La gracia de Dios

 


La gracia de Dios: Introducción

Aunque ya se ha dicho mucho sobre la gracia de Dios, es preciso un enfoque más agudo sobre esta verdad gloriosa.

Gracia común

Definición de gracia común. Si Dios es soberano y el hombre está depravado por su herencia de pecado, entonces Dios debe moverse para traer reconciliación entre el hombre y Él. La gracia se categoriza de maneras diferentes, pero en esta obra se usarán las categorías de gracia común y gracia eficaz. La gracia común tiene mayor alcance, va dirigida a toda la humanidad. En términos concisos, la gracia común puede definirse como “el favor inmerecido de Dios para con los hombres, manifiesto en cómo cuida de ellos”.[1] Una definición expandida de la gracia común es: “(a) las operaciones generales del Espíritu Santo por medio de las cuales ejerce una influencia moral en el hombre a través de su revelación general o especial, para refrenar el pecado, mantener el orden en la vida social y promover los derechos civiles, sin que ello implique renovar el corazón; o (b) las bendiciones generales, como la lluvia y el sol, la comida y la bebida, el vestido y el abrigo, que da Dios indistintamente a todos los hombres, en la medida que a Él le place y donde a Él le place”.[2]

Explicación de la gracia común. (1) Bendiciones generales para toda la humanidad. La designación “común” enfatiza que toda la humanidad es receptora de la gracia común de Dios. Las provisiones materiales son un aspecto de esta forma de gracia. Jesús ordenó a quienes lo seguían que amaran a sus enemigos porque Dios muestra su amor a todas las personas (Mt. 5:45). Así como Dios le da sol y lluvia al agricultor cristiano, también le da esas cosas al agricultor ateo para que pueda cosechar su cultivo. Pablo les recordó a sus oyentes incrédulos en Listra que Dios les ha dado “lluvias del cielo y tiempos fructíferos”, una muestra de la gracia común divina.

El salmista exclama en el Salmo 145:8-9: “El SEÑOR es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor. El SEÑOR es bueno con todos, él se compadece de toda su creación” (NVI). La gracia y compasión de Dios se muestran particularmente en su demora y aplazamiento del juicio. Que Dios no juzgue al hombre inmediatamente evidencia su gracia. La razón es permitir que el hombre se arrepienta (Ro. 2:4).

Dios ha dado provisiones espirituales a toda la humanidad. En 1 Timoteo 4:10 se refiere a Cristo como “el Salvador de todos, especialmente de los que creen”. No se enseña ahí el universalismo, pero sí se indica una provisión espiritual para todos. Si Cristo es Dios, entonces su muerte tiene valor infinito en el sentido de ser potencial Salvador de todos los hombres y Salvador real de todos los que creen. La gracia común se extiende a todos los hombres, en el sentido en que Dios ha dado provisión para todos por medio de la muerte de Cristo.

(2) Refrenar el pecado. Dios refrena el pecado por extensión de su gracia común; ello funciona al menos a través de cuatro canales. A través de acciones directas: Dios detuvo el engaño de Labán, después de que había engañado a Jacob (Gn. 31:7); Dios limitó los actos de Satanás cuando éste desafió a Dios con la lealtad de Job (Job 1:12; 2:6). Por medio del Espíritu Santo: Dios dijo en Génesis 6:3 “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre”. Del texto se infiere que el Espíritu Santo contiende con y refrena el comportamiento pecaminoso del hombre. Por medio de los profetas: El ministerio de los profetas era hacer un llamado a la obediencia y adhesión a la ley mosaica. Al hacerlo, los profetas servían para refrenar el pecado (cp. Is. 1:16-20). Por medio de los gobiernos humanos: En Romanos 13:1-4 Pablo determina que Dios ordena los gobiernos (v. 1), y que ellos se establecen para refrenar el mal.

