Fuente Q l Evangelios análisis crítico con Feliberto Vásquez Rodríguez
Introducción a la fuente Q de los Evangelios
Durante más de un siglo
se ha venido utilizando el término «Q» para referirse a los aproximadamente 230
dichos de Jesús que comparten Mateo y Lucas pero que no se encuentran en
Marcos. En 1861 H. J. Holtzmann, apoyándose en análisis anteriores sobre las fuentes
de los Evangelios, afirmó que Mateo y Lucas se habían basado en dos fuentes
principales: el Evangelio de Marcos y una colección de dichos de Jesús. (Más
tarde Holtzmann modificaría su postura, proponiendo que Lucas también conocía y
había utilizado Mateo). Los eruditos alemanes pronto llamaron a esta última
colección Quelle («fuente»). En 1890 J. Weiss abrevió Quelle y la dejó en «Q»,
que rápidamente obtuvo una gran aceptación. En el siglo XX la hipótesis Q ha
servido de base para prácticamente todos los estudios sobre el origen y
desarrollo de las tradiciones evangélicas. Este estudio presenta tanto los
puntos fuertes como los puntos débiles de la hipótesis Q. La sección final
esboza las diferentes maneras en que se ha interpretado la perspectiva teológica
de Q.
1. Terminología e importancia de la hipótesis Q
1.1.
Terminología. Durante
el transcurso del siglo pasado el término «Q» se ha utilizado de distintas
formas. Aunque anteriormente «Q» frecuentemente servía como abreviatura para
referirse a las tradiciones no marcanas compartidas por Mateo y Lucas, en
realidad el término más preciso para esto es «doble tradición». Si bien «doble
tradición» se puede aplicar técnicamente a cualquier análisis del material
compartido por dos Evangelios, los expertos que emplean la frase sin definirla
explícitamente siempre tienen en mente a Mateo y Lucas. Actualmente la mayoría
usa «Q» para referirse a un texto reconstruido o cuerpo de tradición (o
tradiciones) oral, sean compuestas o unitarias. Sea cual sea su carácter
exacto, Q se considera básicamente coincidente con el alcance de las
tradiciones compartidas por Mateo y Lucas y establecidas en un orden bastante
fijo. Los eruditos aceptan que con pocas excepciones Lucas ha preservado el
orden original de las tradiciones de Q, aunque no necesariamente la redacción
original. De ahí que se haya convertido en costumbre referirse a los pasajes Q
con los números de capítulo y versículo de Lucas. Por ejemplo, Q 7:22 es una
referencia a la tradición Q que subyace a Lucas 7:22.[1]
1.2.
Importancia. La hipótesis Q es
importante en el estudio actual de los Evangelios por dos razones.
1.2.1.
Q como auténtica tradición sobre Jesús.
Muchos de los primeros partidarios de la hipótesis Q pensaban que Q
proporcionaba un acceso directo a la auténtica enseñanza de Jesús.
Generalmente, el criterio de la «atestación múltiple» ha contado con un amplio
apoyo en los debates sobre la autenticidad de las tradiciones evangélicas. Así,
las tradiciones que se encuentran en varias corrientes de la tradición
evangélica (Marcos, Q, tradiciones propias de Mateo [M] o propias de Lucas [L],
tradiciones que subyacen al cuarto Evangelio) es más probable que sean
auténticas que las tradiciones que cuentan con testimonios menos repartidos.
Además, la redacción aparentemente primitiva de Q y su similitud formal con
otra colección de dichos, el Evangelio de Tomás, han llevado a algunos eruditos
a atribuirle un peso todavía mayor a Q como testigo del Jesús histórico. Sin
embargo, otros han cuestionado el valor heurístico de comparar Q con el
Evangelio de Tomás, igual que un tercer grupo objeta que incluso cuando se
toman en consideración los teóricos estratos redaccionales, estos forman una
base inadecuada para trazar una línea recta desde los estratos más antiguos de
Q hasta el Jesús histórico.
1.2.2.
Q como representante de la diversidad dentro del cristianismo primitivo.
Tras los influyentes estudios de H. Koester y J. Robinson, algunos han afirmado
que la existencia de Q subraya la diversidad del cristianismo primitivo. Dado
que Q no contenía tradiciones sobre la pasión o la resurrección (aunque las
presupone), la comprensión de la fe cristiana de la «comunidad» Q difería
notablemente del marcado énfasis de Pablo o Marcos en la centralidad de la cruz
y la resurrección. Se dice que Q representa una forma muy primitiva de
cristianismo en la que, por ejemplo, se concebía a Jesús como la Sabiduría de
Dios, o el representante de la Sabiduría, o en la que dominaban las
expectativas del retorno inminente de Jesús como una figura apocalíptica al
estilo del «Hijo del hombre». Se han separado las corrientes sapienciales y
apocalípticas concurrentes en Q y se han hecho servir de base para conjeturar
sucesivos estratos de redacción, que a su vez se han utilizado para reconstruir
una historia socio-religiosa de la «comunidad» Q.
2. Argumentos a favor de la hipótesis Q
Cuatro son los
principales argumentos que se han presentado a favor de la tesis de que tanto
Mateo como Lucas usaron Q como fuente primaria junto a Marcos. Aunque algunos
son más sólidos que otros, tomados en su conjunto estos argumentos suponen para
muchos la confirmación de que hay una base sólida para aceptar que Mateo y
Lucas utilizaron Q.
