Bibliología -06- Evidencias arqueológicas del Antiguo Testamento
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Introducción
La arqueología (Gr.
Arkhaiología, Ἀρχαιολογ) Es una ciencia histórica que estudia la antigüedad
a partir de sus monumentos y restos materiales. Junto con la filología trata de
reconstruir el mundo antiguo en sus diversos aspectos con el fin de elaborar su
historia. Llamamos «arqueología bíblica» a la que opera en lugares relacionados
con las Sagradas Escrituras y que nos ayuda a comprender mejor cómo era la vida
en los tiempos bíblicos, incluyendo costumbres, literatura, creencias y todos
los campos de actividad humana. De especial importancia para ello son las
investigaciones arqueológicas más recientes llevadas a cabo en Palestina, el
Medio Oriente, Egipto, Asia Menor, Grecia e Italia.
El interés por la
arqueología bíblica aumentó enormemente debido a la vigorosa controversia entre
la religión y la ciencia, que culminó en 1859 con la publicación de El origen
de las especies de Darwin, el cual aceleró la demanda de confirmación
científica de la verdad bíblica mediante el desenterramiento del pasado, dando
lugar así a la creación de sociedades religiosas interesadas en la
investigación arqueológica.
Sin embargo, la auténtica
misión de la arqueología bíblica no es “demostrar” la veracidad de la Biblia.
Este tipo de demostraciones solo pueden darse en el campo de las matemáticas o
de la lógica pero no en el de las ciencias históricas. Conviene tener en cuenta
que la arqueología bíblica aporta materiales culturales elaborados por el ser
humano de la antigüedad, como inscripciones, utensilios, edificaciones, etc.,
que proveen o pueden proveer un marco adecuado para interpretar la Biblia con
precisión. De la misma manera, la arqueología permite vincular determinados
acontecimientos bíblicos con lugares geográficos concretos e inscribirlos así
en ciertos momentos históricos.
En ocasiones, se ha dicho
que la Biblia estaba equivocada, hasta que se descubrió que no era así.[1] No podemos exagerar o
mentir afirmando que todo los eventos históricos que se narran en la Biblia han
podido ser comprobado por la arqueología u otras ciencias históricas, pero no
es mentira el hecho de que los descubrimientos arqueológicos tampoco han
desmentido contundentemente algún relato de las Escrituras, como mucho, nos
ayudan a poder interpretar adecuadamente el relato en sí o nos llevan a un
cambio de perspectiva sobre nuestra interpretación del pasaje, no a una
modificación del pasaje en sí mismo.
El testimonio de los expertos
Existe una basta cantidad
de arqueólogos, filólogos, y demás eruditos que respaldan el testimonio de que
la arqueología más que contradecir, ayuda, ilumina, refuerza el relato de la
Biblia:
Nelson Glueck, el afamado
arqueólogo judío, escribió que “Puede declararse categóricamente que ningún
descubrimiento arqueológico ha contradicho alguna referencia bíblica”. El
prosiguió su declaración en cuanto a “la casi increíble precisión del
registro histórico de la Biblia, la que resulta particularmente veraz cuando
esta respaldada por los hechos arqueológico”.[2]
William F. Albright,
conocido por su reputación de ser uno de los grandes arqueólogos, declara: “No
puede quedar duda que la arqueología ha confirmado la substancial historicidad
de la tradición del Antiguo Testamento”.[3]
Albright añade: “El
excesivo escepticismo manifestado hacia la Biblia por importantes escuelas
históricas de los siglos dieciocho y diecinueve, ciertas fases del cual todavía
aparecen periódicamente, ha sido progresivamente desacreditado. Descubrimiento
tras descubrimiento han establecido la exactitud de numerosos detalles, y han
hecho crecer el reconocimiento del valor de la Biblia como fuente histórica”.[4]
John Warwick Montgomery
(“Evangelicals and Archaeology”, derechos reservados por Christianity Today,
