Vida terrenal de Jesús I Cristologia con Feliberto Vasquez Rodriguez



Introducción

En el estudio de la cristología es importante la vida terrenal de Cristo, pues ella autentica a Jesús de Nazaret como el Mesías prometido. Los evangelistas demuestran que Jesús cumplió las profecías del Antiguo Testamento durante su vida. Por ejemplo, Mateo tiene 129 referencias al Antiguo Testamento. Muchas de ellas están citadas con una fórmula introductoria, como “para que se cumpliese lo dicho por el Señor... cuando dijo” (cp. Mt. 1:22; 2:5, 15, 17, 23, etc.). Cada uno de los evangelistas escribió para una audiencia diferente, pero todos escribieron una apologética concerniente a Cristo y a sus afirmaciones. Todos los evangelistas enfatizan la autenticidad de las afirmaciones de Jesús como Mesías.

Palabras de Cristo

La enseñanza de Cristo era importante para autenticar sus afirmaciones sobre su carácter mesiánico; los evangelistas le otorgaron un espacio considerable a las enseñanzas o palabras reales de Cristo.[1]

Los versículos con palabras de Jesús, en los escritos combinados, componen más de la mitad del material de los Evangelios. Claramente, los evangelistas ponen un decidido énfasis en las palabras reales de Cristo. Mateo enfatiza sus palabras más que los otros evangelistas. En su Evangelio registra varios grandes discursos de Cristo. Mateo 5—7 registra el Sermón del Monte, donde se revela la autoridad de Cristo en su enseñanza. Hay declaraciones a lo largo de todo el discurso como “Ustedes han oído que se dijo… Pero yo les digo” (NVI); éstas reflejan la autoridad de Jesús. Enseñó en contra de la tradición y los rabinos; más aún, no citó a otros maestros (como solían hacer los maestros de Israel); Él era la autoridad en sí mismo. Cuando terminó el discurso, el pueblo quedó sorprendido por la autoridad de su enseñanza; no se parecía en nada a la de sus escribas.

La omnisciencia de Cristo también se reflejó en su enseñanza, como en las parábolas del reino (Mt. 13), en las cuales delineó el curso de esta era, y en el Discurso del monte de los Olivos (Mt. 24 —25), cuando reveló los eventos cataclísmicos que ocurrirían en la tribulación. En el Discurso del aposento alto Jesús instruyó a sus discípulos sobre la nueva e importante verdad del ministerio del Espíritu Santo (Jn. 14—16). Al hacerlo, preparó a sus discípulos para su partida.

Además, los cuatro Evangelios contienen muchos discursos y parábolas que reflejan la autoridad de Cristo en su enseñanza. Ésta autenticaba su afirmación de ser el Mesías; él dijo que sus palabras venían del Padre, quien lo había enviado (Jn 12:49), y que Él venía directo del Padre (Jn. 17:8). Las palabras de Cristo eran de vida eterna (Jn. 6:63, 68); reflejaban la sabiduría de Dios (Mt. 13:54); incluso los incrédulos se sorprendían con la sabiduría y el poder de su enseñanza (Mr. 6:2; Lc. 4:22). Las palabras de Cristo eran importantes para verificar sus afirmaciones.

Las obras de Cristo

 

LAS OBRAS DE DIOS EN JESÚS

Obra de Jesús                                                    Obra de Dios

Calmar la tormenta (Mt. 8:23-27)                       Salmo 107:29

Sanar a los ciegos (Jn. 9:1-7)                              Salmo 146:8

Perdonar el pecado (Mt. 9:2)                              Isaías 43:25; 44:22

Levantar los muertos (Mt. 9:25)                        Salmo 49:15

Alimentar a los 5.000 (Mt. 14:15-21)                Joel 2:22-24

Isaías profetizó que el Mesías le daría vista a los ciegos, abriría los oídos de los sordos, daría voz a los mudos y curaría a los cojos (Is. 29:18; 32:3; 35:5-6; véase también Zac. 3:19). Cuando los discípulos de Juan fueron a hacerle preguntas a Jesús, Él les recordó estas profecías y las aplicó para sí (Mt. 11:4-5). Los milagros que Jesús realizó eran demostraciones de su deidad y su mesianidad; llevó a cabo las obras de Dios en medio de ellos. Cuando se estudian los milagros, esta verdad se hace evidente.

