ESTRUCTURA LITERARIA DEL PENTATEUCO | Crítica del Pentateuco con Feliberto Vasquez

 


ESTRUCTURA LITERARIA DEL PENTATEUCO

Estructura literaria, o forma de la composición, se refiere al plan de conjunto de la estructura textual de una obra escrita, mediante el cual exhibe una cohesión significativa y una dirección bien pensada que reflejan una estrategia por parte del autor. Abarca tanto el marco organizativo que define los contornos literarios como los patrones incrustados que completan ese marco, mostrando así cómo todo el conjunto y la red de relaciones entre sus partes constituyentes forman un diseño global que consigue el efecto deseado. Por tanto, un análisis de la estructura literaria del Pentateuco pretende describir la forma en que se ha construido Génesis–Deuteronomio como una composición unitaria, examinando los patrones granulados de sus unidades mayores (súper- o macroestructurales) y menores (microestructurales), por medio de las cuales dirige eficazmente a los lectores hacia el objetivo marcado por el autor.

Los intereses de la estructura literaria se entrecruzan con los de la autoría y la composición, la crítica literaria convencional (fuentes, formas, tradición) y la más reciente (e.g., narrativa), así como los análisis individuales de los libros. Si bien la investigación de la estructura literaria implica a todas estas disciplinas, no obstante sigue una línea de investigación diferente. En concreto, la estructura literaria del Pentateuco va más allá de los estratos genéticos para centrarse en la estrategia deliberada, y más allá de las estructuras atomísticas para encontrar una estructura global. Así pues cambia el foco de la interpretación, pasando de las preguntas sobre su origen y formación (i.e., la ruta histórica mediante la cual el Pentateuco se fue desarrollando desde las primeras fuentes hasta adoptar la forma actual) a la evidencia para y el efecto producido por la configuración resultante, y de los géneros independientes (e.g., narrativa, poesía, genealogía, biografía y materiales legales) a su participación en y contribución a la estructura general de la composición en la que están entretejidos de modo significativo. Además, como da a entender el título, la estructura literaria del Pentateuco no sólo abarca la totalidad de Génesis–Deuteronomio, sino que también trata el material como un verdadero pentateuchos, esto es, como un libro en cinco partes. Aunque cada uno de sus “libros” puede mostrar rasgos perceptibles de estructura interna, la atención recae aquí sobre el plan general de “el libro [singular] de la Torá” o “el libro [singular] de Moisés” (cf. Jos 1:8; 2 Cr 25:4; Mc 12:26; etc.).

1. Modelos para comprender la estructura literarlia del Pentateuco

2. Consideraciones al determinar la estructura literaria del Pentateuco

3. Propuesta de estructura del Pentateuco

1. Modelos para comprender la estructura literaria del Pentateuco

No existe unanimidad sobre la estructura literaria del Pentateuco, lo que no solamente da fe de la complejidad y magnitud el material, sino de los influyentes presupuestos que motivan la tarea analítica. Grosso modo, los enfoques sobre esta cuestión se pueden clasificar en tres tipos distintos.

1.1. Evasión popular. Uno de los efectos duraderos de una tradición que es al menos tan antigua como Josefo[1] es suposición generalizada de que el Pentateuco está compuesto por cinco libros más o menos diferenciados e independientes, cada uno de los cuales cuenta con su propio título y registra su presencia entre las obras canónicos. Aunque esta quíntuple división casi con toda seguridad no fue puramente mecánica ni se debió tan sólo a las consideraciones prácticas sobre la producción y almacenamiento de los rollos[2], su influencia ha disuadido a muchos a la hora de realizar una reflexión seria sobre una estrategia global rige y da forma al Pentateuco como una composición completa. Dando por supuestas unas fronteras literarias que bordean lo que tradicionalmente se entiende como “libros”, asignando comentarios en función de estos y prejuzgando la naturaleza del material por la mera impresión de volumen (en números redondos, el Pentateuco incluye 80.000 de las 305.000 palabras que aparecen en la Biblia Hebrea, es decir, más del 25 por ciento)—se ha oscurecido sutilmente el meticuloso arte que une Génesis–Deuteronomio y lo convierte en una única estructura general de significado con integridad y dirección ideológica. Un efecto negativo es que las cuestiones sobre la estructura literaria del Pentateuco apenas afloran a nivel popular, y se han presentado relativamente pocas propuestas incluso entre los comentaristas bíblicos.

1.2. Idearios críticos. Si la lectura popular en su mayoría ha ignorado la estructura literaria del Pentateuco, los especialistas críticos han seguido, en general, idearios que han llevado a esquivar la estructura. Entre los resultados decisivos de la Literarkritik (crítica de fuentes, de las formas y de la tradición), tanto en su antigua formulación clásica como en sus versiones más recientes, está el reconocimiento de que el Pentateuco refleja un desarrollo histórico aparentemente complejo en su camino hacia la forma que exhibe actualmente. Los detalles de las diversas hipótesis y sus interminables revisiones se presentan en otros artículos. Para nuestros propósitos en este momento, la absorbente preocupación por la prehistoria textual que predominó en la investigación del Pentateuco durante gran parte de los dos últimos siglos solamente tuvo un valor limitado para el estudio de la estructura literaria del Pentateuco en su forma recibida.

La razón para ello es evidente. Mientras se identifican las cuestiones textuales, se estudiaban siguiendo una línea estrictamente histórica (diacrónica) y su explicación quedaba absorbida por los constructos hipotéticos del geneticismo, se desviaba la atención de la forma resultante de la composición existente como fenómeno fijo (sincrónico) y de la importancia de esa forma para su significado. Las extremas especulaciones excavadoras sobre los efectos residuales de los estratos superpuestos o de las supuestas fuentes combinadas dio como resultado una mínima atención exegética a las características significativas de una estrategia intencionada. En resumen, con su énfasis anterior sobre cómo pudo haber llegado el Pentateuco a su formación actual, incluyendo los impulsos sociales, religiosos y políticos que pudieron haber precipitado esa producción, el paradigma histórico no logró ofrecer una explicación completa del Pentateuco como aparece actualmente en la Biblia Hebrea. Al menos en teoría, las teorías divergentes sobre la formación literaria podrían arrojar propuestas razonables sobre la estructura literaria, cada una basada en los puntos fuertes de la reconstrucción que la sustenta. Pero salvo algunas notables excepciones, los intereses anteriores o bien se detuvieron en seco antes de explicar cómo el Pentateuco como una composición pone en marcha sus características literarias en una apropiación constructiva de significado (“comportándose como si no mereciera la pena analizar la composición final”[3]) o renunciaron por completo a tal empresa poniendo en duda que existiera en absoluto una integridad intencionada en el Pentateuco. Además, el análisis por parte de la crítica de las formas de géneros diferenciados o incluso de unidades más pequeñas dentro de esos géneros podía presentar toda una miscelánea de narraciones aisladas, poemas, genealogías, discursos y códigos legales, pero difícilmente podía prestarle atención a la importancia de la forma final actual (así[4]). En consecuencias, “el libro de la Torá como una historia unificada sigue estando mayormente sin analizar. Los expertos que se fijan en los árboles han perdido de vista el bosque”.[5] Felizmente, están apareciendo ahora correctivos para esa deficiencia en el panorama de la investigación del Pentateuco.

