Bibliología -07- Evidencias arqueológicas del Nuevo Testamento
Arqueología del N.T
La arqueología del NT no
es una disciplina independiente, sino una aplicación de los métodos
arqueológicos al estudio del NT y el medio en que vio la luz. Como disciplina
científica, esta rama de la arqueología emplea los más recientes y más
sofisticados métodos de excavación, incluyendo radares de superficie,
fotometría, magnómetros, fotografía digital, guía de laser, ordenadores,
sistemas de microfichas, activación con neutrones y análisis petrográfico.
Todos estos elementos son empleados para analizar los materiales encontrados en
las excavaciones. Algunos de los arqueólogos que trabajan en el área del NT son
profesionales altamente cualificados, por lo que la arqueología bíblica no es
un asunto religioso basado en metodología religiosa, sino que se somete a los
métodos profesionales de la arqueología tal y como cualquier otro evento o búsqueda
de objetos antiguos.
Pues, dejando esto a un
lado, he de decir que la evidencia arqueológica relacionada con el Nuevo
Testamento no es tan espectacular como la del Antiguo Testamento, a veces
genera menos interés, pero esto no la hace menos importante, ni es menos
certera. Por ejemplo, el evangelista Lucas, en el libro de los Hechos de los
Apóstoles, cita 54 ciudades, 31 países, y 9 islas diferentes. Aunque en algunos
casos han cambiado los nombres, todos estos lugares han sido hallados por los
arqueólogos. Lo cual constituye una evidencia importante de la precisión
histórica y geográfica con la que escribió el evangelista, tema que voy a
desarrollar a continuación.
Lucas el evangelista: Análisis histórico y arqueológico
La confiabilidad de Lucas
como historiador es incuestionable. Unger nos dice que la arqueología ha
autenticado las narrativas evangélicas, especialmente Lucas. En palabras de
Unger, "En la actualidad hay acuerdo general en los círculos eruditos
de que Los Hechos de los Apóstoles es la obra de Lucas, que pertenece al primer
siglo y que involucra la labor de un cuidadoso historiador que se mostró
substancialmente preciso en su uso de fuentes de documentación."[1]
Sir William Ramsay es
considerado como uno de los más grandes arqueólogos que han existido. Recibió
su adiestramiento en la escuela histórica alemana de mediados del siglo
diecinueve. A consecuencia de esto, él fue enseñado que el Libro de los Hechos
fue un producto de la mitad del siglo segundo D. C. Él estaba firmemente
convencido de esto y se dispuso a probar esta enseñanza. Sin embargo, fue
obligado a cambiar por completo sus creencias debido a la abundante evidencia
puesta al descubierto por sus investigaciones. De esto habló él cuando dijo: "Puedo
decir con toda honestidad que comencé esta investigación sin prejuicio
favorable a la conclusión que ahora procuraré justificar ante el lector. Por el
contrario, comencé con una disposición contraria a ello, pues la ingenuidad y
aparente integridad de la teoría de Tubinga en un tiempo habían logrado
convencerme completamente. En aquel tiempo yo no tenía programado investigar el
asunto con minuciosidad; pero más recientemente vine a estar en contacto con el
Libro de los Hechos en calidad de autoridad para la topografía, las
antigüedades y la sociedad de Asia Menor. Gradualmente comenzó a crecer en mí
la idea de que en varios detalles la narración demostraba una veracidad
maravillosa. En efecto, comenzando con la idea fija de que la obra era
esencialmente una composición del segundo siglo, y sin nunca dar crédito a su
evidencia como digna de confianza para las condiciones del primer siglo,
gradualmente llegué a encontrar que era un aliado útil en algunas
investigaciones obscuras y difíciles."[2]
Ramsay tenía también un
muy alto concepto de la habilidad de Lucas como historiador.