Muchos de los milagros que realizó anticipaban su reino milenario mesiánico.[2]

EL SIGNIFICADO MILENARIO DE LOS MILAGROS DE CRISTO

Milagro                                        Significado milenario                                 Profecía

Agua en vino (Jn 2:1-11)             Alegría, felicidad                                              Isaías 9:3-4; 12:3-6

Alimentación de los 5.000

(Mt. 14:15-21)                              Prosperidad, abundancia                                   Isaías 30:23-24; 35:1-7

Caminar sobre el agua

(Mt. 14:26)                                   Cambio medioambiental                                    Isaías 30; 41

Pesca milagrosa (Lc. 5:1-11)       Abundancia, autoridad sobre el mundo animal  Isaías 11:6-8

Tormenta calmada (Mt. 8:23-27) Control de los elementos                                   Isaías 11:9; 65:25

Curación de los ciegos  

(Mt. 9:27-31)                              Ausencia de ceguera espiritual y física                 Isaías 35:5 Resurrección de los muertos

(Mt. 9:18-26)                              Longevidad, ausencia de muerte en el creyente    Isaías 65:20


Cuando Juan escribió su Evangelio, seleccionó siete milagros previos a la resurrección que demostraban la autoridad de Cristo en diferentes ámbitos. Cristo realizó muchos más milagros, pero esos siete eran representativos porque reflejaban su autoridad sobre todo reino humano.

MILAGROS SELECCIONADOS EN EL EVANGELIO DE JUAN

Señal                                                                     Significado

Agua convertida en vino (2:1-11)                          Calidad                                                                      Curación del hijo de un noble (4:46-54)                Espacio                                                                  Curación de un hombre en el estanque (5:1-18)    Tiempo                                Alimentación de los 5.000 (6:1-14)                       Cantidad                                        Caminar sobre el agua (6:16-21)                           Naturaleza                                  Curación de un ciego (9:1-41)                               Desgracia                                     Resurrección de Lázaro (11:1-44)                         Muerte

Los testimonios de Jesús para la nación estaban en sus palabras y sus obras: sus enseñanzas y sus milagros. Ambos eran demostraciones de su deidad y sus mesianidad, por ello Jesús les dijo a sus discípulos: “Vayan y cuéntenle a Juan lo que están viendo y oyendo” (Mt. 11:4, NVI).

Rechazo de Cristo

Jesús vino como el Mesías de Israel y dio testimonio de su mesianidad a través de sus palabras y obras. Los evangelistas escribieron sus relatos de la vida de Cristo desde un punto de vista temático. Tal cosa se refleja particularmente en el Evangelio de Mateo. Él relata en los capítulos 5—7 la enseñanza de Cristo en el Sermón del Monte y demuestra su mesianidad por medio de su enseñanza (Mt. 7:28-29); en los capítulos 8—10 Cristo realiza milagros en varios ámbitos para autentificar su mesianidad a través de sus obras. Como resultado, la nación recibe testimonio del Mesías a través de sus palabras y sus obras. Ahora le correspondía a la nación responder al Mesías, y los líderes religiosos eran quienes debían guiar al pueblo para reconocerlo. En Mateo 12 el asunto alcanza su punto culminante cuando los líderes religiosos llegan a una conclusión: “Éste no expulsa a los demonios sino por medio de Beelzebú, príncipe de los demonios” (Mt. 12:24). Reconocieron que Cristo obraba milagros, pero concluyeron que los realizaba por el poder de Satanás. La nación rechazó a su Mesías. Y por ello el reino ofrecido por Cristo no se inauguraría en su primera venida, debía suspenderse hasta la segunda. Luego Jesús instruyó a sus discípulos acerca del período intermedio entre sus dos venidas (Mt. 13:1-52).