1.3. Avances recientes. Con el ahora ampliamente ensayado “colapso de la historia”[6] como paradigma principal en la interpretación bíblica en general y la desaparición del predominio de las cuestiones históricas en la investigación del Pentateuco en particular, se ha abierto el camino en décadas recientes para un renovado interés en el Pentateuco como producto, cualesquiera que sean los detalles de producción o procedencia. Aunque no se han abandonado por completo los intereses históricos y las hipótesis sobre su formación, este cambio en el foco de la interpretación hacia la forma actual de los libros bíblicos ha dado como resultado un creciente consenso de que, después de todo, el Pentateuco manifiesta una estructura integrada que refleja un propósito, aun cuando algunos de los factores que ejercieron su influencia en las etapas formativas siguen siendo inciertos. En años recientes han aparecido indagaciones creativas y enérgicas sobre los diversos indicios de esa estructura y su relevancia para el significado de la obra, estimuladas por las consideraciones que apoyan la lógica de un enfoque que le da importancia y el debido respeto al Pentateuco como un fenómeno literario existente. Después de todo, este es el único Pentateuco real que existe—un Pentateuco que es sustancialmente el que leyeron Jesús y los autores del NT, y que, en cualquier caso, es un objeto de estudio más adecuado para las investigaciones que las construcciones hipotéticas de la disección genética y formal.[7]

Evidentemente es teóricamente posible que el Pentateuco carezca de un diseño global que rija el conjunto, que las partes que lo constituyen, sea cual sea el modo en que llegaron a manos de los autores o redactores, simplemente se insertaran de forma aleatoria. Sin embargo, para un cada vez mayor número de lectores, los indicios textuales y temáticos apuntan en otras direcciones—rasgos que justifican el estudio y exigen una explicación. Dado el estado de la cuestión que se ha esbozado anteriormente, no resulta sorprendente que hasta la fecha solamente hayan aparecido unos cuantos ejemplos para todo el Pentateuco, pero estos modelos se pueden considerar representativos de este nuevo impulso. Aquí repasamos las más programáticas de estas propuestas, agrupadas por categorías (que en ocasiones se solapan) según su centro de atención más destacado o metodología principal.

1.3.1. Temática. En un valiente análisis pionero, D. J. A. Clines evitó caer en las tendencias de la investigación crítica hacia el “atomismo” y el “geneticismo”, se centró en el Pentateuco “en su forma final” y afirmó la legitimidad de tratar el Pentateuco “como una única obra literaria” que “no es meramente la suma de los primeros cinco libros de la Biblia… sino una obra independiente por derecho propio”.[8] Buscando un tema unificador del Pentateuco que “surja del tema [y] sea una conceptualización del argumento”[9], Clines percibió “la forma del Pentateuco como un movimiento hacia metas aún no alcanzadas” con “el ímpetu de ese movimiento en la promesa divina que da inicio a las narraciones patriarcales”.[10] Según Clines, el tema del Pentateuco del “cumplimiento parcial—que implica también el incumplimiento parcial—de la promesa o la bendición de los patriarcas” ya se anticipa en la “historia primigenia” de Génesis 1–11 y consiste en la posteridad (Gn 12–50), la relación divina-humana (Éxodo y Levítico) y la tierra (Números y Deuteronomio).[11] Aunque su interés principal radicaba en distinguir una unidad temática más que un análisis literario per se, el modelo de Clines resulta de gran valor para demostrar como la conjunción de consideraciones textuales y temáticas toma en cuenta la estructura literaria.

1.3.2. Genérica/biográfica. El análisis de R. P. Knierim se centra en la cuestión del género dominante del Pentateuco. Con su propuesta de un Pentateuco bipartito consistente en Génesis y Éxodo– Deuteronomio, en el que el primero introduce al segundo, Knierim sostiene enérgicamente que el género biografía (concretamente, la Vita Mosis;[12]) define mejor al Pentateuco que el ampliamente aceptado de la historia narrativa de Israel. J. H. Sailhamer[13] ha ampliado esta propuesta a todo el Pentateuco, demostrando que las biografías de los patriarcas y de Moisés forman parte de la estrategia consciente del autor, que se esfuerza por contrastar la vida de la fe antes de la ley (ante legum), representada especialmente en Abraham, con la falta de fe bajo la ley (sub lege), representada en particular por Moisés.

1.3.3. Narratológica. T. W. Mann y Sailhamer representan dos intentos por leer el Pentateuco desde una perspectiva narratológica, esto es, como una historia integrada. Valorando el Pentateuco “tanto como un documento compuesto como una narrativa unificada”, Mann se centra en esta última para distinguir “la cohesión literaria (i.e., redaccional) interna de las unidades más extensas (e.g., Gn. 1:1–11:9, o el ‘ciclo de Jacob’, o Nm. 1–10)” y “la integridad narrativa del Pentateuco como un todo, i.e., cómo las unidades más grandes constituyen ‘libros’, y cómo la secuencia de estos libros tiene sentido”.[14] Al proceder a leer el Pentateuco “libro” por “libro”, Mann aplica percepciones tomadas del análisis literario y narrativo a los respectivos textos, prestando una mínima atención a cualquier configuración global del Pentateuco como la composición de un conjunto.

1.3.4. Crítica de la composición. El análisis crítico de la composición de Sailhamer[15] es el esfuerzo más ambicioso hasta la fecha de trazar la estrategia textual y temática de todo el Pentateuco. Tomando Génesis–Deuteronomio como un solo libro cuidadosamente elaborado que denota tanto unidad como falta de uniformidad, y centrándose en la manera en que esta composición del autor se erige en mediadora o representa el mundo de los acontecimientos históricos con el propósito de instruir, Sailhamer detalla cómo los tres tipos principales de materiales que componen el Pentateuco (i.e., narraciones, poesía y materiales legislativos) están entretejidos en una única estructura literaria. Observa, por ejemplo, que la omnipresente técnica de la narración poesía-breve epílogo subraya en cada una de sus apariciones macroestructurales una figura narrativa central que convoca a una audiencia y proclama lo que sucederá “en los días venideros” (cf. Gn 49:1; Nm 24:14; Dt 31:28–29).[16] En el abundante uso que hace el Pentateuco de la “tipología narrativa”, mediante la cual “los acontecimientos posteriores se escriben para recordarle al lector las narraciones del pasado” (e.g., Gn 41–Ex 12 prefigurado en Gn 12:10–20; o Ex 25–40 en Gn 1–3), Sailhamer encuentra pruebas en la estrategia del Pentateuco de que el autor se movió “dentro de una hermenéutica claramente definida”, esto es, “una lectura escatológica de sus narraciones históricas” en la que “los textos narrativos de los acontecimientos pasados se presentan como indicadores de eventos futuros”.[17]

Una vez más, la aparición alternativa de alianza, estipulaciones y relatos de fracaso entre las secciones narrativas del Sinaí (Ex 19:1–25; 20:18–21; 24:1–18; 32:1–34:35; Lv 17:1–9) y las colecciones de leyes (Decálogo [Ex 20:1–17]; código de la alianza [Ex 20:22–23:33]; código sacerdotal [Ex 25–31]; código sacerdotal ampliado [Ex 35–Lv 16]; código de santidad [Lv 17–26]) en la sección central del Pentateuco sugiere que el Pentateuco es, en gran medida, un tratado extenso sobre la naturaleza y las deficiencias del pacto del Sinaí. A partir de estos y otros diseños incrustados en la textura del Pentateuco, Sailhamer es capaz de distinguir una estrategia teológica doble que motiva su forma actual: “El Pentateuco pretende mirar hacia adelante, hacia el futuro escatológico en el que tendrá lugar la venida de un salvador-rey que derrotará a los enemigos de Israel y restaurará la bendición que Dios planeó originalmente para toda la humanidad ‘en los últimos días’, ” y “el Pentateuco intenta demostrar el fracaso de la alianza del Sinaí y engendrar una esperanza en la llegada de un Nuevo Pacto”.[18] En ambos respectos, el Pentateuco inicia un punto de vista compartido por el resto de libros del AT, especialmente por los Profetas.