usado con permiso) expone un problema típico de muchos eruditos de la
actualidad: “Tomás Drobena, investigador del instituto (Americano de
estudios de la tierra santa) advierte que donde la arqueología y la Biblia parecen
estar en tensión, el asunto casi siempre se relaciona con fechas, que es la
zona más débil de la arqueología corriente y en la cual los científicos a
menudo reemplazan el sólido análisis empírico por razonamiento A priori y
circulares”.[5]
El profesor H.H Rowley (citado
por Donald F. Wiseman en Revelation and the Bible, ed., Carl Henry, Baker Book
House, 1969) dice que “No es a causa de que los eruditos actuales comienzan con
presuposiciones más conservadoras que sus predecesores el que ellos tengan un
respeto mucho mayor por las historias patriarcales de lo que era común en otro
tiempo, sino por que la evidencia lo garantiza”.[6]
Merrill Unger
(Archaeology and the New Testament, Zondervan Publishing House, 1962) declara: “El
papel que está desempeñando la arqueología en la investigación acerca del Nuevo
Testamento (lo mismo como en la del Antiguo Testamento) facilitando el estudio
científico, balanceando la teoría crítica, ilustrando, elucidando,
suplementando y autenticando el fondo histórico y cultural, constituye el punto
brillante en el futuro de la crítica del texto sagrado”.[7]
Millar Burrows de Yale observa:
“La arqueología ha refutado en muchos casos los puntos de vista de los
modernos críticos. Ha demostrado en varias ocasiones que estos puntos de vista descansan
sobre suposiciones falsas, irreales, y sobre esquemas artificiales de
desarrollo histórico (AS 1938, pa. 182). Esta es una verdadera contribución, y
no debe minimizarse”.[8]
F.F Bruce indica: “En
aquellos puntos en que se ha sospechado de inexactitud en Lucas, y en los
cuales la exactitud ha sido vindicada por alguna evidencia hallada en
inscripciones, resulta legítimo decir que la arqueología confirma el registro del
Nuevo Testamento”.[9]
Merrill Unger resume “La
arqueología del Antiguo Testamento ha redescubierto naciones enteras, ha
resucitado pueblos importantes, y de la manera más asombrosa ha llenado las
lagunas históricas, haciendo inmensurables añadiduras al conocimiento de los
textos bíblicos”.[10]
William Albright
continua: “A medida que el estudio crítico de la Biblia sea más y más
influenciado por el rico y nuevo material proveniente del Antiguo Cercano
Oriente, veremos un constante crecimiento en el respeto por el significado
histórico de pasajes y detalles del Antiguo Testamento que en la actualidad son
descuidados o despreciados”.[11]
Burrows expone la causa
de una excesiva incredulidad: “El excesivo escepticismo de muchos Teólogos
liberales se deriva no de una cuidadosa evaluación de los datos disponibles,
sino de una enorme predisposición contra lo sobrenatural”.[12]
El arqueólogo de Yale
añade a su anterior declaración: “En el todo, sin embargo, el trabajo
arqueológico ha fortalecido incuestionablemente la confianza en la veracidad
del registro escritural. Más de un arqueólogo ha visto crecer su respeto por la
Biblia por causa de la experiencia de excavar en Palestina”.[13]
“En general, tales
evidencias como las que no ha proporcionado hasta aquí la arqueología,
especialmente proveyendo manuscritos adicionales y más antiguos de los libros
de la Biblia, fortalecen nuestra confianza en la exactitud con que el texto ha
sido transmitido a través de los siglos”.[14]
Sir Frederic Kenyon dice:
“Es por consiguiente legítimo decir que, con respecto a aquella parte del
antiguo Testamento contra la cual estuvo principalmente dirigida la crítica
desintegradora de la segunda mitad del siglo diecinueve, la evidencia de la
arqueología ha servido para restablecer su autoridad, y de igual modo para
aumentar su valor haciéndola más inteligible por medio de un conocimiento más
