El término Evangelio ¿Que significa? | Evangelios: analisis critico con Feliberto Vasquez

En los Evangelios sinópticos el «evangelio» (euangelion) se refiere principalmente a la proclamación de «buenas noticias» que tienen que ver con la llegada del reino de Dios, sobre todo en relación con la misión e identidad de Jesús como Mesías. Dentro de este amplio uso, el referente específico de esta buena noticia puede cambiar de un pasaje a otro, y el énfasis puede cambiar de un Evangelio a otro. La palabra no aparece en el Evangelio de Juan.

Antecedentes grecorromanos

La inscripción de Priene (Asia Menor) del siglo I a. C. ofrece un punto de partida pertinente para el uso de la palabra evangelio en el mundo grecorromano de la época de Cristo. En esta inscripción el emperador Augusto es aclamado como un «salvador» por haber puesto fin a las guerras y traído la paz al imperio (OGIS 458). Por todas las grandes cosas que trajo su gobierno, su nacimiento es proclamado no solo como el nacimiento de un dios, sino también como el comienzo de «buenas noticias» (euangelia [pl.]) para el mundo. La paz que él trajo eran «buenas noticias» (euangelia) que iban incluso más allá de las esperanzas de aquellos que estaban esperando grandes cosas de él.

La palabra euangelion también se utilizaba habitualmente en el contexto de un mensajero que traía noticias de una victoria. Se ganaba una batalla y se mandaba un mensajero para que diera la noticia a su pueblo o rey. El euangelion en este contexto es, pues, el anuncio de buenas noticias en relación con la batalla. Estos breves ejemplos permiten alcanzar una buena percepción del uso básico de la palabra en el mundo grecorromano. Un euangelion eran buenas noticias de cierta importancia, por lo general en el contexto del anuncio o su posterior celebración.

Antecedentes veterotestamentarios

El sustantivo euangelion aparece tan solo tres veces en la LXX, todas ellas en 2 Samuel y en plural (como en la inscripción de Priene). En el primero caso David habla con sarcasmo e ironía de la «buena noticia» que le han traído sobre la muerte del rey Saúl (2 Sm 4:10). Los otros dos casos son similares, y tienen que ver con la «buena noticia» traída por un mensajero sobre la victoria obtenida en la batalla, en esta ocasión sobre el hijo de David, Absalón (2 Sm 18:22, 25). Al igual que en la literatura griega general, euangelia (pl. de euangelion) se refiere a las buenas noticias del tipo que podría traerle un mensajero al rey en relación con un asunto de gran importancia, como puede ser el resultado de una batalla. El sustantivo euangelia parece funcionar como sinónimo tanto en 2 Samuel 18:20, 22, 27 como también en 2 Reyes 7:9.

El verbo afín euangelizō/euangelizomai («anunciar buenas nuevas») es más frecuente, ya que aparece unas veinte veces en la LXX. Todas estas referencias tienen relación asimismo con el anuncio de una buena noticia, a menudo traída por un mensajero. Muchos se refieren al anuncio de la victoria en la batalla (e.g., 1 Sm 31:9; Sal 68:11 [LXX 67:12]). La «buena noticia» proclamada en Nahum 1:15 (LXX 2:1) es la destrucción de Nínive por los babilonios. Aunque Judá no participó en la batalla, sí celebró la llegada de buenas noticias desde más allá de las montañas de que las personas que habían destruido el reino del norte habían sido ahora derrotados a su vez.

El verbo también se utiliza en relación con otros tipos de buenas noticias. Jeremías 20:15 lo usa en referencia al anuncio del nacimiento de un hijo; 1 Reyes 1:42 lo emplea para el anuncio de que un nuevo rey había ascendido al trono. Estos casos confirman que un euangelion es una buena noticia de carácter excepcional, a menudo anunciada por una especie de mensajero, y, frecuentemente, a gran escala.

Sin embargo, los ejemplos más importantes de euangelizomai en lo que respecta a la NT son, con diferencia, los que aparecen en los últimos capítulos de Isaías. Estos por lo general tienen que ver con el regreso de los judíos de Babilonia a finales del siglo VI a. C. y la restauración de Israel. Son pasajes que citan tanto los Evangelios como el resto del NT, y que, de hecho, es probable que se remonten a los ministerios históricos tanto de Jesús como de Juan el Bautista.

