Hijo de David | Evangelios análisis crítico con Feliberto Vasquez Rodriguez
La frase «Hijo de David»
(huios Dauid), cuando se utiliza como título cristológico, se refiere a
Jesús como el mesías davídico. Su origen se remonta a la promesa mesiánica que
Dios le hizo a David en el AT (2 Sm 7). Este mesianismo tiene dos aspectos:
genealógico y tipológico; esto es, Jesús el Mesías es un descendiente y un
antitipo de David. Este doble aspecto arroja una importante luz sobre nuestra
comprensión de Jesús como «Hijo de David» en los Evangelios.
1. El trasfondo de «Hijo de David»
1.1. El mesianismo davídico en el Antiguo Testamento. El concepto básico de
mesianismo davídico se ve en 1–2 Samuel. Su aspecto genealógico aparece en 2
Samuel 7:12–16, donde Dios le hace a David la promesa mesiánica de que su
descendencia establecerá su reino eterno. El aspecto tipológico del mesianismo
davídico también puede verse en los tres cánticos de Samuel (1 Sm 2:1–10; 2 Sm
22:1– 51; 23:1–7; cf. Tg. 1 Sm 2:1; 2 Sm 22:1; 23:1). Los tres cánticos, a modo
de «paréntesis hermenéutico», presentan las cuatro siguientes características
de David: rey escogido por Dios, piadoso, guerrero y justo. Estos textos
poéticos, que presentan a un David idealizado, crean una tensión con el retrato
realista del rey al final de la narración de Samuel. Sin embargo, este tipo de
tensión hace que el lector espere la venida de un rey como David más idealizado
en el futuro, en el sentido de las cuatro características antes mencionadas.
Así que vemos en 1–2 Samuel el concepto básico del mesianismo davídico, esto
es, tanto el aspecto genealógico como el tipológico.
La expectativa mesiánica
davídica continúa en los libros proféticos. En las profecías preexílicas, como
Isaías 9:6–7; 11:1–9; Oseas 3:5; Amós 9:11, el futuro rey davídico es la
esperanza del reino unido, la solución para el problema del presente reino
dividido. En las profecías del exilio y la restauración, como Isaías 55:3;
Jeremías 23:5; Ezequiel 34:23–24; 37:24–25, el futuro rey davídico también es
la esperanza del retorno de Israel de la cautividad babilónica. En las
experiencias preexílicas y posexílicas de Israel bajo reyes corruptos, no solo
se hace especial hincapié en el aspecto genealógico del mesianismo davídico,
sino también en el tipológico (e.g., «Y levantaré sobre ellas a un pastor, y
él las apacentará; a mi siervo David» [Ez 34:23]).
Por último, aparecen
referencias explícitas a David en cinco salmos: Salmos 18; 78; 89; 132; 144.
Estos cinco salmos se centran en dos incidentes históricos de la vida de David:
la elección de Dios (Sal 78:70–72; 89:20) y la alianza con David (Sal 18:50; 89:3–4,
28–37, 49–51; 132:1–5, 10–18). Por otra parte, algunas expresiones clave, como
«el rey» (Sal 18:50; 144:10), «el ungido (mesías)» (Sal 18:50; 89:51; 132:10,
17) y «el siervo de Dios» (Sal 78:70; 89:3, 20; 132:10; 144:10), aparecen en
estos cinco salmos. El libro de los Salmos comparte la tradición mesiánica
davídica que se observa en Samuel y los libros proféticos.
1.2. El mesianismo davídico en el judaísmo temprano. Los escritos judíos
tempranos muestran diversos puntos de vista sobre el mesianismo davídico;
algunos de ellos no tienen interés en un concepto mesiánico, aun cuando se
menciona la alianza davídica. Sin embargo, debe hacerse hincapié en que la
tradición mesiánica davídica aparece atestiguada en los escritos judíos
tempranos, tales como Salmos de Salomón, los manuscritos del mar Muerto y los
Targúmenes. Curiosamente, en ellos puede apreciarse tanto el aspecto
genealógico como el tipológico del mesianismo davídico.
