerio de Isaías, y también el de Ezequiel, se enfocó en el Dios santo (Is. 6; Ez 1). Isaías habló sobre la era de un reino futuro en que sólo los santos tendrán relación con el Dios santo (Is. 35:8); Ezequiel detalló la adoración futura al Dios santo, que aparece en gloria con su pueblo (Ez 43:2, 4-5). Zacarías concluye con énfasis en la santidad de Dios (Zac. 14:20-21). El reconocimiento y la adoración de la santidad de Dios se alcanzarán en la era del reino futuro.



[1] Gleason L. Archer Jr., A Survey of Old Testament Introduction [Reseña crítica de una introducción al Antiguo Testamento] (Chicago: Moody, 1964), p. 284. Publicado en español por Portavoz.

[2] Francis Brown, S. R. Driver y C. A. Briggs, A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament (Oxford: Clarendon, 1968), pp. 611, 909.

[3] E. J. Young, My Servants the Prophets (Grand Rapids: Eerdmans, 1952), pp. 63-64. Éste es el volumen más importante en que se considera elsignificado, la naturaleza y la función del profeta en el Antiguo Testamento.

[4] Véase también que J. A. Motyer, “Profecía, Profetas” en James D. Douglas, ed., Nuevo diccionario bíblico Certeza (Buenos Aires: Certeza Unida, 203), p. 1103, sugiere que los tres términos son sinónimos.

[5] Véase Alva J. McClain, The Greatness of the Kingdom [La grandeza del reino] (Chicago: Moody, 1968), pp. 116-117. Publicado en español por Editorial Cordillera.

[6] Walter C. Kaiser Jr., Toward an Old Testament Theology [Hacia una teología del Antiguo Testamento] (Grand Rapids: Zondervan, 1978), pp. 205-207. Publicado en español por Vida.

[7] Los pronombres en “Mas él herido fue por nuestras rebeliones… molido por nuestros pecados y por su llaga fuimos nosotros curados” (Is. 53:5) enfatizan el concepto de la expiación por sustitución.

[8] Charles C. Ryrie, The Basis of Premillenial Faith [Las bases de la fe premilenial] (Neptune: Loizeaux, 1953), pp. 112-114. Publicado en español por Portavoz.

[9] Dwight Pentecost, Things to Come [Eventos del porvenir] (Grand Rapids: Zondervan, 1958), pp. 119-120. Publicado en español por Vida.

[10] Ryrie, The Basis of Premillenial Faith [Las bases de la fe premilenial], pp. 110-111.

[11] Ryrie, The Basis of Premillenial Faith [Las bases de la fe premilenial], pp. 111.

[12] Para un comentario sobre las perspectivas interpretativas relativas al templo del milenio, véase Hobart E. Freeman, An Introduction to the Old Testament Prophets (Chicago: Moody, 1968), pp. 308-324 y Paul D. Feinberg, “A Study of Ezekiel’s Temple Vision”, tesis de B.D., inédita (Fullerton: Talbot Seminary, 1963).

[13] Merrill F. Unger, “The Temple Vision of Ezekiel”, Biliotheca Sacra, tomo 106 (enero de 1949), pp. 57-64.

[14] James Orr, “Eschatology of the Old Testament” en James Orr, ed., The International Standard Bible Encyclopedia, 5 vols. (Grand Rapids: Eerdmans, 1939), p. 2:977. Orr declara: “El ‘día del Señor’ en los escritos proféticos se concibe, ya sea más generalmente como cualquier gran manifestación del poder de Dios en el juicio o la salvación (por ejemplo, las langostas en Joel 2), ya sea más escatológicamente como la crisis final en la historia del reino de Dios, relacionada con el derrocamiento de toda oposición y el triunfo completo de la justicia (p. ej., Is. 2:2-5; Jl. 3; Am. 9:11ss; Zac. 14, etc.)”.

[15] Pentecost, Things to Come [Eventos del porvenir], pp. 230-231.

[16] Surgen diferentes perspectivas sobre el cumplimiento de Joel 2:28-32 principalmente porque Pedro lo usa en Pentecostés (Hch. 2:16-21). (1) Cumplimiento en tiempos de Joel. No es una perspectiva popular. (2) Cumplimiento en Pentecostés. Los amilenaristas en general se acogen a esta perspectiva, igualan la era de la Iglesia con la era mesiánica. Compare E. J. Young, An Introduction to the Old Testament (Grand Rapids, Eerdmans, 1964), p. 255. Un problema con esta posición es cómo entender que el fenómeno de Joel 2:30-32 ya se cumplió. (3) Perspectiva escatológica. Algunos, como Charles L. Feinberg, sugieren que ninguna parte del texto se cumplió en Pentecostés; es completamente escatológico o futuro. Pentecostés es una ilustración de Joel 2. Compárese con Charles L. Feinberg, The Minor Prophets [Los profetas menores] (Chicago: Moody, 1976), pp. 81-82. Publicado en español por Vida. (4) Perspectiva del cumplimiento continuo. Hobart Freeman sugiere que toda la era de la Iglesia es el cumplimiento continuo de Joel 2. Compárese con Hobart Freeman, Old Testament Prophets, pp. 155-156. (5) Perspectiva del cumplimiento parcial. Los partidarios de esta perspectiva sugieren que el Espíritu se dio en Pentecostés lo cual hace disponibles las bendiciones de Dios sobre Israel, pero que los aspectos escatológicos de la profecía no se han cumplido aún. Compárese con John F. Walvoord, The Holy Spirit (Grand Rapids: Zondervan, 1965), p. 229. Esta perspectiva final es la que presenta menor cantidad de problemas.


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