Origen de los demonios | Angelologia con Feliberto Vásquez Rodríguez
Origen de los demonios
Hay varias teorías sobre
el origen de los demonios. Los cristianos deben evaluarlas todas a la luz de la
Biblia.
Espíritus de personas malvadas ya muertas. Éste era el punto de
vista de Filón, Josefo, algunos escritores cristianos de antaño y de los
antiguos griegos. Según las Escrituras, esta teoría es falsa, porque las
personas malas están en el infierno desde que murieron (Lc. 16:23).
Espíritus de una raza pre-adánica. Tal teoría tiene su
base en la “teoría de la brecha” de una creación original en Génesis 1:1, la
rebelión y caída de esa raza originalmente creada entre Génesis 1:1 y 1:2 y el
caos resultante. Génesis 1:3 describe la recreación. La creación original, la
humanidad que cayó, es ahora la que compone los demonios. El problema con esta
perspectiva es que depende de una creación de la humanidad anterior a Génesis 1
y 2, y no hay evidencia bíblica para ello.[1] Más aún, Romanos 5:12 deja
claro que fue a través de Adán, y no de alguna criatura anterior, que
comenzaron las condiciones de pecado y muerte en el cosmos.
Descendientes de ángeles y mujeres. Esta teoría se basa en
la sugerencia de que los “hijos de Dios” en Génesis 6:2 eran ángeles que
vinieron a la tierra, tuvieron relaciones con “las hijas de los hombres” y
produjeron una descendencia resultante en los nefilim (Gn. 6:4), que eran
demonios. Esta teoría presenta varios problemas. La sugerencia de que “hijos de
Dios” se refiera a los ángeles no es tan fuerte; no era una unión sexual poco
natural, pues la frase “tomaron para sí mujeres” se refiere a una relación
matrimonial, nunca a un acto de relación sexual ilícita.[2] Además, nada indica que
los nefilim fueran demonios; más bien, probablemente fueron “valientes” o
“varones de renombre”.[3]
Ángeles caídos no encarcelados. Éste es el punto de
vista preferible y la sostienen Hodge, Strong, Morgan, Gaebelein, Unger y
otros. Enseña que cuando Lucifer se rebeló contra Dios, cayó de su lugar
prominente y se llevó con él a un ejército de ángeles de menor rango. Lucifer,
ahora llamado Satanás, es el “príncipe de los demonios” (Mt. 12:24). Mateo
25:41 también se refiere a “el diablo y sus ángeles”, lo cual podría hacer
referencia a sus demonios; lo mismo sucede en Apocalipsis 12:7, donde se
menciona al “dragón y sus ángeles”.
Las Escrituras indican
que hay dos grupos de ángeles caídos. Un grupo son los demonios que están
libres y activos en el mundo. El otro son los ángeles que están atados y
encarcelados. De algunos se dice que están encarcelados en el tártaro
(traducido “infierno” en 2 P. 2:4) por causa de algún pecado enorme (hay
quienes lo relacionan con Génesis 6 y su sugerencia de que “los hijos de Dios”
eran ángeles). Judas 6 se puede referir al mismo encarcelamiento. Otro grupo de
ángeles caídos está confinado en el abismo (Lc. 8:31; Ap. 9:2). “Aparentemente
eran demasiado depravados y perniciosos como para permitírseles deambular por
la tierra”.[4]
Apocalipsis 9 indica que estos demonios serán liberados durante la tribulación
para afligir a quienes no tengan el sello de Cristo en su frente (Ap. 9:3-11).
Características de los demonios
Son seres espirituales. Se les llama espíritus;
esto es, seres sin cuerpos de carne (Mt. 8:16; Lc. 10:17, 20).
Están localizados, no son omnipresentes. Sólo pueden estar en un
lugar a la vez. Los demonios habitaban en los dos gadarenos, y cuando Jesús los
expulsa pasan a habitar en los cerdos. En cada uno de los casos estaban
localizados (Mt. 8:28-34; cp. Hch. 16:16).