2.1.
Concordancia verbal. Frecuentemente
existe una estrecha concordancia verbal entre Mateo y Lucas que abarca varios
versículos. Como ejemplos de ello deberían compararse cuidadosamente los
siguientes cuatro pasajes: (1) Mateo 3:7–12 // Lucas 3:7–9, 16–17; (2) Mateo
4:1–11 // Lucas 4:1–13; (3) Mateo 11:2–11, 16–19 // Lucas 7:18–28, 31–35; (4)
Mateo 23:37–39 // Lucas 13:34–35. Línea tras línea del texto griego (e incluso
en la versión castellana) aparecen correspondencias verbales tan estrechas que
se puede afirmar con bastante seguridad que Mateo y Lucas se están basando en
tradiciones procedentes de la misma fuente. Si ambos evangelistas se hubieran
inspirado en tradiciones independientes (i.e., las tradiciones orales que no se
habían recogido en una fuente), cabría esperar una divergencia mucho mayor en
la redacción. Esta observación se complementa apelando a la prioridad marcana:
si bien Mateo y Lucas son Evangelios distintos, ambos han utilizado Marcos. Por
tanto, es probable, según esta argumentación, que allí donde ambos concuerdan
muy de cerca en las secciones no marcanas, los dos estén utilizando una fuente
común.
Aunque en muchos de los
pasajes no marcanos compartidos por Mateo y Lucas la concordancia verbal es
llamativa, en los siguiente tres pasajes (y en muchos otros) no lo es. Tanto
Mateo como Lucas incluyen la parábola del hombre que edificó su casa sobre la
roca (Mt 7:21, 24–27 // Lc 6:46–49), pero la redacción difiere
considerablemente. En Mateo 23:4, 6–7, 13, 23, 25–27, 29–32, 34–36 // Lucas
11:39–52 encontramos una gran cantidad de dichos similares en el mismo orden;
en algunos dichos la redacción es muy parecida, pero en otros se aprecia una
variación notable. Tanto Mateo como Lucas incluyen lo que es claramente la
misma parábola de los denarios, pero sus versiones de esta larga parábola
difieren en numerosos detalles (Mt 25:14–30 // Lc 19:11–27).
Los partidarios de la
hipótesis Q explican las diferencias en la redacción de las tradiciones no
marcanas básicamente de dos maneras. Dado que Mateo y Lucas a menudo revisan
bastante la redacción de Marcos, no debería sorprendernos encontrar que también
han hecho lo mismo con la segunda fuente principal que han utilizado. Este es
un argumento plausible, y en algunos pasajes la redacción que hacen los
evangelistas de Q se puede distinguir sin mucha dificultad.
Pero ¿por qué han
revisado los evangelistas algunas tradiciones de Q de forma considerable y no
otras? Algunos han sostenido que las variaciones en algunos pasajes son tan
grandes que es probable que Mateo y Lucas se basaran en dos ediciones distintas
de Q. En otras palabras, Q fue revisada e incluso ampliada (quizás más de una
vez); se utilizó en diferentes estadios de su evolución por Mateo y Lucas.
Algunos autores emplean las abreviaturas QMt y QLc para referirse a las
versiones de Q usadas por Mateo y Lucas. Esto ha dado lugar a una serie de
genealogías bastante elaboradas para explicar las diferencias entre Mateo y Q.[2] Otros han explicado esas
diferencias atribuyéndolas a los caprichos del proceso de la tradición oral[3], una solución que encaja
con el interés de las dos últimas décadas en los estudios orales dentro de la
investigación del NT. Tales explicaciones han recibido críticas[4], sobre todo porque se
esfuerzan por explicar cómo el medio oral es coherente con la amplia secuencia
compartida por Mateo y Lucas, uno de los pilares de la teoría de las dos
fuentes. En cualquier caso, parece que hace falta algún tipo de explicación
para justificar la estrecha coincidencia verbal en algunos pasajes y las
diferencias en otros.
2.2.
Los fenómenos del orden. Si bien Mateo cose sus
fuentes (especialmente en los cinco grandes discursos) y Lucas las coloca en
«franjas» o bloques, existen algunas coincidencias importantes en el orden en
que se encuentran las tradiciones no marcanas en Mateo y Lucas. Estas coincidencias
en el orden no pueden ser casualidad y sugieren enfáticamente el uso de una
fuente común. Por ejemplo, los siguientes dichos individuales o pequeñas
unidades aparecen en Mateo en el mismo orden: Lucas 3:7–9, 16–17; 4:1–13;
6:20b-21, 22– 23, 29, 30, 32–35, 36, 37–38, 41–42, 43–44, 46, 47–49; 7:1–10,
18– 23, 24–26, 27, 28, 31–34, 35. En al menos el 85 por ciento de las
tradiciones de Q es posible establecer el orden común o determinar qué
evangelista alteró el orden común.
En este sentido, otra
evidencia sobre la que se debate mucho son los duplicados. En varios pasajes de
Mateo y Lucas vemos que básicamente se repite el mismo material; estas
repeticiones se conocen como duplicados. Los duplicados de la «fuente» se
producen allí donde Mateo o Lucas usan la forma marcana de un dicho pero en
otro lugar también incluyen un dicho similar cuya procedencia cabe achacar a Q.