Salmos de Salomón (que
data de mediados del siglo I a. C.) resulta particularmente importante; da fe
del único caso en los escritos judíos precristianos en los que se utiliza el
epíteto «Hijo de David» en un sentido mesiánico: «Míralo, Señor, y
suscítales un rey, un hijo de David, en el momento que tú elijas, oh Dios, para
que reine en Israel tu siervo» (SalSl 17:21). El autor le pide a Dios que
destruya a los gobernantes asmoneos judíos a través del mesías davídico. Dado
que no pertenecen a la dinastía davídica, el autor hace hincapié en la relación
genealógica entre David y el Mesías (SalSl 17:4, 21). El autor también es
anti-Roma; su descripción del mesías davídico que destruye a los gentiles está
basada en la tradición bíblica reflejada en Samuel (los tres cánticos) y los
libros proféticos (Is 11; Jr 23; Ez 34; 37). Así pues, en medio de la situación
corrupta de Israel, el autor espera al mesías como David ideal.
El mesianismo davídico
que puede verse en los escritos de Qumrán es similar al de Salmos de Salomón
17: el mesías davídico desciende de David (4Q174 1 I, 7–13; cf. 2 Sm 7:11–14) y
dirige la guerra escatológica contra el enemigo de Israel, esto es, los
gobernadores judíos o Roma (4Q161 8–10 III, 11–25; cf. Is 11:1–5). El
mesianismo davídico se puede ver también en los manuscritos del mar Muerto,
donde los acontecimientos históricos de la vida de David tipológicamente se
convierten en el futuro paradigma escatológico para Israel: su nacimiento
(4Q522 9 II, 3); su unción por Samuel (11Q5 XXVII, 2–10); su fundación para la
ciudad santa y preparación del edificio del templo (4Q522 9 II, 4–6); su
traslado del arca a Jerusalén (4Q457b II, 2); y su alianza con Dios (4Q504 1–2
IV, 5–8).
Por último, al mesías
davídico se le describe en los Targumim, especialmente en el Targum Jonatán de
los Profetas Posteriores. Genealógicamente es un descendiente de David (Tg. Jr
23:5; 30:9; 33:15; Os 3:5) e Isaí (Tg. Is 11:1; 14:29). Tipológicamente posee
el Espíritu (Tg. Is 11:2), observa la Torá (Tg. Is 9:6), juzga como un
gobernante justo (Tg. Is 11:3–5; 16:5; Jr 23:5; 33:16), destruye a los impíos
(Tg. Is 11:4; 14:29), reunifica el reino (Tg. Is 11:11–12; Jr 23:3), trae paz
(Tg. Is 9:6; 11:6; Jr 23:6; 33:16) y gobierna sobre todas las naciones (Tg. Is
11:10). Así pues, el Targum Jonatán de los Profetas Posteriores concibe a David
como el paradigma del futuro mesías.
2. Jesús como «Hijo de David» y el mesianismo davídico
Al repasar la figura de
Jesús en los Evangelios a la luz de las tradiciones mesiánicas davídicas,
necesitamos destacar tanto el aspecto tipológico como el genealógico. Cuando
Jesús el Mesías es llamado «Hijo de David», uno puede asumir ambos aspectos en
el título. Pero incluso cuando no aparece la frase «Hijo de David», se pueden
encontrar alusiones davídicas que tienen significación mesiánica, sobre todo en
el sentido tipológico.
2.1. Marcos. En Marcos la frase
«Hijo de David» solamente aparece en dos relatos (Mc 10:46–52; 12:35–37). Sin
embargo, parece que Marcos presenta a Jesús como el mesías davídico a lo largo
de su narración.
