Bibliología -10- Revelación general y especial de las Escrituras
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Revelación divina
de la Biblia
Revelación divina de la Biblia
Definición de revelación
La palabra revelación se
deriva del griego apokalupsis, que quiere decir “manifestación” o
“descubrimiento”. Por lo tanto, “revelación” significa que Dios se ha
manifestado ante la raza humana. El hecho de que la revelación haya tenido
lugar, hace posible la teología; si Dios no se hubiera revelado, no podría
haber declaraciones proposicionales o precisas sobre Dios. Romanos 16:25 y
Lucas 2:32 indican que Dios se descubrió en la persona de Jesucristo. Tal es el
epítome de la revelación de Dios.
La revelación puede
definirse como “El acto de Dios por medio del cual él se descubre o
comunica la verdad a la mente, y con ello les manifiesta a sus criaturas
aquello que no podría conocerse de otra manera. La revelación puede ocurrir en
un acto único e instantáneo o puede extenderse por un período largo de tiempo; y
la mente humana percibe esta comunicación que Él hace de sí mismo y de su
verdad en diversos grados de profundidad”.[1]
El énfasis importante aquí radica en que Dios descubre la verdad sobre Él y el
hombre no tenía otra forma de conocerla.[2]
En el sentido más amplio
del término, revelación quiere decir que “Dios se manifiesta a través de
la creación, la historia, la conciencia del hombre y las Escrituras. La
revelación se da tanto en eventos como en palabras”.[3]
Así, la revelación es general (Dios se revela en la historia y en la
naturaleza) y especial (Dios se revela en las Escrituras y en su Hijo).
Esta definición contrasta
con la definición Barthiana y otras propensas a la teología existencial. Karl
Barth, el ampliamente reconocido padre de la neo-ortodoxia, negaba la validez
de la revelación general por causa del pecado humano tras la caída. Según
Barth, el hombre ya no puede asirse al conocimiento de Dios por medio de la
razón por causa de la caída; Dios tenía que revelarse personalmente a cada
individuo para que el individuo pudiera asir el conocimiento de Dios. De este
modo, para Barth la revelación consistía en que la Palabra de Dios llega al
hombre en un encuentro mediante la experiencia. La revelación sólo podía
considerarse real cuando había tenido lugar un encuentro existencial individual
con Cristo.[4]
Revelación general
Aunque no es adecuada
para procurar la salvación, la revelación general es un antecedente importante
para ella. La revelación general es la revelación que hace Dios de ciertos
aspectos y verdades sobre su naturaleza para toda la humanidad, y que son
esenciales y preliminares a la revelación especial de Dios.
La revelación de Dios en
la naturaleza es quizás la demostración más prominente de la revelación
general. El Salmo 19:1-6 afirma que Dios se revela en los cielos y en la tierra
para la humanidad:
Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, Ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el sol; Y éste, como esposo que sale de su tálamo, Se alegra cual gigante para correr el camino. De un extremo de los cielos es su salida, Y su curso hasta el término de ellos; Y nada hay que se esconda de su calor. (Salmos 19:1-6)
El salmista al ver la inmensidad, el orden y la armonía del cielo observable intuye que detrás de él, hay un agente inteligente que le dio orden al cosmos tal como lo vemos. Aunque un día emite palabra a otro día, Y una noche a otra noche declara sabiduría, el salmista aclara que no hay lenguaje, ni palabras, Ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras. Es decir, el testimonio de los cielos, aunque es silente en cuanto a sonido (porque no sale la voz de Dios) emite un lenguaje informático que es fácilmente legible por cualquier hombre o mujer que reflexione sobre los cielos, y al extenderse por todo el mundo, no deja a nadie sin acceso a dicha información.
El Salmo 8 es otro ejemplo de revelación general:
Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar. ¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra! (Salmos 8:3-9)
El salmista contemplando la inmensidad del cosmos y compararlo con él se siente insignificante, indigno de que El Señor se haya fijado en los seres humanos para crearlos. Esta es la actitud de todo verdadero cristiano cuando medita en la obra del Señor, sus ojos espirituales se abren y puede ver las huellas dactilares de Dios en todas partes donde observe.
Un ejemplo de esto lo vemos en Isaac Newton, uno de los mayores científicos de la historia que al ver la inmensidad y orden del universo dijo:
Este bellísimo sistema compuesto por
el Sol, los planetas y los cometas no pudo menos que haber sido creado por
consejo y dominio de un ente poderoso e inteligente… El Dios Supremo es un Ser
eterno, infinito, absolutamente perfecto.[5]
Pablo arroja detalles sobre los mismos atributos
de Dios en Romanos 1:20 cuando afirma:
Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles
desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas,
de modo que no tienen excusa.