En la era actual hay una fuerza para refrenar el mal que se menciona en 2 Tesalonicenses 2:6-7. Aquí el refreno consiste en retardar la manifestación del “hombre de pecado”. El hombre de pecado volverá cuando se quite al que lo refrena. Es significativo que la frase “algo que detiene” (NVI) en el versículo 6 cambia al género masculino “el que ahora lo detiene” en el versículo 7. Más aún, quien lo refrena debe tener la fuerza suficiente para hacer retroceder las fuerzas de Satanás, lo cual sugiere que quien refrena es el Espíritu Santo.[3]

(3) Convencer de pecado. La obra de convencer tiene un enfoque más estrecho que las provisiones materiales de la gracia común. Se clasifica aun en un aspecto menos amplio de la gracia común porque no es eficaz en todo el que la encuentra.[4] Juan 16:8-11 determina la obra de convicción del Espíritu Santo. Él “convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (v. 8). La palabra convencer (gr., elegchein) es un término legal que quiere decir “reexaminar con el propósito de convencer o refutar a un oponente (la palabra se usaba principalmente en procedimientos legales)”.[5]

Forman parte [de e la] los conceptos de examen autoritativo, prueba irrefutable, juicio decisivo y poder punitivo. Cualquiera que sea el asunto final, quien “convence” a otro expone el caso en disputa de forma diáfana ante él, de modo que se vea y reconozca como verdadero. Quien después rechaza la conclusión requerida de dicha exposición, la rechaza consciente de e lo y para su propio riesgo. La verdad vista como verdad leva condenación para todos los que rehusan aceptarla.[6]

La obra de convicción del Espíritu Santo es triple. Está relacionada con el pecado (Jn. 16:9) cuando las personas se niegan a creer en Cristo. Específicamente, el pecado es la incredulidad de las personas, a pesar de que Cristo se reveló en palabra y obra. Está relacionada con la justicia en cuanto a convencer al mundo, por lo cual Cristo recibe vindicación por su muerte, resurrección y ascensión (Jn. 16:10). El hecho de que Cristo resucitara y ascendiera al Padre demuestra que Él era realmente el Justo. Está relacionada con convencer al mundo de juicio, pues a Satanás se le juzgó en la cruz (Jn. 16:11). Satanás gobierna por medio del pecado y de la muerte; aun así, Cristo triunfó sobre los dos y derrotó a Satanás. Si se juzgó al gobernante, se juzgará también a sus seguidores. El Espíritu Santo convencerá al mundo de estas verdades.

Necesidad de la gracia común. Es anterior a la gracia eficaz. Debe haber un testimonio de Dios, antes de que la persona se salve; ese testimonio viene primero a través del conocimiento de Dios. Dios se revela a las personas por medio de la gracia común. Las personas deben reflexionar sobre la bondad de Dios cuando participan de sus bendiciones materiales (Mt. 5:45). Además, Dios ha revelado algo de Él en la naturaleza: todos ven claramente “su eterno poder y deidad” (Ro. 1:20). En tanto que todas las personas sean partícipes de las bendiciones de Dios con ellos, tendrán conciencia de su responsabilidad ante Él. Con tal conciencia en la humanidad, el Espíritu Santo convence a las personas de la justicia de Jesucristo, quien ofrece la solución al dilema (Jn. 16:8-11). Nadie puede recibir la gracia eficaz de Dios si primero no ha recibido y reconocido la obra de Dios en la gracia común. Así, la gracia común es la preparación para la gracia eficaz: hace que el hombre caiga en la cuenta de su pecado y de la justicia de Jesucristo.

Gracia eficaz

Definición de gracia eficaz. La gracia eficaz tiene un alcance más angosto que la común y es eficaz, como su nombre indica; es decir, efectiva en quienes la reciben. Todos los receptores de la gracia eficaz responden a ella y se hacen creyentes. A la gracia eficaz también se le llama gracia especial, en contraste con la gracia común.