En la primera sección de
Marcos (Mc 1:16–8:21) se describe a Jesús como aquel que libera a las personas
de la esclavitud de Satanás (cf. Mc 3:20–30). Si bien en esta sección se hace
hincapié en la autoridad de Jesús, su autoidentificación con David (cf. 1 Sm
21:1–9, David como una autoridad legal [cf. t. Kil. 5:6]) en Marcos 2:23–28 es
una evidencia que demuestra su autoridad. Jesús es «más que David»; también es
«Señor».
En la segunda sección de
Marcos (Mc 8:22–10:52) Jesús guía a los ciegos metafóricos, que no entienden el
verdadero discipulado, en el camino a Jerusalén. Curiosamente, esta sección se
encuentra en medio de dos relatos de curación de un ciego (Mc 8:22–26; 10:46–
52), y en el último relato, que dice que Jesús está a punto de llegar a
Jerusalén (Mc 10:46), Jesús es llamado «Hijo de David» (Mc 10:47– 48) por
primera vez en Marcos.
En la última sección de
Marcos (Mc 11:1–16:8) Jesús llega a Jerusalén como rey davídico y lleva a cabo
el esperado nuevo éxodo predicho en Isaías a través de su sufrimiento.[1] Resulta significativo que,
tras entrar en Jerusalén, las alusiones davídicas de Jesús se observan
principalmente con referencia a tres Salmos davídicos. (1) El Salmo 118 se
cumple con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén como rey davídico (Sal
118:25–26 en Mc 11:9–10) y con su sufrimiento (Sal 118:22–23 en Mc 12:10–11).
(2) Al citar el Salmo 110:1, Jesús plantea la pregunta cristológica en el
templo: «David mismo le llama Señor; ¿cómo, pues, es su hijo?» (Mc 12:36– 37).
Jesús afirma que el Mesías es tanto «Hijo de David» (en su sentido genealógico
davídico) como el «Señor» de David. Aquí reaparece el tema «Jesús como más que
David» de Marcos 2:23–28. En el relato anterior Jesús ya es identificado con el
«Hijo del Hombre» autoritativo (e. g., Mc 2:10, 28; cf. Mc 14:62) y con «el
Hijo de Dios» (e. g., Mc 1:1, 11; 9:7; cf. Mc 15:39), pero su identidad
mesiánica, siendo a la vez «Hijo de David» y «Señor», culmina en este episodio
de Marcos 12:36–37. (3) El Salmo 22, que incluye la imagen de un justo
sufriente davídico, se emplea en la descripción del sufrimiento de Jesús (Sal
22:18 en Mc 15:24; Sal 22:7 en Mc 15:29; Sal 22:1 en Mc 15:34). Todo el
contexto del Salmo 22, sin embargo, se refleja probablemente en la descripción
que hace Marcos del relato de la pasión de Jesús (Mc 15).[2]
Por lo tanto, en lo que
se refiere al aspecto tipológico del mesianismo davídico, puede decirse que a
pesar de la infrecuente aparición de la frase «Hijo de David», Marcos presenta
a Jesús como el mesías davídico a lo largo de su narración. Aun así, es cierto
que «Hijo de David» en Marcos, que aparece en torno a la entrada de Jesús en
Jerusalén, tiene un papel importante como indicación de la identidad de Jesús
como el mesías davídico.
2.2. Lucas. El uso que hace Lucas
de la frase «Hijo de David» es similar al de Marcos. En Lucas «Hijo de David»
aparece, exceptuando la genealogía (Lc 3:31), tan solo en dos relatos paralelos
con Marcos: Lucas 18:35–43; 20:41–44. Sin embargo, como sucede en Marcos, puede
decirse que Lucas también presenta a Jesús como el mesías davídico en toda su
narración, que en el caso de Lucas incluye dos volúmenes.