Para Pablo, la creación revela el “poder” y la “deidad” de Dios, a tal magnitud que ningún ser humano sobre la tierra puede alegar ignorancia. Donde sea que el hombre escudriñe el universo percibe un orden. Al estar la tierra separada del sol por una distancia de casi 150 millones de km, tenemos exactamente el ambiente de temperatura adecuado para funcionar en la tierra. Si el sol estuviese más cerca, haría demasiado calor para sobrevivir; si estuviese más lejos, haría demasiado frío para que el hombre funcionara. Si la luna estuviera a menos de 384.000 km de la tierra, el impulso gravitacional causado sobre las mareas inundaría la superficie terrestre con el agua de los océanos. Sea donde sea que el hombre mire en el universo, hay armonía y orden. Igualmente, Dios se reveló en la tierra. La magnificencia del cuerpo humano tal vez es la mejor evidencia de la revelación general en la tierra. Todo el cuerpo humano —su sistema cardiovascular, la estructura ósea, el sistema respiratorio, los músculos, el sistema nervioso con su centro en el cerebro— revela a un Dios infinito.[6]
Hoy en día el estudio de la bioquímica revela que dentro de nuestro cuerpo, principalmente en las células tenemos literalmente nanomáquinas que funcionan con una alta eficiencia, programación y precisión como ningún otro artefacto tecnológico hecho por el hombre, ejemplos como el flagelo bacteriano, la coagulación sanguínea, el ATP Sintasa, son manifestaciones de orden y diseño sin igual, y que revelan una mente inteligente detrás, que desde el Teísmo cristiano creemos que es el Dios de las Escrituras.
Dios también se ha
revelado a la raza humana por medio de su control providencial. Por su bondad
providencial da a las personas el sol y las lluvias, que les permiten vivir y
funcionar (Mt. 5:45; Hch. 14:15-17). Pablo le recuerda a la gente de Listra que
la bondad providencial de Dios fue un testigo para ellos:
si bien no se dejó a sí mismo sin testimonio, haciendo bien, dándonos lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones. (Hechos 14:17)
El control providencial
de Dios también es evidente en su trato con las naciones. Disciplinó a su
desobediente pueblo Israel (Dt. 28:15-68), pero también lo restauró (Dt.
30:1-10); juzgó a Egipto por pecar contra Israel (Éx. 7—11); erigió las
naciones que serían potencias y también las derrumbó (Dn. 2:21a, 31-43).
Más aún, Dios se ha revelado a través de la conciencia. Romanos 2:14-15 indica que Dios ha puesto un conocimiento intuitivo sobre Él en el corazón del hombre. “El hombre intuitivamente no solo sabe que Dios valora la bondad y aborrece la maldad, sino que a la larga también es responsable ante tal Poder justo”.[7] Aunque los judíos serán juzgados de acuerdo a la ley escrita, los gentiles que no tienen la ley serán juzgados de acuerdo a la ley no escrita, la ley de la conciencia escrita en sus corazones. Más aún, Pablo dice que la conciencia actúa como un abogado fiscal (v. 15). “La conciencia podría considerarse como el monitor interno, o la voz de Dios en el alma, que juzga la respuesta del hombre a la ley moral dentro de él”.[8]
La revelación especial
tiene un enfoque más estrecho que la general, y está restringida a Jesucristo y
las Escrituras. Por supuesto, todo lo que se conoce sobre Cristo es a través de
las Escrituras; por lo tanto, se puede decir que la revelación especial está
restringida a las Escrituras.
Como se refleja en las
Escrituras, la revelación especial está dada en declaraciones proposicionales
(algo que la neo-ortodoxia niega); en otras palabras, es externa al hombre, no
interna a él. Muchos ejemplos reflejan la naturaleza proposicional de la
revelación especial: “Y habló Dios todas estas palabras, diciendo”
(Éxodo 20:1); “Estas son las palabras del pacto” (Deuteronomio 29:1); “Y
cuando acabó Moisés de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta
concluirse...” (Deuteronomio 31:24); “Y vino palabra de Jehová a
Jeremías, después que el rey quemó el rollo, las palabras que Baruc había
escrito de boca de Jeremías, diciendo: Vuelve a tomar otro rollo, y escribe en
él todas las palabras primeras que estaban en el primer rollo que quemó Joacim
rey de Judá” (Jeremías 36:27-28; cp. v. 2); “Mas os hago saber,
hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre; pues yo ni lo
recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”
(Gálatas 1:11-12).
La revelación especial ha sido necesaria debido al estado pecaminoso del hombre a causa de la caída. A fin de restaurar la comunión entre Dios y la humanidad caída, era esencial que Dios revelara el camino para la salvación y la reconciliación; por lo tanto, la esencia de la revelación especial se centra en la persona de Jesucristo, como muestra el autor de la carta a los hebreos: Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo….. (Hebreos 1:1-2 RV 1960). La revelación final de Dios es su Hijo, ya que en las Escrituras Él se muestra como Aquel que ha explicado al Padre (Juan 1:18). Aunque en el pasado no habíamos visto a Dios, “Jesús nos ha dado una descripción completa del Padre”.[9] Jesús declaró que sus palabras (Juan 6:63) y sus obras (Juan 5:36) demostraban que Él revelaba al Padre; y sus palabras y obras se registraron con precisión en las Escrituras. Hebreos 1:3 indica que Cristo es “el resplandor de su gloria [la de Dios], y la imagen misma de su sustancia”. La primera frase indica que Cristo irradia la shekina de la gloria de Dios, mientras que la última revela que Cristo es la reproducción precisa del Padre. Jesucristo ha revelado completamente el Padre a la humanidad pecadora, y a través de su redención ha permitido que la raza humana restaure su comunión con Dios.