Una definición concisa de la gracia eficaz es “la obra del Espíritu Santo que mueve de manera eficaz a los hombres a creer en Jesucristo como Salvador”.[7] En otra definición “la gracia eficaz es irresistible… pues cambia el corazón, con lo cual el hombre está perfectamente dispuesto a aceptar a Jesucristo para salvación y a obedecer la voluntad de Dios”.[8] Esta definición enfatiza que la gracia eficaz es la voluntad de la persona para creer en Jesucristo; en otras palabras, el individuo cree voluntariamente, no en contra de su voluntad. La definición de Walvoord tiene un énfasis similar: “[La gracia eficaz es] la obra instantánea de Dios que capacita la voluntad e inclina el corazón del hombre a tener fe en Cristo”.[9] La gracia eficaz tiene su base en los pasajes de los “llamados” en las Escrituras (cp. Ro. 1:1, 6-7; 8:28; 1 Co. 1:1-2, 24, 26; Ef. 1:18; 4:1, 4; 2 Ti. 1:9). El llamado denota la invitación efectiva de Dios, en la cual Él seduce a las personas por el poder del Espíritu Santo y hace que el individuo esté dispuesto a responder al evangelio.

Explicación de la gracia eficaz. Ocho observaciones sobre la gracia eficaz ayudan a darle un significado preciso.

Primero, no todos son llamados; la gracia eficaz no se entrega a todos. Está limitada a los elegidos. A la inversa, todos los elegidos reciben la gracia eficaz. En Romanos 1:5-6 Pablo enfatiza que entre el amplio espectro de gentiles, se llamó al grupo selecto que componía la iglesia de Roma. No se llamó a todos los gentiles, sólo a los que constituían la iglesia de Roma por la gracia especial de Dios. Este enfoque más estrecho también se ve en 1 Corintios 1:24-28. Dios llamó a algunos judíos y a algunos gentiles para quienes Cristo representaba el poder de Dios de entre el sector amplio de judíos y gentiles que veían en Cristo una piedra de tropiezo. Nótese el énfasis en llamados o escogidos (la misma raíz de la palabra llamados) en este pasaje (vv. 24, 26-28).

Segundo, es eficaz porque nunca se rechaza con éxito. Es irresistible. Ello no sugiere que algunos se negarían a entrar pero se les obligaría, de modo que llegasen luchando al reino. Como ya se dijo, quiere decir que Dios actúa sobre la voluntad del pecador para hacerlo dispuesto a llegar. Como resultado, él llega por su voluntad, y no resiste la gracia eficaz de Dios. En 1 Corintios 1:23-24 se enfatiza que el evangelio es locura para los incrédulos, pero es poder de Dios y es efectivo en los creyentes.

El otro lado de la gracia eficaz es la necesidad de creer. Entonces, tercero, no opera en contra de la voluntad del hombre. El hombre sigue siendo responsable de creer en el evangelio para salvarse y no puede hacerlo sin creer (Hch. 16:31). Jesús amonestó a los judíos incrédulos: “ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida” (Jn 5:40, NVI; cp. Mt. 23:37). Es una negación deliberada y una falta de voluntad para creer en Cristo.

Cuarto, la gracia eficaz requiere el poder de atracción de Dios. Juan 6:44 declara: “Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió”. “Aquí se dice que quienes llegan a Cristo lo hacen atraídos por el Padre… Se enfatiza la iniciativa divina en la salvación de los creyentes. No se pasa por alto en el asunto la responsabilidad de hombres y mujeres de venir a Cristo (cp. Jn. 5:40); pero nadie llegaría si no fuera divinamente persuadido y capacitado para hacerlo”.[10]

Quinto, la obra del Espíritu Santo participa en la gracia eficaz. El Espíritu Santo debe convencer a la persona de su incredulidad y de la justicia de Cristo antes de que la persona responda a la gracia (Jn. 16:8-11; véase la discusión previa). El Espíritu Santo también es quien efectúa la gracia eficaz en la persona en cuanto la regenera (Tit. 3:5).

