Composición del hombre | Antropología con Feliberto Vásquez Rodríguez
Parte material del hombre
Estructura del cuerpo.
Las Escrituras hacen una distinción entre lo material (cuerpo) y lo inmaterial
(alma/espíritu) (cp. 2 Co. 5:1; 1 Ts. 5:23). Génesis 2:7 indica que el cuerpo
del hombre se formó a partir del polvo de la tierra. Definitivamente hay un
juego de palabras: “Y Dios el SEÑOR formó al hombre [adam] del polvo de la
tierra [adamah]” (Gn. 2:7). El mismo nombre de Adán era un recordatorio del
origen del hombre: proviene de la tierra. Un análisis químico del cuerpo humano
revela que la mayoría de sus componentes son los de la tierra: calcio, hierro,
potasio y otros. Más aún, al momento de la muerte el cuerpo se vuelve a unir
con el polvo del cual provino (Gn. 3:19; Sal. 104:29; Ec. 12:7).
Puntos de vista sobre el propósito del cuerpo
(1) El cuerpo es la prisión del alma.
Tal era la opinión de los filósofos griegos que hacían una gran dicotomía entre
el cuerpo y el alma. El alma era inmaterial y buena, el cuerpo era material y
malo. A causa de este parecer se despreciaba el cuerpo. Sin embargo, esta clase
de dicotomía entre lo material e inmaterial no es bíblica. La Biblia no se
refiere al cuerpo como algo intrínsecamente malo. De hecho, el Cantar de los
Cantares de Salomón se enfoca completamente en el valor del cuerpo humano y en
la dicha del amor marital y la expresión sexual. La revelación divina deja
claro que “el hombre es… una unidad —un ser— y las partes material e inmaterial
sólo se pueden separar por la muerte física”.[1]
(2) El cuerpo es la única parte importante del hombre. A
este punto de vista se le llama hedonismo, y representa lo opuesto al anterior.
El hedonismo sugiere que una persona debe buscar el placer del cuerpo al hacer
lo que disfruta. Tal filosofía es una negación del alma. El testimonio de
Jesucristo invalida dicha posición, pues Cristo exaltó el enorme valor del alma
en tanto difiere del cuerpo (Mr. 10:28; 16:26). Hay otras Escrituras donde se
afirma la existencia del alma (2 Co. 5:8; Ec. 12:7).
(3) El cuerpo es compañero del alma. El
objetivo del cuerpo es glorificar a Dios, ya que es su templo (1 Co. 6:19). No
debe ser el amo para que el individuo se vuelva indulgente, ni es un enemigo al
que se debe castigar. El cuerpo es para someterlo a Dios (Ro. 12:1), de modo
que Cristo se glorifique en él (Fil. 1:20). Al final el creyente será recompensado
por las obras que haya hecho estando en el cuerpo (2 Co. 5:10).
Parte inmaterial del hombre
Relato bíblico. Cuando Dios creó al
hombre, lo creó a su imagen (Gn. 1:26-27). La pregunta es: ¿cuál es la imagen
de Dios en el hombre? La imagen de Dios en el hombre no puede ser física,
porque Dios es espíritu (Jn. 4:24) y no tiene cuerpo. Entonces la imagen debe
ser inmaterial y los siguientes elementos principales deben ser parte de ella.
(1) Personalidad. El
hombre tiene conciencia y determinación propias que le permiten tomar
decisiones, y lo eleva sobre el reino de los animales. Este factor es
importante porque hace al hombre capaz de la redención. Pero la faceta necesita
muchos elementos naturales; la personalidad revela la capacidad del hombre para
ejercer dominio sobre el mundo (Gn. 1:28) y desarrollar la tierra (Gn. 2:15).
Todos los aspectos del intelecto del hombre caen dentro de esta categoría.
(2) Ser espiritual. Dios
es espíritu, el alma humana es un espíritu. Los atributos esenciales del
espíritu son la razón, la conciencia y la voluntad. Un espíritu es un agente
racional, moral, y por lo tanto también es libre. Así, cuando Dios hizo al
hombre a su propia imagen, le concedió esos atributos que pertenecen a su
propia naturaleza espiritual. De este modo el hombre se distingue de los otros
habitantes del mundo y se yergue de forma inconmensurable por encima de e los.
Pertenece al mismo orden de los seres que son como Dios, por lo tanto es capaz
de estar en comunión con su Hacedor… Ésta también es la condición necesaria
para nuestra capacidad de conocer a Dios, y por tanto es el fundamento de
nuestra naturaleza religiosa. Si no fuéramos como Dios, no podríamos conocerlo.
