Atributos de Dios: Relativos I Teologia propia con Feliberto Vasquez Rodriguez

 


Atributos relativos

Algunos atributos pueden llamarse “relativos” porque hacen alusión al tiempo y al espacio.

Eternidad. Por lo general se entiende la eternidad de Dios en relación con el tiempo. Por definición quiere decir que Dios no está limitado ni restringido por el tiempo; con Dios no hay sucesión de eventos; Él está por encima de todas las limitaciones del tiempo. “Con Él no hay distinción entre el presente, el pasado y el futuro; todas las cosas están siempre igual de presentes para Él”.[1] El Salmo 90:2 expresa su eternidad: “Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios”. La eternidad de Dios se extiende hasta el pasado y el futuro infinitos. Más aún, la eternidad de Dios también se relaciona con el gobierno eterno en su reino universal (Sal. 102:12).[2] La eternidad de Dios también está relacionada con su nombre. En Éxodo 3:14 le dijo a Moisés que su nombre es “YO SOY EL QUE SOY”. Algunos eruditos relacionan su nombre Señor (v. 14) con “YO SOY EL QUE SOY” y con el tiempo presente del verbo hebreo hayah, que quiere decir “ser”. Por lo tanto, el nombre de Dios revela su eternidad porque él es “Aquel que existe continuamente”. Sin embargo, esto no sugiere que el tiempo sea irreal e inexistente con Dios. Aunque Dios vea todo como un eterno ahora, en su relación con el hombre y la creación Él ve una sucesión de eventos en el tiempo.

Inmensidad. Puede identificarse como “esa perfección del Ser Divino por la cual trasciende todas las limitaciones espaciales y aun así está presente en todo punto del espacio con todo su Ser”.[3] En 1 R. 8:27 se enfatiza esta verdad (véanse también Is. 66:1; Jer. 23:23-24; Hch. 7:48-49). Salomón declaró: “los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener”. Salomón le había construido a Dios un templo magnífico, pero reconocía que Dios no puede contenerse en un templo. A diferencia de los cuerpos humanos, limitados y restringidos al espacio, Dios en su inmensidad no está localizado ni limitado. Él llena todos los lugares con todo su ser pero no en el mismo grado. “No mora en la tierra como en los cielos, en los animales como en el hombre, en la creación inorgánica como en la orgánica; en el impío como en el justo, o en la Iglesia como en Cristo”.[4]

Omnipresencia. En los siguientes tres atributos el prefijo omni proviene de la palabra latina omnis, que significa “todo”. Entonces, omnipresencia significa que Dios está presente en todas partes (esto contrasta con el panteísmo, según el cual Dios está en todas las cosas). Más específicamente, la omnipresencia se puede definir así: “Dios, en la totalidad de su esencia, sin difusión o expansión, multiplicación o división, penetra y llena el universo en todas partes”.[5] El Salmo 139:7-12 explica la omnipresencia de Dios. Desde el más alto cielo hasta las profundidades de la tierra y el mar, Dios está presente en todas partes. No hay escapatoria de la presencia de Dios. En la definición se anota que Dios está presente en todas partes en la totalidad de su ser. La definición va contra la idea de que Dios está en el cielo y sólo su poder está en la tierra. Debe hacerse una distinción entre la inmensidad de Dios y su omnipresencia. La inmensidad enfatiza la trascendencia y resalta que Él no está limitado por el espacio, en tanto la omnipresencia enfatiza su inmanencia, llenando el espacio, la tierra inclusive. La doctrina de la omnipresencia es de consuelo para el creyente, quien reconoce que no le sobrevendrá ninguna calamindad sin que Dios esté a su lado; además, es una advertencia para el desobediente, pues no puede escapar de la presencia de Dios.

Omnisciencia. La palabra omnisciencia proviene de las palabras latinas omni, que significa “todo”, y la palabra scientia, que significa “conocimiento”; por lo que quiere decir que Dios tiene todo el conocimiento. Una definición más global dirá que Dios sabe todas las cosas reales y posibles, pasadas, presentes y futuras en un solo acto eterno.[6] Deben observarse varias cosas con respecto a la omnisciencia de Dios.

(1) Dios sabe todas las cosas que existen en la realidad (Sal. 139:1-6; 147:4; Mt. 6:8; 10:28-30). El salmista reconoció la omnisciencia de Dios, pues Dios conocía sus acciones, sus pensamientos, sus palabras antes de que las pronunciara, y toda su vida (Sal. 139:1-4).

(2) Dios conoce todas las variables sobre las cosas que no han ocurrido. Jesús sabía qué habrían hecho Tiro y Sidón si se les hubiera predicado (Mt. 11:21).

