ESTRUCTURA LITERARIA DEL PENTATEUCO | Crítica del Pentateuco con Feliberto Vasquez
ESTRUCTURA LITERARIA DEL PENTATEUCO
Estructura literaria, o
forma de la composición, se refiere al plan de conjunto de la estructura
textual de una obra escrita, mediante el cual exhibe una cohesión significativa
y una dirección bien pensada que reflejan una estrategia por parte del autor. Abarca
tanto el marco organizativo que define los contornos literarios como los
patrones incrustados que completan ese marco, mostrando así cómo todo el
conjunto y la red de relaciones entre sus partes constituyentes forman un
diseño global que consigue el efecto deseado. Por tanto, un análisis de la
estructura literaria del Pentateuco pretende describir la forma en que se ha
construido Génesis–Deuteronomio como una composición unitaria, examinando los
patrones granulados de sus unidades mayores (súper- o macroestructurales) y
menores (microestructurales), por medio de las cuales dirige eficazmente a los
lectores hacia el objetivo marcado por el autor.
Los intereses de la
estructura literaria se entrecruzan con los de la autoría y la composición, la
crítica literaria convencional (fuentes, formas, tradición) y la más reciente
(e.g., narrativa), así como los análisis individuales de los libros. Si bien la
investigación de la estructura literaria implica a todas estas disciplinas, no
obstante sigue una línea de investigación diferente. En concreto, la estructura
literaria del Pentateuco va más allá de los estratos genéticos para centrarse
en la estrategia deliberada, y más allá de las estructuras atomísticas para
encontrar una estructura global. Así pues cambia el foco de la interpretación,
pasando de las preguntas sobre su origen y formación (i.e., la ruta histórica
mediante la cual el Pentateuco se fue desarrollando desde las primeras fuentes
hasta adoptar la forma actual) a la evidencia para y el efecto producido por la
configuración resultante, y de los géneros independientes (e.g., narrativa,
poesía, genealogía, biografía y materiales legales) a su participación en y
contribución a la estructura general de la composición en la que están
entretejidos de modo significativo. Además, como da a entender el título, la
estructura literaria del Pentateuco no sólo abarca la totalidad de
Génesis–Deuteronomio, sino que también trata el material como un verdadero
pentateuchos, esto es, como un libro en cinco partes. Aunque cada uno de sus
“libros” puede mostrar rasgos perceptibles de estructura interna, la atención
recae aquí sobre el plan general de “el libro [singular] de la Torá” o “el
libro [singular] de Moisés” (cf. Jos 1:8; 2 Cr 25:4; Mc 12:26; etc.).
1. Modelos para
comprender la estructura literarlia del Pentateuco
2. Consideraciones al
determinar la estructura literaria del Pentateuco
3. Propuesta de
estructura del Pentateuco
1. Modelos para comprender la estructura literaria del Pentateuco
No existe unanimidad
sobre la estructura literaria del Pentateuco, lo que no solamente da fe de la
complejidad y magnitud el material, sino de los influyentes presupuestos que
motivan la tarea analítica. Grosso modo, los enfoques sobre esta cuestión se
pueden clasificar en tres tipos distintos.
1.1. Evasión popular.
Uno de los efectos duraderos de una tradición que es al menos tan antigua como
Josefo[1] es suposición generalizada
de que el Pentateuco está compuesto por cinco libros más o menos diferenciados
e independientes, cada uno de los cuales cuenta con su propio título y registra
su presencia entre las obras canónicos. Aunque esta quíntuple división casi con
toda seguridad no fue puramente mecánica ni se debió tan sólo a las
consideraciones prácticas sobre la producción y almacenamiento de los rollos[2], su influencia ha
disuadido a muchos a la hora de realizar una reflexión seria sobre una
estrategia global rige y da forma al Pentateuco como una composición completa.
Dando por supuestas unas fronteras literarias que bordean lo que
tradicionalmente se entiende como “libros”, asignando comentarios en función de
estos y prejuzgando la naturaleza del material por la mera impresión de volumen
(en números redondos, el Pentateuco incluye 80.000 de las 305.000 palabras que
aparecen en la Biblia Hebrea, es decir, más del 25 por ciento)—se ha oscurecido
sutilmente el meticuloso arte que une Génesis–Deuteronomio y lo convierte en
una única estructura general de significado con integridad y dirección
ideológica. Un efecto negativo es que las cuestiones sobre la estructura
literaria del Pentateuco apenas afloran a nivel popular, y se han presentado
relativamente pocas propuestas incluso entre los comentaristas bíblicos.
1.2. Idearios críticos.
Si
la lectura popular en su mayoría ha ignorado la estructura literaria del
Pentateuco, los especialistas críticos han seguido, en general, idearios que
han llevado a esquivar la estructura. Entre los resultados decisivos de la
Literarkritik (crítica de fuentes, de las formas y de la tradición), tanto en
su antigua formulación clásica como en sus versiones más recientes, está el
reconocimiento de que el Pentateuco refleja un desarrollo histórico
aparentemente complejo en su camino hacia la forma que exhibe actualmente. Los
detalles de las diversas hipótesis y sus interminables revisiones se presentan
en otros artículos. Para nuestros propósitos en este momento, la absorbente
preocupación por la prehistoria textual que predominó en la investigación del
Pentateuco durante gran parte de los dos últimos siglos solamente tuvo un valor
limitado para el estudio de la estructura literaria del Pentateuco en su forma
recibida.
La razón para ello es
evidente. Mientras se identifican las cuestiones textuales, se estudiaban
siguiendo una línea estrictamente histórica (diacrónica) y su explicación
quedaba absorbida por los constructos hipotéticos del geneticismo, se desviaba
la atención de la forma resultante de la composición existente como fenómeno
fijo (sincrónico) y de la importancia de esa forma para su significado. Las
extremas especulaciones excavadoras sobre los efectos residuales de los
estratos superpuestos o de las supuestas fuentes combinadas dio como resultado
una mínima atención exegética a las características significativas de una
estrategia intencionada. En resumen, con su énfasis anterior sobre cómo pudo
haber llegado el Pentateuco a su formación actual, incluyendo los impulsos
sociales, religiosos y políticos que pudieron haber precipitado esa producción,
el paradigma histórico no logró ofrecer una explicación completa del Pentateuco
como aparece actualmente en la Biblia Hebrea. Al menos en teoría, las teorías
divergentes sobre la formación literaria podrían arrojar propuestas razonables
sobre la estructura literaria, cada una basada en los puntos fuertes de la
reconstrucción que la sustenta. Pero salvo algunas notables excepciones, los
intereses anteriores o bien se detuvieron en seco antes de explicar cómo el
Pentateuco como una composición pone en marcha sus características literarias
en una apropiación constructiva de significado (“comportándose como si no
mereciera la pena analizar la composición final”[3]) o renunciaron por
completo a tal empresa poniendo en duda que existiera en absoluto una
integridad intencionada en el Pentateuco. Además, el análisis por parte de la
crítica de las formas de géneros diferenciados o incluso de unidades más
pequeñas dentro de esos géneros podía presentar toda una miscelánea de
narraciones aisladas, poemas, genealogías, discursos y códigos legales, pero
difícilmente podía prestarle atención a la importancia de la forma final actual
(así[4]). En consecuencias, “el
libro de la Torá como una historia unificada sigue estando mayormente sin
analizar. Los expertos que se fijan en los árboles han perdido de vista el
bosque”.[5]
Felizmente, están apareciendo ahora correctivos para esa deficiencia en el
panorama de la investigación del Pentateuco.
1.3. Avances recientes.
Con el ahora ampliamente ensayado “colapso de la historia”[6] como paradigma principal
en la interpretación bíblica en general y la desaparición del predominio de las
cuestiones históricas en la investigación del Pentateuco en particular, se ha
abierto el camino en décadas recientes para un renovado interés en el Pentateuco
como producto, cualesquiera que sean los detalles de producción o procedencia.