1.3.5. Integradora (diacrónica-sincrónica). Si bien para J. Blenkinsopp el texto actual del Pentateuco “en su integridad narrativa, y no esta o aquella fuente”, es finalmente “el objeto de la interpretación”[19], su obra representa los intentos recientes por aprovechar las perspectivas de la coexistencia o síntesis metodológica. Siguiendo tanto el ideario de la crítica histórica como de la estructura interna[20], Blenkinsopp concluye que el Pentateuco es un “documento constitucional” en el que predomina la perspectiva sacerdotal (P) que fue elaborado en la matriz de los intereses del imperio persa y de los judíos con el objeto de preservar la singularidad y la consolidación del judaísmo postexílico. Por tanto, se configuró para resaltar el libro de Levítico y su preocupación por las leyes rituales como centro estructural. Aquí también deberíamos hacer mención de la reciente investigación de M. S. Smith de la forma de Éxodo y del Pentateuco en su conjunto siguiendo la línea de una redacción geográfica y cronológicamente sacerdotal (el espacio y el tiempo sagrados) que refleja las costumbres litúrgicas postexílicas relacionadas con las festividades de peregrinación. También habría que notar la propuesta sociológica de S. E. Balentine de que la imposición persa de unas directrices sociales y políticas definió, en último término, la forma final del Pentateuco y de la “la visión del culto de la Torá”.[21]

1.3.6. Retórica. Reaccionando frente al énfasis sobre el material narrativo por el que se opta en la mayoría de los debates actuales sobre la forma del Pentateuco, J. W. Watts ha presentado un nuevo análisis que sigue la línea retórica. Reconociendo la naturaleza intrínsecamente retórica de las lecturas públicas de la ley en el antiguo Israel, W. Watts aborda la relación entre ley y narrativa investigando cómo se suponía que debía leerse esta combinación en el Pentateuco y qué efectos retóricos tendría en los pretendidos lectores. Así pues, para Watts la cuestión de la estructura literaria del Pentateuco va ligada tanto a la redacción literaria (la interacción entre ley y narración) como a los fenómenos histórico-sociológicos (los impulsos del judaísmo del período persa). T. E. Fretheim aplica los intereses retóricos de una manera más amplia a las lecturas sincrónicas de los libros individuales del Pentateuco.[22]

1.3.7. Resumen. A todas estas podríamos añadir una floreciente lista de obras sobre la narrativa, con sus útiles contribuciones a analizar las convenciones y técnicas narrativas y, por supuesto, un inventario casi interminable de comentarios y monografías sobre los “libros” individuales del Pentateuco o perícopas más pequeñas, con sus agudas observaciones sobre las respectivas estructuras dentro de sus parámetros definidos.

Tal vez la enseñanza que hay que sacar de este repaso es que en medio de las señales y de una creciente convicción sobre la existencia de una forma global del Pentateuco, la identificación concreta de esa forma sigue siendo un permanente desafío. Sin embargo, en vez de rebajar la validez o el valor de tal búsqueda, esta observación sirve más bien para invitar a una mayor investigación, que sea al mismo tiempo cautelosa en su actitud hacia el texto soberano (que no debe ser tratado, como advirtió en una ocasión M. Bockmuehl, como buitres revoloteando sobre un presunto cadáver) y humilde en su espíritu hacia los compañeros de exploración. También sirve para enfatizar lo importante que resulta clarificar las consideraciones metodológicas que influyen en una propuesta.

2. Consideraciones al determinar la estructura literaria del Pentateuco

Este no es el lugar para acumular argumentos a favor de la cohesión literaria o la integridad temática del Pentateuco, sino para proseguir y mostrar lo que uno se encuentra cuando se inicia la investigación a partir de la premisa de que existe tal integridad y cohesión, de que el Pentateuco está compuesto con sumo cuidado, tanto por lo que se refiere a lo que dice como a cómo lo dice. Una lectura de la forma final de este tipo no puede, naturalmente, descartar los intereses diacrónicos o su valor para la investigación del Pentateuco en general, pero pone en suspenso esos intereses el tiempo suficiente como para centrar la cuestión en lo que a fin de cuentas existe: una composición digna de estudio por derecho propio. Los factores que influyen sobre el análisis de la estructura de esa composición se pueden clasificar en líneas generales en tres clases de estrategias que convergen y que en ocasiones se solapan.

2.1. Estrategias canónicas y de composición. Sobre la premisa de que el conjunto de una obra literaria es más que la suma de sus partes, el análisis de la estructura comienza propiamente con preguntas acerca del impacto y la importancia del entorno interpretativo más amplio (el canon) y de los perfiles internos más amplios (la composición).[23] Aquí están incluidas las indicaciones e implicaciones estructurales de la intertextualidad (relación del Pentateuco con el resto de la Escritura) y la intratextualidad (relación del Pentateuco consigo mismo). Los ejemplos incluyen (1) la relevancia estructural del Pentateuco, con su propia integridad reconocida (contra el Hexateuco de Ewald, el Tetrateuco de Noth o el Eneateuco de Schmitt), y que obviamente apunta más allá de sí mismo y presenta una narración histórica consecutiva que abarca desde el relato de la creación hasta el exilio (Génesis–2 Reyes); (2) las implicaciones estructurales de los propios parámetros del Pentateuco y la relación, caso de haberla, entre su comienzo y su final; (3) la influencia estructural de Deuteronomio y su función en relación con todo el conjunto; y (4) la importancia estructural de la selección del material, los espacios y la secuencia (e.g., la narración evidentemente selectiva sobre la creación en Gn 1:1–2:3 o las instrucciones sobre los sacrificios en Lv 1–7, que tienen valor interpretativo tanto por lo que se incluye como por lo que se excluye; la llamativa desproporción en el espacio que se le asigna a los acontecimientos narrados en Génesis [que abarcan unos dos mil años], la parada en el Sinaí [Ex 19:1–Nm 10:11, casi un año], y el discurso de despedida de Moisés [Dt 1–33, ¿pronunciado en un solo día?]; y la disposición en ocasiones no cronológica [e.g., Ex 40:36–38; Nm 1:1; 7:1; 9:1, 15], las aparentes intrusiones narrativas [e.g., Ex 32–34] o la colocación central [perícopa del Sinaí]). La tarea del análisis estructural es darle sentido a tales estrategias canónicas y de composición, explicando la manera en que el conjunto ejerce una influencia que da forma a las partes y cómo las partes dan significado al todo.

2.2. Estrategias literarias y lingüísticas. Tanto si uno adopta un modelo descendente de análisis literario (yendo de la macroestructura a la microestructura) como ascendente, o incluso una combinación de los dos, el principal objeto de la investigación son los detalles literarios y lingüísticos insertos en la textura del propio texto, esto es, los marcadores y movimientos en sí entretejidos en la estructura escrita. Estos patrones de evidente estructura adoptan una considerable variedad de formas, tanto por lo que hace a cómo aparecen marcadas las unidades que la constituyen como al modo en que se relacionan.[24] En el Pentateuco destacan, por ejemplo, la imperiosa manipulación del género (esp. las técnicas narrativas del narrador y el narratario, el argumento, la caracterización, el punto de vista, la situación temporal y topográfica, el estilo y las elipsis) la mezcla de géneros (esp. la intercalación de poesía y material legal en la narración) y un impresionante repertorio de repeticiones: de sonidos (e.g., paronomasia, rima), palabras (e.g., Leitworter, o palabras conductoras, reanudación, inclusión), fórmulas estereotipadas (e.g., el patrón de la creación en Gn 1 o la fórmula genealógica en Gn 5) y la analogía episódica o el tipo narrativo (repetición). En diversos grados de sutileza y presencia, estas y otras estrategias reflejan patrones en la estructura y deben ser analizados cuidadosamente pues arrojan luz sobre la estructura de significado del autor. El modelo recurrente de narración-poesía-breve epílogo que se ha citado antes y las bien conocidas péntadas tôlĕdôt (“generaciones”) en Génesis 1–11 y 12–50 son ejemplos que vienen inmediatamente a la mente.

