Dones del Espíritu Santo | Pneumatología con Feliberto Vásquez Rodríguez

 


Definición de los dones

Hay dos palabras griegas que se usan generalmente para describir los dones espirituales. La primera es pneumatikos, cuyo significado es “cosas espirituales” o “cosas que pertenecen al espíritu”. La palabra enfatiza la naturaleza y origen espiritual de los dones; no son talentos naturales, tienen su origen en el Espíritu Santo. El Espíritu Santo las entregó sobrenaturalmente a los creyentes (1 Co. 12:11).

La otra palabra usual para identificar los dones espirituales es charisma, cuyo significado es “don de gracia”. La palabra charisma enfatiza que un don es un regalo por la gracia de Dios; no es una habilidad desarrollada naturalmente, sino un don otorgado al creyente (1 Co. 12:4). Este énfasis se ve cuando Pablo habla de los dones espirituales en Romanos 12. Él hace énfasis en que los creyentes reciben los dones según la gracia que les es dada (Ro 12:3, 6).

Una definición concisa de los dones espirituales simplemente es “dones de gracia”. Una definición más completa es: “dotación divina a un miembro del cuerpo de Cristo de una habilidad especial para el servicio”.[1]

Explicación de los dones

Dos conceptos forman parte de los dones espirituales. Primero, un don espiritual para un individuo es la capacitación que Dios le da para el servicio espiritual personal (1 Co. 12:11). Segundo, un don espiritual para la iglesia es una persona equipada de manera única para la edificación y madurez de la iglesia (Ef. 4:11-13).

Debe precisarse lo que no se quiere decir con “dones espirituales”.[2] No quiere decir un lugar de servicio. Algunos pueden sugerir: “Tal persona tiene un verdadero don para trabajar en los barrios pobres”. Por supuesto, éste es un mal concepto de los dones espirituales. Un ministerio a personas de la misma edad no es un don espiritual. De otra forma, algunos dirían: “Él tiene un verdadero don para trabajar con estudiantes de secundaria”. Un don espiritual no es lo mismo que un talento natural; puede haber una relación, pero un talento natural es la capacidad desarrollada que una persona pudiera tener desde el nacimiento, mientras que un don espiritual es dado por Dios de manera sobrenatural en el momento de la conversión. Los talentos naturales y los dones se pueden contrastar así:[3]

Descripción de los dones

Apóstol (Ef. 4:11). Se debe hacer una distinción entre el don y el oficio de apóstol. El oficio estaba limitado a los Doce y a Pablo. En Lucas 6:13 Jesús llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos “a los cuales también llamó apóstoles”. Jesús les dio a esos doce una autoridad única limitada a aquellos que ostentaban el oficio de apóstol (cp. Lucas 9:1; Mt. 10:1). Más adelante, cuando Pablo defendió su propio apostolado, enfatizó que él realizaba las señales de un verdadero apóstol (2 Co. 12:12). Las cualificaciones para el oficio de apóstol se establecen en Hechos 1:21-22; quienes ostentaban el oficio debían haber caminado con el Señor desde el bautismo de Juan hasta la ascensión de Cristo. La situación de Pablo era única, él se refirió a sí mismo como apóstol pero “uno nacido fuera de tiempo” (1 Co. 15:8-9).

El don de apóstol se menciona en 1 Corintios 12:28 y en Efesios 4:11. La palabra apóstol viene de apo, cuyo significado es “desde”, y stello, cuyo significado es “enviar”. Por lo tanto, un apóstol es alguien a quien se “envía desde”. Parece que la palabra se usaba en sentido técnico pero también en otro general. En sentido técnico estaba limitado a los Doce que tenían tanto el oficio como el don del apostolado.[4] En ese sentido era un don fundacional, limitado a la formación de la iglesia (Ef. 2:20). La necesidad del don cesó una vez cimentada la iglesia. Como el oficio de apóstol se acabó (porque nadie puede satisfacer las cualificaciones de Hechos 1:21-22), así también cesó el oficio de apóstol en sentido estricto. La palabra apóstol también se usa en el sentido general de “mensajero” o “enviado” en la causa de Cristo. Aquéllos son conocidos como apóstoles, pero no tienen ni el oficio ni el don. La palabra se usa en sentido no técnico para quien es mensajero (cp. Hch. 14:14; 2 Co. 8:23; Fil. 2:25).