Aunque no se han abandonado por completo los intereses históricos y las
hipótesis sobre su formación, este cambio en el foco de la interpretación hacia
la forma actual de los libros bíblicos ha dado como resultado un creciente
consenso de que, después de todo, el Pentateuco manifiesta una estructura
integrada que refleja un propósito, aun cuando algunos de los factores que
ejercieron su influencia en las etapas formativas siguen siendo inciertos. En
años recientes han aparecido indagaciones creativas y enérgicas sobre los
diversos indicios de esa estructura y su relevancia para el significado de la
obra, estimuladas por las consideraciones que apoyan la lógica de un enfoque
que le da importancia y el debido respeto al Pentateuco como un fenómeno
literario existente. Después de todo, este es el único Pentateuco real que
existe—un Pentateuco que es sustancialmente el que leyeron Jesús y los autores
del NT, y que, en cualquier caso, es un objeto de estudio más adecuado para las
investigaciones que las construcciones hipotéticas de la disección genética y
formal.[7]
Evidentemente es
teóricamente posible que el Pentateuco carezca de un diseño global que rija el
conjunto, que las partes que lo constituyen, sea cual sea el modo en que
llegaron a manos de los autores o redactores, simplemente se insertaran de
forma aleatoria. Sin embargo, para un cada vez mayor número de lectores, los
indicios textuales y temáticos apuntan en otras direcciones—rasgos que
justifican el estudio y exigen una explicación. Dado el estado de la cuestión
que se ha esbozado anteriormente, no resulta sorprendente que hasta la fecha
solamente hayan aparecido unos cuantos ejemplos para todo el Pentateuco, pero estos
modelos se pueden considerar representativos de este nuevo impulso. Aquí
repasamos las más programáticas de estas propuestas, agrupadas por categorías
(que en ocasiones se solapan) según su centro de atención más destacado o
metodología principal.
1.3.1. Temática.
En un valiente análisis pionero, D. J. A. Clines evitó caer en las tendencias
de la investigación crítica hacia el “atomismo” y el “geneticismo”, se centró
en el Pentateuco “en su forma final” y afirmó la legitimidad de tratar el
Pentateuco “como una única obra literaria” que “no es meramente la suma de los
primeros cinco libros de la Biblia… sino una obra independiente por derecho
propio”.[8] Buscando un tema
unificador del Pentateuco que “surja del tema [y] sea una conceptualización
del argumento”[9],
Clines percibió “la forma del Pentateuco como un movimiento hacia metas aún no
alcanzadas” con “el ímpetu de ese movimiento en la promesa divina que da inicio
a las narraciones patriarcales”.[10] Según Clines, el tema del
Pentateuco del “cumplimiento parcial—que implica también el incumplimiento
parcial—de la promesa o la bendición de los patriarcas” ya se anticipa en la
“historia primigenia” de Génesis 1–11 y consiste en la posteridad (Gn 12–50),
la relación divina-humana (Éxodo y Levítico) y la tierra (Números y
Deuteronomio).[11]
Aunque su interés principal radicaba en distinguir una unidad temática más que
un análisis literario per se, el modelo de Clines resulta de gran valor para
demostrar como la conjunción de consideraciones textuales y temáticas toma en
cuenta la estructura literaria.
1.3.2. Genérica/biográfica.
El análisis de R. P. Knierim se centra en la cuestión del género dominante del
Pentateuco. Con su propuesta de un Pentateuco bipartito consistente en Génesis
y Éxodo– Deuteronomio, en el que el primero introduce al segundo, Knierim
sostiene enérgicamente que el género biografía (concretamente, la Vita Mosis;[12]) define mejor al
Pentateuco que el ampliamente aceptado de la historia narrativa de Israel. J.
H. Sailhamer[13]
ha ampliado esta propuesta a todo el Pentateuco, demostrando que las biografías
de los patriarcas y de Moisés forman parte de la estrategia consciente del
autor, que se esfuerza por contrastar la vida de la fe antes de la ley (ante
legum), representada especialmente en Abraham, con la falta de fe bajo la ley
(sub lege), representada en particular por Moisés.
1.3.3. Narratológica.
T. W. Mann y Sailhamer representan dos intentos por leer el Pentateuco desde
una perspectiva narratológica, esto es, como una historia integrada. Valorando
el Pentateuco “tanto como un documento compuesto como una narrativa
unificada”, Mann se centra en esta última para distinguir “la cohesión
literaria (i.e., redaccional) interna de las unidades más extensas (e.g., Gn.
1:1–11:9, o el ‘ciclo de Jacob’, o Nm. 1–10)” y “la integridad narrativa
del Pentateuco como un todo, i.e., cómo las unidades más grandes constituyen
‘libros’, y cómo la secuencia de estos libros tiene sentido”.[14] Al proceder a leer el
Pentateuco “libro” por “libro”, Mann aplica percepciones tomadas del análisis
literario y narrativo a los respectivos textos, prestando una mínima atención a
cualquier configuración global del Pentateuco como la composición de un
conjunto.
1.3.4. Crítica de la composición.
El
análisis crítico de la composición de Sailhamer[15] es el esfuerzo más
ambicioso hasta la fecha de trazar la estrategia textual y temática de todo el
Pentateuco. Tomando Génesis–Deuteronomio como un solo libro cuidadosamente
elaborado que denota tanto unidad como falta de uniformidad, y centrándose en
la manera en que esta composición del autor se erige en mediadora o representa
el mundo de los acontecimientos históricos con el propósito de instruir,
Sailhamer detalla cómo los tres tipos principales de materiales que componen el
Pentateuco (i.e., narraciones, poesía y materiales legislativos) están
entretejidos en una única estructura literaria. Observa, por ejemplo, que la
omnipresente técnica de la narración poesía-breve epílogo subraya en cada una
de sus apariciones macroestructurales una figura narrativa central que convoca
a una audiencia y proclama lo que sucederá “en los días venideros” (cf. Gn
49:1; Nm 24:14; Dt 31:28–29).[16] En el abundante uso que
hace el Pentateuco de la “tipología narrativa”, mediante la cual “los
acontecimientos posteriores se escriben para recordarle al lector las
narraciones del pasado” (e.g., Gn 41–Ex 12 prefigurado en Gn 12:10–20; o Ex
25–40 en Gn 1–3), Sailhamer encuentra pruebas en la estrategia del Pentateuco
de que el autor se movió “dentro de una hermenéutica claramente definida”,
esto es, “una lectura escatológica de sus narraciones históricas” en la
que “los textos narrativos de los acontecimientos pasados se presentan como
indicadores de eventos futuros”.[17]
Una vez más, la aparición
alternativa de alianza, estipulaciones y relatos de fracaso entre las secciones
narrativas del Sinaí (Ex 19:1–25; 20:18–21; 24:1–18; 32:1–34:35; Lv 17:1–9) y
las colecciones de leyes (Decálogo [Ex 20:1–17]; código de la alianza [Ex
20:22–23:33]; código sacerdotal [Ex 25–31]; código sacerdotal ampliado [Ex
35–Lv 16]; código de santidad [Lv 17–26]) en la sección central del Pentateuco
sugiere que el Pentateuco es, en gran medida, un tratado extenso sobre la
naturaleza y las deficiencias del pacto del Sinaí. A partir de estos y otros
diseños incrustados en la textura del Pentateuco, Sailhamer es capaz de
distinguir una estrategia teológica doble que motiva su forma actual: “El
Pentateuco pretende mirar hacia adelante, hacia el futuro escatológico en el
que tendrá lugar la venida de un salvador-rey que derrotará a los enemigos de
Israel y restaurará la bendición que Dios planeó originalmente para toda la humanidad
‘en los últimos días’, ” y “el Pentateuco intenta demostrar el fracaso
de la alianza del Sinaí y engendrar una esperanza en la llegada de un Nuevo
Pacto”.[18]
En ambos respectos, el Pentateuco inicia un punto de vista compartido por el
resto de libros del AT, especialmente por los Profetas.