Sexto, la Palabra de Dios tiene parte en la gracia eficaz. La persona responde con fe en respuesta al don de la gracia eficaz, pero esa fe ha de tener contenido y conocimiento de la verdad aceptada. Por lo tanto, no hay gracia eficaz fuera de la verdad bíblica. “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro. 10:17). “Porque la palabra de Dios es viva” y se aplica al corazón del creyente por el Espíritu Santo (He. 4:12). Pedro les recuerda a los creyentes que han nacido de nuevo “por la palabra de Dios que vive y permanece” (1 P. 1:23). Los dos últimos textos enfatizan que la Palabra de Dios está viva y juega un papel decisivo para efectuar el nuevo nacimiento. La gracia eficaz y la aplicación de la Palabra viva de Dios son vitales para efectuar la salvación de la persona. Séptimo, la aplicación de la gracia eficaz va a individuos, no a grupos ni a la iglesia como un todo. Jacob es un ejemplo de elección individual y el receptor de la gracia eficaz (Ro. 9:11-13). Dios pasó por alto a Esaú y escogió a Jacob para revelar su gracia. Tal como la justificación debe tener una base individual y no corporativa (p. ej., que toda la Iglesia se eligiera como entidad distintiva), la elección mediante la aplicación de la gracia eficaz debe ser individual. En Romanos 8:30 los que fueron llamados (gracia eficaz) también fueron justificados por Dios. Para una interpretación consistente es menester reconocer que el llamado (la gracia eficaz) y la justificación se aplican de manera similar (es decir, individualmente, no de forma corporativa).

Finalmente, la gracia eficaz está desde la eternidad. Aunque la aplicación de la gracia eficaz tiene lugar en el tiempo, su plan se determinó desde la eternidad. Romanos 9:11 enfatiza que sólo el plan y propósito (gr., prothesis) de Dios, determinaron el objeto de su gracia en el pasado eterno. Antes de que Esaú y Jacob hicieran algo bueno o malo, Dios escogió a Jacob y pasó por alto a Esaú para revelar su gracia; no de acuerdo con las obras humanas, sino como resultado del consejo eterno del Dios soberano. Igualmente, Romanos 8:30 enseña que la aplicación de la gracia eficaz resulta de haber predestinado a ciertas personas para ser los objetos de esa gracia. Dios llamó por su gracia eficaz a quien había predestinado con anterioridad.

Defensa de la gracia eficaz. La necesidad de la gracia eficaz se hace aparente cuando se consideran cuatro factores.

Primero, el pecado la hace necesaria. Efesios 2:1 declara la condición de la persona no salva: “ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados” (NVI).[11] Si el no creyente está muerto, no puede darle a Dios la respuesta inicial. Dios debe actuar primero. Por lo tanto, Dios llama por su gracia a quien está muerto en sus delitos y pecados.

Es efectiva además porque Dios no puede fallar. Nadie se pierde en la sucesión de quienes Dios llama en Romanos 8:29-30. También predestinó, llamó, justificó y glorificó a quienes conoció de antemano. Ninguno se le perdió en el proceso. El texto es claro al enfatizar que “a los que llamó, a éstos también justificó”. Los mismos que fueron llamados fueron también justificados, lo cual indica que la gracia eficaz era efectiva en cada persona a la que Dios llamó.

Adicionalmente, la gracia eficaz también es justa porque Dios siempre es justo. Después de hablar sobre el llamado soberano de Dios, posterior al comentario del llamado de Jacob sobre Esaú, Pablo se pregunta lo que debía estar en boca de muchos: “¿Qué, pues, diremos? ¿Qué hay injusticia en Dios?” (Ro. 9:14). Pablo responde de la forma más fuerte posible con una declaración negativa: “En ninguna manera”.[12] Aunque la mente finita no puede comprender el trato soberano de Dios, Él es justo en todas sus acciones.

Por último, su gracia es justa porque el hombre debe creer. El hecho de que Dios dé gracia eficaz no anula la responsabilidad de creer del hombre. Varias Escrituras enfatizan la necesidad de creer (cp. Jn. 3:16, 18, 36; 5:24). En particular, Juan 3:18, 36 enfatiza que el hombre está perdido porque rehúsa voluntariamente a creer en el evangelio, no porque no reciba la gracia eficaz.