"Lucas es un
historiador de primera categoría; no son sus declaraciones de hecho meramente
dignas de confianza; está poseído del verdadero sentido histórico; él fija su
mente en la idea y en el plan que rige en la evolución de la historia, y adecúa
su tratamiento de los incidentes en proporción a la importancia que éstos
tienen. A los eventos críticos e importantes les da su debida proporción y
muestra su verdadera naturaleza hasta con detalles, mientras que toca levemente
u omite enteramente mucho que no tenía valor para su propósito. En resumen,
este autor debiera ser colocado junto a los más destacados historiadores." [3]
Hubo un tiempo en que
prevalecía la idea de que Lucas había estado totalmente errado al describir las
circunstancias que rodearon el nacimiento de Jesús (Lucas 2:1-3). Se
argumentaba que no había habido censo, que Cirenio no era gobernador de Siria
en aquel tiempo y que no era cierto que todos tuviesen que volver al hogar de
sus antepasados.[4]
En primer lugar, los
descubrimientos arqueológicos prueban sin sombra de duda que los romanos
mantenían un empadronamiento regular de los contribuyentes y mantenían también
censos cada 14 años. Este procedimiento comenzó en verdad bajo Augusto y el
primero tuvo lugar bien en 23-22 A. C. o en 9-8 A. C. Este último sería aquél
al cual Lucas se refiere.
En segundo lugar,
hallamos evidencia de que Cirenio fue gobernador de Siria alrededor del año 7
A. C. Esta suposición está basada en una inscripción hallada en Antioquía
asignándole este puesto a Cirenio. Como resultante de este hallazgo, ahora se
supone que él fue gobernador dos veces. Una vez en el año 7 A. C. y la otra en
el año 6 D. C. (fecha asignada por Josefo).[5]
Finalmente, en relación
con las prácticas de empadronamiento, un papiro hallado en Egipto contiene
instrucciones para la realización de un censo.
Dice así: "A
causa del censo que se aproxima es necesario que todos los que por cualquier
causa residan fuera de sus hogares se preparen de inmediato para volver a sus
propios distritos con el fin de que puedan completar el registro familiar del
empadronamiento y que las tierras de cultivo puedan retener a los que
pertenecen a ellas." [6]
Al principio los
arqueólogos creían que la implicación de Lucas de que Listra y Derbe estaban en
Licaonia y de que Iconio no lo estaba, era errónea (Hechos 14:6). Basaban su
creencia en los escritos de romanos tales como Cicerón, quien indicaba que
Iconio estaba en Licaonia. De este modo, los arqueólogos dijeron que el Libro
de Los Hechos no era confiable. Sin embargo, en 1910, Sir William Ramsay
encontró un monumento que mostraba que Iconio era una ciudad frigia. Hallazgos
posteriores confirman esto.[7]
Entre otras referencias
históricas de Lucas está aquella de "Lisanias tetrarca de
Abilinia" (Lucas 3:1) al comienzo del ministerio de Juan el Bautista
en el año 27 D. C. El único Lisanias que conocían los antiguos historiadores
era uno que fue asesinado el año 36 A. C. Sin embargo, una inscripción hallada
cerca de Damasco habla de un "liberto de Lisanias el tetrarca" y se
le ha asignado fecha entre el año 14 y el 29 D. C.[8]
También existe una
inscripción fragmentaria hallada en Corinto, la que se cree decía originalmente
"Sinagoga de los hebreos." Es probable que haya estado sobre
el umbral de la sinagoga en la cual Pablo discutía (Hechos 18:4-7). Otra
inscripción corintia hace mención del "mercado de carne" de la
ciudad al que Pablo se refiere en 1 Corintios 10:25.