1.3.5. Integradora (diacrónica-sincrónica).
Si bien para J. Blenkinsopp el texto actual del Pentateuco “en su integridad
narrativa, y no esta o aquella fuente”, es finalmente “el objeto de la
interpretación”[19], su obra representa los
intentos recientes por aprovechar las perspectivas de la coexistencia o
síntesis metodológica. Siguiendo tanto el ideario de la crítica histórica como
de la estructura interna[20], Blenkinsopp concluye que
el Pentateuco es un “documento constitucional” en el que predomina la
perspectiva sacerdotal (P) que fue elaborado en la matriz de los intereses del
imperio persa y de los judíos con el objeto de preservar la singularidad y la
consolidación del judaísmo postexílico. Por tanto, se configuró para resaltar
el libro de Levítico y su preocupación por las leyes rituales como centro
estructural. Aquí también deberíamos hacer mención de la reciente investigación
de M. S. Smith de la forma de Éxodo y del Pentateuco en su conjunto siguiendo
la línea de una redacción geográfica y cronológicamente sacerdotal (el espacio
y el tiempo sagrados) que refleja las costumbres litúrgicas postexílicas
relacionadas con las festividades de peregrinación. También habría que notar la
propuesta sociológica de S. E. Balentine de que la imposición persa de unas
directrices sociales y políticas definió, en último término, la forma final del
Pentateuco y de la “la visión del culto de la Torá”.[21]
1.3.6. Retórica.
Reaccionando frente al énfasis sobre el material narrativo por el que se opta
en la mayoría de los debates actuales sobre la forma del Pentateuco, J. W.
Watts ha presentado un nuevo análisis que sigue la línea retórica. Reconociendo
la naturaleza intrínsecamente retórica de las lecturas públicas de la ley en el
antiguo Israel, W. Watts aborda la relación entre ley y narrativa investigando
cómo se suponía que debía leerse esta combinación en el Pentateuco y qué
efectos retóricos tendría en los pretendidos lectores. Así pues, para Watts la
cuestión de la estructura literaria del Pentateuco va ligada tanto a la
redacción literaria (la interacción entre ley y narración) como a los fenómenos
histórico-sociológicos (los impulsos del judaísmo del período persa). T. E.
Fretheim aplica los intereses retóricos de una manera más amplia a las lecturas
sincrónicas de los libros individuales del Pentateuco.[22]
1.3.7. Resumen.
A todas estas podríamos añadir una floreciente lista de obras sobre la
narrativa, con sus útiles contribuciones a analizar las convenciones y técnicas
narrativas y, por supuesto, un inventario casi interminable de comentarios y
monografías sobre los “libros” individuales del Pentateuco o perícopas
más pequeñas, con sus agudas observaciones sobre las respectivas estructuras
dentro de sus parámetros definidos.
Tal vez la enseñanza que
hay que sacar de este repaso es que en medio de las señales y de una creciente
convicción sobre la existencia de una forma global del Pentateuco, la
identificación concreta de esa forma sigue siendo un permanente desafío. Sin
embargo, en vez de rebajar la validez o el valor de tal búsqueda, esta
observación sirve más bien para invitar a una mayor investigación, que sea al
mismo tiempo cautelosa en su actitud hacia el texto soberano (que no debe ser
tratado, como advirtió en una ocasión M. Bockmuehl, como buitres revoloteando
sobre un presunto cadáver) y humilde en su espíritu hacia los compañeros de
exploración. También sirve para enfatizar lo importante que resulta clarificar
las consideraciones metodológicas que influyen en una propuesta.
2. Consideraciones al determinar la estructura
literaria del Pentateuco
Este no es el lugar para
acumular argumentos a favor de la cohesión literaria o la integridad temática
del Pentateuco, sino para proseguir y mostrar lo que uno se encuentra cuando se
inicia la investigación a partir de la premisa de que existe tal integridad y
cohesión, de que el Pentateuco está compuesto con sumo cuidado, tanto por lo
que se refiere a lo que dice como a cómo lo dice. Una lectura de la forma final
de este tipo no puede, naturalmente, descartar los intereses diacrónicos o su
valor para la investigación del Pentateuco en general, pero pone en suspenso
esos intereses el tiempo suficiente como para centrar la cuestión en lo que a
fin de cuentas existe: una composición digna de estudio por derecho propio. Los
factores que influyen sobre el análisis de la estructura de esa composición se
pueden clasificar en líneas generales en tres clases de estrategias que
convergen y que en ocasiones se solapan.
2.1. Estrategias canónicas y de composición.
Sobre la premisa de que el conjunto de una obra literaria es más que la suma de
sus partes, el análisis de la estructura comienza propiamente con preguntas
acerca del impacto y la importancia del entorno interpretativo más amplio (el
canon) y de los perfiles internos más amplios (la composición).[23] Aquí están incluidas las
indicaciones e implicaciones estructurales de la intertextualidad (relación del
Pentateuco con el resto de la Escritura) y la intratextualidad (relación del
Pentateuco consigo mismo). Los ejemplos incluyen (1) la relevancia estructural
del Pentateuco, con su propia integridad reconocida (contra el Hexateuco de
Ewald, el Tetrateuco de Noth o el Eneateuco de Schmitt), y que obviamente
apunta más allá de sí mismo y presenta una narración histórica consecutiva que
abarca desde el relato de la creación hasta el exilio (Génesis–2 Reyes); (2)
las implicaciones estructurales de los propios parámetros del Pentateuco y la
relación, caso de haberla, entre su comienzo y su final; (3) la influencia
estructural de Deuteronomio y su función en relación con todo el conjunto; y
(4) la importancia estructural de la selección del material, los espacios y la
secuencia (e.g., la narración evidentemente selectiva sobre la creación en Gn
1:1–2:3 o las instrucciones sobre los sacrificios en Lv 1–7, que tienen valor
interpretativo tanto por lo que se incluye como por lo que se excluye; la
llamativa desproporción en el espacio que se le asigna a los acontecimientos
narrados en Génesis [que abarcan unos dos mil años], la parada en el Sinaí [Ex
19:1–Nm 10:11, casi un año], y el discurso de despedida de Moisés [Dt 1–33,
¿pronunciado en un solo día?]; y la disposición en ocasiones no cronológica
[e.g., Ex 40:36–38; Nm 1:1; 7:1; 9:1, 15], las aparentes intrusiones narrativas
[e.g., Ex 32–34] o la colocación central [perícopa del Sinaí]). La tarea del
análisis estructural es darle sentido a tales estrategias canónicas y de
composición, explicando la manera en que el conjunto ejerce una influencia que
da forma a las partes y cómo las partes dan significado al todo.
2.2. Estrategias literarias y lingüísticas.
Tanto si uno adopta un modelo descendente de análisis literario (yendo de la
macroestructura a la microestructura) como ascendente, o incluso una
combinación de los dos, el principal objeto de la investigación son los
detalles literarios y lingüísticos insertos en la textura del propio texto,
esto es, los marcadores y movimientos en sí entretejidos en la estructura
escrita. Estos patrones de evidente estructura adoptan una considerable
variedad de formas, tanto por lo que hace a cómo aparecen marcadas las unidades
que la constituyen como al modo en que se relacionan.[24] En el Pentateuco
destacan, por ejemplo, la imperiosa manipulación del género (esp. las técnicas
narrativas del narrador y el narratario, el argumento, la caracterización, el
punto de vista, la situación temporal y topográfica, el estilo y las elipsis)
la mezcla de géneros (esp. la intercalación de poesía y material legal en la
narración) y un impresionante repertorio de repeticiones: de sonidos (e.g.,
paronomasia, rima), palabras (e.g., Leitworter, o palabras conductoras, reanudación,
inclusión), fórmulas estereotipadas (e.g., el patrón de la creación en Gn 1 o
la fórmula genealógica en Gn 5) y la analogía episódica o el tipo narrativo
(repetición). En diversos grados de sutileza y presencia, estas y otras
estrategias reflejan patrones en la estructura y deben ser analizados
cuidadosamente pues arrojan luz sobre la estructura de significado del autor.