El término “apóstol” se puede resumir como sigue:[5] (1) Los apóstoles eran los representantes de Cristo (Mt. 10:1-15) que tenían autoridad en la iglesia primitiva (Hch. 15:4, 6, 22-23). (2) Los apóstoles realizaban señales, maravillas y milagros (2 Co. 12:12). (3) Los apóstoles eran testigos de la resurrección del Señor (1 Co. 9:1-2; 15:5-8). (4) A la iglesia se le dieron apóstoles sólo al principio (Ef. 2:20). (5) Los apóstoles recibieron revelación directa del Señor (Gá. 1:12). (6) Después de Pablo no se esperaba que hubieran apóstoles (1 Co. 15:8).

Profeta (Ro. 12:6). El significado léxico de profetizar (propheteuo) es: (1) proclamar la verdad divina; (2) revelar proféticamente lo que está oculto; (3) predecir el futuro.[6] Hay muchos ejemplos claros donde se muestra que profetizar quiere decir “predecir el futuro”. No hay una referencia clara donde se muestre que profetizar es sinónimo de enseñar, es decir, de “esparcir” la verdad de Dios.

El don de profecía se menciona en Romanos 12:6, 1 Corintios 12:10 y Efesios 4:11. El apóstol recibió su información por revelación directa de Dios; así Agabo anunció la hambruna que vendría sobre el mundo (Hch. 11:28) y la cautividad de Pablo en Jerusalén (Hch. 21:10-11). El profeta recibía por revelación directa el conocimiento de los “misterios” divinos (1 Co. 13:2) que el hombre no habría conocido de otra forma. El don de profecía era importante antes de completar el canon para edificación de la iglesia (1 Co. 14:3). El profeta recibía revelación directa de Dios y enseñaba a la gente para edificarla, exhortarla y consolarla (1 Co. 14:3). La autenticidad del profeta se exhibía en la precisión de la profecía, pues la revelación venía de Dios (cp. Dt. 18:20, 22). Así, predecir eventos futuros era parte de la profecía. El don de profecía también está relacionado con la fundación de la iglesia (Ef. 2:20). No hay necesidad del don de profecía, porque ya se cimentó la iglesia y ya se completó el canon de las Escrituras.

Milagros (1 Co. 12:10). La naturaleza de los milagros bíblicos es un tema amplio y se anima al lector a estudiar el tema por separado.[7] Los milagros no ocurrieron aleatoriamente en las Escrituras, sino en tres períodos principales: en los días de Moisés y Josué, Elías y Eliseo, y Cristo y los apóstoles. Hubo milagros selectos fuera de estos intervalos de tiempo, pero fueron pocos. Los milagros se daban para autentificar el mensaje, y en cada uno de los períodos ya mencionados Dios permitía que sus mensajeros hicieran milagros inusuales para corroborar el mensaje nuevo que daban. En la era del Nuevo Testamento ocurrieron milagros para validar el mensaje nuevo de los apóstoles. Cuando se completó el canon de las Escrituras desapareció la necesidad de los milagros como señal para validar; la autoridad de la Palabra de Dios era suficiente para validar la palabra del mensajero.

El don de los milagros (1 Co. 12:10, 28) es más amplio que el de sanidades. La palabra milagros quiere decir “poder” u “obra de poder”. Algunos ejemplos del ejercicio de los milagros se encuentran en el juicio de Pedro a Ananías y Safira (Hch. 5:9-11) y en el juicio de Pablo a Elimás el mago castigado con ceguera (Hch. 13:8-11).[8] La palabra también se usa para describir los milagros de Cristo (Mt. 11:20, 21, 23; 13:54).

Se debe distinguir entre los milagros y el don de los milagros. Aunque el don de los milagros —la habilidad de un individuo para realizar actividades milagrosas— cesó con la era apostólica, eso no quiere decir que hoy no ocurran milagros. Dios puede responder directamente la oración de un creyente y realizar un milagro en su vida. Dios puede curar a un enfermo terminal en respuesta a la oración, pero no lo hace a través del don de milagros de una persona.