2.3. Estrategias temáticas y teológicas. El movimiento descendente de la investigación del canon y la composición a la literaria y lingüística desemboca finalmente en un análisis ascendente de las estrategias temática y teológica (“crítica del concepto”,[25]) que informan e influyen sobre la estructura general. Ahora se reconoce mayoritariamente que el Pentateuco es una composición ideológica, conformada de manera decisiva por los intereses de la fe, más que por una estricta reconstrucción historiográfica. Esta convicción se ve confirmada por la función de Deuteronomio, un testigo intrabíblico manifiestamente teológico del significado y mensaje reales del Pentateuco (Dt 1:5).[26] Esto concuerda con el hecho de que “la Biblia Hebrea es en sí misma un libro teológico” y que sus textos son obra de individuos “a los que se considera en cierto modo como teólogos, que tenían en mente ideas y propósitos teológicos cuando hablaron o escribieron sus textos, e incluso cuando reunieron los textos en unidades mayores o libros”.[27] La estructura textual funciona en aras a reflejar la perspectiva de un autor sobre los eventos que narra. En otras palabras, el propósito determina la forma, y a los lectores se les permite conocer la descripción que se pretende hacer al descifrar la textura de patrones tan definidos y determinados. Si bien el análisis temático y teológico de la estructura no es por naturaleza más subjetiva que otros tipos de investigación,[28] el desafío que presenta radica en la delicada tensión entre explicar la cohesión textual y superponer explicaciones sobre ella. Es en la convergencia de las estrategias canónicas y de composición, literarias y lingüísticas y temáticas y teológicas, pues, donde los lectores descubren cómo está estructurado el Pentateuco y por qué.

3. Propuesta de estructura del Pentateuco

El análisis precedente sienta las bases para una propuesta a modo de conclusión, cuyos trazos gruesos se esbozan en el siguiente bosquejo, con algunas clarificaciones selectivas añadidas a los puntos más importantes. Los análisis detallados de los aspectos más precisos de la textura deben quedar para los comentarios, monografías y artículos de revistas especializadas.

3.1. Estructura general. El esquema triádico general refleja (1) la clara función introductoria de Génesis 1:1–11:26 con respecto al conjunto; (2) la manifiesta concentración en los propósitos de Dios logrados a través de las personas y los eventos que desembocan en el Sinaí, que allí se producen y que siguen posteriormente (Génesis 11:27–Números 36:13); y (3) la clarísima función recordatoria, interpretativa y de transición que cumple Deuteronomio con respecto a la totalidad de la obra.

3.2. Relación con el resto del canon. El mérito de la designación “Historia primitiva” lo confirma la función canónica de Génesis– Deuteronomio como los primeros capítulos de la Biblia y el marco narrativo dominante del conjunto, donde poesías, materiales legislativos, genealogías, biografías y discursos aparecen intercalados y al servicio de una trama omnipresente y fácil de reconocer. El título temático y teológico “El plan de bendición universal de Dios” se ve corroborado por (1) los indicadores canónicos y de composición, literarios y lingüísticos, incluida la dialéctica hermenéutica de los “cósmico” (Gn 1:1–11:26) y lo “relativo a la alianza” (Gn 11:27–Dt 34:12), con Génesis 12:1–3 como elemento fundamental; (2) los datos léxicos, tales como la frecuencia, la situación estratégica y las relaciones verbales de las 166 apariciones de la raíz brk (“bendecir/bendición”), incluido el evidente nexo entre “bendición” (y su cohorte semántico tôb, “bueno”) y creación y alianza, especialmente en los extremos más alejados de Génesis (88) y Deuteronomio (51); y (3) el rol hermenéuticamente fundacional del Pentateuco en relación con el resto del canon, incluido el cierre (inclusión) verbal y temático en el Apocalipsis del NT (cf., esp. Gn 1– 3 y Ap 21–22). Uno de los resultados interpretativos de estas reflexiones es que, leído a la luz de su comienzo (Gn 1:1–11:26) y conclusión (Dt 1–34), del corazón aparentemente particularista del Pentateuco (i.e., la historia del trato de Dios con Abraham y sus descendientes que lleva hasta y parte del Sinaí [Gn 11:27–Nm 36:13]) en realidad participa de una estrategia más amplia que hace avanzar un argumento verdaderamente cósmico y que, en última instancia, tiene un alcance escatológico.

3.3. La fórmula Tôlĕdôt. El uso de tôlĕdôt (lit. “lo que surge”, de ahí, “generaciones”, “historia o relato en curso”, o simplemente “lo que fue de”) como latiguillo que sirve como mecanismo de enmarcado en Génesis está ampliamente reconocido, más allá de la muy discutida cuestión de su posible relación con fuentes en forma de “tablillas” (véase esp. Mathews, 26–41). Génesis 1:1–2:3 precede a la primera tôlĕdôt y de esta manera hace las veces de prólogo de las diez secciones tôlĕdôt que siguen (Gn 2:4; 5:1; 6:9; 10:1; 11:10, 27; 25:12, 19; 36:1; 37:2; las tres apariciones restantes de tôlĕdôt en Génesis [Gn 10:32; 25:13; 36:9] evidentemente continúan o concluyen movimientos) y de hecho de todo el Pentateuco. Estas diez están compuestas por dos péntadas que definen los contornos estructurales de Génesis 2:4–11:26 y 11:27–50:26, respectivamente, cuya división se apoya, además, en el claro cambio de atención y de flujo narrativo que comienza a producirse en Génesis 11:27. Cada péntada gira en torno a su panel central—la tôlĕdôt de Noé (Gn 6:9–9:29) y la tôlĕdôt de Isaac/Jacob (Gn 25:19–35:29)—con numerosas indicaciones de maestría que apoyan la simetría (e.g., respecto a lo primero, la colocación estratégica y estilización de las genealogías [diez generaciones desde Adán a Noé en Gn 5:3–32, y diez desde Sem, el hijo de Noé a Abram en Gn 11:10–26], y los vínculos manifiestos entre los relatos de la creación y el diluvio; en cuanto a lo último, la secuencia que va alternando elección, no elección, elección [Taré/Abram—Ismael—Isaac/Jacob—Esaú—Jacob/José] y la evidente centralidad de la familia de Jacob en la posterior historia del Pentateuco).

Junto a su papel como latiguillo estructural, como genuina leitwort el formulario tôlĕdôt hace de bisagra en las secciones narrativas, estrecha el centro de atención e intensifica la anticipación. Juntamente con las listas genealógicas y el rastro de la zera‘ (“simiente/descendencia”), las inscripciones tôlĕdôt ponen en movimiento toda la historia del Pentateuco al fijarse en “el relato en curso de” un estrecho linaje escogido de la promesa, con una “simiente” providencialmente preservada que jugará un papel vital como mediador de la bendición de Dios a todas las naciones.[29] Esta “simiente” estará vinculada a una dinastía real descendiente de Abraham a través de Judá, y también regirá las naciones con majestad (cf. Gn 49:8–12). Esta “simiente”, naturalmente, colma la esperanza de aquel guerrero herido pero victorioso que se le prometió a la primera mujer (Gn 3:15). (Puede que sea algo más que una mera coincidencia que las palabras iniciales de Mt 1:1, Biblos geneseōs, se hagan eco, precisamente, de la traducción de la Septuaginta de tôlĕdôt [o sēper (“libro de”) tôlĕdôt] en Gn 2:4 y 5:1.) Tôlĕdôt sirve, pues, no para definir al Génesis como un libro diferenciado (el término aparece otras dieciséis veces en el Pentateuco, doce de ellas en Nm 1), sino para conferirle un carácter programático y una orientación futura a todo el conjunto. Esta función proléptica, claramente establecida en la primera péntada (Gn 2:4–11:26), continúa en la segunda (Gn 11:27– 50:26), que, como movimiento inicial del cuerpo que forma el Pentateuco (Gn 11:27–Nm 36:13), fija de manera exitosa la perspectiva del lector para toda la obra.