Son inteligentes pero no omniscientes. Fueron conscientes de
la identidad de Jesús (Mr. 1:24), también eran conscientes de su destino final
(Mt. 8:29). Pablo se refiere a las “doctrinas de demonios” (1 Ti. 4:1), con lo
cual indica que propagaban sus enseñanzas falsas por medio de sus emisarios. No
obstante, no son omniscientes o serían como Dios: sólo Dios es omnisciente.
Son poderosos pero no omnipotentes. Como los demonios
habitaban en él, el gadareno podía romper las cadenas y los grillos; nadie
podía atarlo debido a su fuerza inusual (Mr. 5:3-4). El demonio en el niño
buscaba que el niño se suicidara cuando se arrojaba al fuego o al agua (Mr.
9:22). La posesión demoniaca impedía el habla de un hombre (Mt. 9:32) y
atormentaba a una niña (Mt. 15:22), pero aun así los demonios tienen un poder
limitado; no pueden hacer las obras de Dios (Jn. 10:21).
Actividad de los demonios
Causan enfermedades. Lucas 13:11 da
testimonio de una mujer que andaba encorvada a causa de “un espíritu de
enfermedad”; Lucas 13:16 declara además que “Satanás había atado dieciocho
años” a esta mujer en su sufrimiento. A veces hay una correlación entre la
enfermedad mental, la enfermedad física y la actividad demoniaca, sin embargo,
no siempre es posible identificar la diferencia, y cualquiera que intente un
diagnóstico debe ser cauteloso. Aflicción por parte de Satanás o los demonios
sólo puede venir si lo permite Dios (Job 1:12; 2:6, cp. 2 Co. 12:7-10).
Influencian la mente. Al principio Satanás
engañó a Eva para que pecara; lo hizo pervirtiendo la verdad y cambiando lo que
Eva pensaba sobre Dios (Gn. 3:1-5). Satanás y sus demonios continúan en esa
tarea de influenciar el pensamiento de las personas al cegar sus mentes (2 Co.
4:4). Este pasaje indica que Satanás inhibe la habilidad para pensar o razonar.[6] Aun cuando el pasaje se
refiere a los incrédulos, Satanás también puede influenciar el pensamiento de
los creyentes (2 Co. 11:3); puede desviar a los creyentes de la “sincera
fidelidad a Cristo”. Santiago 3:15 indica que la sabiduría terrenal es
demoniaca y lleva a la contención y a los celos. La solución contra la
influencia demoniaca de la mente es llevar el pensamiento cautivo a Cristo (2
Co. 10:5). Hay una exhortación similar en Filipenses 4:6-8. El creyente
guardará su mente cuando confíe todos sus asuntos a Dios en oración y medite en
las cosas que son honorables, verdaderas, justas y puras.
Engañan a las personas. Pablo temía que Satanás
pudiese incitar a pecar a la incipiente iglesia tesalónica en medio de sus
sufrimientos y persecuciones (1 Ts. 3:5). Aunque los tesalonicenses recibieron
el evangelio con alegría, su esperanza podría debilitarse por el ataque de Satanás.
Satanás, por medio de sus emisarios, también trabaja en los incrédulos; Pablo
dice que el príncipe de la potestad del aire “opera en los hijos de
desobediencia”. El contexto indica que Satanás engaña a los incrédulos para que
vivan de acuerdo a la lujuria y los deseos de la carne y la mente. Más aún,
Mateo 13:19 indica que el engaño de Satanás arrebata la Palabra cuando los
creyentes la oyen, y frustra así su entendimiento.
Engañan a las naciones. Al final los demonios
reunirán a las naciones en rebeldía contra Cristo. Los demonios engañan a las
naciones al realizar señales para incitarlas a ir a la guerra contra el Mesías
(Ap. 16:14).