Sanidad (1 Co. 12:9). Un aspecto menos amplio del don de milagros es el don de sanidades (1 Co. 12:9, 28, 30). La palabra se usa en plural (gr., iamaton, “sanidades”) en 1 Corintios 12:9; ello sugiere que “pueden curarse diferentes clases de enfermedad”.[9] Curar a otras personas de todas las formas de enfermedad formaba parte del don de sanidades. Vale la pena examinar las sanidades realizadas por Cristo y los apóstoles en el Nuevo Testamento. Estas curaciones eran:[10] instantáneas (Mr. 1:42); completas (Mt. 14:36); permanentes (Mt. 14:36); limitadas (enfermedades constitutivas, como la lepra en Mr. 1:40, no enfermedades psicológicas); incondicionales (incluían incrédulos, personas sin fe y que no conocían a Jesús, Jn. 9:25); tenían un propósito (no eran sólo para aliviar a las personas de su sufrimiento y dolor. Si fuera así, habría sido cruel e inmoral por parte de nuestro Señor salir de las ciudades, donde los enfermos buscaban sanidad, hacia la soledad del campo, Lc. 5:15-16); subordinadas (secundarias a la predicación de la Palabra de Dios, Lc. 9:6), con significado (pretendían confirmar a Cristo y sus apóstoles como mensajeros de Dios y al mensaje de ellos como Palabra de Dios; Jn. 3:2; Hch. 2:22; He. 2:3-4), exitosas (excepto en el caso en que la falta de fe de los discípulos fue la causa del fracaso, Mt. 17:20) e inclusivas (la demostración suprema de este don fue la resurrección de los muertos; Mr. 5:39-43; Lucas 7:14; Jn. 11:44; Hch. 9:40).

Hay que distinguir entre las sanidades y el don de sanidades. Como ocurría con otros dones de señales, el don de sanidades terminó cuando se completó el canon de las Escrituras; ya no había necesidad del don de sanidades. No obstante, Dios puede responder a las oraciones de sus hijos y sanar de su dolencia a una persona; sin embargo, ello ocurre sin la participación de otra persona. Dios puede sanar directamente a una persona. La distinción entre estas dos formas de sanidad se encuentra en Hechos 9, donde Pedro sana a Eneas a través del don de sanidades (Hch. 9:34), pero Dios sana a Tabita en respuesta a la oración de Pedro (Hch. 9:40).[11]

Debe observarse que hay varios ejemplos donde Dios decidió no sanar a las personas (2 Co. 12:8 9; 1 Ti. 5:23).

Lenguas (1 Co. 12:28). Varias observaciones ayudan a aclarar el significado de este don. (1) El libro de los Hechos establece que las lenguas bíblicas eran idiomas (Hch. 2:6, 8, 11). Cuando los judíos de la diáspora estaban en Jerusalén durante Pentecostés, oyeron que los apóstoles proclamaban el evangelio en su lengua nativa (cp. vv. 8-11).
 Las lenguas de Hechos y Corintios son las mismas. No hay evidencia de que les lenguas de Corintios fueran diferentes a las de Hechos o de que fueran lenguas angélicas (1 Co. 13:1).[12]

Las lenguas eran un don menor (1 Co. 12:28). Los dones fundacionales, entregados para edificar a la iglesia, eran los de apóstol, profeta, evangelista, pastor-maestro y maestro (1 Co. 12:28; Ef. 4:11). Las lenguas se mencionan en último lugar para indicar que no eran un don primario o fundacional (1 Co. 12:28).

Fueron un don de señales temporal (1 Co. 13:8). La frase “cesarán las lenguas” está en voz media, con lo cual se enfatiza que pasarán. La interpretación es que las lenguas no continuarán cuando “venga lo perfecto” —el tiempo en que terminarían los dones de conocimiento y profecía—, sino que cesarían por sí mismas cuando ya no fueran más útiles. Si las lenguas fueran a continuar hasta que “venga lo perfecto”, el verbo seguramente estaría en la forma pasiva.

Las lenguas eran parte de la era milagrosa de Cristo y los apóstoles, y eran necesarias, junto con el don de milagros, para autenticar las señales de los apóstoles (2 Co. 12:12). Cuando se completaron las Escrituras ya no hubo necesidad de una señal de autenticación; ahora la Biblia era la autoridad para verificar el mensaje proclamado por los siervos de Dios. Las lenguas eran un don de señales que pertenecía a la etapa infantil de la iglesia (1 Co. 13:10-11; 14:20).