De este modo, gracias a
los muchos hallazgos arqueológicos, la mayoría de las ciudades antiguas
mencionadas en el Libro de los Hechos han logrado ser identificadas. Como
resultado de los mismos ahora pueden trazarse con exactitud los viajes de
Pablo.[9]
Lucas escribe del
alboroto en Éfeso y presenta el cuadro de una asamblea cívica (Ecclesia)
llevándose a cabo en un teatro (Hechos 19:23 y siguientes). La verdad es que
allí era donde se reunía, como queda establecido por una inscripción que habla
de las estatuas de plata de Artemisa (o Diana) siendo colocadas en el "teatro
durante una sesión plena de la Ecclesia." Las excavaciones practicadas
en el lugar del teatro comprobaron que éste tenía capacidad para 2.500
personas.[10]
Lucas narra que en la
última visita que el apóstol Pablo hizo a Jerusalén, se levantó una gran
revuelta en el templo provocada por el rumor de que el mensajero del Evangelio
había profanado los recintos sagrados al introducir ciertos gentiles (21:27 y
sig.).. Los gentiles podían penetrar en los atrios exteriores, porque no
formaban parte de los edificios del templo propiamente dicho; pero no podían
entrar en las partes interiores, bajo pena de muerte.[11] Las autoridades romanas
estuvieron tan dispuestas a conciliar las susceptibilidades religiosas de los
judíos, que hasta sancionaron la ejecución de ciudadanos romanos que violaron
esa disposición. Para que nadie alegara ignorancia, se habían colocado
letreros, escritos en griego y en latín, sobre el paredón que separaba los
atrios interiores de los exteriores, advirtiendo a los gentiles que la pena de
muerte esperaba a quien violara sus disposiciones. Una de esas inscripciones,
halladas en Jerusalén en 1871 por C. S. Clermont-Ganneau, y que está
actualmente en Estambul, dice:
Ningún extranjero debe
penetrar detrás del paredón que rodea el templo y su interior. Cualquier
persona que sea sorprendida haciéndolo, tendrá que agradecerse a sí misma por
la muerte que le espera.[12]
Se cree que cuando Pablo
habla en Efesios 2:14 de "la pared intermedia de separación"
que separaba al judío del gentil y que fue derribada por Cristo, toma el símil
del paredón del templo que impedía el acceso de los gentiles al recinto
reservado para los judíos.[13]
También se encontraba en
duda el uso por parte de Lucas de ciertas palabras. Lucas se refiere a Filipos
como una "parte" o "distrito" de Macedonia. El usa la
palabra griega mer/'s, la que ha sido traducida "parte" o "distrito".
E. J. A. Hort creía que Lucas estaba equivocado al usar el término de este
modo. Él decía que mer/s se refería a una "porción", no a un
"distrito," y esta era la razón para su desacuerdo. Sin embargo, las
excavaciones arqueológicas han demostrado que esta misma palabra, mer/s, se usaba
para describir las divisiones del distrito. Así es como la arqueología ha
mostrado una vez más la exactitud de Lucas.[14]
A Lucas se le atribuyeron
otros usos indebidos de palabras. Técnicamente, él no estaba en lo correcto al
referirse a los gobernantes de Filipos como pretores. De acuerdo a los
eruditos, dos duumuirs habrían gobernado la ciudad. Sin embargo, como de
costumbre, Lucas estaba en lo cierto. Los hallazgos han demostrado que el
título de pretor se empleaba para designar a los magistrados de una colonia
romana.[15]
Su elección de la palabra
procónsul como título para Galión (Hechos 18:12) es correcta como queda
demostrado por la inscripción en Délos que declara en parte: "Como
Lucio Junio Galión, mi amigo, y procónsul de Acaya . . ."[16]
La inscripción de Délos
(52 D. C.) nos proporciona un período fijo de tiempo para establecer el
ministerio de 1 año y medio de Pablo en Corinto. Tenemos conocimiento de esto
por el hecho, proveniente de otras fuentes, de que Galión se instaló en su
puesto el primero de Julio y de que su desempeño en el cargo duró solamente un
año y que ese año coincidió con el trabajo de Pablo en Corinto.[17]
Lucas da a Publio, el
jefe en la isla de Malta, el título de "hombre principal de la
isla" (Hechos 28:7). Se han desenterrado inscripciones que le dan el
título de "hombre principal."[18]
Un caso más es el
referente a su uso de politarjas para denotar las autoridades civiles de
Tesalónica (Hechos 17:6). Puesto que politarja no se halla en la literatura
clásica, volvió a suponerse que Lucas estaba equivocado. Sin embargo, se han
hallado unas 19 inscripciones que hacen uso del título. Lo interesante del caso
es que cinco de ellas son con referencia a Tesalónica.[19]
En 1945 se descubrieron
en la vecindad de Jerusalén dos osarios (receptáculos para huesos). Estos
osarios exhibían escritura pictográfica, la que su descubridor, Eleazar L.