Posesión demoniaca
Definición. Charles Ryrie define
así la posesión demoniaca:
Un demonio reside en una
persona, ejerce control e influencia directa sobre esa persona, con cierto
trastorno de la mente o cuerpo. La posesión demoniaca debe distinguirse de la
influencia o actividad demoniaca en relación a una persona. En la segunda el
demonio opera desde afuera; en la primera es desde dentro. Según esta
definición, un cristiano no puede estar poseído por un demonio, pues es
habitado por el Espíritu Santo. No obstante, el creyente puede ser blanco de
actividad demoniaca hasta el punto de dar la apariencia de una posesión.[7]
Hecho de la posesión
demoniaca. Hubo gran explosión de la actividad demoniaca
durante la estadía de Cristo en la tierra, como oposición a su papel mesiánico,
sin lugar a dudas. Los Evangelios abundan en relatos de personas poseídas por
los demonios (Mt. 4:24; 8:16, 28, 33; 12:22; 15:22; Mr. 1:32; 5:15-16, 18; Lc.
8:36; Jn. 10:21). Los líderes de la iglesia primitiva como Justino Mártir y
Tertuliano hacían referencia a la posesión demoniaca, al igual que El pastor de
Hermas.
Naturaleza de la posesión demoniaca.[8] La posesión demoniaca se
evidencia por un cambio en el carácter moral y la disposición espiritual. Una
voz diferente, un nivel de educación distinto o incluso una lengua extranjera
reflejarán con frecuencia el cambio en la personalidad de la persona afectada.
En Marcos 1:23-24, cuando los demonios hablaron a través del hombre, él
reconoció a Cristo de inmediato; lo cual quiere decir que tenía un conocimiento
y un intelecto sobrenaturales. Otro síntoma de la posesión demoniaca se exhibe
en el hombre gadareno, con su fuerza física sobrenatural y su habilidad para
romper grillos y cadenas (Mr. 5:3-4).
Juicio de los demonios
El poder de los demonios se conquistó a través de la
cruz.
Cristo conquistó a Satanás y sus demonios en la cruz y los exhibió
públicamente, como cuando quien sale victorioso despliega el botín de guerra
(Col. 2:15).
Cuando Cristo regrese, los demonios serán arrojados al
lago de fuego.
Los demonios están asociados con el juicio contra Satanás (Mt. 25:41; Ap. 12:9)
y por lo tanto serán arrojados al lago de fuego junto con él (Ap. 19:19-21).
[1] Tal punto de vista depende también
de una brecha de tiempo entre Génesis 1:1 y Génesis 1:2, cosa que la gramática
hebrea no respalda, véase Weston W. Fields, Unformed and Unfilled (Nutley:
Presbyterian & Reformed, 1976).
[2] C. F. Keil y F. Delitzsch, Biblical
Commentary on the Old Testament [Comentario al texto hebreo del Antiguo
Testamento], 25 vols. (Reimpresión, Grand Rapids: Eerdmans, 1968), p. 1:131.
Publicado en español por Clie.
[3] Milton C. Fisher, “Nepîlîm”, en
Theological Wordbook of the Old Testament, 2 vols. (Chicago: Moody, 1980), p.
2:587.
[4] Merrill F. Unger, Demons in the
World Today [Los demonios y el mundo moderno] (Wheaton: Tyndale, 1971), p. 16.
Publicado en español por Logoi.
[5] Este diagrama es una adaptación de
Charles C. Ryrie, A Survey of Bible Doctrine [Síntesis de la doctrina bíblica]
(Chicago: Moody, 1972), p. 97. Publicado en español por Portavoz.
[6] Fritz Rienecker, A Linguistic Key
to the Greek New Testament, ed. Cleon Rogers Jr. (Grand Rapids: Zondervan,
1980), p. 463.
[7] Charles C. Ryrie, Study-Graph:
Bible Doctrine II (Chicago: Moody, 1965).
[8] Véase Merrill F. Unger, Demons in the World Today [Los demonios y el mundo moderno], pp. 102-108.
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