pleno de su contexto y de sus deslindes. La arqueología no ha sido todavía su
última palabra; pero los resultados ya conseguidos confirman lo que sugeriría
la fe: que la biblia no puede hacer otra cosa sino ganar a consecuencia de un
aumento del conocimiento”.[15]
Bernard Ramm escribe
referente al Sello de Jeremías: “La arqueología también nos ha dado
evidencia respecto de la precisión sustancial de nuestro texto masorético. El
Sello de Jeremías, que era un sello que se usaba para estampar los sellos de
resina en los jarros de vino, y que está fechado en los alrededores del primer
o segundo siglo D.C., tiene grabado Jeremías 48:11 y, en general, esta conforme
al texto masorético. Este sello…. Confirma la precisión con que fue transmitido
el texto entre el tiempo en que se hizo el sello y el tiempo en que se
escribieron los manuscritos. Aun más, el Papiro Roberts, cuya fecha es del
segundo siglo A.C., confirman nuestro texto masorético”.[16]
William Albright confirma
los hallazgos del Dr. Ramm: “Podemos descansar seguros de que el texto
consonante de la Biblia hebrea, aun cuando no infalible, ha sido preservado con
una exactitud tal vez no igualada por ninguna otra literatura del Cercano
Oriente…. No, el flujo de luz que está siendo derramado sobre la poesía bíblica
hebrea todos los períodos mediante la literatura Ugarítica garantiza la
relativa antigüedad de su composición lo mismo como su sorprendente precisión
en la transmisión”.[17]
El arqueólogo W.F
Albright (The Archaeology of Palestine, Pelican Books, 1960) escribe
concerniente a la precisión de las Escrituras como resultantes de la
arqueología:
“El contenido de nuestro
Pentateuco es, en general, mucho más antiguo que la fecha en que finalmente se
editó; nuevos descubrimientos continúan confirmando la precisión histórica o la
antigüedad literaria de un detalle tras otro…. Es, por consiguiente, puro hipercriticismo
negar el carácter claramente mosaico de la tradición del Pentateuco”.[18]
Albright continúa (The
Biblical Period from Abraham to Ezra, Harper, 1960) diciendo que los críticos
solían comentar de este modo: “Hasta hace poco era la moda entre los
historiadores bíblicos tratar las leyendas patriarcales del Génesis como si
fueran creaciones artificiales de los escribas israelitas de la Monarquía Dividida,
o cuentos narrados por lo imaginativo rapsodas junto a las fogatas de los
campamentos israelitas durante los siglos que siguieron a la ocupación por
ellos del país. Nombres eminentes entre los eruditos pueden citarse entre los
que han considerado el contenido de Génesis 11-50 como producto de invención
posterior, o como una retrogresión de eventos y acontecimientos bajo la
monarquía en el pasado remoto, acerca del cual se pensaba que nada podía
realmente haberse conocido por parte de los escritores de los días posteriores”.[19]
Millar Burrows continúa: "Para
ver la situación con claridad, debemos distinguir dos clases de confirmación:
general y específica. La confirmación general es un asunto de compatibilidad
sin corroboración definida de puntos particulares. Gran parte de los que ya se
ha discutido como explicación e ilustración puede ser considerado también como
confirmación general. El cuadro calza en su marco; la melodía y el
acompañamiento son armoniosos. La fuerza de tal evidencia es acumulativa.
Mientras mayor es la cantidad de detalles en el cuadro del pasado presentado
por la Biblia que descubrimos compatible con lo que sabemos de la arqueología,
aun cuando el testimonio no sea directo, más fuerte es nuestra impresión de
autenticidad general. La mera leyenda o ficción se traicionaría inevitablemente
por anacronismos e incongruencias."[20]
Evidencias arqueológicas del AT
Veamos algunos de los
ejemplos de confirmación arqueológica del Antiguo Testamento, los cuales
ofrecen un fuerte testimonio de su veracidad.