Sukenit, proclamó como 'los más primitivos registros de la
cristiandad." Estos receptáculos sepulcrales fueron hallados en una
tumba que se hallaba en uso antes del año 50 D. C. Los escritos decían lesous
iou y lesous aloth. Había también cuatro cruces. Es muy probable que
la primera haya sido una oración a Jesús pidiendo ayuda, y la segunda una
oración para resurrección de la persona cuyos huesos estaban contenidos en el
osario.[20]
¿No es de maravillarse
que E. M. Blaiklock, profesor de clásicos en la Universidad de Auckland, llegue
a la conclusión de que "Lucas es un consumado historiador, digno de ser
clasificado junto a los grandes escritores griegos”?[21]
El estanque de Betesda
El Evangelio de Juan menciona de pasada
un estanque público que había en Jerusalén, dotado de cinco columnatas o pórticos
de columnas. Se dice que Jesús sanó a alguien allí:
Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a
Jerusalén. Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque,
llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En éstos yacía una
multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento
del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba
el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del
agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Y había allí un hombre
que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado,
y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Señor, le
respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el
agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo:
Levántate, toma tu lecho, y anda. (JUAN 5:1-8).
Las excavaciones arqueológicas en Jerusalén no habían descubierto un estanque
cerca de donde estaba (o pensábamos que estaba) la puerta de las Ovejas; y por
supuesto, no un estanque con cinco “pórticos cubiertos”, algo muy inusual.
Algunos estudiosos empezaron a sugerir que estos detalles geográficos del
Evangelio de Juan eran ficticios o simbólicos. Sin embargo, una serie de
investigaciones arqueológicas en 1957-1962 descubrieron un estanque
precisamente en la misma zona descrita por Juan; y sí, había cinco columnatas,
una en cada uno de los lados del estanque y otra situada en el centro, que
dividía el estanque de oeste a este.[22]
Los comentaristas que habían dudado de estos detalles arqueológicos cometían el
error fundamental de suponer que la ausencia de evidencias verificadoras
equivalía a la ausencia de evidencia. Normalmente, los especialistas son más
cautos con estas suposiciones. La historia es demasiado aleatoria y
fragmentaria como para que emitamos juicios sólidos basándonos en las
evidencias limitadas de lo que posiblemente no existió.
Poncio Pilato
Como, actualmente, muchos
suelen concederle mayor crédito a la ciencia humana que a la revelación bíblica
y colocan la arqueología por encima de Biblia, algo similar ocurrió con Poncio
Pilato. Algunos arqueólogos pusieron en duda su historicidad, a pesar de ser
mencionado claramente en el Nuevo Testamento (Mateo, Marcos y Lucas) en
relación con la muerte de Jesús y de aparecer en los escritos de autores judíos
como Filón de Alejandría, Flavio Josefo y romanos, como Tácito. Sin embargo, no
se aceptó su existencia histórica hasta que su nombre apareció escrito junto al
de Tiberio sobre una roca de la época romana, conocida como la “piedra de Pilato”.
A los turistas que visitan hoy el teatro romano de Cesarea del Mar, se les
muestra una copia de dicha roca donde puede leerse claramente la inscripción: “Poncio
Pilato, el prefecto de Judea al emperador Tiberio”. Y así sucesivamente,
podríamos extendernos con este tipo de evidencias arqueológicas que han
esclarecido y corroborado la veracidad de la Biblia.