En los relatos lucanos
del nacimiento (Lc 1–2) el motivo mesiánico davídico es prominente. Se pone el
acento en el linaje davídico de Jesús (Lc 1:27; 2:4), ya que él cumple la promesa
mesiánica hecha por Dios a David en el AT. Nacido en Belén, la «ciudad de
David» (Lc 2:4, 11), Jesús es el que establece su reino eterno (Lc 1:32–33,
69). Así, al comienzo de la narración de Lucas se enfatiza el aspecto
genealógico davídico de Jesús.
Al inicio del cuerpo
principal del relato de Lucas (Lc 3–24) Jesús es ungido con el Espíritu (Lc
3:21–22), al igual que en Marcos; sin embargo, en Lucas sí encontramos la frase
«Hijo de David» poco después, en la genealogía (Lc 3:31). Por lo demás, como en
Marcos, Jesús se identifica con David (cf. 1 Sm 21:1–9) mientras se acusa a los
discípulos de Jesús de violar el sábado (Lc 6:1–5). Sin embargo, la descripción
que hace Lucas de Jesús reuniendo a muchas personas atormentadas en torno a él
y a los Doce (Lc 6:17–19) parece recordar la misma escena de David en 1 Samuel
22:1–2.
En la sección central de
Lucas (Lc 9:51–19:27) la frase «Hijo de David» aparece antes de la llegada de
Jesús a Jerusalén (Lc 18:35– 43). Igual que en Marcos, un ciego llama a Jesús
«Hijo de David». En realidad, en la sección central de Lucas (Lc 9–19) se
describe a Jesús en términos mosaicos (especialmente Lc 9–13), no davídicos.
Sin embargo, con el episodio de Jesús sanando a un ciego en Lucas 18:35–43,
Lucas comienza a dibujar la imagen davídica de Jesús. Además, la alusión de
Jesús a la imagen del pastor davídico en Lucas 19:10 (cf. Ez 34:16) y la imagen
real en la parábola de las minas (Lc 19:11–27) ayudan al lector a comprender la
presentación que hace Lucas de Jesús como el mesías davídico.
En la sección final de
Lucas (Lc 19:28–24:53) se presenta a Jesús con alusiones a salmos davídicos,
como en Marcos. Se utiliza el Salmo 118 en la descripción lucana de la entrada
triunfal de Jesús en Jerusalén como rey davídico (Sal 118:26 en Lc 19:38) y de
su sufrimiento (Sal 118:22 in Lc 20:17). Al emplear el Salmo 110:1, el Jesús de
Lucas también plantea la pregunta cristológica (Lc 20:41– 44). Jesús afirma que
el Mesías es tanto el «Hijo de David» como el «Señor» de David. Por último, el
Salmo 31 muestra la esperanza de Jesús en Dios en medio de su sufrimiento como
paralela a la de David (Sal 31:5 en Lc 23:46).
Así pues, en cuanto al
empleo de la frase «Hijo de David» y el concepto de mesianismo davídico en
Lucas, podemos sacar la misma conclusión que en el caso de Marcos: Lucas
presenta a Jesús como mesías davídico a lo largo de su narración, y la frase
«Hijo de David», que aparece en torno a la entrada de Jesús en Jerusalén,
funciona especialmente para significar su estatus. Sin embargo, el motivo
mesiánico davídico parece ser más evidente que en Marcos.
2.3. Mateo. Al igual que en Marcos
y Lucas, Mateo presenta a Jesús como el mesías davídico en toda su narración.
Significativamente, Mateo emplea la frase «Hijo de David» más frecuentemente
que Marcos y Lucas. Además de todas las referencias a la frase en los Evangelios
sinópticos, esta también aparece en la genealogía de Jesús, en su nacimiento y
en los relatos mateanos de sanidades.
2.3.1.
La genealogía y el relato del nacimiento.
