El Pentateuco análisis crítico, ¿Escribió Moisés toda la Torá?
El pentateuco
El nombre que reciben los
5 primeros libros de las Escrituras sagradas (Génesis, Éxodo, Levítico, Número
y Deuteronomio) es Pentateuco, esta palabra viene de los sustantivos griego
penta + teûkhos, = «cinco estuches». El nombre etimológico se refiere a las
cinco tinajas/recipientes donde se guardaban los respectivos rollos de los
cinco primeros libros de la Biblia. Por esto, con el término Pentateuco se hace
referencia al conjunto formado por los 5 primeros libros de la Biblia.
El origen de este término
viene de la Septuaginta, traducción griega de la Biblia hebrea hecha en Egipto
en los siglos previos a Jesucristo. Estos cinco primeros y principales libros
del Antiguo Testamento son concebidos como una unidad. Los hebreos lo veían
como un todo, y les otorgan el nombre de Torah, que significa «Ley». Ambos
vocablos, «Pentateuco» y «Torah», aunque designan la misma realidad (los cinco
primeros libros bíblicos), subrayan aspectos distintos. Mientras que el término
de la Biblia hebrea subraya que contienen las leyes fundamentales que Dios
entregó a su pueblo, el nombre griego es más aséptico y renuncia a privilegiar
ningún aspecto importante; se limita a designar el número de escritos, sin más.
La tradición designa
también al Pentateuco como «los libros de Moisés», por ser este el protagonista
de cuatro de sus libros.
El Pentateuco termina con
la muerte de Moisés en el monte Nebo, sin que el pueblo haya conquistado la
Tierra Prometida. Como esto sucede en el libro de Josué, hay quien dice que
habría que añadir dicho libro al Pentateuco, pues de lo contrario la historia
quedaría inconclusa. El principal representante de esta postura fue G. von Rad,
que acuñó la expresión de «Hexateuco» (seis estuches/libros) para referirse a
la unidad temática formada por los seis escritos. M. Noth, en cambio, subrayó
las diferencias que había entre el Deuteronomio y los otros libros del
Pentateuco, así como las semejanzas con los libros que le siguen (Josué,
Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes), por lo que defendió que Deuteronomio debía
unirse a estos separándose de los cuatro primeros. De ahí que empezase a llamar
a estos últimos el «Tetrateuco» (cuatro estuches/libros). Estas propuestas, sin
embargo, no se han impuesto, y en general se sigue hablando de «Pentateuco»,
dado su valor religioso excepcional como unidad literaria, tanto en la
tradición judía como en la cristiana. Es el texto canónico que establece y
determina la estructura misma del pueblo, de las clases sociales, su jerarquía,
sus relaciones, etc. Es como la Carta Constitucional de Israel, y contiene no
solo su ley, sino también la historia de su origen.[1]
Crítica de fuentes y el
Pentateuco
La crítica de fuentes con
respecto al pentateuco se ocupa de los documentos escritos más antiguos que se
utilizaron en la composición de esta “unidad literaria”. Conocida anteriormente
como “alta” crítica o crítica “literaria”, se aplica principalmente al Pentateuco,
Isaías y los Evangelios, aunque no de manera exclusiva. Tradicionalmente el
Pentateuco se le ha atribuido de una u otra manera a Moisés. La crítica de
fuentes ha observado algunas dificultades en esta interpretación y ha propuesto
otros escenarios en cuanto a su composición.[2]
1.
Autoría
2.
Punto de vista tradicional
3.
Hipótesis documentaria (HD)
4.
Respuestas
Autoría
Las afirmaciones bíblicas
que aparentemente tienen que ver con la autoría se prestan a distintas
interpretaciones. Por ejemplo, son numerosos los salmos en cuyos títulos se
dice que son “de” un determinado individuo o grupo (e.g., David: Sal 3-9,
11-32; 34-41; descendientes de Coré: Sal 42, 42-49; Asaf: Sal 50,73-83;
Salomón: Sal 72, 127; Moisés: Sal 90). A menudo se toma este hecho como un
indicador de la autoría, pero hay varias dificultades con esta interpretación,
especialmente cuando se hace referencia a un grupo. Los libros bíblicos que
llevan el nombre de una persona tampoco se pueden tomar necesariamente como
pretensiones de autoría, dado que los nombres de los libros en sí mismos no son
parte integrante de la Escritura, habiendo sido añadidos por editores
posteriores. Además, algunos libros (e.g., Samuel) está claro que reciben el
nombre del personaje principal y no del posible autor. No obstante existen
referencias claras a la autoría de ciertas obras en las Escrituras (e.g., Ex
17:14; 24:4; Nm 33:2; Dt 17:18; 31:22), y estas las analizaremos más adelante.