Crucifixión y sepultura
Hasta
ahora, solo se ha descubierto una prueba física de este método de ejecución tan
brutal. Hay numerosos documentos del mundo antiguo que mencionan la
crucifixión, pero dado que se solía arrojar los cadáveres de las víctimas a
tumbas de poca profundidad o dejarlos expuestos a los elementos, las
probabilidades de descubrir restos arqueológicos de esta práctica siempre
fueron escasas.
Basándose en esto, unos cuantos eruditos, así como muchos escépticos populares, han sugerido que Jesús no fue “sepultado” en una tumba, como afirman los escritores del Nuevo Testamento. El filósofo francés y ateo Michel Onfray declara:
Pero admitamos que lo crucificaron. En ese caso, como todas las demás víctimas, lo habrían dejado allí colgado, a merced de los animales salvajes… Luego los restos eran arrojados a una fosa común. En cualquier caso, los cuerpos nunca se depositaban en una tumba. Es una invención.[23]
Duras palabras, pero completamente equivocadas.
En 1968 los arqueólogos judíos descubrieron un sepulcro al norte de Jerusalén que contenía algunas urnas funerarias judías (osarios). En un osario figuraba la inscripción “Yehohanan y Yehohanan ben Yehohanan”, lo cual significa que aquella urna contenía los huesos de un padre y de su hijo, que llevaba el mismo nombre. El análisis de los huesos reveló el calcáneo derecho de un varón, y ese hueso había sido atravesado con un clavo de hierro. Es evidente que aquel hombre había sido crucificado. El clavo, que medía 11,5 cm, estaba muy doblado, de modo que no lo habían extraído del hueso. También hallaron una placa de madera de olivo. Fue un hallazgo importante, que confirma que algunas víctimas de la crucifixión sí que recibían un entierro formal.[24]
Erasto el tesorero
Cuando el apóstol Pablo escribió desde Corinto la epístola a los Romanos durante el invierno del año 56 al 57, envió saludos a varios camaradas y agregó,' Erasto, el tesorero de la ciudad, os saluda" (Rom. 16:23). En el transcurso de las excavaciones que el profesor T. L. Shear practicó en Corinto en el año 1929, encontró un piso que tiene incrustada una inscripción que dice: Erastvs pro: Aed: S: P: Stravit ("Erasto, el procurador edil, colocó este piso con su propio peculio"). A. M. Woodward afirma que "la evidencia pone de manifiesto que este piso existía en el siglo primero de nuestra era, y es muy probable que Erasto el donante, sea el amigo de Pablo, el mismo a quien menciona en su carta a los Romanos".[25]
El Enlosado
Durante siglos no ha habido registro de la corte donde Jesús fue juzgado por Pilato (llamado Gabata o el enlosado, Juan 19:13). Muchos dijeron, "Es un mito. Vean (la Biblia) no es histórica." William F. Albright en The Archaeology oí Palestine, muestra que esta corte fue la corte de la Torre Antonia, que fue el cuartel general militar de Roma en Jerusalén. La corte fue destruida en 66-70 D. C. durante el sitio de Jerusalén. Quedó sepultada cuando se reconstruyó la ciudad durante el tiempo de Adriano, y no se descubrió sino hasta en fecha muy reciente.[26]
Conclusión
Después de haber evaluado tanto el antiguo como el nuevo testamento a la luz de la arqueología, se puede llegar a la conclusión de que las Escrituras son dignas de confianza y que (en palabras de Josh Mcdowell) si uno desecha la Biblia como poco digna de confianza, debe entonces descartar también casi toda la literatura de la antigüedad.[27]
Ahora bien, ¿qué ocurriría si la arqueología aportara testimonios contrarios a los relatos bíblicos? ¿Se debería pensar entonces que la Biblia miente o está equivocada? En una hipotética confrontación entre los resultados arqueológicos humanos y el texto bíblico inspirado, ¿cuál poseería mayor autoridad y tendría la última palabra? El Dr. Wright escribe: “El estudio de la arqueología pone al teólogo ante un grave e inevitable riesgo. ¿Qué pasaría si descubriéramos que el relato bíblico no responde a los hechos? No tenemos más remedio que afrontar tal eventualidad, ya que no es posible comprender bien la naturaleza de la Biblia, si no conocemos su ambiente y trasfondo. De hecho, la arqueología ha concretado e iluminado el relato bíblico en tantos puntos cruciales que sería ingenuo definirlo como un ‘cúmulo de mitos y leyendas’”.[28] Pues bien, durante el último siglo, la arqueología no ha desmentido al texto bíblico sino todo lo contrario, ha venido añadiendo más y más de estos “puntos cruciales” a la fiabilidad de la Biblia. Es posible que existan algunos puntos conflictivos, sobre todo, acerca de fechas y dataciones concretas, sin embargo, la Biblia ha demostrado sobradamente su fidelidad histórica.[29]
[1]
Unger, Merrill F. Archaeology and the New Testament. (Volumen que forma pareja
con Archaeology and the Oíd Testament.) Grand Rapids: Zondervan Publishing
House, copyright 1962. Usado con permiso. Pag. 24
[2]
Blaiklock, Edward Musgrave. Layman's Answer: An Examination of the New Theology.