A. Introducción a la historia primitiva del plan de bendición universal de Dios: episodios iniciales (Gn 1:1–11:26)

1. Prólogo. Las primeras cosas: creación (Gn 1:1–2:3)

2. Historia de la creación hasta Taré/Abram en cinco secciones Tôlĕdôt (Gn 2:4–11:26)

B. Desarrollo de la historia primitiva del plan de bendición universal de Dios: drama incipiente (Gn 11:27–Nm 36:13)

1. Las narraciones anteriores al Sinaí: el pueblo del plan de bendición escogido y preservado (Gn 11:27–Ex 18:27) a. Historia desde Taré/Abra[ha]m hasta Jacob/José en cinco secciones Tôlĕdôt (Gn 11:27–50:26) b. Historia del Éxodo (Ex 1:1–18:27)

2. Las narraciones del Sinaí: descripción de las provisiones del plan de bendición (Ex 19:1–Lv 27:34)

a. La alianza: definición de la vocación de Israel como pueblo de Dios (Ex 19:1–24:18)

b. El tabernáculo: preparación del santuario de Israel como pueblo de Dios (Ex 25:1–40:38)

c. La vida cúltica: mantenimiento de la santidad de Israel como pueblo de Dios (Lv 1:1–27:34)

3. Las narraciones posteriores al Sinaí: la perspectiva del plan de bendición amenazada y esperada (Nm 1:1–36:13)

a. Historia de la primera generación: desastre en el desierto (Nm 1:1–25:18)

b. Historia de la segunda generación: destinada para la Tierra Prometida (Nm 26:1–36:13)

C. Conclusión de la historia primitiva del plan de bendición universal de Dios: retrospectiva y prospectiva (Dt 1:1–34:12) 1. Introducción (Dt 1:1–5)

2. Recapitulación interpretativa de las narraciones anteriores: lo que Dios ha hecho (Dt 1:6–3:29)

3. Recapitulación interpretativa de la Torá: lo que Dios exige (Dt 4:1–28:68)

4. Epílogo. Las últimas cosas: lo que Dios promete—El “nuevo pacto” (Dt 29:1 [Texto masorético 28:69]–34:12)

Figura 1: Propuesta de estructura del Pentateuco

3.4. La centralidad del Sinaí. El drama incipiente del Pentateuco consiste en un desarrollo triádico del material centrado inequívocamente en su elemento medio y principal—Sinaí/Horeb, la montaña de Dios—que, en consecuencia, ocupa no sólo un lugar central, sino que se convierte en el “monte Everest” de la teología del Pentateuco.[30] En apoyo de esta conclusión tenemos (1) la ubicación y proporción del material sobre el Sinaí dentro de la composición; (2) el concentración explícita de numerosos pasajes (e.g., Ex 3:12; 15:13–18; 19:1; Lv 7:37–38; 25:1; 26:46; 27:34); (3) un flujo narrativo compacto que une Génesis 11:27–Ex 18:27 mediante marcadores temporales, geográficos y familiares, que culmina prácticamente en una congelación del tiempo, el espacio y la comunidad que llegan a detenerse del todo en el Sinaí (Ex 19–Lv 27); (4) la reanudación de estas mismas notas sobre el calendario, la ubicación y la nación en Números, que sin embargo ahora están subordinadas a un interés temático superior anclado en el Sinaí (i.e., Sinaí como paradigma, no como un mero punto en el itinerario de Israel, por cuyo motivo Nm 1:1–10:10 se considera legítimamente como “posterior al Sinaí” incluso a pesar de que se comienza a informar de la salida propiamente en Nm 10:11); y (5) el refuerzo manifiesto al “Sinaí-centrismo” que aportan los libros del Deuteronomio y de los Profetas Anteriores. Si bien la figura de Moisés ciertamente destaca en la perícopa del Sinaí,[31] su papel se pone al servicio de los propósitos generales de Yahvé para la nación como medio de llevar a cabo un plan de bendición universal—plan que implica a un pueblo, escogido y preservado (Gn 11:27–Ex 18:27), que es hecho receptor de ciertas disposiciones que definen el camino a la bendición (Ex 19–Lv 27), cuya posibilidad se ve amenazada y, más allá del final del núcleo mismo del Pentateuco, se aguarda (Nm 1–36).

3.5. El papel del material legislativo. La pre-ponderancia del material legislativo en la perícopa del Sinaí (Ex 19–Lv 27) no cambia el hecho de que la perícopa está enmarcada y es impulsada por la narración. Desde la óptica de la composición, los cuerpos legislativos aparecen intercalados como parte de una historia más amplia, haciéndose visibles todos los rasgos convencionales de la narrativa (e.g., fórmulas introductorias), y en cualquier caso están rodeados por materiales anteriores al Sinaí (Gn 11:27–Ex 18:27) y posteriores al mismo (Nm 1–36) que son predominante y evidentemente narrativos. De ahí lo apropiado del título “narraciones del Sinaí”, la justificación para entender las leyes como supeditadas la los propósitos narrativos y la legitimidad de diferenciar entre los destinatarios inmediatos (e.g., bĕnê yiśrā’ēl) y el implícito “cualquier lector”, con todas las implicaciones de largo alcance que comporta tal distinción (e.g., la ley en cuanto ley como estipulaciones de la alianza dirigidas a la comunidad del Sinaí, frente a la Torá como instrucciones reveladas destinadas a los lectores de cualquier época, distinción que sin duda hay que tener en cuenta al estudiar la perspectiva neotestamentaria sobre la “ley”).

3.6. Estructura del relato del Sinaí. Las narraciones del Sinaí (Ex 19–Lv 27) reflejan, a su vez, una clara estructura triádica en la que se describen las disposiciones para la bendición: (1) La alianza de Yahvé, que define la vocación de Israel (Ex 19–24; esp. 19:3–6); (2) el tabernáculo de Yahvé, donde se sitúa el santuario de Israel (Ex 25– 40); y (3) el culto a Yahvé, que proporciona los medios para mantener la santidad de Israel (Lv 1–27). Fundamental dentro de este esquema, y por tanto ocupando el propio corazón estructural del Pentateuco, es cuando se pone de relieve la morada de Yahvé entre un pueblo del pacto apartado de las naciones para ser santo. Este análisis sugiere, en otras palabras, que Éxodo 25–40 ofrece un centro literario y temático para el Pentateuco más adecuado y profundamente incrustado que Levítico (una propuesta más popular que decanta sospechosamente por la tradicional división tripartita). Confirman esta conclusión (1) el evidente cumplimiento de la alianza (Ex 19–24) cuando se establece el santuario (cf. Ex 24:15–18; 40:34–38) y la igualmente clara subordinación de Levítico a los intereses de Éxodo 25–40; (2) la cantidad de detalles que se ofrecen en los relatos sobre las instrucciones para construir el tabernáculo y la posterior edificación de éste; (3) la función de la aparentemente intrusiva historia del becerro de oro; (4) el eco consciente de Génesis 1–2 en Éxodo 25–40, algo que hace ya mucho tiempo ha sido reconocido por parte de la interpretación judía y cristiana (e.g., Ex 24:16 || Gn 1:1–2:3; Ex 31:3 y 35:31 || Gn 1:2; Ex 31:12–18 || Gn 2:1–3; Ex 39:43a || Gn 1:31a; Ex 39:32a || Gn 2:1; Ex 40:33b || Gn 2:2a; Ex 39:43b || Gn 2:3a; Ex 40:2, 17 || Gn 1:5; un patrón heptádico para ambos), donde se describe el tabernáculo como un regreso parcial al jardín del Edén y la presencia de Yahvé como la ubicación y esencia de la bendición de la creación o, dicho con otras palabras, como medio para y significado del plan de bendición de Dios—¡una auténtica nueva creación![32] (5) el evidente papel destacado que tienen los intereses del tabernáculo en las narraciones posteriores al Sinaí (esp. Nm 1–10); y (6) la explicación de que el rescate de Egipto tenía como fin que Yahvé residiera en el tabernáculo con su pueblo santo (e.g., Ex 29:44–46). Si estas observaciones son correctas, entonces el centro literario y temático del Pentateuco se fija en el santuario (miqdāš) de Yahvé como lugar de residencia (miškān) y de relación (’ōhel mô‘ēd) del Señor con un pueblo de bendición que ha sido llamado fuera (cf. Ex 25:8–9; 40:34–38). Como observa R. P. Knierim:

El objetivo final de la acampada de Israel en el Sinaí durante su migración de Egipto a la Tierra Prometida no es la alianza—por importante que ésta fuera como condición previa—sino el santuario permanente como lugar de la presencia de Yahvé o aparición en medio de Israel, junto con la organización de Israel como una comunidad estrictamente teocrática en torno a este santuario. Al mismo tiempo, esta meta sirve como prototipo del significado último de la existencia de Israel como comunidad asentada en la Tierra Prometida.[33]

Las implicaciones mesiánicas y escatológicas de este tipo de lectura son sugerentes. Con el tabernáculo, los múltiples viajes de Moisés subiendo y bajando de la montaña se acaban,[34] y el “descenso” de Yahvé para morar allí marca un descenso que culminará en un día lejano (cf. Jn 1:14; Ap 21:1–3).