Isaías 40:9 se refería originalmente al anuncio de la buena noticia del regreso de Israel del cautiverio en Babilonia. Esta no es una buena noticia de victoria, pero sí de liberación de la cautividad y la opresión, un sentido que euangelizomai tiene en varios lugares (por ejemplo, Sal 96:2 [LXX 95:2]). Isaías 60:6 predice el ascenso y regreso de Israel a una gloria que hará que las naciones lo admiren. Isaías 61:1 habla de buenas noticias para los pobres y desposeídos de Israel cuando se reconstruyan las antiguas ruinas de sus ciudades (Is 61:4).

El caso más importante es, sin duda, Isaías 52:7, con su imagen de un mensajero que viene a través de las montañas con una buena noticia (como en Nah 1:15). La buena noticia es que Yahvé reina, un reinado reflejado en el anuncio de paz y felicidad para Israel, que ya no es esclavo en Babilonia. El comienzo del reinado de Dios, por así decirlo, es como el comienzo del reinado de un buen rey que promete paz y felicidad en lo sucesivo. Implica no solo el regreso y la restauración de Israel, sino también su gloria y prosperidad venideras.

Marcos

La palabra euangelion aparece siete veces en Marcos, sin incluir su presencia en el final largo (Mc 16:15, que la mayoría coincide en que se añadió más tarde). Lo más significativo es que aparece dos veces en el anuncio programático de Marcos 1:14–15. Así, el mensaje fundamental de Jesús es recordado como el anuncio de la buena noticia de la llegada del reino. Como mínimo es inconfundible un eco de Isaías 52:7, sobre todo teniendo en cuenta que Marcos 1:3 ya ha citado Isaías 40:3 en el contexto de la introducción de Jesús como Mesías (Mc 1:1) y la predicación de Juan el Bautista (Mc 1:4–8). La misión de Jesús en Marcos se centra, pues, en anunciar la buena nueva de la llegada y el restablecimiento del reino de Dios en la tierra.

El Evangelio de Marcos sitúa este lenguaje en un contexto apocalíptico. «El tiempo se ha cumplido» y el comienzo del reinado de Dios está ahora cerca (Mc 1:15). En previsión, Juan lidera un movimiento de arrepentimiento y purificación de los pecados para «preparar el camino» del Mesías (Mc 1:4–8). Este reino de Dios, cuyo contenido principal de la buena noticia, llegará al poder incluso antes de que algunos de los seguidores de Jesús hayan muerto (Mc 9:1). Primero, sin embargo, el anuncio de la llegada del reino debe llegar a todas las naciones (Mc 13:10), a lo que seguirá la crisis escatológica.

Por tanto, el euangelion en este contexto es el anuncio de la buena noticia de la (re)inauguración del reino de Dios en la tierra, con Juan y Jesús como sus heraldos. Sin embargo, según la concepción que tiene Marcos de la buena noticia, la función de Jesús no es solo la de heraldo de la buena nueva, sino también parte de esa buena noticia. Tanto Marcos 8:35 como Marcos 10:29 vinculan estrechamente las aflicciones por el Evangelio con el sufrimiento de Jesús. La acción de la mujer que unge a Jesús dos días antes de la Pascua será contada junto con la proclamación del evangelio por todo el mundo (Mc 14:9). Este hecho implica que la historia de Jesús y su muerte es una parte íntima de la buena noticia.

En consecuencia, debemos entender que Marcos 1:1 incluye la identidad mesiánica de Jesús como un elemento central de la buena noticia. «El principio del evangelio» en Marcos 1:1 es probable que no se refiera al género de Marcos (ya que la palabra no se usaba de esa manera en ese momento), sino más bien a las buenas nuevas acerca de Jesucristo como rey. Por tanto, la buena noticia de Jesús el Mesías comienza en Marcos con la historia de Juan el Bautista, algunos incluso sugerirían que con Isaías.[1] Aunque no está claro si el título real «Hijo de Dios» formaba parte de Marcos 1:1 en un principio, la frase capta muy bien el sentido de que la buena noticia incluía el anuncio del reinado de Jesús como rey mesiánico, que es, de hecho, la connotación dominante de «evangelio» en Romanos 1:2.

Mateo

El Evangelio de Mateo no utiliza la palabra euangelion con tanta frecuencia como Marcos, pero emplea el término en más de una ubicación estratégica. Mateo 4:23 es un resumen de las actividades de Jesús en Galilea, al comienzo de lo que algunos toman como la parte central de Mateo (Mt 4:17–16:20). Así que se supone que debemos considerar el anuncio por parte de Jesús de la buena noticia del reino de los cielos como una característica central de su misión, junto con la enseñanza y las sanidades. Con una redacción casi idéntica, Mateo 9:35 resume de nuevo las actividades de Jesús al principio de una sección centrada en la misión Jesús en Galilea y la comisión de sus discípulos para que hagan lo mismo (Mt 9:35–11:1). Por tanto, está claro que Mateo pretende que su audiencia vea las buenas nuevas del reino como un elemento central de la proclamación de Jesús.