London: Hodder and Stoughton. Pag. 36 citado del libro de Ramsay: 5t. Paul the
Traveller and the Román Citizen, Baker Book House, 1962. ; Ramsay, W. M. Sí.
Paul the Traveller and the Román Citizen. Grand Rapids: Baker Book House, 1962.
Pag. 7-8; (Citado
por E. M. Blaiklock, Layman's Answer: An Examination of the New Theology,
Hodder and Stoughton, 1968).
[3]
Culver, Robert D. "The Oíd Testament as Messianic Prophecy." Bulletin
of the Evan¬ gélica! Theological Society. Vol. Vil, No. 3, 1964. Pag. 222
[4]
Eider, John. Prophets, Idols and Diggers. Indianapolis, New York:
Bobbs-Merrill, 1960. Pag. 159-160; Free, Joseph. Archaeology and Bible History.
Wheaton: Scripture Press Publications, 1969. Pag. 285
[5]
Eider, John. Prophets, Idols and Diggers. Indianapolis, New York:
Bobbs-Merrill, 1960. Pag. 160
[6]
Eider, John. Prophets, Idols and Diggers. Indianapolis, New York:
Bobbs-Merrill, 1960. Pag. 159-160; Free, Joseph. Archaeology and Bible History.
Wheaton: Scripture Press Publications, 1969. Pag. 285
[7]
Free, Joseph. Archaeology and Bible History. Wheaton: Scripture Press
Publications, 1969. Pag. 317
[8]
Bruce, F. F. "Archaeological Confirmation of the New Testament."
Revelation and the Bible. Editado por Carl Henry. Gran Rapids: Baker Books
House, 1969. Pag. 321
[9]
Bruce, F. F. The New Testament Documents: Are They Reliadle? Downers Grove, IL
60515: Inter-Varsity Press, 1964. Usado con permiso. Pag.95; Albright, William.
Recent Discoveries in Bible Lands. New York: Funk and Wagnalls, 1955. Pag. 118
[10]
Bruce, F. F. "Archaeological Confirmation of the New Testament."
Revelation and the Bible. Pag. 326
[11] Flavio Josefo, Guerra judaica, v.,
5,2. 112
[12] En 1935 se encontró en Jerusalém
otro ejemplar; pero es imperfecto.
[13] Debería consultarse la nota que
aparece en el Comentario de J. A. Robinson sobre este versículo.
[14]
Free, Joseph. Archaeology and Bible History. Wheaton: Scripture Press
Publications, 1969. Pag. 320
[15]
Free, Joseph. Archaeology and Bible History. Wheaton: Scripture Press
Publications, 1969. Pag. 321
[16]
Vos, Howard. Can / Trust My Bible? Chicago: Moody Press, 1963. Usado con
permiso. Pag. 180
[17]
Bruce, F. F. "Archaeological Confirmation of the New Testament."
Revelation and the Bible. Pag. 324
[18]
Bruce, F. F. "Archaeological Confirmation of the New Testament."