3.7. Estructura de la sección sobre el tabernáculo. El modelo triádico persiste hasta el corazón mismo del Pentateuco, donde surge claramente otro desarrollo tripartito en torno al tabernáculo (Ex 25– 31), el antitabernáculo (Ex 32–34) y el tabernáculo (Ex 35–40). Además, el propio panel central se desarrolla en tres partes que se pueden ver perfectamente: la rebelión y el rol de Moisés como mediador de Yahvé (Ex 32:1–33:6), el “tabernáculo de reunión” y el encuentro de Moisés con la presencia de Yahvé (Ex 33:7–23) y la renovación y el resplandor de Moisés con la gloria de Yahvé (Ex 34:1– 35). El mérito de esta observación radica en el refuerzo microestructural que supone para la conclusión macroestructual alcanzada anteriormente en el apartado 3.6. Concretamente, en el centro triádico del Pentateuco (Ex 25–40) se encuentra un panel central triádico (Ex 32–34) que a su vez gira sobre una parte central (Ex 33:7–23) que trata de un “tabernáculo de reunión” (!) donde se manifiesta la gloriosa presencia de Yahvé a través de un mediador en medio de un pueblo llamado fuera cuya existencia misma se define por y depende de esa presencia que mora entre él. Y del mismo modo que la introducción del Pentateuco (Gn 1:1–11:26) está compuesta por la creación, la caída y la recreación (o bendición, pérdida y preservación), también el “drama incipiente” (Gn 11:27–Nm 36:13) encuentra su lugar central en un microcosmos (Ex 25–40) de tabernáculo, antitabernáculo y tabernáculo (o instrucción, destrucción y construcción). Leída de esta manera, la historia del becerro de oro y sus secuelas solamente parecer se intrusiva. Dentro de la estrategia narrativa resalta un punto crucial: “La auténtica crisis, de la que la historia del becerro de oro es sólo la causa, consiste en la destrucción de las tablas que fueron dadas por Yahvé juntamente con sus instrucciones para el santuario”.[35] Es más, aunque el plan de Yahvé se llevará a cabo a través de pecadores, las personas que por naturaleza son desobedientes y rebeldes necesitan algo más que leyes; necesitan al fiel mediador de Yahvé, su presencia divina morando en ellos, la gracia perdonadora y la palabra de revelación—todo ello temas del tabernáculo que se destacan en Éxodo 32–34 y cuyo cumplimiento se aguarda más allá de las fronteras de la última página del Pentateuco.

3.8. Papel sinaítico de las leyes de Levítico. Los detalles de Levítico 7:37–38; 26:46; y 27:34 (cf. Lv 25:1) no han recibido la atención que merecen por su importancia para distinguir la estructura en este tercer y último panel en las narraciones del Sinaí. Los elementos léxicos habituales son: (1) “Esta es/estos son” (zō’t/’ēlleh); (2) “la ley/leyes/mandamientos” (tôrâ/tôrôt/miṣwōt); (3) “que Yahvé mandó a Moisés” (’ăšer ṣiwwâ yhwh ’et mōšeh; Lv 26:46 dice “que estableció Yahvé… por mano de Moisés” [’ăšer nātan yhwh … bĕyad mōšeh]); (4) “en el monte Sinaí” (bĕhar sînay; Lv 7:38 agrega “en el desierto de Sinaí” [bĕmidbar sînay]); (5) “cuando mandó/entre sí y/a los hijos de Israel” (ṣawwōtô ’et/bênô ûbên/’el bĕnê yiśrā’ēl). Estos detalles literarios y lingüísticos tienen un doble propósito. En primer lugar, apoyan las estrategias canónica y de composición, así como temática y teológica, manteniendo de manera inequívoca como centro de atención narrativo el Sinaí, algo que resulta todavía más digno de destacar porque se precisa el lugar exacto en el que Yahvé habló a Moisés mē’ōhel mô‘ēd (“desde el tabernáculo de reunión”) en lugar del Sinaí en Levítico 1:1 (i.e., está claro que las notas sobre el Sinaí que aparecen en Levítico tienen un propósito que va más allá del reportaje sobre el itinerario). Incluso con el santuario instalado en medio de Israel, que elimina la distancia entre la ubicación de Yahvé y la del pueblo (cf. Ex 19–20), la pretensión es que Levítico se lea como parte de la perícopa del Sinaí, sujeto a las limitaciones de ese paradigma ligado a la tierra. En segundo lugar, el conjunto de detalles de Levítico 7:37–38; 26:46 y 27:34 operan como señales de tráfico de la composición que demarcan el material en tres bloques de instrucciones que Yahvé da a Israel en el Sinaí a través de Moisés. Estas instrucciones tienen que ver con el sistema formal de culto (Lv 1:1–7:38), la vida de adoración (Lv 8:1–26:46) y la adecuada estimación de los elementos consagrados para el Señor en el culto (Lv 27:1–34). La única mención adicional y excepcional al Sinaí en Levítico 25:1 simplemente indica la conclusión en dos capítulos dentro del marco interno general. Así pues, la narración de Levítico describe un sistema y una práctica de culto adecuados para el paradigma del Sinaí, por el que tanto a los sacerdotes como al pueblo se les instruye sobre cómo deben conducirse de una forma acorde con una comunidad centrada en el tabernáculo, y asegurarse de este modo la bendición de la presencia de Yahvé entre ellos. Organizado de esta manera, Levítico realmente pone el broche de cierre a las narraciones del Sinaí que comenzaron en Éxodo 19:1, en las que se han descrito tres disposiciones fundamentales para el plan de bendición: una alianza que define la vocación (Ex 19–24), que se cumple en un santuario donde reside la presencia de Dios (Ex 25–40) y se preserva a través de una adoración que mantiene viva la santidad (Lv 1–27). En relación con esto es evidente que el tabernáculo no está tanto al servicio del culto cuanto el culto al servicio del tabernáculo, proporcionando un medio a través del cual el pueblo de Dios podía vivir en presencia de Dios (cf. Ex 40:34–38). Es por esta razón que los intereses del tabernáculo siguen ocupando un lugar central en las narraciones posteriores al Sinaí (Nm 1–36), donde continúa la visión básica que tiene el Pentateuco de un Yahvé que mora en medio de un pueblo acampado en torno al santuario.