Mateo, en contraste con Marcos, habla del «evangelio del reino de los cielos» en lugar de «el evangelio de Dios» o el «evangelio de Jesucristo». El significado, sin embargo, es generalmente el mismo. Mateo 7:22 deja claro que la entrada en el «reino de los cielos» para Mateo todavía ha de tener lugar, aunque pronto (por ejemplo, Mt 4:17). El reino venidero consiste en que se haga la voluntad de Dios en la tierra como ya ocurre en el cielo (e.g., Mt 6:10). El evangelio del reino en Mateo debe por tanto referirse al anuncio de la venida del reino de Dios a la tierra, al que se entrará de manera decisiva en el momento del retorno de Cristo (por ejemplo, Mt 26:29), aunque en otro sentido ya está aquí y está creciendo (e.g., Mt 13:31–33). Al igual que en Marcos, la proclamación de esta buena noticia de la llegada de este reino venidero de Dios a la tierra se extenderá por todo el mundo antes de que llegue el final (Mt 24:14).

La buena noticia en Mateo se centra, por consiguiente, en la venida del reino de Dios a la tierra, como en Marcos. Jesús habla de su regreso a la tierra para beber del fruto de la vid nuevamente con sus discípulos en el «reino del Padre» (Mt 26:29). Mateo también conserva la conexión implícita de Marcos entre la muerte de Jesús y la buena nueva. La unción de Jesús antes de su muerte es parte de «este evangelio» que será proclamado en todo el mundo (Mt 26:13; cf. Mc 14:9). La adición de Mateo de la palabra «este» a evangelio acentúa el hecho de que la muerte de Jesús forma parte del evangelio.

Mientras que Marcos no utiliza la forma verbal euangelizomai, esta aparece una vez en Mateo (Mt 11:5). Aquí, en respuesta a la pregunta de Juan el Bautista acerca de si él es el Mesías, Jesús les dice a los seguidores de Juan que le informen de que la buena noticia está siendo anunciada a los pobres, una clara alusión a Isaías 61:1. Así pues, encontramos evidencias en Mateo de que parte de la buena noticia es la restauración de los desposeídos y olvidados de Israel, un tema que, por supuesto, ocupa un lugar destacado en Lucas.

Lucas

La palabra en sí euangelion no aparece en el Evangelio de Lucas (sí ocurre dos veces en Hechos), pero Lucas utiliza el verbo euangelizomai diez veces (15× en Hechos). En un caso la palabra probablemente se refiere a la proclamación del nacimiento de Juan el Bautista a la estéril Elisabet y su esposo Zacarías (Lc 1:19). Por tanto, Lucas puede utilizar el término en su sentido más general. En todas las demás ocasiones, sin embargo, «la proclamación del evangelio» se refiere a los diversos acontecimientos apocalípticos que se van desarrollando con la llegada y misión de Jesús el Mesías y el consiguiente reino de Dios.

En Lucas 2:10 los ángeles anuncian la buena nueva del nacimiento de Jesús, el nacimiento de un Salvador, Cristo el Señor. El contexto recuerda mucho a la referencia de la inscripción de Priene al nacimiento del emperador Augusto como el nacimiento de un dios y una buena noticia para el mundo. Parece probable que Lucas haya presentado esta escena de tal manera que evoque este tipo de ecos dentro de la cultura grecorromana. El nacimiento de Jesús está a la altura del nacimiento de un emperador. De hecho, es mucho más significativo que el nacimiento de un emperador.

Por suerte, el libro de los Hechos nos da una visión más completa de lo que Lucas entiende como contenido del evangelio, a la luz de la proclamación cristiana primitiva. Hechos 8:12, por ejemplo, da a entender la existencia de una conexión intrínseca entre la buena noticia del reinado de Cristo y la buena noticia del reino de Dios. De hecho, debemos inferir que cuando Hechos habla repetidamente de la proclamación del evangelio (e.g., Hch 5:42; 8:4; 8:25; 10:36; 13:32; 16:10), se refiere en forma abreviada al contenido general de los sermones de Hechos. Estos sermones habitualmente culminan en el hecho de que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos (por ejemplo, Hch 2:32; 3:15; 13:30; 17:31) y lo entronizó como Señor y rey cósmicos (e.g., Hch 2:34–35; 13:33).