Contexto cultural e histórico de los patriarcas
Génesis muestra que los
antecesores de Israel vinieron de Mesopotamia. Es con este hecho con el cual
concuerdan los hallazgos arqueológicos. Albright dice que es "más allá de
toda duda razonable que la tradición hebrea está en lo correcto al trazar la
descendencia de los patriarcas directamente desde el Valle de Balikh en la
Mesopotamia nor-occidental." La evidencia está basada en la
coincidencia de los hallazgos bíblicos y arqueológicos que trazan el movimiento
de estos pueblos saliendo de la tierra de Mesopotamia.[21]
También se ha descubierto
que la genealogía de Abraham es definitivamente histórica. Sin embargo, parece
haber dudas en cuanto a si estos nombres representan individuos o ciudades
antiguas. Lo que sí es cierto respecto de Abraham es que él mismo fué un
individuo y que existió. Esto es lo que nos dice Burrows: "Todo indica
que aquí hay un individuo histórico. Como se ha hecho notar anteriormente, a él
no se le menciona en ninguna fuente arqueológica conocida, pero su nombre
aparece en Babilonia como un nombre personal en el mismo período al cual él
pertenece."[22]
Se hicieron tempranos
intentos de mudar la fecha de Abraham hasta el siglo 15 o 14 A. C., lo que
sería un tiempo muy tardío para él. No obstante, Albright señala que a causa de
la fecha mencionada anteriormente, y de otra evidencia, tenemos "una
gran cantidad de evidencia proveniente de nombres personales y de lugares, casi
todo lo cual está contra un desplazamiento tan arbitrario de la fecha
tradicional."[23]
Aun cuando la evidencia
arqueológica específica para las historias de los patriarcas puede que no
aparezca, las costumbres sociales de las historias calzan bien con el período y
con la región de los patriarcas.[24]
Gran parte de esta
evidencia provino de excavaciones en Nuzu y Mari. Los trabajos en Ugarit
arrojaron luz sobre la poesía y la lengua hebreas. En los códigos hitita,
asirio, sumerio y Eshunna se hallaron rastros de la legislación mosaica.
Mediante éstos estamos en condiciones de ver la vida de los hebreos en
contraste con el mundo árabe de alrededor y, como dice Albright, "Esto
es una contribución ante la cual todo lo demás pierde significación."[25]
Los descubrimientos que
se han hecho hasta ahora han conducido a los eruditos, sin importar cuál haya
sido su opinión religiosa, a afirmar la naturaleza histórica de los relatos
asociados con los patriarcas.[26]
Sargón II
El texto bíblico se refiere claramente a él: En el mismo año en que Sargón, rey de Asiria, envió al comandante de su ejército para que atacara a Asdod, y éste la conquistó, (Isaías 20:1), pero como los arqueólogos no habían encontrado ningún rey con ese nombre en las listas de los reyes de las excavaciones realizadas en Asiria, supusieron que la Biblia debía estar equivocada. No obstante, el arqueólogo italiano, Paul Emile Botta, en 1843, encontró un lugar al noreste de Nínive con los restos de una importante ciudad, construida por Sargón II en el año 717 a. C. Se trataba de Khorsabad, la capital de Asiria durante la época de este rey, que fue abandonada posteriormente por su sucesor en el 705 a. C., despoblándose poco a poco hasta convertirse finalmente en ruinas. Actualmente, muchos objetos del arte asirio descubiertos en ese sitio arqueológico, algunos de los objetos hallados fueron innumerables bajorrelieves e inscripciones que recordaban con todo detalle la deportación de los israelitas, cifrados en 27.290 prisioneros y 50 carros. Su obra fue continuada por el inglés Layard, que a su vez descubrió los grandiosos monumentos de la antigua Nínive. En ellos se puede contemplar a Salmanasar III (858-824 a.C.) recibiendo el tributo de Jehú, rey de Israel (1 R. 19:16; 2 R. 9:10), y a Senaquerib asediando la ciudad palestinense de Lakis (año 701 a.C., 2 R. 18). Esto objetos se encuentran en el museo del Louvre en Paris y Sargón II es uno de los reyes asirios mejor conocidos.[27]
Los Establos de caballos
de Salomón