3.9. Números. Al menos algunas de las cuestiones que hacen que Números desafíe cualquier análisis estructural se evaporan cuando la narración en su conjunto se lee desde la perspectiva de una expectativa post-sinaítica—las secuelas del Sinaí que siguen la senda marcada por la profundamente arraigada orientación futura establecida en las promesas de la narración pre-sinaítica. Los marcadores cronológicos y geográficos, sobre los que tanto se ha debatido, funcionan más a nivel de subdivisión que de estructura general y se subordinan a los intereses teológicos y temáticos más amplios del plan de bendición. ¿Podrá el pueblo escogido y liberado de Yahvé—representada su vocación, erigido el santuario y exigido su culto—entrar en la plenitud de su patrimonio en la alianza y así cumplir con su razón de ser en la creación? A la luz de todo esto, la propuesta de D. T. Olson de una estructura bipartita construida sobre el marco de los dos informes sobre censos (adaptada en el bosquejo anterior) permite que el foco recaiga en los temas generales—los efectos de la incredulidad desobediente (primera generación, Nm 1–25) y las perspectivas de la fe obediente (segunda generación, Nm 26–36). Esto coloca frente al lector del Pentateuco un paradigma doble que le impele a decidir entre fe-obediencia-bendición e incredulidad-rebelión-pérdida de la bendición. Además, la atención destacada que presta Números a la organización de la nación alrededor del tabernáculo y a sus intereses (esp. Nm 1–10) continúa la convicción de las narraciones anteriores sobre el meollo de la cuestión: el lugar y la participación de Israel en el plan de bendición de Dios se va a cumplir en una campaña movilizada en torno al santuario, con Yahvé a la cabeza—una “campaña de campamento del santuario”.[36]

3.10. Deuteronomio. El Pentateuco concluye con una retrospectiva y una prospectiva interpretativas, una especie de comentario—selectivo en su alcance, teológico en cuanto a orientación, de estilo homilético, lenguaje exhortatorio, profético en su presentación y escatológico en perspectiva. Tras una breve introducción (Dt 1:1–5), en la que se detallan el momento y lugar de los mensajes de despedida de Moisés y se aclara su propósito (Dt 1:5, hô’îl mōšeh bē’ēr ’et hattôrâ hazzō’t: “resolvió Moisés declarar esta Torá”), Deuteronomio consta de tres bloques principales de material: un repaso retrospectivo de los desarrollos narrativos clave en Éxodo– Números (Dt 1:6–3:29), una aplicación interpretativa (intrabíblica) de varias tôrôt para la nueva generación (Dt 4:1–28:68) y una orientación prospectiva a cosas todavía futuras—la visión de las bendiciones de una “nueva alianza” que sigue a un período de apostasía y al exilio (Dt 29:1 [Texto masorético 28:69]–34:12). Estas divisiones se corresponden algo más que superficialmente con los intereses principales de las narraciones pre-sinaítica, sinaítica y post-sinaítica: un pueblo de bendición escogido y preservado (así Dt 1:6–3:29; cf. Gn 12–Ex 18, con nuevas amenazas y destellos de esperanza en Nm 1– 25). Disposiciones para la bendición (así Dt 4:1–28:68; cf. Ex 19–Lv 27) y la expectativa de bendición tras el desastre (así Dt 29:1 [Texto Masorético 28:69]–34:12; cf. Nm 1–36). Al hacer que el lector del Pentateuco se centre en el significado como mensaje, diseñado para ser escuchado y vivido y aguardado, la “teología aplicada” (o “ley predicada”,[37]) de Deuteronomio le proporciona al conjunto “un sentido de finalización”[38] que resulta tan hermenéuticamente indispensable para comprender el Pentateuco como fundacional para los libros que siguen a continuación. Estas observaciones confirman las sospechas anteriores de que el Pentateuco está estructurado siguiendo una línea teológica y temática que apunta más allá de sus propios límites, al cumplimiento de un plan de bendición todavía no realizado que incluirá, entre otras cosas, un nuevo corazón (Dt 30:1–20), una nueva creación (Dt 33:26–29) y la distante anticipación de un nuevo profeta como Moisés (Dt 34:5– 12). De esta forma, Deuteronomio supone el fin de un Pentateuco que, decididamente, tiene un final abierto. Además, en Deuteronomio el final se encuentra con el principio,[39] ya que hay múltiples vínculos verbales y temáticos que forman una inclusión alrededor del conjunto de la obra (e.g., Gn 1:2 || Dt 32:10–11; Gn 1:26–27 || Dt 4:32; Gn 2:15–17 || Dt 30:15–20; paraíso perdido || anticipo de la Tierra Prometida; etc.), que se convierte, entonces, en la transición canónica de lo que sigue. Corresponderá a los Profetas agudizar la visión del Pentateuco sobre el plan de bendición universal de Dios proyectándolo sobre una pantalla escatológica que aguarda a la interpretación apostólica.



[1] Ag. Ap. 1 §§37– 43; cf. 2 Esd 14:23–26, 38–48; Jub. 2:23–24

[2] J. Blenkinsopp, The Pentateuch: An Introduction to the First Five Books of the Bible (ABRL; Nueva York: Doubleday, 1992) – trad. cast.: El Pentateuco. Introducción a los cinco primeros libros de la Biblia (Estella: Verbo Divino, 2001). Pag. 45-47

[3] R. P. Knierim, The Task of Old Testament Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag. 352

[4] Véase J. Muilenburg, “Form Criticism and Beyond”, JBL 88 (1969) 1–18, reimpr. en P. R. House, ed., Beyond Form Criticism: Essays in Old Testament Literary Criticism (SBTS 4; Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1992) 49–69

[5] T. C. Eskenazi, “Torah as Narrative and Narrative as Torah”, en Old Testament Interpretation: Past, Present, and Future, ed. J. L. Mays, D. L. Petersen y K. H. Richards (Nashville: Abingdon, 1995). Pag. 28

[6] Véase L. G. Perdue, The Collapse of History: Reconstructing Old Testament Theology (OBT; Mineápolis: Fortress, 1994)

[7] R. P. Knierim, The Task of Old Testament Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag. 352

[8] D. J. A. Clines, The Theme of the Pentateuch (2ª ed.; JSOTSup 10; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997). Pag. 9-18

[9] D. J. A. Clines, The Theme of the Pentateuch (2ª ed.; JSOTSup 10; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997). Pag. 23

[10] D. J. A. Clines, The Theme of the Pentateuch (2ª ed.; JSOTSup 10; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997). Pag. 29

[11] D. J. A. Clines, The Theme of the Pentateuch (2ª ed.; JSOTSup 10; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997). Pag. 30

[12] Compárese con G. W. Coats, Moses: Heroic Man, Man of God (JSOTSup 57; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1988); S. A. Nigosian, “Moses as They Saw Him”, VT 43 (1993) 339–50;

[13] J.H Sailhamer  The Pentateuch as Narrative (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1992)

[14] T. W. Mann, The Book of the Torah: The Narrative Integrity of the Pentateuch (Atlanta: John Knox, 1988). Pag. 6-7

[15] Compárese con G. Fohrer, Exegese des Alten Testaments, Einführung in die Methodik (Heidelberg: Quelle & Meyer, 1983); E. Blum, Studien zur Komposition des Pentateuch (BZAW 189; Berlín: Walter de Gruyter, 1990); R. Rendtorff, The Problem of the Process of Transmission in the Pentateuch (JSOTSup 89; Sheffield: JSOT Press, 1990); H.-C. Schmitt, “Redaktion des Pentateuch im Geiste der Prophetie”, VT 32 (1982) 170–89

[16] J.H Sailhamer  The Pentateuch as Narrative (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1992), pag.36

[17] J.H Sailhamer  The Pentateuch as Narrative (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1992), pag.37

[18] J. H. Sailhamer, Introduction to Old Testament Theology: A Canonical Approach (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1995). Pag. 99, compárese con J.H Sailhamer  The Pentateuch as Narrative (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1992). Pag. 44–59

[19] J. Blenkinsopp, The Pentateuch: An Introduction to the First Five Books of the Bible (ABRL; Nueva York: Doubleday, 1992) – trad. cast.: El Pentateuco. Introducción a los cinco primeros libros de la Biblia (Estella: Verbo Divino, 2001). Pag. 33

[20] Véase también R. Rendtorff, The Old Testament: An Introduction (Filadelfia: Fortress, 1986); E. Blum, Studien zur Komposition des Pentateuch (BZAW 189; Berlín: Walter de Gruyter, 1990); R. P. Knierim, The Task of Old Testament Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995); R. N. Whybray, Introduction to the Pentateuch (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995); D. M. Carr, Reading the Fractures of Genesis: Historical and Literary Approaches (Louisville: WesTexto Masoreticoinster/John Knox, 1996).