Muerte de Cristo

Sustitución. Hay varias teorías sobre el significado de la muerte de Cristo. No obstante, el énfasis del Nuevo Testamento es que Cristo murió como sustituto de los pecadores. Su muerte también se llama vicaria, lo cual quiere decir “uno en lugar de otro”. Los pronombres en Isaías 53 enfatizan la naturaleza sustitutiva de la muerte de Cristo: “Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. El tenor de 1 P. 2:24 es similar: “y él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”.

Hay dos preposiciones griegas que enseñan el aspecto sustitutivo de la muerte de Cristo. La preposición anti, traducida “por”, y cuyo significado es “en vez de”, enseña la sustitución. Mateo 20:28 declara: “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por [anti] muchos” (cp. Mr. 10:45). El uso de anti en Lucas 11:11 indica que “en vez de” (sustitución) es el significado básico de esta preposición. La otra preposición es huper, cuyo significado es “en lugar de”, y también enfatiza la sustitución. 1 Timoteo 2:6 declara que Cristo “se dio a sí mismo en rescate por [huper] todos”. Gálatas 3:13 también enseña esta verdad: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por [huper] nosotros maldición”. Cuando murió en la cruz romana, Jesús lo hizo como sustituto por toda la humanidad (cp. 2 Co. 5:21; 1 P. 3:18). Esta doctrina es importante, porque las exigencias justas del Dios santo se cumplieron completamente a través de Cristo en pago completo por el pecado. Con base en esto Dios puede declarar justos a los creyentes pecadores y aceptarlos en comunión sin comprometerse a sí mismo. Todos los pecados del creyente se cargaron en Cristo, quien los expió completamente y pagó por ellos con su muerte.

Redención. Una verdad relacionada es que la muerte de Cristo otorgó redención. 1 Corintios 6:20 declara que los creyentes han sido “comprados por precio”. Comprados es la palabra griega agorazo, y sirve para describir a un esclavo que ha sido adquirido en el mercado público de esclavos. Cristo adquirió a los creyentes en el mercado de esclavos del pecado y los hizo libres (cp. 1 Co. 7:23; Gá. 3:13; 4:5; Ap. 5:9; 14:3-4).

Otro resultado de la muerte de Cristo es que el hombre se reconcilió con Dios; es decir, el hombre, quien era un extraño y estaba alienado de Dios, ahora está en paz con Él. La enemistad y la hostilidad fueron erradicadas (Ro. 5:10). El hombre perdió la comunión con Dios por su rebelión en el huerto, y necesitaba recuperarla. La reconciliación consiste en que Dios provee paz donde antes había enemistad, y restaura la comunión del hombre con Él (cp. 2 Co. 5:18-20).

Propiciación. La muerte de Cristo también otorgó propiciación, lo cual quiere decir que las exigencias justas del Dios santo se satisficieron completamente. Romanos 3:25 explica que Cristo es “a quien Dios puso como propiciación [gr., hilasterion] por medio de la fe en su sangre”. Cristo proporcionó un pago satisfactorio por el pecado a través de su muerte. Dios estaba satisfecho. Conservó su santidad y apartó su ira.

Perdón. La muerte de Cristo otorgó el perdón para los pecadores. Dios no podía perdonar el pecado sin un pago apropiado; la muerte de Cristo otorgó los medios legales para que Dios pudiera perdonar el pecado. Colosenses 2:13 declara que Dios nos ha perdonado (gr., charisamenos) todos los pecados. La palabra perdón viene de la palabra raíz para “gracia”; luego, “perdón” significa “perdonar por gracia”. La palabra común para perdón (gr., aphiemi) quiere decir “mandar lejos” (cp. Mt. 6:12; 9:6; Stg. 5:15; 1 Jn. 1:9).