Los siguientes dos duplicados resultan especialmente llamativos (aunque hay
muchos más): (1) «Al que tiene, se le dará (…) ». (Mc 4:25 // Mt 13:12 // Lc
8:18), con un dicho similar en Mateo 25:29 // Lucas 19:26; (2) «Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo (…) ». (Mc 8:34–35 // Mt
16:24–25 // Lc 9:23– 24), con un dicho similar en Mateo 10:38–39 // Lucas
14:27; 17:33.
Aunque H. Fledderman urge
a que nadie subestime la importancia de tales duplicados como evidencia[5], se trata todavía de una
prueba que va acompañada de sus propias consecuencias y limitaciones. Por
ejemplo, los fenómenos del orden compartido y los duplicados pueden ir en
contra de la posibilidad de que ambos evangelistas se basaran en tradiciones
orales independientes. ¿Por qué deberían aparecer tantas tradiciones en ambos
Evangelios en el mismo orden, sobre todo cuando a menudo no hay una razón
evidente para su yuxtaposición? Como mínimo, parece que Mateo y Lucas se han
basado en un ciclo de tradiciones orales con un orden bastante fijo. C. Tuckett
considera los duplicados como unos de los argumentos más débiles para la teoría
de las dos fuentes porque su presencia con frecuencia se puede explicar de
distintas maneras.[6]
2.3.
Q como entidad coherente. El material Q encaja
como una entidad. Con algunas excepciones, las tradiciones de Q se pueden
considerar como dichos de Jesús. Muchos partidarios de la hipótesis Q van más
allá y afirman que las tradiciones no marcanas que comparten Mateo y Lucas
revelan una perspectiva teológica similar. Es cierto que en este tipo de
argumento hay un grado de circularidad. Puesto que partes de Q se reconstruyen
a partir de la coherencia que se cree percibir con otro material de dichos Q,
tanto la coherencia de Q como el valor probatorio de esta evaluación son
cuestionables. Quizás resulten más prometedores los renovados esfuerzos por
definir el género y los objetivos literarios de Q a nivel macro.[7]
La fuerza acumulada de
los argumentos anteriores es impresionante, pero los argumentos a favor de Q
distan de ser una prueba absoluta. Incluso los defensores más acérrimos de Q
aceptan que la hipótesis tiene una base menos firme que la prioridad marcana.
No obstante, para muchos, Q sigue siendo una hipótesis de trabajo válida para
el estudio de los Evangelios.
3. Naturaleza y extensión de Q
Las pruebas solamente son
un poco más sólidas a la hora de concluir que Q se escribió como un documento
más que como una colección de tradiciones orales transmitidas con un orden
bastante fijado. Sin embargo, sigue siendo necesario contar con estudios comparados
sobre la transmisión, revisión y expansión de tradiciones orales y escritas en
la antigüedad. Aunque la mayoría de los primeros partidarios de Q pensaba que
se trataba de una colección de dichos escritos en arameo (y por consiguiente
más antigua y más fiable que las tradiciones que circulaban en griego), esta
tesis ya no es generalmente aceptada. Se basó en parte en una interpretación de
los comentarios de Papías (principios del siglo II), citados por Eusebio (a
comienzos del siglo IV): «Mateo recogió los dichos [ta logia] en lengua
hebrea [i.e., quizás arameo] y cada uno los interpretó [o “tradujo”] como
pudo». Sin embargo, dado que Papías también utiliza ta logia para
incluir los relatos de Marcos, además de los dichos de Jesús, la mayor parte de
los especialistas concluye actualmente que Papías se estaba refiriendo al Mateo
canónico, no a Q. Si esto es así, la frase de Papías «en lengua hebrea» podría
ser una referencia a las características judías del Evangelio de Mateo o un
error.
Varios expertos han
afirmado que algunas tradiciones de Q que difieren considerablemente en Mateo y
en Lucas se basan en las distintas, y en algunos casos erróneas, traducciones
de los evangelistas de las tradiciones arameas subyacentes. Ahora bien, las
pruebas lingüísticas no están nada claras, y no se puede demostrar que Mateo y
Lucas supieran arameo. Por otro lado, hay algunas evidencias lingüísticas que
apoyan la conclusión de que Q fue compuesto originalmente en griego. Puesto que
a menudo existe una estrecha coincidencia verbal en las tradiciones de Q de
Mateo y Lucas, es probable que ambos se basaran en tradiciones en la misma
lengua, esto es, el griego. Es probable que originalmente Q tuviera una
extensión un poco mayor de los aproximadamente 230 versículos compartidos por
Mateo y Lucas. Habida cuenta que tanto Mateo como Lucas omiten algún material
de Marcos, ¿por qué deberíamos suponer que ambos han incorporado la totalidad
de Q? De ahí que algunas de las tradiciones que se encuentran únicamente en
Mateo o Lucas (M o L) pudieran haber pertenecido originalmente a Q, aunque la
extensión exacta de tales tradiciones de Q adicionales no está clara. Dos
ejemplos servirán para mostrar lo difícil que es estar seguro. Mateo 11:28–30
sigue inmediatamente después de un bloque Q y, según algunos, aunque estos
versículos no se encuentran en Lucas, podían haber pertenecido a Q. Ahora bien,
si pertenecieron a Q, ¿por qué omitió Lucas tradiciones que sin duda habría
incluido en caso de conocerlas? Lucas 4:16–30 es independiente, al menos
parcialmente, de Marcos. ¿Incluyó Lucas algunas tradiciones de Q en este
importante pasaje aunque no haya rastro alguno de material no marcano en el
pasaje equivalente de Mateo? Puesto que parte de las tradiciones no marcanas en
Lucas 4:16–30 casan bien con algunas tradiciones de Q, algunos eruditos aceptan
esta sugerencia.