El modelo recurrente de narración-poesía-breve epílogo que se ha citado antes y
las bien conocidas péntadas tôlĕdôt (“generaciones”) en Génesis 1–11 y 12–50
son ejemplos que vienen inmediatamente a la mente.
2.3. Estrategias temáticas y teológicas.
El movimiento descendente de la investigación del canon y la composición a la
literaria y lingüística desemboca finalmente en un análisis ascendente de las
estrategias temática y teológica (“crítica del concepto”,[25]) que informan e influyen
sobre la estructura general. Ahora se reconoce mayoritariamente que el
Pentateuco es una composición ideológica, conformada de manera decisiva por los
intereses de la fe, más que por una estricta reconstrucción historiográfica.
Esta convicción se ve confirmada por la función de Deuteronomio, un testigo
intrabíblico manifiestamente teológico del significado y mensaje reales del
Pentateuco (Dt 1:5).[26] Esto concuerda con el
hecho de que “la Biblia Hebrea es en sí misma un libro teológico” y que
sus textos son obra de individuos “a los que se considera en cierto modo
como teólogos, que tenían en mente ideas y propósitos teológicos cuando
hablaron o escribieron sus textos, e incluso cuando reunieron los textos en
unidades mayores o libros”.[27] La estructura textual
funciona en aras a reflejar la perspectiva de un autor sobre los eventos que
narra. En otras palabras, el propósito determina la forma, y a los lectores se
les permite conocer la descripción que se pretende hacer al descifrar la
textura de patrones tan definidos y determinados. Si bien el análisis temático
y teológico de la estructura no es por naturaleza más subjetiva que otros tipos
de investigación,[28] el desafío que presenta
radica en la delicada tensión entre explicar la cohesión textual y superponer
explicaciones sobre ella. Es en la convergencia de las estrategias canónicas y
de composición, literarias y lingüísticas y temáticas y teológicas, pues, donde
los lectores descubren cómo está estructurado el Pentateuco y por qué.
3. Propuesta de estructura del Pentateuco
El análisis precedente
sienta las bases para una propuesta a modo de conclusión, cuyos trazos gruesos
se esbozan en el siguiente bosquejo, con algunas clarificaciones selectivas
añadidas a los puntos más importantes. Los análisis detallados de los aspectos
más precisos de la textura deben quedar para los comentarios, monografías y
artículos de revistas especializadas.
3.1. Estructura general.
El esquema triádico general refleja (1) la clara función introductoria de
Génesis 1:1–11:26 con respecto al conjunto; (2) la manifiesta concentración en
los propósitos de Dios logrados a través de las personas y los eventos que
desembocan en el Sinaí, que allí se producen y que siguen posteriormente
(Génesis 11:27–Números 36:13); y (3) la clarísima función recordatoria,
interpretativa y de transición que cumple Deuteronomio con respecto a la
totalidad de la obra.
3.2. Relación con el resto del canon.
El mérito de la designación “Historia primitiva” lo confirma la función
canónica de Génesis– Deuteronomio como los primeros capítulos de la Biblia y el
marco narrativo dominante del conjunto, donde poesías, materiales legislativos,
genealogías, biografías y discursos aparecen intercalados y al servicio de una
trama omnipresente y fácil de reconocer. El título temático y teológico “El
plan de bendición universal de Dios” se ve corroborado por (1) los
indicadores canónicos y de composición, literarios y lingüísticos, incluida la
dialéctica hermenéutica de los “cósmico” (Gn 1:1–11:26) y lo “relativo a
la alianza” (Gn 11:27–Dt 34:12), con Génesis 12:1–3 como elemento fundamental;
(2) los datos léxicos, tales como la frecuencia, la situación estratégica y las
relaciones verbales de las 166 apariciones de la raíz brk
(“bendecir/bendición”), incluido el evidente nexo entre “bendición” (y su
cohorte semántico tôb, “bueno”) y creación y alianza, especialmente en los
extremos más alejados de Génesis (88) y Deuteronomio (51); y (3) el rol
hermenéuticamente fundacional del Pentateuco en relación con el resto del
canon, incluido el cierre (inclusión) verbal y temático en el Apocalipsis del
NT (cf., esp. Gn 1– 3 y Ap 21–22). Uno de los resultados interpretativos de
estas reflexiones es que, leído a la luz de su comienzo (Gn 1:1–11:26) y
conclusión (Dt 1–34), del corazón aparentemente particularista del Pentateuco
(i.e., la historia del trato de Dios con Abraham y sus descendientes que lleva
hasta y parte del Sinaí [Gn 11:27–Nm 36:13]) en realidad participa de una
estrategia más amplia que hace avanzar un argumento verdaderamente cósmico y
que, en última instancia, tiene un alcance escatológico.
3.3. La fórmula Tôlĕdôt.
El uso de tôlĕdôt (lit. “lo que surge”, de ahí, “generaciones”, “historia o
relato en curso”, o simplemente “lo que fue de”) como latiguillo que sirve como
mecanismo de enmarcado en Génesis está ampliamente reconocido, más allá de la
muy discutida cuestión de su posible relación con fuentes en forma de “tablillas”
(véase esp. Mathews, 26–41). Génesis 1:1–2:3 precede a la primera tôlĕdôt y de
esta manera hace las veces de prólogo de las diez secciones tôlĕdôt que siguen
(Gn 2:4; 5:1; 6:9; 10:1; 11:10, 27; 25:12, 19; 36:1; 37:2; las tres apariciones
restantes de tôlĕdôt en Génesis [Gn 10:32; 25:13; 36:9] evidentemente continúan
o concluyen movimientos) y de hecho de todo el Pentateuco. Estas diez están
compuestas por dos péntadas que definen los contornos estructurales de Génesis
2:4–11:26 y 11:27–50:26, respectivamente, cuya división se apoya, además, en el
claro cambio de atención y de flujo narrativo que comienza a producirse en
Génesis 11:27. Cada péntada gira en torno a su panel central—la tôlĕdôt de Noé
(Gn 6:9–9:29) y la tôlĕdôt de Isaac/Jacob (Gn 25:19–35:29)—con numerosas
indicaciones de maestría que apoyan la simetría (e.g., respecto a lo primero,
la colocación estratégica y estilización de las genealogías [diez generaciones
desde Adán a Noé en Gn 5:3–32, y diez desde Sem, el hijo de Noé a Abram en Gn 11:10–26],
y los vínculos manifiestos entre los relatos de la creación y el diluvio; en
cuanto a lo último, la secuencia que va alternando elección, no elección,
elección [Taré/Abram—Ismael—Isaac/Jacob—Esaú—Jacob/José] y la evidente
centralidad de la familia de Jacob en la posterior historia del Pentateuco).
Junto a su papel como
latiguillo estructural, como genuina leitwort el formulario tôlĕdôt hace de
bisagra en las secciones narrativas, estrecha el centro de atención e
intensifica la anticipación. Juntamente con las listas genealógicas y el rastro
de la zera‘ (“simiente/descendencia”), las inscripciones tôlĕdôt ponen en
movimiento toda la historia del Pentateuco al fijarse en “el relato en curso
de” un estrecho linaje escogido de la promesa, con una “simiente”
providencialmente preservada que jugará un papel vital como mediador de la
bendición de Dios a todas las naciones.[29] Esta “simiente” estará
vinculada a una dinastía real descendiente de Abraham a través de Judá, y
también regirá las naciones con majestad (cf. Gn 49:8–12). Esta “simiente”,
naturalmente, colma la esperanza de aquel guerrero herido pero victorioso que
se le prometió a la primera mujer (Gn 3:15). (Puede que sea algo más que una
mera coincidencia que las palabras iniciales de Mt 1:1, Biblos geneseōs, se
hagan eco, precisamente, de la traducción de la Septuaginta de tôlĕdôt [o sēper
(“libro de”) tôlĕdôt] en Gn 2:4 y 5:1.) Tôlĕdôt sirve, pues, no para definir al
Génesis como un libro diferenciado (el término aparece otras dieciséis veces en
el Pentateuco, doce de ellas en Nm 1), sino para conferirle un carácter
programático y una orientación futura a todo el conjunto. Esta función
proléptica, claramente establecida en la primera péntada (Gn 2:4–11:26),
continúa en la segunda (Gn 11:27– 50:26), que, como movimiento inicial del
cuerpo que forma el Pentateuco (Gn 11:27–Nm 36:13), fija de manera exitosa la
perspectiva del lector para toda la obra.