Revelation and the Bible. Pag. 325
[19]
Bruce, F. F. "Archaeological Confirmation of the New Testament."
Revelation and the Bible. Pag. 325
[20]
Bruce, F. F. "Archaeological Confirmation of the New Testament."
Revelation and the Bible. Pag. 327-328
[21]
Blaiklock, E. M. The Acts of the Apostles. Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Pub¬
lishing Company, 1959. Usado con permiso. Pag. 89
[22]
Urban C. von Wahlde, “Archaeology and John’s Gospel” (pp. 523-586), en
Jesus and Archaeology, editado por James H. Charlesworth (Eerdmans, 2006), p.
566.
[23] Michael Onfray, Atheist Manifesto
(Arcade Publishing, 2005), p. 128.
[24] El informe definitive del hallazgo
se encuentra en J. Zias y E. Sekeles, “The Crucified Man from Giv’at ha-Mitvar:
A Reappraisal”, Israel Exploration Journal 35 (1985), pp. 22-27.
[25] Journal of Hellenic Studies, xlix,
1929, p. 221
[26]
Albright, W. F. The Archaeology of Palestine. Ed. Rev. Harmondsworth,
Middlesex: Pelican Books, 1960. Pag. 141
[27] Evidencias que exige un veredicto,
pag. 75
[28] Wright, G. E. 1975, Arqueología
bíblica, Cristiandad, Madrid, p. 26.
[29]
Para un estudio más detallado sobre la arqueología bíblica consulte estas
obras: W.F. Albright, De la Edad de piedra al cristianismo, 2 vols. (ST 1960);
Id., Arqueología de Palestina (Garriga, Barcelona 1962); G. Báez Camargo,
Comentario arqueológico de la Biblia (Caribe 1979); A. Ben-Tor, Arqueología del
antiguo Israel (Cristiandad 2003); C.W. Ceram, El mundo de la arqueología
(Destino, Barcelona 1969); M. Chávez, Enfoque arqueológico del mundo de la
Biblia (Caribe 1976); H. Einsle, El misterio bíblico (Martínez Roca, Barcelona
1989); I. Finkelstein y N.A. Silberman, La Biblia desenterrada (Siglo XXI,
Madrid 2003); J.A. Foex, Exploración submarina de la Biblia (Edit. Jano,
Barcelona 1958); R. Francovich y D. Manacorda, Diccionario de arqueología
mundial (Crítica, Barcelona 2002); J. González Echegaray, Los Evangelios y la
arqueología (EVD 1992); A.J. Hoerth, Archaelogy of the Old Testament (Baker
1998); J.A. Íñiguez, Arqueología cristiana (EUNSA 2000); Id., Tratado de
arqueología cristiana (EUNSA 2002); A. Jirku, El mundo de la Biblia (Castilla,
Madrid 1967); W. Keller, Y la Biblia tenía razón (Omega, Barcelona 1956); John
C.H. Laughlin, La arqueología y la Biblia (Crítica, Madrid 2001); A. Llobregat,
Estado actual de los problemas de la arqueología palestina. Paleolítico y
calcolítico (Ed. Universidad de Valencia, 1966); A. Mazar, Archaelogy of the
Land of the Bible (Doubleday 1992); J. McRay, Archaelogy of the New Testament
(Baker 1991); J. Murphy-O´Connor, Guía arqueológica: Tierra Santa (Acento
Editorial 2000); P.R.S. Moorey, Tierras bíblicas, 2 vols. (Folio, Barcelona
1995); A. Parrot, Mundos sepultados (Garriga, Barcelona 1962); C.F. Pfeiffer,
ed, Diccionario Bíblico Arqueológico (EMH 1982); A. Rolla, La Biblia ante los
últimos descubrimientos (Rialp, 1962); J. Vardaman, La arqueología y la Palabra
viva (CBP 1977); G.E. Wright, Arqueología bíblica (Cristiandad 1975/2003); E.
Yamauchi, Las excavaciones y las Escrituras (CBP 1977). P. COUTSOUMPOS
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