Se usaban como señal para los judíos incrédulos y eran empleadas en ese sentido en el evangelismo (1 Co. 14:21-22). Para los judíos incrédulos, entrar a la asamblea y oír a las personas hablar en lenguas foráneas era señal de que Dios obraba en medio de ellos, como en los tiempos de Isaías (Is. 28:11-12). Esta señal debía llevarlos a la fe en Jesús como Mesías.

Interpretación de las lenguas (1 Co. 12:10). El don de interpretación de lenguas era la capacidad sobrenatural de algún miembro de la asamblea para interpretar la lengua hablada por alguien que tuviese el don de lenguas. La lengua se debía traducir a la vernácula para las personas que estaban presentes. Evangelismo (Ef. 4:11). La palabra euanggelistas, escrita en español como evangelistas, significa “quien proclama las buenas nuevas”. Una definición del don de evangelismo es “el don de proclamar las buenas nuevas de salvación con efectividad, de modo que las personas respondan a las afirmaciones de Cristo mediante su conversión y discipulado”.[13]

Varias cosas forman parte del don de evangelismo:[14] (1) Necesidad de sentir carga por los perdidos. Quien tiene este don siente un gran deseo de ver salvas a las personas. (2) Necesidad de proclamar las buenas nuevas. El evangelista es aquel que proclama las buenas nuevas. Aunque sin lugar a dudas hombres como Billy Graham tienen este don, el don no se limita necesariamente al evangelismo de masas. El evangelista también comparte las buenas nuevas con los incrédulos de persona a persona. (3) Necesidad de presentar claramente el evangelio. El evangelista tiene la capacidad de presentar el evangelio de forma simple y lúcida; proclama las necesidades básicas de salvación —pecado, muerte sustitutiva de Cristo, fe, perdón, reconciliación— de forma que los incrédulos sin trasfondo bíblico puedan entender el evangelio. (4) Requiere respuesta a la proclamación del evangelio. Quien tiene el don de evangelismo ve respuesta a su presentación del evangelio; tal es un indicador de que tiene el don. (5) Requiere deleitarse en ver a las personas llegar a Cristo. El evangelista se regocija cuando hombres y mujeres llegan a Cristo, puesto que ésa es su responsabilidad y su pasión.

Aunque sólo algunos tienen el don de evangelismo, los demás creyentes no están exentos de proclamar las buenas nuevas. Todos los creyentes deben hacer labor de evangelismo (2 Ti. 4:5).

Pastor-maestro (Ef. 4:11). En la declaración de Efesios 4:11 sólo hay un don en perspectiva, no dos. La palabra pastor (gr., poimenas) quiere decir literalmente eso, y sólo aquí se usa como don. No obstante, se usa también para Cristo, quien es el Buen Pastor (Jn. 10:11; 14,16; He. 13:20; 1 P. 2:25) y designa el pastoreo espiritual de quien es pastor-maestro. La obra del pastor eclesial es análoga con la del pastor de ovejas al cuidar de su rebaño. “Como pastor, cuida del rebaño, guía, guarda, protege y alimenta a los que están bajo su supervisión”.[15] Hechos 20:28 es un ejemplo en el que Pablo exhorta a los ancianos de Éfeso a “apacentar la iglesia del Señor”. Debe hacerse voluntariamente, no para ganancia material ni para enseñorearse de los creyentes, sino para ser ejemplo de humildad (1 P. 5:2-5).

Hay un segundo aspecto de este don; requiere la capacidad de enseñar. A veces se dice del pastor de una iglesia: “No puede enseñar muy bien pero es un buen pastor”. Por supuesto, esto es imposible. Si una persona tiene el don, es tanto pastor como maestro. “Como maestro, el énfasis está en el método por el cual obra el pastor. Guía, guarda y protege con su enseñanza”.[16] Tal énfasis es importante para la madurez de los creyentes en la iglesia local. Pablo exhortó fuertemente a Timoteo a ser fiel en la enseñanza de la Palabra (1 Ti. 1:3, 5; 4:11; 6:2, 17).

Hay varios términos relacionados. Anciano (Tit. 1:5) denota la dignidad del oficio; obispo designa la función u obra del anciano (1 Ti. 3:2): la obra de pastorear; pastor denota el don y también enfatiza la obra en cuanto a pastor y maestro.