A. Introducción a la
historia primitiva del plan de bendición universal de Dios: episodios iniciales
(Gn 1:1–11:26)
1. Prólogo. Las primeras
cosas: creación (Gn 1:1–2:3)
2. Historia de la
creación hasta Taré/Abram en cinco secciones Tôlĕdôt (Gn 2:4–11:26)
B. Desarrollo de la
historia primitiva del plan de bendición universal de Dios: drama incipiente
(Gn 11:27–Nm 36:13)
1. Las narraciones
anteriores al Sinaí: el pueblo del plan de bendición escogido y preservado (Gn
11:27–Ex 18:27) a. Historia desde Taré/Abra[ha]m hasta Jacob/José en cinco
secciones Tôlĕdôt (Gn 11:27–50:26) b. Historia del Éxodo (Ex 1:1–18:27)
2. Las narraciones del
Sinaí: descripción de las provisiones del plan de bendición (Ex 19:1–Lv 27:34)
a. La alianza: definición
de la vocación de Israel como pueblo de Dios (Ex 19:1–24:18)
b. El tabernáculo:
preparación del santuario de Israel como pueblo de Dios (Ex 25:1–40:38)
c. La vida cúltica:
mantenimiento de la santidad de Israel como pueblo de Dios (Lv 1:1–27:34)
3. Las narraciones
posteriores al Sinaí: la perspectiva del plan de bendición amenazada y esperada
(Nm 1:1–36:13)
a. Historia de la primera
generación: desastre en el desierto (Nm 1:1–25:18)
b. Historia de la segunda
generación: destinada para la Tierra Prometida (Nm 26:1–36:13)
C. Conclusión de la
historia primitiva del plan de bendición universal de Dios: retrospectiva y
prospectiva (Dt 1:1–34:12) 1. Introducción (Dt 1:1–5)
2. Recapitulación
interpretativa de las narraciones anteriores: lo que Dios ha hecho (Dt
1:6–3:29)
3. Recapitulación
interpretativa de la Torá: lo que Dios exige (Dt 4:1–28:68)
4. Epílogo. Las últimas
cosas: lo que Dios promete—El “nuevo pacto” (Dt 29:1 [Texto masorético 28:69]–34:12)
Figura 1: Propuesta de
estructura del Pentateuco
3.4. La centralidad del Sinaí.
El drama incipiente del Pentateuco consiste en un desarrollo triádico del
material centrado inequívocamente en su elemento medio y principal—Sinaí/Horeb,
la montaña de Dios—que, en consecuencia, ocupa no sólo un lugar central, sino
que se convierte en el “monte Everest” de la teología del Pentateuco.[30] En apoyo de esta
conclusión tenemos (1) la ubicación y proporción del material sobre el Sinaí
dentro de la composición; (2) el concentración explícita de numerosos pasajes
(e.g., Ex 3:12; 15:13–18; 19:1; Lv 7:37–38; 25:1; 26:46; 27:34); (3) un flujo
narrativo compacto que une Génesis 11:27–Ex 18:27 mediante marcadores
temporales, geográficos y familiares, que culmina prácticamente en una
congelación del tiempo, el espacio y la comunidad que llegan a detenerse del
todo en el Sinaí (Ex 19–Lv 27); (4) la reanudación de estas mismas notas sobre
el calendario, la ubicación y la nación en Números, que sin embargo ahora están
subordinadas a un interés temático superior anclado en el Sinaí (i.e., Sinaí
como paradigma, no como un mero punto en el itinerario de Israel, por cuyo
motivo Nm 1:1–10:10 se considera legítimamente como “posterior al Sinaí”
incluso a pesar de que se comienza a informar de la salida propiamente en Nm
10:11); y (5) el refuerzo manifiesto al “Sinaí-centrismo” que aportan los
libros del Deuteronomio y de los Profetas Anteriores. Si bien la figura de
Moisés ciertamente destaca en la perícopa del Sinaí,[31] su papel se pone al
servicio de los propósitos generales de Yahvé para la nación como medio de
llevar a cabo un plan de bendición universal—plan que implica a un pueblo,
escogido y preservado (Gn 11:27–Ex 18:27), que es hecho receptor de ciertas
disposiciones que definen el camino a la bendición (Ex 19–Lv 27), cuya
posibilidad se ve amenazada y, más allá del final del núcleo mismo del
Pentateuco, se aguarda (Nm 1–36).
3.5. El papel del material legislativo.
La pre-ponderancia del material legislativo en la perícopa del Sinaí (Ex 19–Lv
27) no cambia el hecho de que la perícopa está enmarcada y es impulsada por la
narración. Desde la óptica de la composición, los cuerpos legislativos aparecen
intercalados como parte de una historia más amplia, haciéndose visibles todos
los rasgos convencionales de la narrativa (e.g., fórmulas introductorias), y en
cualquier caso están rodeados por materiales anteriores al Sinaí (Gn 11:27–Ex
18:27) y posteriores al mismo (Nm 1–36) que son predominante y evidentemente
narrativos. De ahí lo apropiado del título “narraciones del Sinaí”, la
justificación para entender las leyes como supeditadas la los propósitos
narrativos y la legitimidad de diferenciar entre los destinatarios inmediatos
(e.g., bĕnê yiśrā’ēl) y el implícito “cualquier lector”, con todas las
implicaciones de largo alcance que comporta tal distinción (e.g., la ley en
cuanto ley como estipulaciones de la alianza dirigidas a la comunidad del
Sinaí, frente a la Torá como instrucciones reveladas destinadas a los lectores
de cualquier época, distinción que sin duda hay que tener en cuenta al estudiar
la perspectiva neotestamentaria sobre la “ley”).
3.6. Estructura del relato del Sinaí.
Las narraciones del Sinaí (Ex 19–Lv 27) reflejan, a su vez, una clara
estructura triádica en la que se describen las disposiciones para la bendición:
(1) La alianza de Yahvé, que define la vocación de Israel (Ex 19–24; esp.