(3) Dios conoce todos los eventos futuros. Como Dios es eterno, conoce todas las cosas en un acto eterno; los eventos futuros para el hombre son un “ahora eterno” para Dios. Él sabía que las naciones dominarían a Israel (Dn. 2:36-43; 7:4-8) y conoce los eventos que están por ocurrir sobre la tierra (Mt. 24—25; Ap. 6—19).

(4) El conocimiento de Dios es intuitivo. Es inmediato, no le llega por los sentidos; es simultáneo, no adquirido por la razón o la observación; es real, completo y acorde con la realidad.

Omnipotencia. El término omnipotencia significa que Dios es todopoderoso. No obstante, no sugiere que, por ser todopoderoso, Él pueda hacer y haga cualquier cosa al azar. Una definición apropiada declara: “Dios es todopoderoso, capaz de hacer lo que desee. Como su voluntad está limitada por su naturaleza, Dios puede hacer todo lo que esté en armonía con sus perfecciones”.[7] En otras palabras, no es apropiada la pregunta “¿Puede Dios crear una piedra tan pesada que no la pueda levantar?”. Dios puede hacer todas las cosas que estén en armonía con su naturaleza y su Persona.

El nombre Todopoderoso quiere decir “el poderoso”, y probablemente se derive del verbo que significa “ser fuerte” (cp. Gn. 17:1; 28:3; Is. 13:6; Ez. 1:24; Jl. 1:15). Como Dios es todopoderoso, con Él todo es posible (Mt. 19:26). El que forma al niño en el vientre (Sal. 139:13-16) y creó los cielos (Jer. 32:17) puede hacer todas las cosas; nada es demasiado difícil para Él. Hace lo que quiere (Sal. 115:3) y decreta todas las cosas de acuerdo con su voluntad (Ef. 1:11). Dios no puede hacer cosas que no estén en armonía con su naturaleza. No puede retractarse de su palabra (2 Ti. 2:13), no puede mentir (He. 6:18); no tiene relación con el pecado (Hab. 1:13; Stg. 1:13). Como Dios puede hacer lo que quiera, la doctrina de la omnipotencia de Dios es de gran consuelo para el creyente (cp. Gn. 18:14; 1 P. 1:5). También hay atributos de Dios relacionados con la moralidad.

Verdad. Al hablar de Dios como la verdad, se implica que Dios es todo lo que debe ser y que su palabra y revelación son completamente confiables.

(1) Dios es la verdad en su persona. Es perfectamente completo y completamente perfecto como Dios; no tiene par (Is. 45:5).

(2) Dios es la verdad en su revelación (Sal. 110:5; 1 P. 1:25; Mt. 5:18). Esto quiere decir que es completamente confiable en su revelación a la humanidad. Es de fiar. A diferencia de los mortales, Dios no puede mentir (Tit. 1:2; He. 6:18), habla la verdad y cumple todo lo que ha prometido (Nm. 23:19). Dios es verdadero en el sentido de que nunca abroga sus promesas (Ro. 3:3-4). Jesús, en conformidad con el Padre, proclamó: “Yo soy… la verdad” (Jn. 14:6). Su palabra es confiable; sus discípulos podían confiar en Él. La aplicación de esta doctrina tiene un valor significativo: como Dios es verdad, su palabra para la humanidad es absolutamente confiable y se puede aceptar implícitamente. Él nunca va a renegar de una promesa que haya hecho, como en Juan 3:16.

Misericordia. Una definición general de misericordia es “la bondad o amor que Dios muestra a quienes viven en miseria o angustia, sin importar sus merecimientos”.[8] La palabra hebrea chesed del Antiguo Testamento enfatiza “la ayuda o favor como gracia de un superior”. Resalta la fidelidad de Dios a pesar de la infidelidad del hombre, y por lo tanto enfatiza piedad, compasión y amor. La palabra griega eleos del Nuevo Testamento también incluye la idea de piedad y compasión, y se puede traducir como “benevolencia” en un sentido general.[9] La misericordia de Dios busca la necesidad temporal de la humanidad (Rut 1:8; He. 4:16) y la salvación eterna de las personas (Ro. 9:23; Ef. 2:4; Tit. 3:5; 1 P. 1:3; Is. 55:7); no obstante, el Nuevo Testamento resalta la segunda. Su misericordia se extiende a Israel (Sal. 102:13) y a los gentiles (Ro. 11:30-32; 15:9). Su misericordia está libre de obligaciones y la da de acuerdo a su elección soberana (Ro. 9:15-16, 18). Un estudio de concordancia de misericordia (al usar una concordancia que liste el uso de la palabra hebrea chesed) revela que Dios es de veras “rico en misericordia”, lo cual se refleja particularmente en los Salmos (cp. 5:7; 6:4; 13:5; 17:7; 18:50; 21:7; 23:6, etc.; nótese que la palabra se traduce con frecuencia como amor en la Nueva Versión Internacional).