Desde el mismo comienzo de Mateo Jesús es presentado como «Hijo de David»:
«Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham» (Mt
1:1). En la genealogía, el nombre «David» se menciona con frecuencia (Mt 1:1, 6
[2x], 17 [2x]), y parece que la manera que tiene Mateo de describir la
genealogía está basada en la persona de David, puesto que la genealogía está
compuesta por tres series de catorce generaciones (Mt 1:17). El valor numérico
de la suma de las consonantes hebreas (d + w + d) del nombre David es catorce
(4 + 6 + 4). Por otra parte, las tres series de generaciones se pueden
describir de la siguiente forma: (1) los días del surgimiento del reino
davídico; (2) los días de la pérdida del reino davídico con el exilio
babilónico; (3) los días de la restauración del reino davídico del exilio
babilónico. Luego, José, el padre terrenal de Jesús, es llamado «Hijo de David»
(Mt 1:20). Esta imagen de Jesús con el motivo davídico no es ajena a la cita
veterotestamentaria de Miqueas 5:2 en Mateo 2:6. Curiosamente, la cita incluye
las palabras de 2 Samuel 5:2 («Porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a
mi pueblo Israel»). Por tanto, desde el principio de Mateo, Jesús es presentado
con la imagen del pastoreo mesiánico davídico.[3] El motivo de la
restauración del reino davídico a través de Jesús en Mateo parece
corresponderse con el motivo del nuevo éxodo con Jesús en Marcos y Lucas.[4]
2.3.2.
El Hijo de David terapéutico. La representación de
Jesús con la imagen del pastor davídico guarda relación con la presentación
mateana de Jesús como el Hijo de David terapéutico en el cuerpo principal de
este Evangelio (Mt 9:27–31; 12:22–23; 15:21–28; 20:29– 34). Los estudiosos han
explicado el énfasis de Mateo en el Hijo de David terapéutico de diversas
maneras, pero básicamente acuden a la temprana tradición de Salomón como
exorcista (e.g., TestSal 20:1; Josefo, Ant. 8.45).[5] Sin embargo, los elementos
fundamentales de la temprana tradición de Salomón como exorcista no pueden
apreciarse en la representación que hace Mateo de Jesús como el Hijo de David
terapéutico. Una explicación alternativa para el Hijo de David terapéutico de
Mateo es que procede de la tradición mesiánica davídica del AT. Una base
bíblica viene del libro de Isaías: Mateo declara que la actividad sanadora de
Jesús es el cumplimiento del AT, y para ello utiliza Isaías de manera explícita
(Is 53:4 en Mt 8:16–17; Is 42:1–4 en Mt 12:15– 21) e implícita (e.g., Is
35:5–6; 61:1 en Mt 11:5).[6] En la representación
mateana del «Hijo de David» terapéutico la tradición mesiánica davídica en
Isaías va unida a la tradición del pastor davídico en Ezequiel 34: «Yo buscaré
la perdida, y haré volver al redil la descarriada, vendaré la perniquebrada, y
fortaleceré la débil» (Ez 34:16 [cf. SalSl 17:38–40; 4Q521 2 II, 1–14]).
2.3.2.1.
Mateo 9:27–31. La curación de los dos ciegos aparece en
el contexto de la llegada de la nueva era (e.g., los odres para el vino nuevo
[Mt 9:17]; la resurrección de la niña muerta [Mt 9:18–26]). Luego, Mateo 9:36
revela que la curación recuerda a Ezequiel 34:1– 16; de hecho, todo el contexto
de Mateo 9 está relacionado con la búsqueda de los perdidos por Jesús. Así que
Jesús, como «Hijo de David», cumple la promesa mesiánica davídica del AT.
2.3.2.2.