Maestro (Ro. 12:7; 1 Co. 12:28). Un pastor es un maestro, pero no necesariamente el maestro es pastor. Varios factores muestran si una persona tiene el don de maestro. Tiene un gran interés en la Palabra de Dios y se consagra a su estudio disciplinado. Tiene la capacidad de comunicar claramente la Palabra de Dios y aplicarla a la vida de las personas. El don se evidencia a las claras en personas con la capacidad de tomar profundas verdades, bíblicas y teológicas, para comunicarlas luego de manera lúcida, de modo que las personas comunes puedan asimilar los conceptos. Ése es el don de maestro. El don se enfatizaba de manera considerable en las iglesias locales del Nuevo Testamento por su importancia en llevar a los creyentes hacia la madurez (cp. Hch. 2:42; 4:2; 5:42; 11:26; 13:1; 15:35; 18:11, etc).

Deben observarse dos cosas sobre el don de maestro. Primera, requiere desarrollo. Una persona puede tener el don de maestro, pero el uso efectivo del don requiere estudio serio y el ejercicio fiel del don. Segunda, la enseñanza no es igual a un talento natural. Es usual que a los profesores de los colegios locales les den cargos de enseñanza en la iglesia local. De la capacidad natural para enseñar no necesariamente se desprende que se tenga el don espiritual de maestro. La habilidad natural para enseñar y el don espiritual de maestro no son lo mismo.

Servicio (Ro. 12:7). La palabra servicio (gr., diakonia) es una palabra general para ministrar o servir a otros. Se refiere al ministerio y servicio de otros de manera general. Una muestra de los usos de esta palabra indica que: Timoteo y Erasto le servían a Pablo en Éfeso (Hch. 19:22); Pablo les sirvió a los creyentes de Jerusalén cuando les llevó un ofrenda en dinero (Ro. 15:25); Onesíforo sirvió en Éfeso (2 Ti. 1:18); Onésimo le fue útil a Pablo mientras estaba en la prisión (Flm. 13), los creyentes hebreos mostraron actos de bondad (He. 6:10). De éstos y otros ejemplos se desprende que un aspecto importante del servicio es ayudar a los creyentes que tienen necesidad física. El don sería menos conspicuo, pues el creyente sirve a otros en la privacidad de una relación de uno a uno.

Ayuda (1 Co. 12:28). La palabra ayudas (gr., antilempsis) denota “obras útiles de asistencia. El significado básico de la palabra es emprender algo en favor de otro”.[17] La palabra es similar a servir, y algunos las consideran idénticas. Ciertamente son muy similares, si no idénticas. La única aparición de la palabra en el Nuevo Testamento está aquí, pero la palabra griega relacionada antilambanesthai ocurre en Lucas 1:54, Hechos 20:35 1 Timoteo 6:2. El don de ayuda quiere decir “aferrar firmemente a alguien para ayudarle. Por lo tanto, esta ‘ayuda’ probablemente se refiera al socorro de quienes están en necesidad, ya sean pobres, enfermos, viudas, huérfanos, extranjeros, viajeros o cualquier otra persona”.[18]

Fe (1 Co. 12:9). Aunque todos los cristianos son salvos por fe (Ef. 2:8) y deben manifestar fe para sostenerse en su caminar espiritual (He. 11), sólo algunos creyentes poseen el don de la fe. “El don de la fe es la fe manifiesta en obras inusuales de confianza… Esta persona tiene la capacidad de ver que algo se debe hacer, y de creer que Dios lo hará a través de ella aun cuando parezca imposible”.[19] Esteban manifestaba el don, pues era “varón lleno de fe” (Hch. 6:5). Hombres como George Müller y Hudson Taylor son ejemplos sobresalientes de quienes poseen el don de la fe.[20]

Exhortación (Ro. 12:8). La palabra exhortación (gr., parakalon) quiere decir “llamar al lado para ayudar”. La forma sustantiva se usa para el Espíritu Santo como consolador del creyente (Jn. 14:16, 26). “Quien exhorta es quien tiene la habilidad de apelar a la voluntad del individuo para hacerlo actuar”.[21] El don de la exhortación “suele ir a la par con el de maestro (cp. 1 Ti. 4:13; 6:2) y se dirige a la conciencia y al corazón”.[22]