19:3–6); (2) el tabernáculo de Yahvé, donde se sitúa el santuario de Israel (Ex
25– 40); y (3) el culto a Yahvé, que proporciona los medios para mantener la
santidad de Israel (Lv 1–27). Fundamental dentro de este esquema, y por tanto
ocupando el propio corazón estructural del Pentateuco, es cuando se pone de
relieve la morada de Yahvé entre un pueblo del pacto apartado de las naciones
para ser santo. Este análisis sugiere, en otras palabras, que Éxodo 25–40
ofrece un centro literario y temático para el Pentateuco más adecuado y
profundamente incrustado que Levítico (una propuesta más popular que decanta
sospechosamente por la tradicional división tripartita). Confirman esta
conclusión (1) el evidente cumplimiento de la alianza (Ex 19–24) cuando se
establece el santuario (cf. Ex 24:15–18; 40:34–38) y la igualmente clara
subordinación de Levítico a los intereses de Éxodo 25–40; (2) la cantidad de
detalles que se ofrecen en los relatos sobre las instrucciones para construir
el tabernáculo y la posterior edificación de éste; (3) la función de la
aparentemente intrusiva historia del becerro de oro; (4) el eco consciente de
Génesis 1–2 en Éxodo 25–40, algo que hace ya mucho tiempo ha sido reconocido
por parte de la interpretación judía y cristiana (e.g., Ex 24:16 || Gn 1:1–2:3;
Ex 31:3 y 35:31 || Gn 1:2; Ex 31:12–18 || Gn 2:1–3; Ex 39:43a || Gn 1:31a; Ex
39:32a || Gn 2:1; Ex 40:33b || Gn 2:2a; Ex 39:43b || Gn 2:3a; Ex 40:2, 17 || Gn
1:5; un patrón heptádico para ambos), donde se describe el tabernáculo como un
regreso parcial al jardín del Edén y la presencia de Yahvé como la ubicación y
esencia de la bendición de la creación o, dicho con otras palabras, como medio
para y significado del plan de bendición de Dios—¡una auténtica nueva creación![32] (5) el evidente papel
destacado que tienen los intereses del tabernáculo en las narraciones
posteriores al Sinaí (esp. Nm 1–10); y (6) la explicación de que el rescate de
Egipto tenía como fin que Yahvé residiera en el tabernáculo con su pueblo santo
(e.g., Ex 29:44–46). Si estas observaciones son correctas, entonces el centro
literario y temático del Pentateuco se fija en el santuario (miqdāš) de Yahvé
como lugar de residencia (miškān) y de relación (’ōhel mô‘ēd) del Señor con un
pueblo de bendición que ha sido llamado fuera (cf. Ex 25:8–9; 40:34–38). Como
observa R. P. Knierim:
El objetivo final de la
acampada de Israel en el Sinaí durante su migración de Egipto a la Tierra Prometida
no es la alianza—por importante que ésta fuera como condición previa—sino el
santuario permanente como lugar de la presencia de Yahvé o aparición en medio
de Israel, junto con la organización de Israel como una comunidad estrictamente
teocrática en torno a este santuario. Al mismo tiempo, esta meta sirve como
prototipo del significado último de la existencia de Israel como comunidad
asentada en la Tierra Prometida.[33]
Las implicaciones
mesiánicas y escatológicas de este tipo de lectura son sugerentes. Con el
tabernáculo, los múltiples viajes de Moisés subiendo y bajando de la montaña se
acaban,[34] y el “descenso” de Yahvé
para morar allí marca un descenso que culminará en un día lejano (cf. Jn 1:14;
Ap 21:1–3).
3.7. Estructura de la sección sobre el tabernáculo.
El modelo triádico persiste hasta el corazón mismo del Pentateuco, donde surge
claramente otro desarrollo tripartito en torno al tabernáculo (Ex 25– 31), el
antitabernáculo (Ex 32–34) y el tabernáculo (Ex 35–40). Además, el propio panel
central se desarrolla en tres partes que se pueden ver perfectamente: la
rebelión y el rol de Moisés como mediador de Yahvé (Ex 32:1–33:6), el “tabernáculo
de reunión” y el encuentro de Moisés con la presencia de Yahvé (Ex 33:7–23)
y la renovación y el resplandor de Moisés con la gloria de Yahvé (Ex 34:1– 35).
El mérito de esta observación radica en el refuerzo microestructural que supone
para la conclusión macroestructual alcanzada anteriormente en el apartado 3.6.
Concretamente, en el centro triádico del Pentateuco (Ex 25–40) se encuentra un
panel central triádico (Ex 32–34) que a su vez gira sobre una parte central (Ex
33:7–23) que trata de un “tabernáculo de reunión” (!) donde se
manifiesta la gloriosa presencia de Yahvé a través de un mediador en medio de un
pueblo llamado fuera cuya existencia misma se define por y depende de esa
presencia que mora entre él. Y del mismo modo que la introducción del
Pentateuco (Gn 1:1–11:26) está compuesta por la creación, la caída y la
recreación (o bendición, pérdida y preservación), también el “drama
incipiente” (Gn 11:27–Nm 36:13) encuentra su lugar central en un
microcosmos (Ex 25–40) de tabernáculo, antitabernáculo y tabernáculo (o
instrucción, destrucción y construcción). Leída de esta manera, la historia del
becerro de oro y sus secuelas solamente parecer se intrusiva. Dentro de la
estrategia narrativa resalta un punto crucial: “La auténtica crisis, de la que
la historia del becerro de oro es sólo la causa, consiste en la destrucción de
las tablas que fueron dadas por Yahvé juntamente con sus instrucciones para el
santuario”.[35]
Es más, aunque el plan de Yahvé se llevará a cabo a través de pecadores, las
personas que por naturaleza son desobedientes y rebeldes necesitan algo más que
leyes; necesitan al fiel mediador de Yahvé, su presencia divina morando en
ellos, la gracia perdonadora y la palabra de revelación—todo ello temas del
tabernáculo que se destacan en Éxodo 32–34 y cuyo cumplimiento se aguarda más
allá de las fronteras de la última página del Pentateuco.
3.8. Papel sinaítico de las leyes de Levítico.
Los detalles de Levítico 7:37–38; 26:46; y 27:34 (cf. Lv 25:1) no han recibido
la atención que merecen por su importancia para distinguir la estructura en
este tercer y último panel en las narraciones del Sinaí. Los elementos léxicos
habituales son: (1) “Esta es/estos son” (zō’t/’ēlleh); (2) “la
ley/leyes/mandamientos” (tôrâ/tôrôt/miṣwōt); (3) “que Yahvé mandó a Moisés”
(’ăšer ṣiwwâ yhwh ’et mōšeh; Lv 26:46 dice “que estableció Yahvé… por mano de
Moisés” [’ăšer nātan yhwh … bĕyad mōšeh]); (4) “en el monte Sinaí” (bĕhar
sînay; Lv 7:38 agrega “en el desierto de Sinaí” [bĕmidbar sînay]); (5) “cuando
mandó/entre sí y/a los hijos de Israel” (ṣawwōtô ’et/bênô ûbên/’el bĕnê
yiśrā’ēl). Estos detalles literarios y lingüísticos tienen un doble propósito.
En primer lugar, apoyan las estrategias canónica y de composición, así como
temática y teológica, manteniendo de manera inequívoca como centro de atención
narrativo el Sinaí, algo que resulta todavía más digno de destacar porque se
precisa el lugar exacto en el que Yahvé habló a Moisés mē’ōhel mô‘ēd (“desde el
tabernáculo de reunión”) en lugar del Sinaí en Levítico 1:1 (i.e., está claro
que las notas sobre el Sinaí que aparecen en Levítico tienen un propósito que
va más allá del reportaje sobre el itinerario). Incluso con el santuario
instalado en medio de Israel, que elimina la distancia entre la ubicación de
Yahvé y la del pueblo (cf. Ex 19–20), la pretensión es que Levítico se lea como
parte de la perícopa del Sinaí, sujeto a las limitaciones de ese paradigma
ligado a la tierra. En segundo lugar, el conjunto de detalles de Levítico
7:37–38; 26:46 y 27:34 operan como señales de tráfico de la composición que
demarcan el material en tres bloques de instrucciones que Yahvé da a Israel en
el Sinaí a través de Moisés. Estas instrucciones tienen que ver con el sistema
formal de culto (Lv 1:1–7:38), la vida de adoración (Lv 8:1–26:46) y la
adecuada estimación de los elementos consagrados para el Señor en el culto (Lv
27:1–34). La única mención adicional y excepcional al Sinaí en Levítico 25:1
simplemente indica la conclusión en dos capítulos dentro del marco interno
general. Así pues, la narración de Levítico describe un sistema y una práctica
de culto adecuados para el paradigma del Sinaí, por el que tanto a los
sacerdotes como al pueblo se les instruye sobre cómo deben conducirse de una
forma acorde con una comunidad centrada en el tabernáculo, y asegurarse de este
modo la bendición de la presencia de Yahvé entre ellos. Organizado de esta
manera, Levítico realmente pone el broche de cierre a las narraciones del Sinaí
que comenzaron en Éxodo 19:1, en las que se han descrito tres disposiciones
fundamentales para el plan de bendición: una alianza que define la vocación (Ex
19–24), que se cumple en un santuario donde reside la presencia de Dios (Ex
25–40) y se preserva a través de una adoración que mantiene viva la santidad
(Lv 1–27). En relación con esto es evidente que el tabernáculo no está tanto al
servicio del culto cuanto el culto al servicio del tabernáculo, proporcionando
un medio a través del cual el pueblo de Dios podía vivir en presencia de Dios
(cf. Ex 40:34–38). Es por esta razón que los intereses del tabernáculo siguen
ocupando un lugar central en las narraciones posteriores al Sinaí (Nm 1–36),
donde continúa la visión básica que tiene el Pentateuco de un Yahvé que mora en
medio de un pueblo acampado en torno al santuario.
