La Teología de la era Edénica | Serie Teologia Biblica con Feliberto Vasquez Rodriguez

 

LA CREACIÓN Y SU PROPÓSITO

El Creador

No se defiende la existencia de Dios. El registro respecto a Él simplemente dice “En el principio… Dios”. La existencia de Dios se supone. Él se revela como Elohim, relacionado con el nombre El, cuya raíz significa “poder” o “temor”. Sugiere “la grandeza o superioridad de Dios sobre todos los otros dioses”.[1] El nombre Elohim identifica a Dios como “el sujeto de toda la actividad divina revelada al hombre y como el objeto para los hombres de toda verdadera reverencia y temor”.[2] Enfatiza su soberanía (Gn. 24:3, Is. 37:16, 54:5), su papel como juez (Sal. 50:6, 58:11, 75:7), su majestad o gloria (Is. 40:28, 65:16), su papel como el Dios salvador (Gn. 17:8, 26:24, 28:13) y su intimidad con su pueblo (Gn. 48:15, Sal. 4:1, Jer. 23:23).

Aunque Dios se presenta como un Dios trascendente, también es inmanente, en busca de comunión con el hombre. Reconoce que la creación del hombre es muy buena (Gn. 1:31), crea al hombre a su imagen y semejanza para que pueda tener relación con él y para que el hombre gobierne sobre la tierra (Gn 1:26), habla con el hombre (Gn. 1:28-30), crea un ambiente especial para él (Gn. 1:3-25, 29-30), prueba su lealtad (Gn. 2:16-17) y lo busca (Gn 3:9).

La creación del mundo

“En el principio” describe el tiempo de la creación de Dios. No es un mito, sino un evento histórico. Génesis 1:1 da la declaración principal con tres cláusulas circunstanciales que siguen en el versículo 2; en ellas se sugiere que no hay un agujero entre 1:1 y 1:2. La palabra creó (barah en hebreo) sugiere que Dios creó ex nihilo, “de la nada”. No reformó materiales previos (cp. Ro. 4:17, He. 11:3). Se refiere a los días de la creación así: “Y fue la tarde y la mañana”, con lo cual sugiere días de veinticuatro horas. Las declaraciones “día segundo” y “día tercero” también demandan días de veinticuatro horas.[3] El relato de la creación niega cualquier forma de evolución atea, teísta o intermedia. Si el hombre es el producto de un proceso evolutivo, no es responsable ante Dios moralmente; no obstante, si Dios creó directamente al hombre, entonces éste es responsable ante Dios y también fue creado de modo que pudiera caminar en santidad por su relación con Dios. Pero, ¿cuál fue el propósito de la creación? Sin lugar a dudas, la grandeza, la inmensidad y la magnitud de la creación eran para darle la gloria a Dios.[4]

La creación del hombre

La creación del hombre fue especial y única. El hombre fue creado el último día, es el clímax de la creación divina; al final de la creación del hombre, Dios dijo que “era bueno en gran manera” (Gn. 1:31). El hombre no es producto de la evolución sino de la creación directa de Dios (Gn. 1:27, 2:7, 5:1, Dt. 4:32). Génesis 1:27 da la declaración general; Génesis 2:7 aporta detalles adicionales del mismo relato. También es importante observar que Cristo reconoció que Dios creó al hombre directamente (Mt. 19:4). Dios también creó las especies individuales (Gn. 1:27). No obstante, lo particularmente significativo es que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. No se refiere aquí a su forma corpórea, pues Dios es espíritu (Jn. 4:24), sino a su semejanza espiritual, natural y moral. En su semejanza espiritual, el hombre como ser regenerado puede tener relación con Dios (Ef. 2:1, 5); en su semejanza natural, el hombre tiene emociones, intelecto y voluntad para conocer a Dios y tener comunión con Él; en su semejanza moral, el hombre puede conocer y obedecer los preceptos de Dios.

La responsabilidad del hombre

Según Génesis 1:26, el propósito de Dios al crear al hombre es que “señoree”. Dios ubicó al hombre en el huerto para que señoreara sobre su creación. Adán era el mediador de Dios, puesto en la tierra para administrar la voluntad divina. El destino del hombre como mediador se ve más explícitamente en el Salmo 8:6-8: “Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar”. El papel de Adán como mediador de Dios era ejercer autoridad sobre toda la creación, la vida animal y vegetal. El papel de Adán era señorear sobre la creación de Dios.

Dios ubicó al hombre en un ambiente perfecto y le puso a prueba. Al hombre se le permitía comer de cualquier árbol en el huerto pero no del árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn. 2:17). En caso de hacerlo, el resultado sería la muerte. El árbol del conocimiento del bien y del mal debía desarrollar al hombre espiritualmente; la falta de conocimiento es una señal de inmadurez (Dt. 1:39). El propósito de Dios era que el hombre alcanzara un conocimiento del bien y del mal al no comer la fruta. De esta forma el hombre glorificaría a Dios y señorearía sobre el reino de Dios en la tierra anterior a la Caída. Pero el hombre desobedeció a Dios y alcanzó el conocimiento del bien y del mal de la manera equivocada.[5]

CAÍDA YJUICIO

La tentación y el pecado

Dios puso al hombre en el huerto y le dio la oportunidad de obedecerle y llevar a la raza humana a la bendición eterna. Era una prueba de la lealtad y obediencia de Adán hacia Dios.