4. Cuestionamiento de la hipótesis Q
Hasta hace
aproximadamente cuatro décadas, la hipótesis de los dos documentos (i.e.,
prioridad de Marcos y Q) era ampliamente aceptada por especialistas de muy
diversa procedencia. Los primeros objetores de la hipótesis Q habían hecho
pocos progresos. Algunos decían que el supuesto contenido de Q era tan
heterogéneo que era improbable que hubiera existido como una fuente
diferenciada; este punto se analizará más adelante. Otros observaron que no
parecía existir ningún otro escrito como Q en la iglesia primitiva, aunque el
descubrimiento del Evangelio de Tomás socavó parcialmente este argumento. Otros
objetores afirmaron que las considerables variaciones en las reconstrucciones
de Q que se habían propuesto erosionaban la confianza en la hipótesis. Sin
embargo, en tiempos más recientes las reconstrucciones han mostrado que existe
una coincidencia general sobre el contenido de Q.
No obstante, desde 1965
ha habido varios intentos nuevos por debilitar la hipótesis Q que han ofrecido
explicaciones alternativas de la evidencia. Varias hipótesis rivales han sido
defendidas vigorosamente y deben ser seriamente consideradas. Según la
hipótesis de los dos Evangelios (a la que no hay que confundir con la hipótesis
de los dos documentos), planteado por primera vez en 1789 por J. J. Griesbach y
defendida recientemente con entusiasmo por W. Farmer, A. McNicol y otros, Lucas
ha hecho uso de Mateo y Marcos ha utilizado a los dos, que son anteriores al
suyo. Otros especialistas (entre los que destacan A. Farrer, M. Goulder y M.
Goodacre) mantienen la prioridad de Marcos y prescinden de Q, afirmando que
Lucas ha utilizado Mateo. Estas dos soluciones alternativas al Problema
sinóptico eliminan la necesidad de cualquier forma de hipótesis Q al afirmar
que Lucas utilizó Mateo.
Si se acepta esta
afirmación, ello conlleva importantes consecuencias para nuestra interpretación
del origen, transmisión y desarrollo de las tradiciones evangélicas. Según esta
tesis, la forma más antigua de las tradiciones siempre tiene que haber estado
detrás del Evangelio de Mateo, no del de Lucas; de ahí que Mateo sea
particularmente importante en la reconstrucción histórica. Si Lucas ha
utilizado Mateo, entonces ciertamente ha usado esta fuente principal
libremente. Él es el primer «intérprete» de Mateo, al que ha desmontado para
poder escribir su propio Evangelio, bien distinto del anterior. Por los motivos
que se apuntan a continuación, los defensores de la hipótesis Q consideran que
esto es altamente improbable.
4.1. Los discursos mateanos. Si
Lucas ha usado Mateo, ¿qué ha ocurrido con los cinco impresionantes discursos
de Mateo? Según este punto de vista, una pequeña parte del Sermón del Monte de
Mateo en Mateo 5–7 vuelve a aparecer en Lucas 6:20–49, pero el resto del
material o bien está repartido (aparentemente de un modo aleatorio) a lo largo
del Evangelio de Lucas, y se sitúa en contextos distintos, o bien se omite por
completo. ¿Por qué querría Lucas hacer esto? Los demás discursos de Mateo se
han tratado de un modo parecido. Por ejemplo, el segundo discurso mateano en
Mateo 10 reaparece en no menos de siete capítulos diferentes en Lucas.
Aunque se ha intentado
justificar el extraño tratamiento dado por Lucas a los discursos mateanos, las
explicaciones han convencido a pocos. M. Goulder reconoce que el quinto
discurso de Mateo plantea especiales dificultades para su hipótesis. Así, tiene
que convenir en que Lucas ha separado cuidadosamente las secciones marcanas y
no marcanas de Mateo 24–25. Las primeras están incluidas en Lucas 21, las
últimas están aisladas (marcando una copia de Mateo con un puntero) e incluidas
en Lucas 12–13; 17; y, podríamos añadir nosotros, Lucas 19. Esta es una
explicación tortuosa de los métodos empleados por Lucas.
4.2. Las ampliaciones mateanas de Marcos. Si
Lucas ha empleado Mateo, cabría esperar que hubiera adoptado algunas de las
ampliaciones y modificaciones que Mateo hace a Marcos. Pero apenas quedan
rastro de ellas en Lucas. Allí donde Mateo y Marcos tienen la misma tradición,
Lucas opta por la versión de Marcos e ignora la de Mateo; asimismo, reorganiza
considerablemente a Mateo. ¿Por qué encontró Lucas a Mateo tan poco atractivo,
cuando en casi todos los demás sectores del cristianismo primitivo se convirtió
en el Evangelio favorito?