Durante bastante tiempo los especialistas dudaron de la historicidad de Salomón y de que era imposible que tuviera caballos –tal como dice la Biblia– ya que en aquella época supuestamente solo se usaban camellos (es decir, dromedarios). Hasta que en Meguido (en un montículo situado al norte de Samaria) se descubrió una ciudad en la que habitó Salomón, (965-928 a.C., siglo X a.C.) así como restos de los muros de establos para caballos. El arqueólogo G. E. Wright, escribe al respecto: “Los arqueólogos que han trabajado en Meguido nos dicen que la ciudad del siglo X poseía a sus costados este y sur unos establos para albergar caballos en número de unos cuatrocientos cincuenta. Ciertamente, de acuerdo con 1 R. 9:15-19, era de esperar encontrarse con tales construcciones, puesto que Meguido era una de las ciudades dedicadas por Salomón al acuartelamiento de carros”.[28]
Los Hititas
Del Imperio hitita se habla en la Biblia (en los libros de Génesis, Éxodo y Números). Sin embargo, como la arqueología no había encontrado restos de dicha civilización, muchos escépticos creían que se trataba de una leyenda sin fundamento. Hasta que en 1900 un profesor llamado, Hugo Winkler, descubrió, en una expedición a Bogazkoy (en la provincia turca de Çorum), las ruinas de Hattusa y más de diez mil tablillas de lo que había sido el archivo nacional de los hititas. Actualmente, hasta la Wikipedia posee importante información acerca de la civilización hitita mencionada en las Escrituras.[29]
Los Horeos
Un pueblo misterioso que
los arqueólogos pusieron en duda fueron los horeos o hurritas. La Biblia se
refiere a ellos como descendientes de Esaú de Edom (Gn. 36:20; Dt. 2:12,22),
pero no se aceptó su existencia real hasta que, en 1995, el filólogo y
arqueólogo, Giorgio Buccellati, encontró la capital hurrita bajo la ciudad
siria moderna de Tell Mozan. Hoy se sabe que el pueblo hurrita (horeos en el
Antiguo Testamento y surabitas en los documentos de Babilonia) habitó en la
antigüedad al norte de Mesopotamia, cerca del río Khabur, en una región
comprendida entre el sudeste de Turquía, el norte de Siria e Irak y el noroeste
de Irán. Algunos historiadores creen que los hurritas fueron los antecesores de
los actuales kurdos. En un tiempo se aceptó la idea de que estas gentes fueron "habitantes
de las cavernas", a causa de la similaridad entre horeo y la palabra
hebrea para caverna — de donde nació la idea de que vivían en cavernas. Ahora,
sin embargo, los descubrimientos han demostrado que ellos formaban un
prominente grupo de guerreros que vivían en el Cercano Oriente en la época
patriarcal.[30]
Los muros de Jericó
Durante las excavaciones de Jericó (1930-1936), Garstang encontró algo tan sorprendente que una declaración de su hallazgo fue preparada y firmada por él y por otros dos miembros del equipo. Refiriéndose a estos hallazgos, Garstang dice: "En lo que se refiere al hecho principal, entonces, no hay dudas: los muros cayeron hacia afuera tan completamente que los atacantes pudieron encaramarse a ellos y pasar por encima de sus ruinas hasta el interior de la ciudad." ¿Qué era lo inusitado? El hecho de que los muros de las ciudades no caen hacia afuera, sino que caen hacia adentro. Sin embargo, en Josué 6:20 leemos: ". . . y el muro se derrumbó. El pueblo subió luego a la ciudad, cada uno derecho hacia adelante, y la tomaron." Los muros se hicieron caer hacia afuera.[31]
Evidencias y más evidencias
En 1802 el alemán
Grotefrend sentó las bases para descifrar la escritura cuneiforme partiendo de
la inscripción trilingüe (persa, elamita y acadia) de Behistún; inició sus
trabajos a partir de la lengua persa. En 1857, la Real Sociedad Asiática de
Londres, sirviéndose de las aportaciones de los más calificados investigadores,
pudo anunciar que se había descifrado el secreto de aquella escritura. En 1872,
el asiriólogo Georges Smith pudo acabar de leer la versión cuneiforme del
Diluvio.
En 1873 el Louvre lograba
la adquisición de la estela de Mesa, rey de Moab y temible adversario de Israel
(2 R. 3:4). En 1880 se recogía en la salida del canal de Siloé la inscripción
grabada en la roca que relataba «la perforación» mencionada en 2 R.