3.9. Números.
Al menos algunas de las cuestiones que hacen que Números desafíe cualquier
análisis estructural se evaporan cuando la narración en su conjunto se lee
desde la perspectiva de una expectativa post-sinaítica—las secuelas del Sinaí
que siguen la senda marcada por la profundamente arraigada orientación futura
establecida en las promesas de la narración pre-sinaítica. Los marcadores
cronológicos y geográficos, sobre los que tanto se ha debatido, funcionan más a
nivel de subdivisión que de estructura general y se subordinan a los intereses
teológicos y temáticos más amplios del plan de bendición. ¿Podrá el pueblo
escogido y liberado de Yahvé—representada su vocación, erigido el santuario y
exigido su culto—entrar en la plenitud de su patrimonio en la alianza y así
cumplir con su razón de ser en la creación? A la luz de todo esto, la propuesta
de D. T. Olson de una estructura bipartita construida sobre el marco de los dos
informes sobre censos (adaptada en el bosquejo anterior) permite que el foco
recaiga en los temas generales—los efectos de la incredulidad desobediente
(primera generación, Nm 1–25) y las perspectivas de la fe obediente (segunda
generación, Nm 26–36). Esto coloca frente al lector del Pentateuco un paradigma
doble que le impele a decidir entre fe-obediencia-bendición e
incredulidad-rebelión-pérdida de la bendición. Además, la atención destacada
que presta Números a la organización de la nación alrededor del tabernáculo y a
sus intereses (esp. Nm 1–10) continúa la convicción de las narraciones
anteriores sobre el meollo de la cuestión: el lugar y la participación de
Israel en el plan de bendición de Dios se va a cumplir en una campaña
movilizada en torno al santuario, con Yahvé a la cabeza—una “campaña de
campamento del santuario”.[36]
3.10. Deuteronomio.
El Pentateuco concluye con una retrospectiva y una prospectiva interpretativas,
una especie de comentario—selectivo en su alcance, teológico en cuanto a
orientación, de estilo homilético, lenguaje exhortatorio, profético en su
presentación y escatológico en perspectiva. Tras una breve introducción (Dt
1:1–5), en la que se detallan el momento y lugar de los mensajes de despedida
de Moisés y se aclara su propósito (Dt 1:5, hô’îl mōšeh bē’ēr ’et hattôrâ
hazzō’t: “resolvió Moisés declarar esta Torá”), Deuteronomio consta de tres
bloques principales de material: un repaso retrospectivo de los desarrollos
narrativos clave en Éxodo– Números (Dt 1:6–3:29), una aplicación interpretativa
(intrabíblica) de varias tôrôt para la nueva generación (Dt 4:1–28:68) y una orientación
prospectiva a cosas todavía futuras—la visión de las bendiciones de una “nueva
alianza” que sigue a un período de apostasía y al exilio (Dt 29:1 [Texto
masorético 28:69]–34:12). Estas divisiones se corresponden algo más que
superficialmente con los intereses principales de las narraciones
pre-sinaítica, sinaítica y post-sinaítica: un pueblo de bendición escogido y
preservado (así Dt 1:6–3:29; cf. Gn 12–Ex 18, con nuevas amenazas y destellos
de esperanza en Nm 1– 25). Disposiciones para la bendición (así Dt 4:1–28:68;
cf. Ex 19–Lv 27) y la expectativa de bendición tras el desastre (así Dt 29:1 [Texto
Masorético 28:69]–34:12; cf. Nm 1–36). Al hacer que el lector del Pentateuco se
centre en el significado como mensaje, diseñado para ser escuchado y vivido y
aguardado, la “teología aplicada” (o “ley predicada”,[37]) de Deuteronomio le
proporciona al conjunto “un sentido de finalización”[38]
que resulta tan hermenéuticamente indispensable para comprender el Pentateuco
como fundacional para los libros que siguen a continuación. Estas observaciones
confirman las sospechas anteriores de que el Pentateuco está estructurado siguiendo
una línea teológica y temática que apunta más allá de sus propios límites, al
cumplimiento de un plan de bendición todavía no realizado que incluirá, entre
otras cosas, un nuevo corazón (Dt 30:1–20), una nueva creación (Dt 33:26–29) y
la distante anticipación de un nuevo profeta como Moisés (Dt 34:5– 12). De esta
forma, Deuteronomio supone el fin de un Pentateuco que, decididamente, tiene un
final abierto. Además, en Deuteronomio el final se encuentra con el principio,[39] ya que hay múltiples
vínculos verbales y temáticos que forman una inclusión alrededor del conjunto
de la obra (e.g., Gn 1:2 || Dt 32:10–11; Gn 1:26–27 || Dt 4:32; Gn 2:15–17 ||
Dt 30:15–20; paraíso perdido || anticipo de la Tierra Prometida; etc.), que se
convierte, entonces, en la transición canónica de lo que sigue. Corresponderá a
los Profetas agudizar la visión del Pentateuco sobre el plan de bendición
universal de Dios proyectándolo sobre una pantalla escatológica que aguarda a
la interpretación apostólica.
[1]
Ag. Ap. 1 §§37– 43; cf. 2 Esd 14:23–26, 38–48;
Jub. 2:23–24
[2] J. Blenkinsopp, The Pentateuch: An Introduction to the
First Five Books of the Bible (ABRL; Nueva York: Doubleday, 1992) – trad.
cast.: El Pentateuco. Introducción a los cinco primeros libros de la Biblia
(Estella: Verbo Divino, 2001). Pag. 45-47
[3]
R. P. Knierim, The Task of Old Testament
Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag.
352
[4]
Véase J.
Muilenburg, “Form Criticism and Beyond”, JBL 88 (1969) 1–18, reimpr. en P. R.
House, ed., Beyond Form Criticism: Essays in Old Testament Literary Criticism
(SBTS 4; Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1992) 49–69
[5]
T. C. Eskenazi, “Torah as Narrative and
Narrative as Torah”, en Old Testament Interpretation: Past, Present, and
Future, ed. J. L. Mays, D. L. Petersen y K. H. Richards (Nashville: Abingdon,
1995). Pag. 28
[6]
Véase L.
G. Perdue, The Collapse of History: Reconstructing Old Testament Theology (OBT;
Mineápolis: Fortress, 1994)
[7]
R. P. Knierim, The Task of Old Testament
Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag.