Objeciones a la gracia eficaz. Primero, no se necesita la responsabilidad. Parece que si el hombre está muerto en su pecado y Dios debe demostrar gracia eficaz para salvar al individuo, entonces no es necesaria la responsabilidad humana. Sin embargo, el problema se relaciona con la incapacidad humana de entender completamente las obras de Dios y la respuesta del hombre en la salvación. Aunque es cierto que Dios debe iniciar la acción y que el hombre no se salva sin la gracia eficaz de Dios, tales verdades no absuelven al hombre de su responsabilidad. La solución está en reconocer que esta es una de las muchas antinomias (paradojas) de las Escrituras.[13] Los múltiples pasajes de la Biblia donde se ordena creer son evidencia suficiente para mostrar que el hombre es responsable (cp. Jn 3:18, 36; 6:37; Hch. 16:31, etc.).

Segundo, es injusta. Romanos 9:14 indica que el hombre no puede sugerir que hay injusticia en Dios. Puede ser que no comprenda la obra de Dios, pero aun así Dios es justo. Debe anotarse un punto adicional. Dios no le debe nada a nadie. Si elige mostrar su gracia a unos y no a otros, eso no es injusto porque no le debe nada a nadie; más aún, todas las personas le han dado la espalda a Dios. Si Él decide no mostrar a todos su gracia, eso no es injusto, porque todos lo rechazaron en un acto de su voluntad (Ro. 3:11-12). Es notoria la conclusión de Ryrie en este asunto difícil.

Dios no concede su gracia eficaz de forma caprichosa y sin propósito. Su propósito no sólo es iluminar, regenerar y acercar al pecador a comunión con Él, su propósito principal es que a través de esta operación Él reciba gloria. Su propósito es que quienes han recibido la gracia eficaz puedan mostrar “las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 P. 2:9 10). Dios se glorifica cuando la vida del creyente muestra su gracia eficaz.[14]



[1] Charles C. Ryrie, The Holy Spirit [El Espíritu Santo] (Chicago: Moody, 1965), p. 55. Publicado en español por Portavoz. Véase también Ryrie, La gracia de Dios (Grand Rapids: Portavoz, 1979), para una explicación completa sobre la gracia.

[2] Berkhof, Systematic Theology [Teología sistemática], p. 436.

[3] Véase la explicación excelente de D. Edmond Hiebert, The Thessalonian Epistles (Chicago: Moody, 1971), pp. 312-314.

[4] Véase la explicación de Ryrie en The Holy Spirit [El Espíritu Santo], pp. 58-59.

[5] Morris, The Gospel According to John [El Evangelio según Juan], p. 697.

[6] B. F. Westcott, The Gospel According to St. John (Reimpresión. Grand Rapids: Eerdmans, 1967), p. 228.

[7] Ryrie, The Holy Spirit [El Espíritu Santo], p. 61.

[8] Berkhof, Systematic Theology [Teología sistemática], p. 436.

[9] John F. Walvoord, The Holy Spirit (Grand Rapids: Zondervan, 1958), p. 122.

[10] F. F. Bruce, The Gospel of John (Grand Rapids: Eerdmans, 1983), p. 156.

[11] La palabra “estaban” (gr., ontas) es un participio presente (una traducción mejor sería “estando”) que enfatiza el estado en que ellos existían, estando muertos en el pecado.

[12] Me genoito (gr.) “expresa el aborrecimiento por una inferencia mal obtenida a partir de un argumento”. Fritz Rienecker, Linguistic Key to the Greek New Testament, p. 354.

[13] Antinomia viene del griego and, cuyo significado es “contra”, y nomos, cuyo significado es “ley”; por lo tanto, es algo contrario a la ley o a la razón humana. Se anima al estudiante a revisar Ken Boa, God, I Don’t Understand (Wheaton: Victor, 1975) para una explicación útil de las antinomias. Tener conciencia de las antinomias en las Escrituras ayudará a resolver muchas tensiones y a evitar el énfasis indebido en uno u otro lado de las antinomias.

[14] Ryrie The Holy Spirit [El Espíritu Santo], p. 63.


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