La incitación para pecar vino a Eva a través de la serpiente. El hecho de que la serpiente pudiera tentar a Eva sugiere que el mal estaba presente (aunque el hombre no había pecado aún). El origen del pecado ha de ser un enigma eterno, es uno de los misterios de la vida. Aunque era la serpiente la que hablaba, el que ingenió la tentación era Satanás. Fue posible porque era “astuta” (“prudente”, Mt. 10:16). La serpiente se oponía a la gloria de Dios, buscaba interrumpir la relación del hombre con Él e interrumpir el señorío del hombre sobre la creación de Dios. Satanás, a través de la serpiente, hizo dudosa la palabra de Dios (Gn. 3:1); mintió al decir que el hombre no moriría (Gn. 3:4), y lo expresó en los términos más fuertes: “No moriréis”.[6] Eva cedió a la tentación y pecó de una forma usual en los seres humanos: a través de los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida (cp. 1 Jn. 2:16). Adán también participó del pecado; aunque Eva fue engañada (1 Ti. 2:14), Adán se dio cuenta de lo que hacía y, por lo tanto, tuvo un juicio mayor. Por esta razón Adán se constituye en el primer pecador (Ro. 5:12-21).

El juicio

Adán y Eva llegaron ahora al conocimiento del bien y del mal, pero no de la manera en que deberían haberlo hecho. Inmediatamente el mundo alrededor se veía diferente; reconocieron su desnudez, algo que no habían considerado antes (Gn. 3:7). Sus mentes se mancillaron, lo cual dificultó su relación con Dios.

Dios llamó a cuentas a Adán, el mediador de su verdad (Gn. 3:9). Como cabeza de la raza humana, Adán era el responsable. Primero Dios juzgó a la serpiente y a Satanás, que era el poder detrás de la serpiente (Gn. 3:14-15). Como la serpiente buscó exaltarse, ahora sería humillada al tener que arrastrarse sobre el vientre y comer el polvo de la tierra en su camino. Ha de entenderse que Génesis 3:15 hace referencia a Satanás. Aunque obtendría una victoria menor, la simiente de la mujer (Cristo) le daría a Satanás un golpe definitivo. Dios también juzgó a la mujer: tendría dolores en el parto (Gn 3:16) y desearía al marido,[7] quien la dominaría. El juicio sobre Adán le haría trabajar duro; la tierra se le resistiría.[8] A Adán le esperaban noticias trágicas: un día moriría. Adán y Eva murieron tanto física como espiritualmente.

LA PROMESA DE LA REDENCIÓN

En Génesis 3:15 Dios anunció la enemistad que existiría entre Satanás y la humanidad. Éste es el protoevangelio, el primer anuncio del evangelio en las Escrituras. Satanás recibiría un golpe destructor que le aplastaría la cabeza. Esto es una referencia a la victoria de Cristo sobre Satanás en la cruz (Col. 2:14-15; He. 2:14), con la cual Cristo haría impotente a Satanás y le permitiría al hombre restaurar su relación con Dios por siempre, cosa que haría posible el último señorío del hombre. Satanás tendría una victoria menor (“tú le herirás en el calcañar”), lo cual sugiere la muerte de Cristo; no obstante, esa misma muerte anunciaría la derrota de Satanás.

Aunque Adán y Eva pecaron, incurriendo en muerte, Dios resolvió el dilema humano al señalar un Salvador futuro que eliminaría la muerte, restauraría la relación del creyente con Dios y consumaría la historia con el reino del Mesías sobre la Tierra para restaurar todo lo que Adán perdió.

Aun cuando Adán perdió considerable autoridad en su señorío como mediador de Dios, Génesis 3:15 anticipa un futuro en el que el reino mesiánico se inaugurará y todo lo que Adán perdió se restaurará.

RESUMEN

Hay que destacar varias cosas en cuanto a la revelación de Dios en la era edénica. (1) Dios se reveló como omnipotente y soberano en la creación del universo y del mundo. (2) Dios es santo y demanda obediencia para la relación con Él. (3) Dios es un Dios de gracia, como se manifiesta en la promesa del Salvador. (4) El hombre es la cúspide de la creación de Dios, creado a imagen y semejanza de Dios para tener relación con Él y para señorear sobre su creación. (5) El hombre es una criatura responsable, que le debe rendir cuentas a un Dios santo. El hombre se constituye pecador a través del pecado de Adán. (6) Dios comienza su programa de redención cuando promete un Salvador a Adán y Eva. La promesa anticipa el triunfo supremo del Mesías sobre Satanás y provee la base para el reino restaurado.



[1] Jack B. Scott, “El”, en Theological Wordbook of the Old Testament, 2 vols., R. Laird Harris et. al., eds., (Chicago: Moody,1980), p. 1:42.

[2] Ibíd., 1:44.

[3] Siempre que la cifra aparece con la palabra hebrea yom (día), se requieren días de veinticuatro horas. Véase también el excelente estudio de Weston W. Fields, Unformed and Unfilled (Nutley, N.J.: Presbyterian & Reformed, 1976).

[4] Erich Sauer, The Dawn of World Redemption [La aurora de la redención del mundo] (Exeter: Paternoster, 1964), pp. 25- 29. Publicado en español por Vida.

[5] C. F. Keil y F. Delitzsch, Biblical Commentary on the Old Testament [Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento], 25 vols. (Reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, 1968), pp. 1:84-86. Publicado en español por Clie.

[6] La construcción hebrea es un infinitivo absoluto, lo cual expresa énfasis cuando precede inmediatamente al verbo.

[7] El significado de la palabra deseo (heb. shuq, “ansias violentas”) es difícil de determinar puesto que sólo se utiliza tres veces en el Antiguo Testamento (Gn. 3:16; 4:7; Cnt. 7:10). Puede hacer referencia al deseo sexual, como en Cantares 7:10; deseo de estar bajo su dominio o tal vez deseo de dominarlo.

[8] La palabra que describe el trabajo duro de Adán (heb. yizabon, Gn. 3:17) también describe el dolor de Eva en el parto (Gn. 3:16).


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