20:20, obra de Ezequías. En 1893 Sir Flinders Petrie descubría en Tebas
(Egipto), en el templo funerario del faraón Meneftá (1234-1224 a.C.), una
estela conocida actualmente con el nombre de Estela de Israel, porque en ella
aparece por primera y única vez en Egipto la mención de Israel con ocasión de
una de las campañas del rey. En 1867 el inglés Warren realizó excavaciones en
Jerusalén por cuenta de la Palestine Exploration Fund. Desde fines del siglo
XIX hasta hoy arqueólogos franceses, alemanes, americanos, ingleses e iraelitas
han llevado a cabo sistemáticas excavaciones desde el Sinaí a la Siria
septentrional, transformando nuestros conocimientos históricos, lingüísticos y
culturales sobre la antigua región siro-palestina. El descubrimiento y
desciframiento de los archivos reales de Boghazköy (la antigua Hattusha,
capital del Imperio hitita) a partir de 1907 ha supuesto el inicio de una nueva
etapa para el conocimiento del Próximo Oriente antiguo en general y de la
Biblia en particular.
De 1929 a 1939 Ras Samra
entregó a los excavadores sus tablillas mitológicas del siglo XIV a.C. y sus
estatuillas de Baales, Astartés y el dios El, que los textos del AT mencionan
con tanta frecuencia. De 1936 a 1939 se encontraron miles de tablillas
cuneiformes en el palacio de la ciudad de Mari (s. XVIII a.C.), los archivos
reales. En ellos se arroja nueva luz sobre la época patriarcal; muestran
nombres específicamente bíblicos: Nahor y Harrán; la mención de los > Apiru
y los > Benjaminitas. «Mari nos aproxima extraordinariamente al cuadro
reflejado en el libro del Génesis, hasta tal punto que ya no se puede dudar más
de la exactitud substancial de la tradición hebraica que hace venir la familia
de Abraham del país de Harrán».
Los hallazgos
arqueológicos han dado nueva fuerza a los datos literarios de la Biblia y han
confirmado sus hechos históricos, pero sería imprudente pretender que siempre
ha probado la exactitud escrupulosa de todas las indicaciones históricas en
ella mencionadas. La arqueología, como bien ha escrito André Parrot, «ha
hecho algo más que confirmar la historia profana o sagrada, o localizar de
nuevo ciertos lugares. Nos ha devuelto la misma alma de los pueblos
desaparecidos, al permitirnos revivir su vida, gracias a los documentos extraídos
del suelo. Nos ha mostrado cómo actuaba el Dios de la Revelación»
Julio Wellhausen, un bien
conocido crítico bíblico del siglo 19, tuvo la impresión de que el registro
acerca del lavacro hecho de los espejos de bronce no constituía una inscripción
original en el Código Sacerdotal. Al proceder de este modo, él pone el registro
del tabernáculo demasiado tarde para la época de Moisés. Sin embargo, no existe
razón válida para emplear la fecha posterior propuesta por Wellhausen (500 A.
C.). Existe evidencia arqueológica específica de tales espejos de bronce en lo
que se conoce como el Período del Imperio en la historia de Egipto (1500-1200
A. C.). De este modo, vemos que este período resulta contemporáneo con Moisés y
con el Exodo (1500-1400 A.C).[32]
Henry M. Morris (The Bible and Modern Science, Moody Press, 1956) observa: "Todavía existe el problema, por cierto, en la completa armonización del material arqueológico con la Biblia, pero nunca es tan serio como para no tener involucrada una verdadera promesa de solución inminente a través de investigación más profunda. Debe ser extremadamente significativo que, en vista de la gran masa de evidencia corroboradora con relación a la historia bíblica de estos períodos, no existe hoy ni un solo hallazgo confiable de la arqueología que pruebe que la Biblia esté errada en algún punto."[33]
[1] Introducción a la apologética,
Antonio Cruz, pág. 171
[2] Glueck, Nelson. Rivers in the
Desert; History of Neteg. Philadelphia: jewish Publications Society of America,
1969. Pag. 31
[3] Albright William F. Archaeology
and the religions of Israel. Baltimore John Hopkins University Press, 1956,
Pag. 176
[4] Albright, W. F. The Archaeology of
Palestine. Ed. Rev. Harmondsworth, Middlesex: Pelican Books, 1960. Pag. 127-128
[5] 60. Montgomery, John W.