Mateo 12:22–23. Tras identificarse a sí mismo con David
(Mt 12:1–8; cf. Mc 2:23–28; Lc 6:1–5), Jesús sana a un endemoniado ciego y
mudo, afirmando que era «para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías»
(Mt 12:17 [cf. Is 42:1–4]). La multitud grita: «¿Será este aquel Hijo de
David?» La tradición mesiánica davídica de Isaías se combina con la tradición
del pastor davídico de Ezequiel. Esto se puede ver en que la imagen del
pastoreo aparece en referencia a la relación entre las ovejas y el pastor (Mt
12:11–12); en que muchas personas siguen a Jesús, el pastor davídico (Mt
12:15); y en que Jesús reúne al pueblo disperso como el pastor mesiánico
davídico que se esperaba (Mt 12:30; cf. Ez 34:12–13).
2.3.2.3.
Mateo 15:21–28. Jesús sana a la hija de la mujer
cananea; Mateo hace hincapié en la curación de Jesús, no en el exorcismo de los
demonios (cf. Mc 7:24–30). Aquí Jesús, el pastor mesiánico de las ovejas
perdidas de la casa de Israel (Mt 15:24; cf. Mt 10:6), también sana a aquellos
que están fuera de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Sin embargo, esta
es la imagen de «aquel» mesías davídico escatológico que pastorea tanto a
Israel como a las naciones (cf. Mt 12:21; 25:31–46; Ez 34:23; 37:24; Miq
5:3–4).
2.3.2.4.
Mateo 20:29–34. Antes de su llegada a Jerusalén Jesús es
llamado «Hijo de David» por dos ciegos. Mateo destaca que Jesús tuvo compasión
(Mt 20:34) más de lo que lo hace Marcos (cf. Mc 10:46– 52), y esto recuerda a
la imagen de Jesús pastoreando en Mateo 9:36 (cf. Mt 14:14; 15:32).
Posteriormente, los hombres que han sido sanados se unen a la gran multitud que
sigue a Jesús (Mt 20:29, 34; cf. Mt 12:15; 14:13–14; 19:2). Así pues, antes de
la entrada en Jerusalén, Jesús ya está activo como «Hijo de David» en Mateo.
2.3.3.
La entrada de Jesús en Jerusalén y el relato de la pasión.
Después de que Jesús haya entrado en Jerusalén (Mt 21), el retrato mateano de
Jesús con alusiones davídicas es similar a Marcos en cuanto al uso de tres
salmos davídicos: Salmos 22; 110; 118 (Sal 118:26 en Mt 21:9; Sal 118:22 en Mt
21:42; Sal 110:1 en Mt 22:41– 45; Sal 22 en Mt 27:33–56). Sin embargo, cuando
Jesús entra en Jerusalén triunfante en Mateo, a diferencia de Marcos y Lucas,
Mateo usa la frase «Hijo de David» dos veces; las multitudes gritan:
«¡Hosanna al Hijo de David!» (Mt 21:9), y los niños gritan en el templo: «¡Hosanna
al Hijo de David!» (Mt 21:15). Curiosamente, a diferencia del relato
paralelo de Marcos, el Jesús de Mateo sana a los marginados y los perdidos en
el templo que ha purificado (Mt 21:12–14; cf. Ez 34:4). Seguidamente, Jesús
plantea la pregunta cristológica (Mt 22:41–45); se trata de la última aparición
de la frase «Hijo de David» en Mateo. Lo que Jesús quiere decir es lo mismo que
en Marcos (y Lucas): el Mesías no solo es el «Hijo de David» sino también su
«Señor». Sin embargo, la imagen terapéutica de Jesús en los relatos de
sanidades descritos anteriormente ofrecen una pista para el lector en términos
del contexto de Ezequiel 34. Y es que la relación singular entre el pastor
davídico y el Señor en Ezequiel 34:15, 23 es análoga a la relación entre David
y el Señor en Mateo 22:41–45. La tradición del pastor davídico aparece más
tarde, en la parte final de Mateo. Por ejemplo, Jesús como aquel que separa «a
las personas unas de otras como un pastor separa a las ovejas de las cabras» en
Mateo 25:31–46 recuerda al pastor davídico escatológico de Ezequiel 34:17–22.