[21] S. E. Balentine, The Torah’s Vision of Worship (OBT; Mineápolis: Fortress, 1999).

[22] T. E. Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville: Abingdon, 1996).

[23] Para una propuesta ascendente que comienza con las unidades textuales, véase D. A. Dorsey, The Literary Structure of the Old Testament: A Commentary on Genesis–Malachi (Grand Rapids: Baker, 1999).

[24] Véase D. A. Dorsey, The Literary Structure of the Old Testament: A Commentary on Genesis–Malachi (Grand Rapids: Baker, 1999). Pag. 21-35

[25] R. P. Knierim, The Task of Old Testament Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag. 355

[26] Véase J. G. McConville, Grace in the End: A Study in Deuteronomic Theology (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1993); J. G. McConville, Law and Theology in Deuteronomy (JSOTSup 33; Sheffield: JSOT Press, 1984).

[27] R. Rendtorff, Canon and Theology: Overtures from Old Testament Theology, ed. M. Kohl (OBT; Mineápolis: Fortress, 1993). Pag. 40-41; B. S. Childs, Old Testament Theology in a Canonical Context (Filadelfia: Fortress, 1985); C. R. Seitz y K. Greene-McCreight, eds., Theological Exegesis: Essays in Honor of Brevard S. Childs (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1999); B. C. Birch, W. Brueggemann, T. E. Fretheim y D. L. Petersen, A Theological Introduction to the Old Testament (Nashville: Abingdon, 1999); D. Olson, Deuteronomy and the Death of Moses: A Theological Reading (Mineápolis: Fortress, 1994); H.-C. Schmitt, “Redaktion des Pentateuch im Geiste der Prophetie”, VT 32 (1982) 170–89; C. R. Seitz, Word Without End: The Old Testament as Abiding Theological Witness (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1998); T. E. Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville: Abingdon, 1996). Pag. 38, Quienes observa que “la teología juega un papel central, no sólo con respecto al contenido del Pentateuco, sino también en cuanto a su forma misma y estrategia retórica”.

[28] D. J. A. Clines, The Theme of the Pentateuch (2ª ed.; JSOTSup 10; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997). Pag. 9-18; T. E. Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville: Abingdon, 1996). Pag. 36-38

[29] T. D. Alexander, From Paradise to the Promised Land: An Introduction to the Main Themes of the Pentateuch (Grand Rapids, MI: Baker, 1998). Pag. 6-18

[30] M. S. Smith, “Matters of Space and Time in Exodus and Numbers”, en Theological Exegesis: Essays in Honor of Brevard S. Childs, ed. C. Seitz y K. Greene-McCreight (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1999). Pag. 206

[31] J. Van Seters, The Life of Moses: The Yahwist as Historian in Exodus–Numbers (Louisville: WesTexto Masoreticoinster/John Knox, 1994); R. P. Knierim, The Task of Old Testament Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag.

[32] Véase S. E. Balentine, The Torah’s Vision of Worship (OBT; Mineápolis: Fortress, 1999). Pag. 136-141; J. Blenkinsopp, “The Structure of P”, CBQ 38 (1976) 275– 92; T. E. Fretheim, Exodus (IBC; Louisville: John Knox, 1991). Pag. 263-278; J. D. Levenson, Creation and the Persistence of Evil: The Jewish Drama of Divine Omnipotence (San Francisco: Harper & Row, 1988). Pag. 78-99

[33] R. P. Knierim, The Task of Old Testament Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag. 365

[34] R. P. Knierim, The Task of Old Testament Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag. 360-372; T. E. Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville: Abingdon, 1996). Pag. 112

[35] R. P. Knierim, The Task of Old Testament Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag. 364

[36] R. P. Knierim, The Task of Old Testament Theology: Substance, Method, and Cases (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1995). Pag. 386

[37] P. D. Miller, Deuteronomy (IBC; Louisville: John Knox, 1990). Pag. 12

[38] T. E. Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville: Abingdon, 1996). Pag. 53-58

[39] T. E. Fretheim, The Pentateuch (IBT; Nashville: Abingdon, 1996). Pag. 56-58

BIBLIOGRAFÍA adicional para el estudio: R. Alter y F. Kermode, eds., The Literary Guide to the Bible (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1987); S. Bar-Efrat, Narrative Art in the Bible (JSOTSup 70; Sheffield: Almond, 1989); ídem, “Some Observations on the Analysis of Structure in Biblical Narrative”, VT 30 (1980) 154–73;;; M. Bockmuehl, The Epistle to the Philippians (BNTC; Peabody, MA.: Hendrickson, 1998); B. S. Childs, The Book of Exodus: A Critical, Theological Commentary (OTL; Filadelfia: WesTexto Masoreticoinster, 1974) – existe edición castellana: El libro del Éxodo (Estella: Verbo Divino, 2003); B. S. Childs, Introduction to the Old Testament as Scripture (Filadelfia: Fortress, 1979); D. Christensen, Deuteronomy 1–11 (WBC 6A; Dallas: Word, 1991);; M. Douglas, “Poetic Structure in Leviticus”, en Pomegranates and Golden Bells: Studies in Biblical, Jewish, and Near Eastern Ritual, Law, and Literature in Honor of Jacob Milgrom, ed. D. P. Wright, D. N. Freedman y A. Hurvitz (Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1995) 239–56; M. Fishbane, Text and Texture: Close Readings of Selected Biblical Texts (Nueva York: Schocken, 1979);;; R. E. Friedman, “Torah (Pentateuch)”, ABD 6.605–22; J. E. Hartley, Leviticus (WBC 4; Dallas: Word, 1992);; B. A. Levine, Leviticus (JPSTC; Filadelfia: Jewish Publication Society of America, 1989); K. A. Mathews, Genesis 1:1– 11:26 (NAC 1A; Nashville: Broadman & Holman, 1996); J. Milgrom, Leviticus 1–16 (AB 3; Nueva York: Doubleday, 1991); ídem, Numbers (JPSTC; Filadelfia: Jewish Publication Society of America, 1990);;;; D. Olson, The Death of the Old and the Birth of the New: The Framework of the Book of Numbers and the Pentateuch (BJS; Chico, CA: Scholars Press, 1985); D. Olson, Numbers (IBC; Louisville: John Knox, 1996);; D. L. Petersen, “The Formation of the Pentateuch”, en Old Testament Interpretation: Past, Present, and Future, ed. J. L. Mays, D. L. Petersen y K. H. Richards (Nashville: Abingdon, 1995) 31–45;; R. Rendtorff, The Covenant Formula: An Exegetical and Theological Investigation, ed. D. J. Reimer (Edimburgo: T & T Clark, 1998); L. Ryken y T. Longman III, eds., A Complete Literary Guide to the Bible (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1993);;;;; M. S. Smith, The Pilgrimage Pattern in Exodus (JSOTSup 239; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1997); J. Van Seters,  “The Pentateuch”, en The Hebrew Bible Today: An Introduction to Critical Issues, ed. S. L. McKenzie y M. P. Graham (Louisville: WesTexto Masoreticoinster/John Knox, 1998) 3–49; J. W. Watts, Reading Law: The Rhetorical Shaping of the Pentateuch (BibSem 59; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1999); G. J. Wenham, Genesis 1–15 (WBC 1: Dallas: Word, 1987); ídem, Genesis 16–50 (WBC 2: Dallas: Word, 1994);; R. N. Whybray, The Making of the Pentateuch (JSOTSup 53; Sheffield: JSOT Press, 1987) – trad. cast.: El Pentateuco. Estudio metodológico (Bilbao: Desclée de Brouwer, 1995).

 

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