Como la Biblia es
inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16) y escrita por hombres dirigidos por el
Espíritu Santo (2 Pedro 1:21), es totalmente confiable y precisa en su
descripción de Jesucristo. De hecho, hay una correlación entre los dos aspectos
de la revelación especial: las Escrituras podrían llamarse la Palabra viva y
escrita de Dios (Hebreos 4:12), mientras que Jesucristo podría llamarse la
Palabra viva y encarnada (Juan 1:1, 14). En el caso de Cristo había
ascendencia humana, pero el Espíritu Santo cubrió el acontecimiento con su
sombra (Lucas 1:35), lo cual asegura un Cristo sin pecado; en el caso de las
Escrituras hubo autoría humana, pero el Espíritu Santo supervisaba a los
escritores (2 Pedro 1:21), lo cual asegura la inerrancia de la Palabra. La
Biblia presenta con precisión la revelación especial de Dios en Cristo.
Esta tabla comparativa
entre ambas revelaciones nos puede ayudar a ver el alcance y límite de ambas
revelaciones.[10]
[1] Henry C. Thiessen, Lectures in Systematic Theology, rev. por Vernon D. Doerksen, (Grand Rapids: Eerdmans, 1979), p. 7.
[2] Véase Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology [Teología sistemática] (Dallas: Dallas Seminary, 1947), p. 1:48. Publicado en español por Clie.
[3] C. M. Home, “Revelation”, en Merrill C. Tenney, ed., Zondervan Encyclopedia of the Bible, 5 vols. (Grand Rapids: Zondervan, 1975), p. 5:86.
[4] Karl Barth, Church Dogmatics, traducida y editada al inglés por G. W. Bromiley y T. F. Torrance (Edimburgo: Clark, 1956), pp. 1:124-127, 333ss; y Herbert Hartwell, The Theology of Karl Barth, An Introduction (Filadelfia: Westminster, 1964), pp. 67-87. Bloesch parece inclinarse en esta dirección cuando dice: “No se debe cometer el error de igualar [el texto bíblico y la revelación divina]… las Escrituras son más que un testimonio humano de la revelación: es la misma revelación mediada a través de las palabras humanas. No es ni en sí misma ni por sí misma la revelación divina, pero cuando es iluminada por el Espíritu llega a ser revelación para el creyente” (cursivas añadidas), Donald G. Bloesch, Essentials of Evangelical Theology (San Francisco: Harper, 1982), p. 1:52. De este modo, aun cuando Bloesch reconoce que las Escrituras son “portadoras auténticas de la revelación”, parece que su criterio para definir la revelación es la apropiación del creyente (pp. 51-56). Parte del problema es que Barth, Bloesch y otros confunden la revelación con la iluminación. La iluminación es la comprensión y apropiación personal de la revelación, pero es distinta a ella.
[5] Isaac Newton frase: “Este bellísimo sistema compuesto por el Sol, los planetas y los cometas no pudo menos que haber sido creado por consejo…” (citas.in)&ntb=1
[6] Compendio Portavoz de Teología, Paul Enns, pag. 147
[7] Bruce A. Demarest, General
Revelation: Historical Views and Contemporary Issues (Grand Rapids: Zondervan,
1982), p. 231.
[8] Ibíd., pp. 232-233. Véase también
el útil artículo de A. M. Rehwinkel, “Conscience”, en Walter A. Elwell, ed.,
Evangelical Dictionary of Theology [Diccionario teológico de la Biblia] (Grand
Rapids: Baker, 1984), pp. 267-268. Publicado en español por Caribe. Rehwinkel
dice: “La conciencia es la percepción restringida a la esfera moral. Es
percepción moral… Conciencia es esa facultad por la cual se distingue entre lo
moralmente correcto o incorrecto, lo cual insta a hacer aquello considerado
correcto, juzgando los actos y llevando a cabo dicha sentencia en el alma… La
conciencia es innata y universal. No es producto del ambiente, el entrenamiento,
el hábito o la educación, aunque se ve influenciada por todos estos factores”
(p. 267).
[9] Leon Morris, The Gospel According to John [Evangelio según Juan] (Grand Rapids: Eerdmans, 1971), p. 114. Publicado en español por Clie.
[10] Extraída de Teología sistemática, John Macarthur, Pag. 77 (Editorial Portavoz)
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