¿Cómo se han entendido históricamente los días del Génesis?
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Todos sabemos cuál es la controversia. Los cristianos están divididos en dos grupos principales en su entendimiento de los días de Génesis. Primero están quienes creen que los días de Génesis son días de 24 horas de una semana terrestre, y que el universo es joven (creado hace casi seis mil años). Luego están quienes creen que el universo es antiguo. Es importante tener en cuenta desde ahora que las opiniones de los creacionistas de la Tierra joven y de la Tierra antigua datan de hace mucho. Ninguna de ellas es una invención reciente.
La palabra creacionista, sin embargo, ha cambiado su significado con el tiempo. En origen significaba simplemente alguien que creía en un creador, sin implicación alguna de cómo o cuándo se realizó la actividad creadora; hoy en día, creacionista suele entenderse como “creacionista de la tierra joven”.
A través de los siglos, muchos han sostenido que se pueden trazar líneas rectas desde la semana de la creación de Génesis hasta la semana de la vida ordinaria. El calendario judío, por ejemplo, ha tomado durante siglos como punto de partida la “era de la creación”, que fecha en el año 3761 a.C. (2010 es el año judío 5770, que va de septiembre del 2009 a septiembre del 2010). Además, en hebreo contemporáneo, los días de la semana se indican mediante los números del uno al seis, siendo el sábado (shabbat, reposo) el séptimo día, exactamente como en Génesis 1.
Los Reformadores cristianos Lutero y Calvino y muchos de los que redactaron la confesión de Westminster también sostenían la interpretación de 24 horas. En su comentario de Génesis, Calvino dijo que la duración de la creación fue un “espacio de seis días”, frase que después adoptaría la Confesión de Westminster.
No obstante, ha habido otros, incluso en tiempos antiguos, que interpretaron Génesis 1 de un modo distinto. Entre ellos estaba Filón (10 a.C.-50 d.C.), un influyente escritor judío que vivió en Alejandría en la época de Cristo. Entre muchas otras obras, él escribió un libro titulado Un tratado sobre el relato de la creación del mundo según Moisés. En la sección III.13 dice que “el mundo fue creado en seis días, no porque el Creador tuviera necesidad de una extensión de tiempo (pues es natural que Dios lo hiciera todo simultáneamente, no solo emitiendo una orden, sino con solo haberlo pensado); fue más bien porque las cosas creadas requerían un orden y los números equivalen al orden. Y, de todos los números, el seis es el más productivo según las leyes de la naturaleza: de todos los números, desde la unidad en adelante, es el primero perfecto, equivalente en todas sus partes y, a la vez, a la suma de ellas. El número tres es su mitad, el dos es un tercio de él y el uno es un sexto de él...”. De modo que Filón pensaba que la creación era un acto instantáneo y que el relato de Génesis tenía más que ver con unos principios de organización y orden.
Algunos de los primeros padres de la iglesia, como Justino Mártir en su Diálogo con Trifón e Ireneo en Contra todas las herejías, sugirieron que los días podrían haber sido largos períodos, basándose en Salmos 90:4 “Porque mil años ante tus ojos son como el día de ayer que ya pasó, y como una vigilia de la noche” y 2 Pedro 3:8 “Pero, amados, no ignoréis esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”. Ireneo aplicó esta interpretación de Génesis a la advertencia de Dios respecto al Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal (“porque el día que de él comas, ciertamente morirás”. [Génesis 2:17]): “En el mismo día que comieron, también murieron (pues es un día de la creación) ... Él (Adán) no superó los mil años, sino que murió en el transcurso de ellos”.
Clemente de Alejandría (150-215 d.C.), quien escribió como Justino e Ireneo en el segundo siglo, pensaba que la creación no podía haber tenido lugar en absoluto dentro del tiempo, ya que “el tiempo nació con las cosas que existen”.