El don de la exhortación puede suponer exhortación, apremiar a alguien para que siga un curso de conducta (cf. Jud. 3), o consuelo en vista de la prueba o la tragedia que sufre una persona (Hch. 4:36, 9:27, 15:39).[23]

Discernimiento de espíritus (1 Co. 12:10). En la iglesia primitiva, antes de que se completara el canon de las Escrituras, Dios les daba revelación directa a los individuos que comunicaban esa revelación a la iglesia. Pero, ¿cómo sabían los primeros creyentes si esa revelación era verdadera o falsa? ¿Cómo podían decir si venía de Dios, de un espíritu falso o de un espíritu humano? Dios les dio el don de “distinguir espíritus” para autenticar la validez de las revelaciones. A quienes tenían el don se les daba la capacidad sobrenatural de determinar si la revelación venía de Dios o era falsa. La exhortación de Juan a probar los espíritus hace referencia a esto (1 Jn. 4:1). Igualmente, cuando dos o tres hablaban la revelación de Dios en la asamblea, quienes tenían el don de discernimiento de espíritus determinaban si provenía de Dios (1 Co. 14:29; cp. 1 Ts. 5:20-21). Como la revelación directa se terminó cuando se completó el canon y el don de discernir espíritus dependía de la revelación que se entregaba, cesó el discernimiento de espíritus como don.

Hacer misericordia (Ro. 12:8). Hacer misericordia (gr., eleon) significa “sentir compasión, mostrar lástima”.[24] En la vida de Cristo, hacer misericordia se tradujo en sanar a dos ciegos (Mt. 9:27), ayudar a la hija de la mujer cananea (Mt. 15:22), curar al epiléptico (Mt. 17:15) y sanar a leprosos (Lc. 17:13). Así, el don de mostrar misericordia requiere mostrar compasión y ayudar a los pobres, enfermos, atribulados y a los que sufren. Más aún, tal compasión debe llevarse a cabo con alegría. Quien posee el don, debe realizar actos de misericordia con felicidad, no con pesadez.

Dar (Ro. 12:8). La palabra dar o repartir (gr., metadidous) quiere decir “compartir con alguien”; por lo tanto, el don de dar es la habilidad inusual de compartir voluntariamente los bienes materiales propios con los demás. Quien tiene el don de dar comparte sus bienes con liberalidad y entusiasmo. La exhortación de Pablo es a repartir “con liberalidad”. “Se refiere a dar con el corazón abierto y las manos abiertas, por compasión y sin dobles intenciones, no por ambición”.[25] El don no está reservado para los ricos, también es para los cristianos comunes. Aparentemente, los filipenses hicieron uso del don cuando compartieron con Pablo (Fil. 4:10-16).

Administración (Ro. 12:8; 1 Co. 12:28). En Romanos 12:8 Pablo se refiere al que preside. Esto viene de la palabra griega prohistimi, cuyo significado es “estar de pie ante”, por lo tanto, dirigir, gobernar o presidir. Se usa para los ancianos en 1 Tesalonicenses 5:12 y 1 Timoteo 5:17. En 1 Corintios 12:28 se refiere al don de los “que administran” (gr., kubernesis), literalmente “llevar el timón de un navío”. Aunque las referencias anteriores son a los ancianos que guían a las personas, es probable que el término vaya más allá y sugiera también guía en términos de supervisión de la escuela dominical, y más allá de la iglesia local, en ministerios como presidir o dirigir una universidad o un seminario cristiano.

Sabiduría (1 Co. 12:8). El don de la sabiduría era importante, pues figura el primero en esta lista de dones. Pablo lo explica más detalladamente en 1 Corintios 2:6-12, donde se ve que es la revelación divina impartida que Pablo comunica a los creyentes. Como el don necesita la recepción directa de la revelación, era característico de los apóstoles, quienes recibieron la revelación directa de Dios.[26] El don de la sabiduría, pues, “es el sistema completo de la verdad revelada. Quien tenía el don de sabiduría, tenía la capacidad de recibir de Dios esta verdad revelada y presentarla al pueblo de Dios”.[27] Puesto que el don está relacionado con la recepción y la transmisión directas de la revelación de Dios, el don ha cesado con la culminación del canon de las Escrituras.