Gracia. La gracia puede definirse como el favor inmerecido de Dios para aquellos que están bajo condenación. Una palabra prominente del Antiguo Testamento para describir la gracia de Dios también es chesed.[10] La palabra denota liberación de los enemigos, las aflicciones o la adversidad (Sal. 6:4; 31:7, 16; 57:3; 69:13-16); guía diaria (Sal. 143:8); perdón (Nm. 14:19; Sal. 51:1); preservación (Sal. 23:6; 33:18; 42:8; 94:18; 119:75-76) y que Dios posibilita (Sal. 85:7). La palabra charis del nuevo Testamento se centra particularmente en la provisión de salvación en Cristo.[11] La gracia se refleja en la provisión de salvación de Dios (Ro. 3:24; Ef. 1:7; 2:8); Cristo trajo gracia y verdad (Jn. 1:14; Ro. 1:5); la gracia de Cristo permite que los creyentes estén firmes ante Dios (Ro. 5:2); Cristo trajo vida, no muerte, por su gracia (Ro. 5:17); la gracia de Cristo superó el pecado de Adán (Ro. 5:15, 20); concedió dones espirituales a todos los creyentes (Ro. 12:6; Ef. 4:7); los gentiles al igual que los judíos fueron aceptos por la gracia (Ef. 3:2).

Justicia. La justicia a veces se toma en conjunto con la rectitud de Dios. La justicia de Dios quiere decir que Dios es completamente correcto y justo en todo su trato con la humanidad; más aún, tal justicia es acorde con su ley. Por lo tanto, la justicia de Dios está relacionada con el pecado del hombre. Como la ley de Dios refleja la norma de Dios, Él es recto y justo cuando juzga al hombre por violar su ley revelada.

A veces, la justicia de Dios se divide en varias categorías. La justicia rectora de Dios reconoce a Dios como un gobernante moral que, cuando impone su ley moral en el mundo, promete recompensar a los obedientes y castigar a los desobedientes (Sal. 99:4; Ro. 1:32). La justicia distributiva de Dios está relacionada con la ejecución de la ley tanto en términos de recompensa como de castigo (Is. 3:10-11; Ro. 2:6; 1 P. 1:17); es positiva y negativa. En el lado positivo se llama justicia remunerativa (un reflejo del amor divino) que otorga recompensa a quien obedece (Dt. 7:9; Sal. 58:11; Ro. 2:7). En sentido negativo se llama justicia retributiva, una expresión de la ira divina con la cual Dios castiga al malvado (Gn. 2:17; Dt. 27:26; Ro. 6:23; Gá. 3:10). El castigo para quienes hacen lo malo es imparcial, porque reciben la pena justa por su pecado.[12]


[1] Charles Hodge, Systematic Theology [Teología sistemática], 3 vols. (Reimpreso Londres: Clarke, 1960), p. 1:385. Publicado en español por Clie.

[2] Véase Alva J. McClain, The Greatness of the Kingdom [La grandeza del reino] (Chicago: Moody, 1968), pp. 22-36 para una explicación donde se expone el reino universal de Dios por toda la eternidad. Publicado en español por Editorial Cordillera.

[3] Berkhof, Systematic Theology [Teología sistemática], p. 60.

[4] Ibíd., p. 61

[5] Strong, Systematic Theology, p. 279.

[6] Es importante reconocer que hablar del conocimiento o presciencia de Dios no implica una conciencia pasiva de lo que ocurrirá, sino que Él ha decretado todos los eventos en conexión con su conocimiento o presciencia. Compárese Shedd, Dogmatic Theology, pp. 1:353-358, 396-399.

[7] Thiessen, Lectures in Systematic Theology, p. 82.

[8] Buswell, A Systematic Theology of the Christian Religion [Teología sistemática], p. 72.

[9] Rudolph Bultmann, “Eleos”, en Gerhard Kittel, ed., Theological Dictionary of the New Testament, 10 vols. (Grand Rapids: Eerdmans, 1964), pp. 2:479-485.

[10] La palabra hebrea chesed en realidad denota “bondad”, y el concepto se sobrepone tanto a misericordia como a gracia.

[11] Charles C. Ryrie, The Grace of God [La gracia de Dios] (Chicago: Moody, 1963), pp. 9-26. Publicado en español por Portavoz. Éste es un libro muy útil sobre todo el tema de la gracia, y se recomienda ampliamente para entender apropiadamente esta importante doctrina.

[12] Véase Shedd, Dogmatic Theology, pp. 1:365-385, para una discusión amplia y excelente del tema.


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