Así pues, el evangelio en Lucas-Hechos no se refiere a ningún elemento concreto de esta proclamación, sino más bien a la buena noticia de todos estos acontecimientos apocalípticos, con Jesús en el centro de los mismos. En consecuencia, el contenido del evangelio puede incluir la resurrección final que aún está por venir (Hch 17:18), así como lo que fue tal vez un alcance más limitado de lo que Jesús quiso decir cuando se refirió a la «buena noticia». Lucas 20:1, por ejemplo, probablemente se refiera no tanto a la predicación de Jesús sobre sí mismo cuanto a la buena noticia de la llegada del reino en general. Del mismo modo, Lucas (como Mateo) incluye declaraciones sumarias que dan a la proclamación del Evangelio como una de las actividades clave de Jesús (Lc 8:1; 9:6).

Lucas 4:18 es de particular importancia para la comprensión de lo que Lucas entendía que iba incluido en la buena noticia. Es cierto que Mateo 11:5 (en alusión a Is 61:1), menciona la buena nueva para los pobres como parte de la misión principal de Jesús. Lucas, sin embargo, inaugura toda la misión de Jesús con una cita explícita de Isaías 61. La escena inicial del ministerio de Jesús en Lucas 4:18–19 muestra a este leyendo el rollo de Isaías en la sinagoga de su casa en Nazaret. Por lo tanto, no solo es este omnipresente tema lucano del ministerio de Jesús a los pobres y su rechazo en Galilea parte del evangelio para Lucas, sino que el evangelista también lo sitúa como pieza central del evangelio durante la misión terrenal de Jesús.

Jesús

Al repasar el uso de euangelion y euangelizomai en los Evangelios sinópticos, parece probable que este lenguaje derivara originalmente del Jesús histórico y Juan el Bautista. Ninguno de los sinópticos hace especial hincapié en las resonancias que sus propias citas de Isaías pudieran haber tenido en el contexto de un Israel ocupado, pero es bastante fácil sospechar sobre la narrativa en la que estos pasajes podrían haber aparecido originalmente. Israel está alejado de Dios. En cierto sentido, existe en una especie de exilio. En este contexto viene Juan el Bautista, instando a Israel a arrepentirse y purificarse a sí mismo como preparación para su regreso de la «cautividad» y la entronización de su rey.

Juan estaba preparando así el «camino» del Señor. Estaba creando un camino recto para el retorno del exilio. No es ninguna sorpresa encontrar que a los seguidores de Juan el Bautista en Hechos, incluidos muchos de los que se convirtieron en seguidores de Jesús, se les llamaba seguidores del Camino (e.g., Hch 18:25–26; 19:9, 23). Por consiguiente, el lenguaje del evangelio y el reino de Dios fácilmente podría haber surgido como reflexión sobre Isaías 52:7. Jesús estaba anunciando que había llegado el momento de que Israel fuera restaurado y comenzara el gobierno de Dios en la tierra. En su misión terrenal se centró especialmente en la buena noticia de que este reino era para los pobres y parias de la sociedad galilea, las «ovejas perdidas de Israel» (en palabras de Mt 15:24).

BIBLIOGRAFÍA:J. D. G. Dunn, Jesus Remembered (Grand Rapids: Eerdmans, 2003) 383–487 - existe edición castellana: Jesús recordado (Estella: Verbo Divino, 2009); C. A. Evans, «Mark’s Incipit and the Priene Calendar Inscription: From Jewish Gospel to Greco-Roman Gospel», JGRCJ 1 (2000) 67–81; J. B. Green, The Gospel of Luke (NICNT; Grand Rapids: Eerdmans, 1997) 132–35;; W. Marxsen, Mark the Evangelist: Studies on the Redaction History of the Gospel, trad. J. Boyce et al. (Nashville: Abingdon, 1969) 117–50; G. Stanton, Jesus and Gospel (Cambridge: Cambridge University Press, 2004); P. Stuhlmacher, ed., The Gospel and the Gospels (Grand Rapids: Eerdmans, 1991); P. J. Tomson, «The Core of Jesus’ Evangel: εὐαγγελίσασθαι πτωχοῖς (Isa 61)», en The Scriptures in the Gospels, ed. C. M. Tuckett (BETL 131; Lovaina: Leuven University Press, 1997) 647– 58; R. E. Watts, Isaiah’s New Exodus and Mark (WUNT 88; Tubinga: Mohr Siebeck, 1997); N. T. Wright, Jesus and the Victory of God (COQG 2; Mineápolis: Fortress, 1996) 198–243. K. Schenck


[1] R. A. Guelich, Mark 1–8:26 (WBC 34A; Dallas: Word, 1989). Pag. 10


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