Conocimiento (1 Co. 12:8). Parece estar íntimamente relacionado con el don de la sabiduría, y se refiere a la habilidad para entender apropiadamente las verdades reveladas a los apóstoles y profetas.[28] Se relaciona con los dones fundacionales de profeta y maestro, que habrían requerido comunicación de la revelación directa que Dios les dio a los apóstoles y los profetas (cp. 1 Co. 12:28). Por lo tanto, el don también habría cesado cuando se completó el canon de las Escrituras. En 1 Corintios 13:8 se indica que el don cesaría.

La relación de estos dones se puede ver en el siguiente diagrama.[29]



[1] William McRae, The Dynamics of Spiritual Gifts (Grand Rapids: Zondervan, 1976), p. 18.

[2] Ryrie, The Holy Spirit [El Espíritu Santo], pp. 83-84.

[3] McRae, The Dynamics of Spiritual Gifts, p. 21.

[4] Pentecost, The Divine Comforter, p. 178; véase Walvoord, The Holy Spirit, p. 176.

[5] Thomas R. Edgar, Miraculous Gifts: Are They for Today? (Neptune: Loizeaux, 1983), pp. 46-67.

[6] Arndt y Gingrich, Greek-English Lexicon, p. 723.

[7] Véanse B. B. Warfield, Counterfeit Miracles (Carlisle: Banner of Truth, 1918) y John F. MacArthur Jr., The Charismatics [Los carismáticos] (Grand Rapids: Zondervan, 1978), pp. 73-84; publicado en español por Casa Bautista de Publicaciones.

[8] McRae, The Dynamics of Spiritual Gifts, pp. 72-73.

[9] Fritz Rienecker, A Linguistic Key to the Greek New Testament, ed. Cleon Rogers Jr. (Grand Rapids: Zondervan, 1980), p. 429.

[10] McRae, The Dynamics of Spiritual Gifts, p. 69.

[11] Ryrie The Holy Spirit [El Espíritu Santo], pp. 86-87.

[12] Sobre la base de 1 Corintios 13:1 es especulativo sugerir que las lenguas de los corintios fueran angélicas. En el texto Pablo no dice que fueran en efecto lenguas angélicas, ni tampoco define con ellas el don de lenguas. Más bien, él supone una situación hipotética para enfatizar la importancia del amor.

[13] Leslie B. Flynn, 19 Gifts of the Spirit (Wheaton: Victor, 1974), p. 57.

[14] Véase McRae, The Dynamics of Spiritual Gifts, pp. 56-57 y Flynn, 19 Gifts of the Spirit, pp. 57-61.

[15] Pentecost, The Divine Comforter, p. 173.

[16] Pentecost, The Divine Comforter, p. 173.

[17] Rienecker, Linguistic Key to the Greek New Testament, p. 430.

[18] A. T. Robertson y Alfred Plummer, A Critical and Exegetical Commentary on the First Epistle of St. Paul to the Corinthians, en International Critical Commentary (Edimburgo: Clark, 1914), p. 281.

[19] McRae, The Dynamics of Spiritual Gifts, p. 66.

[20] Véase Arthur T. Pierson, George Müller of Bristol (Old Tappan: Revell, 1971) y Howard y Geraldine Taylor, El secreto espiritual de Hudson Taylor (Grand Rapids: Portavoz, 1988).

[21] Pentecost, The Divine Comforter, p. 174.

[22] W. E. Vine, The Epistle to the Romans (Grand Rapids: Zondervan, 1948), p. 180.

[23] Mc Rae, The Dynamics of Spiritual Gifts, pp. 49-50.

[24] H. H. Esser, “Mercy”, en Colin Brown, ed., The New International Dictionary of New Testament Theology, 4 vols. (Grand Rapids: Zondervan, 1976), p. 2:594.

[25] Rienecker, Linguistic Key to the Greek New Testament, p. 376.

[26] Charles Hodge, The First Epistle to the Corinthians (Londres: Banner of Truth, 1958), pp. 245-246.

[27] McRae, The Dynamics of Spiritual Gifts, p. 65.

[28] Hodge, First Corinthians, p. 246.

[29] McRae, The Dynamics of Spiritual Gifts, p. 66.


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