Además, todo el contexto de Zacarías 9–14 se puede reflejar en el relato de la
pasión de Mateo (e.g., Zac 9:9 en Mt 21:4–5; Zac 11:12 en Mt 26:15; Zac 11:13
en Mt 27:3–10). En particular, en Mateo 26:31, cuando Jesús está a punto de
sufrir la pasión, se le describe con la cita explícita de Zacarías 13:7.
2.3.4.
Resumen de Mateo. Como ya se ha dicho anteriormente,
entre los Evangelios sinópticos, el uso que hace Mateo de la frase «Hijo de
David» destaca. «Hijo de David» en Mateo apunta a la filiación davídica de
Jesús y significa su relación singular con el Señor. Resulta especialmente
interesante que «Hijo de David» en Mateo presenta a Jesús como el mesías
davídico, especialmente el pastor como David escatológico. Por lo tanto, el uso
frecuente por parte de Mateo de la frase «Hijo de David» para referirse a Jesús
está interrelacionado con el motivo teológico singular del evangelista de
presentar a Jesús con la tradición del pastor davídico del AT, tal como se
encuentra en Ezequiel 34.
2.4. Juan. En el Evangelio de Juan la frase «Hijo
de David» no aparece, y esto ha llevado a algunos eruditos a afirmar que en
Juan no hay ideología davídica (véase Anderson, 229; cf. Daly-Denton). En Juan
7:42 se da fe del linaje davídico del Mesías, aunque aquí se plantea como un
problema, ya que la multitud percibe que Jesús es de Galilea y no de Belén. A
pesar de este hecho, si tenemos en cuenta la tipología del mesianismo davídico,
se puede decir que en Juan también se presenta a Jesús como el mesías davídico
esperado.
Las citas explícitas del
AT en Juan (14x) son infrecuentes en comparación con las de los demás
Evangelios, pero aun así la mitad de las citas en Juan (7x) proceden de los
Salmos. Las referencias explícitas a los Salmos están repartidas por las dos
partes del Evangelio de Juan. En la primera parte (Jn 1–12) se utilizan el
Salmo 69:9 (Jn 2:17), Salmo 78:24 (Jn 6:31), Salmo 82:6 (Jn 10:34) y Salmo
118:26 (Jn 12:13). En la segunda parte (Jn 13–21) se emplean el Salmo 41:9 (Jn
13:18), Salmo 35:19/69:4 (Jn 15:25) y Salmo 22:18 (Jn 19:24). Estos salmos
describen los sufrimientos de Jesús, tales como su persecución, traición y cruz.
Así, en el relato de Juan el libro de los Salmos parece funcionar
significativamente para relacionar a Jesús con la imagen del rey davídico.
Podría argumentarse que
Juan también describe a Jesús como aquel que cumple la tradición mesiánica
davídica del AT, ya que aparecen dos citas explícitas de Zacarías que mencionan
una figura real/la dinastía davídica al final de las dos partes de Juan,
respectivamente (Zac 9:9 en Jn 12:15; Zac 12:10 en Jn 19:37). Y la
correspondencia davídica en Juan 10:16 («También tengo otras ovejas que no son
de este redil… y habrá un rebaño, y un pastor» [cf. Jn 11:52]) también es
importante. Su descripción de Jesús evoca la imagen del rey davídico ideal en
Isaías 56:8; Ezequiel 34:23; 37:24.
Por lo tanto, parece que Juan presenta a Jesús como el rey davídico con la imaginería de los salmos a lo largo de su Evangelio, y especialmente en Juan 10 Jesús es presentado con la imagen del pastoreo. A primera vista, el Evangelio de Juan parece distinto de los Evangelios sinópticos en muchos sentidos, y especialmente Juan nunca llama a Jesús «Hijo de David». Sin embargo, un elemento de la presentación básica que hace Juan de Jesús probablemente sea la tradición mesiánica davídica común, como en los casos de los Evangelios sinópticos. Jesús también cumple las expectativas mesiánicas davídicas en Juan.[7]
[1] R. E. Watts, «Mark», en Commentary
on the New Testament Use of the Old Testament, ed. G. K. Beale y D. A. Carson
(Grand Rapids: Baker Academic, 2007) 111–249.