La confesión de Pedro en
Cesarea de Filipo es un buen ejemplo. En Lucas 9:18–21 se ha usado el relato de
Marcos (Mc 8:27–30), pero no hay señal alguna en Lucas de la importante adición
que hace Mateo a Marcos en 16:16–19. Aquí no se han empleado varios dichos de
Jesús dirigidos a Pedro, incluidas las palabras «Sobre esta roca edificaré mi
iglesia».
Entonces, ¿por qué omite
Lucas tantas ampliaciones que hace Mateo sobre el material marcano? Este
argumento a menudo ha sido presentado por aquellos que niegan que Lucas haya
utilizado Mateo. Goulder replica de la siguiente manera. Lucas tiene una
«política de bloques»: «Cuando él [Lucas] trata un asunto marcano tiene a
Marcos delante de él, y ha decidido no consultar Mateo para ver qué es lo que
ha añadido (…). Lucas no incluye las adiciones porque ha decidido seguir la
política de no considerarlas».[8] Esto lleva a Goulder a
proponer que una vez ha tratado un bloque marcano, Lucas a veces vuelve a las
adiciones mateanas de Marcos: algunas de las adiciones se trasladan a otros
contextos, algunas son ignoradas sin querer y algunas son reescritas.
4.3. Coincidencias entre Mateo y Lucas frente a Marcos. Según
algunos estudiosos, existe otro fenómeno que erosiona la verosimilitud de la
tesis según la cual Lucas usó Mateo: las coincidencias menores entre Mateo y
Lucas frente a Marcos. Varios especialistas han apelado a las coincidencias
menores para socavar la hipótesis Q y también para defender un caso claro del
uso de Mateo por parte de Lucas. A esto se responde que las coincidencias
menores se pueden volver en contra de esta hipótesis alternativa. Para quienes
contemplan el uso de Mateo por Lucas, está claro que en contextos marcanos
Lucas en ocasiones prefiere palabras o frases mateanas. Pero también hay que
reconocer que en contexto marcanos Lucas sigue la política de no consultar a
Mateo para ver qué ha añadido. Basándose en esta evidencia, los defensores de Q
replican diciendo que las coincidencias menores no debilitan la hipótesis Q,
porque si Lucas en verdad utilizó Mateo, debe haber redactado el primer
Evangelio de manera bastante perversa. No obstante, el puro peso de las
coincidencias menores y su calidad es una razón suficiente como para ser
precavidos; en consecuencia, E. P. Sanders denomina a las coincidencias menores
«el talón de Aquiles» de la teoría de las dos fuentes.[9]
4.4. Variaciones en tradiciones similares no marcanas. Allí
donde Mateo y Lucas contienen tradiciones similares no marcanas, la mayoría de
los especialistas acepta que es difícil decidir qué evangelista tiene la forma
más antigua de la tradición. Pero quienes afirman que Lucas ha hecho uso de
Mateo deben aceptar que es siempre Lucas quien ha cambiado la forma mateana más
antigua de la tradición. Sus esfuerzos por defender esta tesis a menudo parecen
una argucia. Por ejemplo, si Lucas ha utilizado Mateo, entonces ha abreviado la
anterior versión mateana, más completa, tanto de las Bienaventuranzas (Mt
5:1–12) como del Padrenuestro (Mt 6:9–13). ¿Por qué querría Lucas hacer algo
así? En ambos casos es difícil descubrir razones plausibles para ello; resulta
mucho menos difícil suponer que mientras Lucas ha conservado las tradiciones de
Q con pocos cambios, Mateo las ha ampliado.
4.5. Variaciones en la colocación de dichos de Q en
relación con contextos marcanos. Después
de las tentaciones de Jesús (Mt 4:1–11 // Lc 4:1–13) Lucas y Mateo nunca
emplean los dichos de Q que comparten en el mismo contexto marcano. Si Lucas ha
usado Mateo, entonces ha eliminado cuidadosamente cada dicho no marcano (Q) del
contexto de Marcos que tiene en Mateo y lo ha colocado en un contexto distinto.
4.6. Diferencias implícitas entre el tratamiento que
hace Lucas de Marcos y Mateo. Una
última cuestión viene a resumir varias de las observaciones anteriores. Si
aceptamos que Lucas usó Marcos, entonces con la ayuda de una sinopsis podemos
descubrir fácilmente los cambios de diversa índole que ha hecho a Marcos. En
general, ha conservado el orden de las tradiciones de Marcos y muestra un
considerable respeto por su contenido, especialmente cuando está citando dichos
de Jesús. Si Lucas también usó Mateo, cabría esperar que hubiera modificado su
segunda fuente más o menos de la misma manera. Sin embargo, ese no es en
absoluto el caso.
5. Teología y propósito de Q
¿Fueron recopiladas las
tradiciones de Q simplemente como una antología o resumen de los dichos de
Jesús? ¿Cuánto tienen de coherentes? ¿Contienen una perspectiva teológica
principal? ¿Fueron las tradiciones de Q seleccionadas, ordenadas y modificadas
por determinadas razones teológicas o pastorales? El debate sobre estas
cuestiones se ha planteado desde tres ángulos bien distintos.