Justificación. Un resultado adicional de la muerte de Cristo es la justificación del pecador creyente. La justificación también es un acto legal en el cual el Dios Juez declara justo al creyente pecador. Romanos 5:1 lo explica: “Justificados [gr., dikaiothentes], pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. La palabra justificado (gr., dikaioo) tiene un aspecto negativo y uno positivo. Por el lado negativo, quiere decir que se borran los pecados del creyente; por el lado positivo, quiere decir que la justicia de Cristo se le concede al creyente (cp. Ro. 3:24, 28; 5:9; Gá. 2:16).

Resurrección de Cristo

Importancia. (1) La resurrección determina la validez de la fe cristiana. Pablo dijo: “si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (1 Co. 15:17).

(2) Fue la garantía de la aceptación del Padre de la obra del Hijo. La resurrección indicaba que la obra de la cruz se completó. Cristo oró para que la copa pasará de Él (Mt. 26:39); no para evitar la cruz, sino para que la muerte se volviera vida con su resurrección (Sal. 16:10). El Padre oyó la oración (He. 5:7) y levantó al Hijo de entre los muertos, con lo cual indicó su aceptación de la obra de Cristo.

(3) Era esencial en el programa de Dios. Cristo prometió enviar al Espíritu Santo como Consolador de los discípulos (Jn. 16:7), pero el Espíritu Santo sólo podía venir si Cristo se iba (para lo cual era necesaria la resurrección).

(4) Cumplía las profecías sobre su resurrección. David profetizó la resurrección de Cristo (Sal. 16:10); Pedro indicó en Hechos 2:27 que la resurrección cumplía la profecía del Salmo 16:10. Cristo mismo predijo no sólo su muerte sino su resurrección (Mt. 16:21; Mr. 14:28).

Pruebas. (1) La tumba vacía. O Cristo resucitó o alguien robó el cuerpo. Si los oponentes tomaron el cuerpo, ¿por qué no lo mostraron después? Los discípulos no podrían haberlo robado, porque los soldados romanos vigilaban la tumba y habían puesto un sello en ella. La tumba vacía era una prueba obvia de la resurrección.

(2) La forma de los lienzos. Cuando Juan entró a la tumba “vio, y creyó” (Jn. 20:8). Juan vio los lienzos que aún retenían la forma del cuerpo y el sudario “enrollado en un lugar aparte” (Jn. 20:7; cp. 11:44). Juan sabía que nadie podía haber sacado el cuerpo de los lienzos reteniendo su forma. Sólo había una explicación: el cuerpo de Jesús había pasado a través de ellos.[3]

(3) Las apariciones después de la resurrección. Muchas personas vieron al Señor resucitado en los cuarenta días subsiguientes. Entre ellas estaban las mujeres fieles en la tumba, los dos en el camino a Emaús, Pedro, los doce, quinientos creyentes en una sola ocasión, Jacobo, los apóstoles y Pablo (Mt. 28:1-10; Lc. 24:13-35; 1 Co. 15:5-8). Tales testigos eran un testimonio importante para la veracidad de la resurrección. Las apariciones del Señor Jesús a Juan y a Pablo, posteriores a la ascensión, están registradas en Hechos y Apocalipsis.

(4) La transformación de los discípulos. Los discípulos sabían que Cristo había muerto y en principio eran escépticos en lo relacionado con su resurrección, pero cambiaron completamente cuando lo vieron. El Pedro de Hechos 2 es completamente diferente al Pedro de Juan 19. El conocimiento de la resurrección supuso la diferencia.

(5) La observancia del primer día de la semana. Los discípulos comenzaron inmediatamente a reunirse para conmemorar la resurrección de Jesús (Jn. 20:26; Hch. 20:7; 1 Co. 16:2; Ap. 1:10).

(6) La existencia de la iglesia. La existencia de la iglesia depende del hecho de la resurrección. La iglesia primitiva creció por la predicación de tal doctrina (Hch. 2:24-32; 3:15; 4:2).