Seríamos como las bestias que perecen.[2]
(3) Naturaleza moral. El
hombre fue creado en “justicia original”, llamada también “conocimiento,
justicia y santidad”.[3] La justicia y la santidad
original se perdieron con la Caída, pero Cristo las restauró. Efesios 4:24
enfatiza que la nueva naturaleza del creyente es “a imagen de Dios, [creado] en
verdadera justicia y santidad”. Colosenses 3:10 declara que la nueva naturaleza
“se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador”, una referencia a
Génesis 1:26.
Origen de la parte inmaterial del hombre
(1) Teoría de la preexistencia. Esta
teoría defiende que el alma del hombre existía previamente, y tiene sus raíces
en filosofías no cristianas; se enseña en el hinduismo y la sostenían Platón,
Filón y Orígenes. Tal teoría enseña que los hombres eran espíritus angélicos en
su existencia previa y, como castigo y disciplina por el pecado, fueron
enviados a habitar en cuerpos humanos. Hay varios problemas con este punto de
vista: no hay una declaración clara en las Escrituras para respaldarlo (aunque
la idea puede estar presente en Jn. 9:2), nadie tiene recuento de tal
existencia y la doctrina del pecado no está relacionada con el pecado de Adán
en Génesis 3, sino con una esfera angélica.
(2) Teoría de la creación. Esta
teoría enseña que cada alma humana es una creación de Dios inmediata e
individual; sólo el cuerpo se propaga a través de los padres. Este punto de
vista lo sostienen los católicos romanos y muchos cristianos reformados, entre
ellos Charles Hodge.[4] Hay dos razones para esta
opinión: mantiene la pureza de Cristo (desde este punto de vista, Cristo no
pudo heredar la naturaleza pecaminosa de su madre), y hace una distinción entre
el cuerpo mortal y el alma inmortal (los padres pueden propagar el cuerpo
mortal pero sólo Dios puede producir el alma inmortal). Los problemas que tiene
son: requiere la caída de cada persona individualmente, porque sólo Dios puede
crear perfección; no explica por qué todos los hombres pecan.
(3) Teoría del traducianismo.
Esta perspectiva, muy bien defendida por William G. T. Shedd,[5] afirma que los padres
generan el alma y el cuerpo. “El hombre es una especie, y esa idea implica la
propagación de todo el individuo a partir de él… Los individuos no se propagan
por partes”.[6]
Sus problemas son: ¿Cómo pueden propagar el alma los padres, si es inmaterial?
Además, si el traducianismo fuera cierto, Cristo habría tenido naturaleza
pecaminosa.
Sus puntos fuertes son
los siguientes: Explica la depravación del hombre. Si los padres transmiten la
naturaleza inmaterial, ello explica la propagación de la naturaleza pecaminosa
y la tendencia a pecar de todos los humanos desde el nacimiento. La naturaleza
pecaminosa no se puede explicar si Dios crea directamente cada alma. El
traducianismo también explica el factor de la herencia: la similitud entre el
intelecto, la personalidad y las emociones de los hijos con sus padres. Si el
creacionismo no fuera correcto, esas similitudes no deberían ser tan
prevalentes y notorias. Las Escrituras parecen afirmar la posición traduciana
(Sal. 51:5; Ro. 5:12; He. 7:10).
Composición de la parte inmaterial del hombre
Aunque la mayoría reconoce que el hombre tiene una constitución inmaterial,
¿cuál es la naturaleza de esa parte del hombre? ¿Son diferentes el espíritu y
el alma? ¿Son la misma cosa? La Iglesia oriental en general ha creído que el
hombre es tricótomo (tiene tres partes), con espíritu, alma y cuerpo. Originalmente,
los padres de las iglesias griegas y de Alejandría respaldaban este punto de
vista; entre ellos se contaban Orígenes y Clemente de Alejandría. Por otro
lado, la Iglesia occidental ha respaldado en general una posición dicotómica:
el hombre es cuerpo y alma. Personajes como Agustín y Anselmo respaldaban esta
posición.
(1) Posición dicotómica.
Dicotomía viene del griego dicha, “dos”, y temno “cortar”. Por lo tanto, el
hombre es un ser de dos partes: cuerpo y alma. La parte inmaterial del hombre
es el alma y el espíritu, que son de la misma sustancia; no obstante, tienen
diferentes funciones. El respaldo para la posición dicotómica se encuentra en:[7] (a) Génesis 2:7, donde se
afirman sólo dos partes. Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló sobre
él aliento de vida para hacerlo un alma viviente (cp. Job 27:3). (b) Las
palabras alma y espíritu pueden usarse de forma intercambiable. Compárese
Génesis 41:8 con el Salmo 42:6, y Hebreos 12:23 con Apocalipsis 6:9. (c) Se
menciona que el cuerpo y el alma (o el espíritu) juntos constituyen toda la
persona (cp. Mt. 10:28; 1 Co. 5:3; 3 Jn. 2).