5.1. Relación de Q con el kerigma más primitivo. A
comienzos del siglo XX varios autores que escribían sobre el propósito de Q
aceptaron que debía haber contenido un relato de la muerte y resurrección de
Jesús además de una colección de sus dichos. Sin embargo, puesto que en sus
relatos de la pasión y resurrección Lucas y Mateo no comparten más que unas
pocas frases que se encuentran en Marcos, es imposible mantener esta postura.
En su influyente estudio
sobre Q, A. Harnack insistió en que Q era una fuente de un valor sin
precedentes. Había sido compilada sin que se pudiera apreciar ningún sesgo
«apologético, didáctico, eclesial, nacional o antinacional».[10] Marcos había exagerado el
apocalipticismo y subordinado el «elemento puramente religioso y moral» del
mensaje de Jesús.[11] Q, por su parte, era un
relato relativamente completo del «mensaje de Jesús» que expresaba claramente
la esencia misma del cristianismo para la gente del siglo XX.
Los presupuestos
teológicos de Harnack fueron cuestionados por K. Barth y R. Bultmann, quienes
insistieron en que el corazón de la predicación cristiana más primitiva era la
proclamación de la cruz y la resurrección, no la enseñanza del Jesús histórico.
La confianza de Harnack en Q como «el mensaje de Jesús» también fue cuestionada
por la labor de los primeros críticos de las formas. Estos insistieron en que
dado que todas las tradiciones evangélicas habían sido moldeadas por la fe y
las necesidades de las comunidades pospascuales, ni siquiera Q proporcionaba un
acceso directo a las enseñanzas de Jesús.
Así pues, ¿cuál era la
relación de Q con el kerigma o proclamación de las primeras comunidades
pospascuales? M. Dibelius, B. H. Streeter y T. W. Manson consideraron a Q como
un complemento del kerigma primitivo de la cruz y la resurrección de Jesús. Las
tradiciones de Q eran utilizadas como orientación ética y ánimo para aquellos que
habían aceptado el kerigma.
Aunque esta postura
general dominó durante algún tiempo, fue duramente contestada por H. E. Tödt.
Tödt observó que muchas tradiciones de Q no son exhortatorias y defendió que el
propósito de Q podía descubrirse esclareciendo el uso y desarrollo de los
dichos sobre el Hijo del Hombre por parte de la comunidad de Q. La comunidad no
desarrolló un kerigma de la pasión, pero estaba convencida de que Jesús, que
había restablecido la comunión con sus seguidores como el resucitado, también
sería, como Hijo del Hombre que había de venir, el garante escatológico de esa
comunión. Las propuestas de Tödt dependían mucho de una visión improbable de
las tradiciones sobre el Hijo del Hombre en Q, pero otros expertos siguieron
esa senda y mostraron que las tradiciones de Q habían sido organizadas y
modeladas a la luz de los intereses cristológicos. G. Stanton llamó la atención
sobre la importancia de los relatos del bautismo y las tentaciones de Jesús que
aparecían al comienzo de Q; junto con Mateo 11:2–6 // Lucas 7:18–23 (y pasajes
relacionados), confirmaban que para la comunidad de Q, las promesas
escatológicas de carácter profético se estaban cumpliendo en las acciones y las
palabras de Jesús. El pasado de Jesús (incluido su rechazo por aquellos a los
que fue enviado), así como su parusía, que se consideraba que iba a producirse
muy pronto, eran importantes para la comunidad de Q.
5.2. Estudios crítico-redaccionales. En
la década de 1950, las formas en que los cuatro evangelistas remodelaron y
organizaron las tradiciones a su disposición fueron estudiadas intensamente.
Pronto fue posible mostrar que la «redacción» de tradiciones anteriores se
había llevado a cabo de acuerdo con unos énfasis teológicos determinados. Los
análisis de Q desde esta perspectiva los inició D. Lührmann y otros
especialistas han continuado llevándolos a cabo con posterioridad. La atención
se centra en la manera en que tradiciones originalmente separadas se han unido
en Q y en dichos que han sido «creados» por la comunidad de Q con vistas a
aclarar o interpretar tradiciones anteriores. La separación entre la tradición
original y la redacción posterior es obviamente mucho más difícil e hipotética
que en el caso de la redacción de sus fuentes por parte de Mateo y Lucas, pero
eso no ha evitado que los eruditos traten de distinguir los propósitos
principales del compilador (o compiladores) de Q. En este sentido, algunos han
afirmado que varios bloques de tradiciones de Q guardan rasgos literarios o
énfasis teológicos llamativamente similares. Por ejemplo, R. Piper ha mostrado
que las tradiciones de Q incluyen una serie de colecciones de proverbios, o
aforismos, que desarrollan un argumento de forma parecida. Esto preparó el
terreno para trabajos como los de W. Arnal, que intenta complementar el
análisis del género con una lectura en espejo sociológica del supuesto contexto
de Q.
Pero no resulta fácil
identificar los intereses dominantes del redactor final de Q. Por consiguiente,
no sorprende descubrir que algunos han propuesto que las tradiciones de Q
habían pasado por dos o más redacciones principales. Las reconstrucciones de
posibles etapas en el desarrollo de las tradiciones de Q probablemente se vean
muy influenciadas por los presupuestos del investigador acerca de la transmisión
y el desarrollo de las tradiciones evangélicas, e incluso por sus puntos de
vista sobre el desarrollo del cristianismo primitivo.