352
[8]
D. J. A. Clines, The Theme of the Pentateuch (2ª
ed.; JSOTSup 10; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997). Pag. 9-18
[9]
D. J. A. Clines, The Theme of the Pentateuch (2ª
ed.; JSOTSup 10; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997). Pag. 23
[10]
D. J. A. Clines, The Theme of the Pentateuch (2ª
ed.; JSOTSup 10; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997). Pag. 29
[11]
D. J. A. Clines, The Theme of the Pentateuch (2ª
ed.; JSOTSup 10; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997). Pag. 30
[12] Compárese con G. W. Coats, Moses: Heroic Man, Man of
God (JSOTSup 57; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1988); S. A. Nigosian,
“Moses as They Saw Him”, VT 43 (1993) 339–50;
[13] J.H Sailhamer
The Pentateuch as Narrative (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1992)
[14]
T. W. Mann, The Book of the Torah: The Narrative
Integrity of the Pentateuch (Atlanta: John Knox, 1988). Pag. 6-7
[15]
Compárese con G. Fohrer, Exegese des Alten Testaments, Einführung in die Methodik
(Heidelberg: Quelle & Meyer, 1983); E. Blum, Studien zur Komposition des
Pentateuch (BZAW 189; Berlín: Walter de Gruyter, 1990); R. Rendtorff, The
Problem of the Process of Transmission in the Pentateuch (JSOTSup 89;
Sheffield: JSOT Press, 1990); H.-C. Schmitt, “Redaktion des Pentateuch im
Geiste der Prophetie”, VT 32 (1982) 170–89
[16] J.H Sailhamer
The Pentateuch as Narrative (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1992), pag.36
[17]
J.H Sailhamer The Pentateuch as Narrative (Grand Rapids, MI:
Zondervan, 1992), pag.37
[18]
J. H. Sailhamer, Introduction to Old Testament
Theology: A Canonical Approach (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1995). Pag. 99,
compárese con J.H Sailhamer The
Pentateuch as Narrative (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1992). Pag. 44–59
[19]
J. Blenkinsopp, The Pentateuch: An Introduction
to the First Five Books of the Bible (ABRL; Nueva York: Doubleday, 1992) –
trad. cast.: El Pentateuco. Introducción a los cinco primeros libros de la
Biblia (Estella: Verbo Divino, 2001). Pag. 33
[20]
Véase también R. Rendtorff, The Old Testament:
An Introduction (Filadelfia: Fortress, 1986); E. Blum, Studien zur Komposition
des Pentateuch (BZAW 189; Berlín: Walter de Gruyter, 1990); R. P. Knierim, The
Task of Old Testament Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI:
Eerdmans, 1995); R. N. Whybray, Introduction to the Pentateuch (Grand Rapids,
MI: Eerdmans, 1995); D. M. Carr, Reading the Fractures of Genesis: Historical
and Literary Approaches (Louisville: WesTexto Masoreticoinster/John Knox, 1996).
[21]
S. E. Balentine, The Torah’s Vision of Worship
(OBT; Mineápolis: Fortress, 1999).
[22]
T. E. Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville:
Abingdon, 1996).
[23]
Para una propuesta ascendente que comienza con
las unidades textuales, véase D. A. Dorsey, The Literary Structure of the Old
Testament: A Commentary on Genesis–Malachi (Grand Rapids: Baker, 1999).
[24]
Véase D.
A. Dorsey, The Literary Structure of the Old Testament: A Commentary on
Genesis–Malachi (Grand Rapids: Baker, 1999). Pag. 21-35
[25]
R. P. Knierim, The Task of Old Testament
Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag.
355
[26]
Véase J.
G. McConville, Grace in the End: A Study in Deuteronomic Theology (Grand
Rapids, MI: Zondervan, 1993); J. G. McConville, Law and Theology in Deuteronomy
(JSOTSup 33; Sheffield: JSOT Press, 1984).
[27]
R. Rendtorff, Canon and Theology: Overtures from
Old Testament Theology, ed. M. Kohl (OBT; Mineápolis: Fortress, 1993). Pag.
40-41; B. S. Childs, Old Testament Theology in a Canonical Context (Filadelfia:
Fortress, 1985); C. R. Seitz y K. Greene-McCreight, eds., Theological Exegesis:
Essays in Honor of Brevard S. Childs (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1999); B. C.
Birch, W. Brueggemann, T. E. Fretheim y D. L. Petersen, A Theological
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Deuteronomy and the Death of Moses: A Theological Reading (Mineápolis:
Fortress, 1994); H.-C. Schmitt, “Redaktion des Pentateuch im Geiste der Prophetie”,
VT 32 (1982) 170–89; C. R. Seitz, Word Without End: The Old Testament as
Abiding Theological Witness (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1998); T. E. Fretheim,
The Pentateuch (IBT; Nashville: Abingdon, 1996). Pag. 38, Quienes observa que
“la teología juega un papel central, no sólo con respecto al contenido del
Pentateuco, sino también en cuanto a su forma misma y estrategia retórica”.
[28]
D. J. A. Clines, The Theme of the Pentateuch (2ª
ed.; JSOTSup 10; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997). Pag. 9-18; T. E.
Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville: Abingdon, 1996). Pag. 36-38
[29] T. D. Alexander, From Paradise to the Promised Land:
An Introduction to the Main Themes of the Pentateuch (Grand Rapids, MI: Baker,
1998). Pag. 6-18
[30]
M. S. Smith, “Matters of Space and Time in
Exodus and Numbers”, en Theological Exegesis: Essays in Honor of Brevard S.
Childs, ed. C. Seitz y K. Greene-McCreight (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1999).
Pag. 206
[31]
J. Van Seters, The Life of Moses: The Yahwist as
Historian in Exodus–Numbers (Louisville: WesTexto Masoreticoinster/John Knox,
1994); R. P. Knierim, The Task of Old Testament Theology: Substance, Method,
and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag.
[32]
Véase S.
E. Balentine, The Torah’s Vision of Worship (OBT; Mineápolis: Fortress, 1999).
Pag. 136-141; J. Blenkinsopp, “The Structure of P”, CBQ 38 (1976) 275– 92; T.
E. Fretheim, Exodus (IBC; Louisville: John Knox, 1991). Pag. 263-278; J. D.
Levenson, Creation and the Persistence of Evil: The Jewish Drama of Divine
Omnipotence (San Francisco: Harper & Row, 1988). Pag. 78-99
[33]
R. P. Knierim, The Task of Old Testament
Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag.
365
[34]
R. P. Knierim, The Task of Old Testament
Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag.
360-372; T. E. Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville: Abingdon, 1996). Pag.
112
[35]
R. P. Knierim, The Task of Old Testament
Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag.
364
[36]
R. P. Knierim, The Task of Old Testament
Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag.
386
[37]
P. D. Miller, Deuteronomy (IBC; Louisville: John
Knox, 1990). Pag. 12
[38]
T. E. Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville:
Abingdon, 1996). Pag. 53-58
[39]
T. E. Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville:
Abingdon, 1996). Pag. 56-58
BIBLIOGRAFÍA adicional
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(Cambridge, MA: Harvard University Press, 1987); S. Bar-Efrat, Narrative Art in
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Bockmuehl, The Epistle to the Philippians (BNTC; Peabody, MA.: Hendrickson,
1998); B. S. Childs, The Book of Exodus: A Critical, Theological Commentary
(OTL; Filadelfia: WesTexto Masoreticoinster, 1974) – existe edición castellana:
El libro del Éxodo (Estella: Verbo Divino, 2003); B. S. Childs, Introduction to
the Old Testament as Scripture (Filadelfia: Fortress, 1979); D. Christensen,
Deuteronomy 1–11 (WBC 6A; Dallas: Word, 1991);; M. Douglas, “Poetic Structure
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P. Wright, D. N. Freedman y A. Hurvitz (Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1995)
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(JPSTC; Filadelfia: Jewish Publication Society of America, 1990);;;; D. Olson,
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An Introduction to Critical Issues, ed. S. L. McKenzie y M. P. Graham
(Louisville: WesTexto Masoreticoinster/John Knox, 1998) 3–49; J. W. Watts,
Reading Law: The Rhetorical Shaping of the Pentateuch (BibSem 59; Sheffield:
Sheffield Academic Press, 1999); G. J. Wenham, Genesis 1–15 (WBC 1: Dallas:
Word, 1987); ídem, Genesis 16–50 (WBC 2: Dallas: Word, 1994);; R. N. Whybray,
The Making of the Pentateuch (JSOTSup 53; Sheffield: JSOT Press, 1987) – trad.
cast.: El Pentateuco. Estudio metodológico (Bilbao: Desclée de Brouwer, 1995).
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