(2) Posición tricotómica. Tricotomía
proviene del griego tricha, “tres”, y temno, “cortar”. Por lo tanto, el hombre
es un ser tripartito, con cuerpo, alma y espíritu. El alma y el espíritu son
diferentes tanto en función como en sustancia. Se considera que el cuerpo es
consciente del mundo, el alma consciente del yo y el espíritu consciente de
Dios. Se considera al alma un poder menor, formada por la imaginación, la
memoria y el entendimiento; mientras el espíritu es un poder superior formado
por la razón, la conciencia y la voluntad.[8] El respaldo para la
posición tricotómica está en: (a) El aparente énfasis de Pablo en la posición
tripartita cuando desea la santificación de la persona completa (1 Ts. 5:23).
(b) Hebreos 4:12 implica distinción entre alma y espíritu. (c) 1 Corintios 2:14
—3:4 sugiere una clasificación triple: natural (material), carnal (del alma) y
espiritual.[9]
(3) Posición multifacética.[10]
Aunque los términos alma y espíritu son comunes para describir la parte
inmaterial del hombre, hay varios términos adicionales para describir su
naturaleza no física. Por lo tanto, la naturaleza inmaterial del hombre se
puede entender de modo multifacético.
Hay al menos cuatro
términos que se usan para describir la naturaleza inmaterial del hombre.
Corazón: El corazón
describe el intelecto (Mt. 15:19-20) y la voluntad (Ro. 10:9-10; He. 4:7).
Conciencia: Dios ha
puesto la conciencia en el hombre como testigo. La conciencia está afectada por
la Caída y puede endurecerse y ser poco confiable (1. Ti. 4:2); no obstante,
puede convencer al incrédulo (Ro. 2:15). En el creyente puede ser débil y
excesivamente escrupulosa (1 Co. 8:7, 10, 12).
Mente: La mente del incrédulo
es depravada (Ro. 1:28), cegada por Satanás (2 Co. 4:4), entenebrecida y vana
(Ef. 4:17-18). El creyente tiene una mente renovada (Ro. 12:2) que le permite
amar a Dios (Mt. 22:37).
Voluntad: La voluntad del
incrédulo desea seguir lo que le dicta la carne (Ef. 2:2-3), en tanto que el
creyente tiene la capacidad para hacer la voluntad de Dios (Ro. 6:12-13). En el
momento de la conversión al creyente se le entrega una naturaleza nueva que le
permite amar a Dios con todo su corazón, mente y voluntad.[11]
[1] Lewis Sperry Chafer, Systematic
Theology [Teología sistemática], 8 vols. (Dallas: Dallas Seminary, 1947), p.
2:146. Publicado en español por Clie.
[2] Charles Hodge, Systematic Theology
[Teología sistemática] 3 vols. (Reimpresión. Londres: Clarke, 1960), pp.
2:96-97. Publicado en español por Clie.
[3] Louis Berkhof, Systematic Theology
[Teología sistemática] (Grand Rapids: Eerdmans, 1938), p. 204, publicado en
español por T.E.L.L. y Hodge, Systematic Theology [Teología sistemática], p.
2:99.
[4] Hodge hace una defensa firme,
Systematic Theology [Teología sistemática], pp. 2:70-76.
[5] William G. T. Shedd, Dogmatic
Theology, 3 vols. (Reimpresión Nashville: Nelson, 1980), pp. 2:19-94.
[6] Ibíd., p. 2:19.
[7] Véase la explicación útil en A. H.
Strong, Systematic Theology (Valley Forge: Judson, 1907), pp. 483-484.
[8] Henry C. Thiessen, Lectures in
Systematic Theology. rev. por Vernon D. Doerksen (Grand Rapids: Eerdmans,
1979), p. 161.
[9] Henry C. Thiessen, Lectures in
Systematic Theology. rev. por Vernon D. Doerksen (Grand Rapids: Eerdmans,
1979), p. 161.
[10] Charles C. Ryrie, A Survey of
Bible Doctrine [Síntesis de la doctrina bíblica] (Chicago: Moody, 1972), pp.
104-107. Publicado en español por Portavoz.
[11] J. Dwight Pentecost, Designed to
Be Like Him [Marchando hacia la madurez espiritual] (Chicago: Moody, 1972), pp.
42 84. Publicado en español por Portavoz.
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