"Evangelicals and Archaeology." Christianity Today. Derechos
reservados el 16 agosto de 1968. Pag. 47-48
[6] Wiseman, Donald F.
"Archaeological Confirmation of the Oíd Testament." Revela- tion and
the Bible. Editado por Cari Henry. Grand Rapids: Baker Book House, 1969. Pag.
305
[7] Unger, Merrill F. Archaeology and
the New Testament. (Volumen que forma pareja con Archaeology and the Oíd
Testament.) Grand Rapids: Zondervan Publishing House, copyright 1962. Usado con
permiso. Pag. 25-26
[8] Burrows, Millar. What Mean These
Stones? New York: Meridian Books, 1956. Pag. 291
[9] Bruce, F. F. "Archaeological
Confirmation oí the New Testament." Revelation and the bible. Editado por
Carl Henry. Gran Rapids: Baker Book House, 1969. Pag. 331
[10] Unger, Merrill F. Archaeology and
the New Testament. (Volumen que forma pareja con Archaeology and the Oíd
Testament.) Grand Rapids: Zondervan Publishing House, copyright 1962. Usado con
permiso. Pag. 15
[11] Albright, William F. From the
Stone Age to Christianity. Baltimore: John Hopkins Press, 1946. Pag.81
[12] Vos, Howard. Can / Trust My Bible
? Chicago: Moody Press, 1963. Usado con permiso. Pag. 176
[13] Burrows, Millar. What Mean These
Stones? New York: Meridian Books, 1956. Pag. 1
[14] Burrows, Millar. What Mean These
Stones? New York: Meridian Books, 1956. Pag. 42
[15] Kenyon, Frederic G. The Bible and
Archaeology. New York: Harper & Row, 1940. Pag. 279
[16] Ramm,
Bernard. "Can I Trust My Oíd Testament?" The King's Business. Feb.
1949. Pag. 8-10
[17]
Albright, William F. "Oíd Testament and the Archaeology of the Ancient
East." Hallado en Oíd Testament and Modern Study por Harold Henry Rowley.
Oxford University Press, 1951. Pag. 25
[18]
Albright, W. F. The Archaeology of Palestine. Ed. Rev. Harmondsworth,
Middlesex: Pelican Books, 1960. Pag. 224
[19]
Albright, William. The Biblical Period from Abraham to Ezra. New York: Harper
& Row, 1960. Pag. 1-2
[20] Burrows, Millar. What Mean These
Stones? New York: Meridian Books, 1956. Pag. 278
[21]
Albright, William. The Biblical Period from Abraham to Ezra. New York: Harper
& Row, 1960. Pag. 2
[22] Burrows, Millar. What Mean These
Stones? New York: Meridian Books, 1956. Pag. 258-259
[23]
Albright, William. The Biblical Period from Abraham to Ezra. New York: Harper
& Row, 1960. Pag. 9
[24] Burrows, Millar. What Mean These
Stones? New York: Meridian Books, 1956. Pag. 278-279
[25]
Albright, William F. "Oíd Testament and the Archaeology of the Ancient
East." Hallado en Oíd Testament and Modern Study por Harold Henry Rowley.
Oxford University Press, 1951. Pag. 28
[26] Wiseman, Donald F.
"Archaeological Confirmation of the Oíd Testament." Revela- tion and
the Bible. Editado por Cari Henry. Grand Rapids: Baker Book House, 1969. Pag.
305
[27] Introducción a la apologética,
Antonio Cruz, pag. 172; Artículo Arqueología, en elGran diccionario enciclopédico
de la Biblia, Alfonso Ropero, (Editorial Clie)
[28]
Wright, G. E. 1975, Arqueología bíblica, Cristiandad, Madrid, p. 189.
[30] Free, Joseph. Archaeology and Bible
History. Wheaton: Scripture Press Publications, 1969. Pag. 72
[31]
Garstang, John. Joshua Judges. London: Constable, 1931. Pag. 146
[32] Free, Joseph. Archaeology and
Bible History. Wheaton: Scripture Press Publications, 1969. Pag. 108
[33] Morris, Henry. The Bible and
Modern Science. Ed. rev. Chicago: Moody Press, 1956. Usado con permiso. Pag. 95
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