[2] F. J. Matera, The Kingship of
Jesus: Composition and Theology in Mark 15 (SBLDS 66; Chico, CA: Scholars
Press, 1982); S. P. Ahearne-Kroll, The Psalms of Lament in Mark’s Passion:
Jesus’ Davidic Suffering (SNTSMS 142; Cambridge: Cambridge University Press,
2007)
[3] Y. S. Chae, Jesus as the
Eschatological Davidic Shepherd: Studies in the Old Testament, Second Temple
Judaism, and in the Gospel of Matthew (WUNT 2/216; Tubinga: Mohr Siebeck,
2006);
[4]
R.
E. Watts, Isaiah’s New Exodus in Mark (WUNT 2/88; Tubinga: Mohr Siebeck, 1997);
D. W. Pao, Acts and the Isaianic New Exodus (WUNT 2/130; Tubinga: Mohr Siebeck,
2000)
[5]
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[6]
Véase L. Novakovic, «Jesus as
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[7] BIBLIOGRAFÍA. Para ampliar el estudio: P. N. Anderson, The Christology of the Fourth Gospel: Its Unity and Disunity in the Light of John 6 (WUNT 2/78; Tubinga: Mohr Siebeck, 1996); W. Baxter, «Healing and the “Son of David”: Matthew’s Warrant», NovT 48 (2006) 36–50;; M. Daly-Denton, David in the Fourth Gospel: The Johannine Reception of the Psalms (AGJU 47; Leiden: E. J. Brill, 2000); P. Doble, «The Psalms in Luke-Acts», en The Psalms in the New Testament, ed. S. Moyise y M. J. J. Menken (NTSI; Londres: T & T Clark International, 2004) 83–117; D. C. Duling, «Solomon, Exorcism, and the Son of David», HTR 68 (1975) 235–52; ídem, «The Therapeutic Son of David: An Element in Matthew’s Christological Apologetic», NTS 24 (1978) 392–410; J. D. Kingsbury, «The Title “Son of David’ in Matthew’s Gospel», JBL 95 (1976) 591–602; A. J. Köstenberger, «John», en Commentary on the New Testament Use of the Old Testament, ed. G. K. Beale y D. A. Carson (Grand Rapids: Baker Academic, 2007) 415–512; E. Lohse, «υἱὸς ∆αυίδ», TDNT 8:478–88; O. Michel, «υἱὸς ∆αυίδ», NIDNTT 3:648–53; Y. Miura, David in Luke-Acts: His Portrayal in the Light of Early Judaism (WUNT 2/232; Tubinga: Mohr Siebeck, 2007);; L. Novakovic, Messiah, the Healer of the Sick: A Study of Jesus as the Son of David in the Gospel of Matthew (WUNT 2/170; Tubinga: Mohr Siebeck, 2003); K. E. Pomykala, The Davidic Dynasty Tradition in Early Judaism: Its History and Significance for Messianism (SBLEJL 7; Atlanta: Scholars Press, 1995); C. J. Rogers Jr., «The Davidic Covenant in the Gospels», BSac 150 (1993) 458–78; P. E. Satterthwaite, «David in the Books of Samuel: A Messianic Expectation?» en The Lord’s Anointed: Interpretation of Old Testament Messianic Texts, ed. P. E. Satterthwaite, R. S. Hess y G. J. Wenham (Grand Rapids: Baker, 1995) 41–65; M. L. Strauss, The Davidic Messiah in Luke-Acts: The Promise and Its Fulfillment in Lukan Christology (JSNTSup 110; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1995); ídem, «David», NDBT 435–43;
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