Por tanto, él entendió que los días comunicaban la prioridad de las cosas creadas, pero no el tiempo de su creación. Un poco después, Orígenes (185-254 d.C.), el teólogo más destacado de su época, señaló que en el relato de Génesis el sol no fue creado hasta el cuarto día. Formuló una objeción obvia: “Ahora, ¿qué hombre inteligente creería que el primero, el segundo y el tercer día, y el atardecer y la mañana existieran sin el sol, la luna y las estrellas?”. Consideraremos su objeción en el siguiente capítulo.
En el siglo IV, San Agustín, quien escribió mucho acerca de Génesis, afirmó en su libro La ciudad de Dios que hallaba difíciles los días de Génesis 1: “de qué días se trata, es difícil, por no decir imposible de saber, y mucho menos explicar en palabras, qué significan”. En su famoso comentario Sobre el significado literal de Génesis, agregó: “Pero al menos sabemos que este [el día de Génesis] es diferente del día ordinario que nos es familiar”. De hecho, San Agustín (como Filón antes que él) sostenía que Dios lo había creado todo en un instante, y que los días representaban una secuencia lógica para explicárnoslo.
Estos hombres no eran teóricos de salón. Algunos de ellos fueron torturados y martirizados por su fe; entre ellos, Justino Mártir (como indica su nombre), Ireneo y Orígenes. Obviamente, tampoco fueron influenciados por la ciencia contemporánea, como la geología y la biología evolutiva.
Solamente hemos dado algunos ejemplos en este breve sondeo; de ahí la importancia de añadir que el entendimiento de los días de Génesis como días de 24 horas parece haber sido la opinión dominante durante muchos siglos.
Una de las mayores tensiones en el debate de los capítulos iniciales de Génesis se da entre quienes piensan que el autor deseaba que el libro se leyera como historia y quienes consideran que la intención del autor es expresar verdades atemporales a través de un lenguaje figurado y teológico.
Digo “los capítulos iniciales” ya que la impresión que da el resto del libro de Génesis es la de una narración histórica que describe el surgimiento de la nación hebrea de entre las naciones paganas del antiguo Cercano Oriente, y sigue su desarrollo cronológico a través de las historias familiares de Abraham, Isaac y Jacob. No es sorprendente, pues, que muchos argumenten lo mismo para los capítulos iniciales de Génesis, que forman claramente parte integral del libro. Sin lugar a dudas estos capítulos también dan la firme impresión de aludir a los acontecimientos, los lugares y las personas reales, al proporcionar una narrativa histórica desde la creación del mundo y los primeros humanos, pasando por el desarrollo y la extensión de la civilización, y hasta el momento del gran diluvio, del cual Noé y su familia fueron preservados para llegar a ser los progenitores de las naciones del antiguo Cercano Oriente. Me parece que puede existir un peligro real en algunas partes si separáramos la teología de la historia.
Génesis es, desde luego, un texto que nos llega de una época y una cultura muy diferentes de las nuestras. Procede del antiguo Cercano Oriente, de modo que no podemos limitarnos a leerlo como si fuera un documento occidental contemporáneo, escrito para tratar intereses occidentales contemporáneos.
Esto suscita la pregunta: ¿En qué medida exacta está influenciado Génesis influido por la cultura en la que se escribió, y en qué sentido? Esta pregunta puede dirigirse a cualquier parte de la Biblia, por supuesto. Quienes, como el presente autor, están convencidos de que la Escritura es la revelación de Dios, también son conscientes de que Dios usó a autores humanos, que escribieron en términos de su propia cultura y entornos, a la vez que le transmitían la Palabra de Dios al mundo. Jesús contó parábolas relacionadas con la agricultura, la construcción y la pesca, no con fábricas, con la aviación o con la exploración de la selva. Y aun así, sus parábolas son accesibles para cualquier persona y edad. Lo mismo ocurre con Génesis. El conocimiento de la cultura del antiguo Cercano Oriente puede ayudarnos mucho, sin duda, pero las afirmaciones fundamentales de Génesis tienen esa cualidad atemporal que significa que puedan entenderse en el año 1000 a.C. o en el año 2000 d.C.
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