5.3. El género literario de Q. Teniendo
en cuenta que el reconocimiento del género literario de una obra es un primer paso
crucial para su interpretación, sorprende que autores anteriores sobre Q le
prestaran tan poca atención a su género literario. J. Robinson puso remedio a
ello con su atrevida afirmación de que Q formaba parte de una «trayectoria» de
géneros de dichos que iba desde Proverbios hasta los escritos gnósticos
(especialmente el Evangelio de Tomás) y el tratado misnaico ʾAbot. Según este
punto de vista, los dichos sapienciales predominan en Q, y a Jesús se le
presenta principalmente como el representante de la Sofía (Sabiduría)
celestial. Las propuestas de Robinson fueron matizadas y ampliadas en el
importante estudio de J. Kloppenborg The Formation of Q (Q. El Evangelio
desconocido [Salamanca: Sígueme, 2005]). Kloppenborg observa que los escritos
con los que Robinson relaciona el género literario de Q son mucho más
homogéneos que el propio Q. Sostiene que el componente formativo de Q consistió
en un grupo de seis «discursos sapienciales» que tenían una naturaleza y una
forma de argumentar exhortatorios, similares a otros escritos sapienciales.
Este estrato posteriormente se amplió mediante la adición de grupos de dichos
que adoptaron una postura crítica y polémica con respecto a Israel; el relato
de la tentación (Mt 4:1–11 // Lc 4:1–13), que fue la última adición a Q, la
dotó de un aspecto más biográfico. Aquellos que se sienten impresionados por el
carácter sapiencial de Q generalmente lo identificarán como un género de
instrucción, una gnomología helenística o una colección de chreiai.
M. Sato sostiene que el género
literario de Q es comparable al de los escritos proféticos del AT. En las tres
etapas principales de la composición de Q muchas tradiciones individuales de Q
presentan una forma y un énfasis proféticos. Mientras que para Kloppenborg las
tradiciones proféticas en Q son secundarias con respecto a las tradiciones
sapienciales, Sato opina justamente lo contrario. Es probable que el debate
sobre el género de Q continúe durante algún tiempo.
Así pues, muchos
conjeturan que Q existió en forma de documento escrito; sus más o menos 230
dichos de Jesús fueron utilizados y parcialmente reinterpretados tanto por
Mateo como por Lucas. Caso de ser así, existe mucha menos seguridad en lo que
se refiere a la historia primitiva, género literario, perspectiva teológica
general y propósito de Q. Aunque se pueden identificar grupos de tradiciones
con temas relacionados, Q contenía tal variedad de materiales que resulta
imprudente afirmar que tuviera una perspectiva teológica principal o que fuera
utilizado en la iglesia primitiva solamente de una determinada manera. La
hipótesis Q continuará destacando entre los estudios de la crítica de las
tradiciones de los Evangelios, pero también en el debate sobre el origen y la
naturaleza de las expresiones más antiguas de la fe cristiana.[12]
[1] Esta práctica ha quedado recogida en lo que ahora se suele considerar la reconstrucción definitiva de la colección de dichos, J. M. Robinson, P. Hoffmann y J. Kloppenborg, The Critical Edition of Q: Synopsis Including the Gospels of Matthew and Luke, Mark and Thomas, with English, German, and French Translations of Q and Thomas (Mineápolis: Fortress; Lovaina: Peeters, 2000) - existe edición castellana: El Documento Q en griego y en español (Salamanca: Sígueme, 2002), culminación de un proyecto de años que ha sido llevada a cabo por más de tres docenas de especialistas dirigidos por J. Robinson, P. Hoffmann y J. Kloppenborg.
[2] Véase H. D. Betz, The Sermon on
the Mount: A Commentary on the Sermon on the Mount, Including the Sermon on the
Plain (Matthew 5:3–7:27 and Luke 6:20–49), ed. A. Y. Collins (Hermeneia;
Mineápolis: Fortress, 1995);
[3] J. D. G. Dunn, «Altering the
Default Setting: Re-envisaging the Early Transmission of the Jesus Tradition»,
NTS 49 (2003) 139– 75; A. D. Baum, Der mündliche Faktor und die synoptische
Frage: Analogien aus der antiken Literatur, der Experimentalpsychologie, der
Oral Poetry-Forschung und dem rabbinischen Traditionswesen (TANZ 49; Tubinga:
Francke, 2008)
[4] Ejemplo, D. R. Burkett, Rethinking
the Gospel Sources, 2: The Unity or Plurality of Q (SBLECL 1; Atlanta: Society
of Biblical Literature, 2009)
[5] H. T. Fleddermann, Q: A
Reconstruction and Commentary. Pag.60 (BTS 1; Lovaina: Peeters, 2005)
[6] C. M. Tuckett, Q and the History of
Early Christianity: Studies on Q. pag. 10-11 (Peabody, MA: Hendrickson, 1996)
[7]
A. Järvinen, «The Son of Man
and His Followers: A Q Portrait of Jesus», en Characterization in the Gospels:
Reconceiving Narrative Criticism, ed. D. Rhoads y K. Syreeni (JSNTSup 184;
Sheffield: Sheffield Academic Press, 1999);
H. T. Fleddermann «The Plot of Q», Ephemerides Theologicae Lovaniensis
88 (2012) 43– 69
[8] M. D. Goulder, Luke: A New Paradigm.