Ascensión de Cristo

Hechos de la ascensión. La ascensión de Cristo se describe en Marcos 16:19, Lucas 24:51 y Hechos 1:9. También se menciona en Hechos 2:33, donde Pedro indica que la evidencia para la ascensión de Cristo radica en que Él envió al Espíritu Santo, de lo cual muchos fueron testigos en el día de Pentecostés. Más aún, Pedro enfatiza que la ascensión cumplía el Salmo 110:1, donde el Señor decía: “Siéntate a mi diestra”. Pablo enfatiza la misma verdad en Efesios 4:8 cuando indica que “Subiendo a lo alto… dio dones a los hombres”. El libro de Hebreos anima a los creyentes a acercarse con confianza al trono de la gracia, porque hay “un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios” (He. 4:14). Pedro indica que el creyente es salvo al apelar al Señor resucitado y ascendido (1 P. 3:22).

Significado de la ascensión.[4] (1) La ascensión de Jesús terminó el ministerio terrenal de Cristo. Marcó el final del período de autolimitación durante los días de su recorrido en la tierra.

(2) La ascensión concluyó el período de su humillación. Su gloria no estaría cubierta después de la ascensión (Jn. 17:5; Hch. 9:3, 5). Cristo ahora es exaltado y tiene su trono en el cielo.

(3) Marcó la primera entrada de la humanidad resucitada en el cielo y el comienzo de una nueva obra también en el cielo (He. 4:14-16; 6:20). El intercesor de los cristianos es un representante de la raza humana con un cuerpo resucitado y glorificado.

(4) La ascensión hizo posible el descenso del Espíritu Santo (Jn. 16:7). Era necesario que Cristo ascendiera al cielo para que pudiera enviar al Espíritu Santo.



[1] W. Graham Scroggie, A Guide to the Gospels (Londres, Pickering & Inglis, 1948), p. 193. Obra muy útil para estudiar la vida de Cristo. Scroggie aporta una buena cantidad de material, como citas del Antiguo Testamento en cada uno de los Evangelios, las parábolas, milagros y palabras en cada Evangelio, y muchas características adicionales. El estudiante de la vida de Cristo encontrará una herramienta muy interesante en este libro.

[2] R. W. McCarthy, “The Millennial Significance of Miracles of Christ” tesis inédita de maestría en teología, Seminario de Dallas.

[3] Claramente, los artistas son malos teólogos y muy a menudo pintan cuadros donde describen las escenas bíblicas de manera errónea. Una pintura común de la resurrección muestra los lienzos bien doblados al borde de una losa. Tal ilustración no dice nada sobre la resurrección, y ciertamente no refleja la emoción en la tumba cuando Pedro y Juan vieron y creyeron. Los verbos theorei (v. 6) y eidon (v. 8) enfatizan que los discípulos vieron algo extraordinario, algo que les hizo creer. Barnabas Lindars reconoce: “Podría argumentarse lo siguiente: Juan quiere decir aquí que el sudario todavía estaba enrollado, como lo estaba cuando envolvieron la cara de Jesús. Esto llevaría a la conclusión de que, según Juan, la ropa en la tumba no se alteró por la resurrección. Jesús pasó a través de ella y ni siquiera el sudario se había movido” (Barnabas Lindars, “The Gospel of John”, en The New Century Bible Commentary [Grand Rapids: Eerdmans, 1972], p. 602). Raymond Brown cita varias fuentes que respaldan esta teoría en The Gospel According to John XIII—XXI, en The Anchor Bible, 34 vols. (Garden City: Doubleday, 1970), p. 2:985. Véase también Homer A. Kent Jr., Light in the Darkness: Studies in the Gospel of John (Grand Rapids: Baker, 1974).

[4] Walvoord, Jesus Christ Our Lord [Jesucristo nuestro Señor], pp. 223-224.


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