Pag. 144 (2 vols.; JSNTSup 20; Sheffield: JSOT Press, 1989)
[9] E. P. Sanders y M. Davies, Studying
the Synoptic Gospels. Pag. 76 (Londres: SCM; Filadelfia: Trinity Press
International, 1989)
[10] A. Harnack, The Sayings of Jesus:
The Second Source of St. Matthew and St. Luke, trad. J. R. Wilkinson. Pag. 171
(Londres: Williams & Norgate, 1907)
[11] A. Harnack, The Sayings of Jesus:
The Second Source of St. Matthew and St. Luke, trad. J. R. Wilkinson. Pag.
250-251 (Londres: Williams & Norgate, 1907)
[12]
Para
más profundidad sobre el estudio, véase la siguiente BIBLIOGRAFÍA. W. Arnal,
«The Rhetoric of Marginality: Apocalypticism, Gnosticism, and Sayings Gospels»,
HTR 88 (1995) 471–94;; M. J. Borg, Meeting Jesus Again for the First Time: The
Historical Jesus and the Heart of Contemporary Faith (San Francisco:
HarperSanFrancisco:1995);; D. R. Catchpole, Studies in Q (Edimburgo: T & T
Clark, 1992); J. D. Crossan, The Historical Jesus: The Life of a Mediterranean
Jewish Peasant (San Francisco: HarperSanFrancisco, 1991); M. Dibelius, From
Tradition to Gospel, trad. B. L. Woolf (Nueva York: Scribner, 1935);; W. R.
Farmer, The Synoptic Problem: A Critical Analysis (Nueva York: Macmillan,
1964); A. M. Farrer, «On Dispensing with Q», en D. E. Nineham, ed., Studies in
the Gospels: Essays in Memory of R. H. Lightfoot (Oxford: Blackwell, 1955)
55–58;; M. Goodacre, The Case Against Q: Studies in Markan Priority and the
Synoptic Problem (Harrisburg, PA: Trinity Press International, 2002); M.
Goodacre y N. Perrin, eds., Questioning Q: A Multidimensional Critique (Downers
Grove, IL: InterVarsity Press, 2004);;; P. M. Head, Christology and the
Synoptic Problem: An Argument for Markan Priority (SNTSMS 94; Cambridge:
Cambridge University Press, 1997); R. A. Horsley con J. A. Draper, Whoever
Hears You Hears Me: Prophets, Performance, and Tradition in Q (Harrisburg, PA:
Trinity Press International, 1999); J. Kloppenborg, The Formation of Q:
Trajectories in Ancient Wisdom Collections (Filadelfia: Fortress, 1987); J.
Kloppenborg Verbin, Excavating Q: The History and Setting of the Sayings Gospel
(Mineápolis: Fortress, 2000) - existe edición castellana: Q. El Evangelio
desconocido (Salamanca: Sígueme, 2005); H. Koester, Ancient Christian Gospels:
Their History and Development (Filadelfia: Trinity Press International, 1990);
D. Lührmann, Die Redaktion der Logienquelle: Anh.: Zur weiteren Überlieferung
zum Alten und Neuen Testament (WMANT 33; Neukirchen-Vluyn: Neukirchener Verlag,
1969); T. W. Manson, The Sayings of Jesus: As Recorded in the Gospels According
to St. Matthew and St. Luke, Arranged with Introduction and Commentary (Londres:
SCM, 1949); N. Perrin, «Some Implications of Dispensing with Q», en Questioning
Q: A Multidimensional Critique, ed. M. Goodacre y N. Perrin (Downers Grove, IL:
InterVarsity Press, 2004) 165–73; R. A. Piper, Wisdom in the Q Tradition: The
Aphoristic Teaching of Jesus (SNTSMS 61; Cambridge: Cambridge University Press,
1989); J. M. Robinson, «LOGOI SOPHON: On the Gattung of Q», en Trajectories
Through Early Christianity, ed. J. M. Robinson y H. Koester (Filadelfia:
Fortress, 1964) 71–113;; M. Sato, Q und Prophetie: Studien zur Gattungs- und
Traditionsgeschichte der Quelle Q (WUNT 2/29; Tubinga: Mohr Siebeck, 1988); J.
Schröter, Erinnerung an Jesu Worte: Studien zur Rezeption der
Logienüberlieferung in Markus, Q und Thomas (WMANT 76; Neukirchen-Vluyn: Neukirchener
Verlag, 1997); G. N. Stanton, «On the Christology of Q», en Christ and Spirit
in the New Testament, ed. B. Lindars y S. S. Smalley (Cambridge: Cambridge
University Press, 1973) 27–42; B. H. Streeter, The Four Gospels: A Study of
Origins (Londres: Macmillan, 1924); H. E. Tödt, The Son of Man in the Synoptic
Tradition, trad. D. M. Barton (Filadelfia: Westminster, 1965);; C. M.
Tuckett, «The Current State of the
Synoptic Problem», en New Studies in the Synoptic Problem: Oxford Conference,
April 2008; Essays in Honour of Christopher M. Tuckett, ed. P. Foster et al.
(BETL 239; Lovaina: Peeters, 2011) 9–50. G. N. Stanton y N. Perrin
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