Si bien las pretensiones
de autoría de los textos bíblicos resultan difíciles de establecer de manera
incontrovertible, la cuestión sigue siendo no sólo el interés intelectual, sino
también la importancia histórica. Si un relato histórico se registró muchos
siglos después de que tuviera lugar el acontecimiento en sí, existen serias
implicaciones en cuanto a la exactitud de los hechos.
Punto de vista
tradicional
En ningún lugar del
Pentateuco encontramos una declaración sobre su autoría, aunque
tradicionalmente se ha atribuido a Moisés la redacción del mismo. En sus
discusiones del Talmud, los rabinos llegaron a esta conclusión: “¿Quién
escribió las Escrituras? - Moisés escribió su propio libro y la porción
sobre Balaam,[3]
así como el libro de Job. Josué escribió el libro que lleva su nombre y [los
últimos] ocho versículos del Pentateuco”.[4]
Sin embargo, la
atribución a Moisés se produce incluso antes de esa fecha. En el AT y
literatura posterior, aparecen numerosas referencias al “libro de la ley de
Moisés” (Jos 8:31 [Ex 20:25]; Jos 23:6; 2 Re 14:6 [Dt 24:16]; 2 Cr 25:4 [Dt
24:16]; cf. 2 Cr 34:14, 15), “la ley de Moisés” (Jos 8:32; 1 Re 2:3; 2 Re
23:25; 2 Cr 23:18 [Lv 1]; 2 Cr 30:16 [aparentemente refiriéndose a Lv 1:5,
aunque allí no se utiliza el verbo ni el concepto exacto]; Esd 3:2 [Ex 27:1–8];
Esd 7:6; Dan 9:11, 13 [Dt 11:26, 28]; Mal 4:4 [TM 3:22]; Tob 7:12, 13 [cf. Nm
36:8]; 1 Esd 8:3; 9:39; Lc 2:22 [Lv 12:6–7]; Lc 24:44; Jn 7:23 [Lv 12:3; cf. Gn
17:10–13]; Hch 13:39; 15:5; 28:23; 1 Cor 9:9 [Dt 25:4]; Heb 10:28; véase
también Nm 31:21 [cf. 19:1–22]; Dt 33:4; Jos 1:7; 22:5; 2 Re 21:8; Neh 8:14 [Lv
23:34–43]; Neh 10:29; Jn 1:17, 45; 7:19; 8:5 [Lv 20:10; Dt 22:20–24]; Heb
9:19), “el libro de Moisés” (2 Cr 35:12 [referencia a Lv 3:3]; Esd 6:18 [a un
pasaje del Pentateuco inexistente]; Neh 13:1 [Dt 23:3]; 1 Esd 1:11 [Lv 2]; 1
Esd 5:49 [Lv 1]; 1 Esd 7:6, 9 [Lv 8–9]; véase también Mc 12:26 [Ex 3:6]), “el
mandamiento de Moisés” (2 Cr 8:13 [Lv 23; Nm 28–29]; véase también Jos 22:5;
Heb 9:19), y a Moisés escribiendo la ley (Ex 24:4; 34:27–28; Dt 31:9, 24; Jos
8:32; véase también Mc 10:3–5 [Dt 24:1– 4]) y otras cosas (Ex 17:14 [promesa];
Nm 17:2–3 [TM 17:17–18; los nombres de los líderes de los escribas]; 33:2
[itinerario]; Dt 31:19, 22 [cántico]; cf. 4Q266 18.5.6 [4QZedek 3:6]; 4Q504
[4QdibHama] 3:12; Josefo, Apion. 1.8 §39).
El NT vincula diversas
leyes y enseñanzas con Moisés, aunque no dice específicamente que fueran escritas
por él (Mt 8:4 par. Mc 1:44 par. Lc 5:14 [Lv 14:1–32]; Mt 19:7–8 par. Mc 10:3–5
[Dt 24:1, 3]; Mt 22:24 par. Mc 12:19 [Nm 27:8]; Mc 7:10 [Ex 20:12 par. Dt 5:16;
Ex 21:17 par. Lv 20:9]; Jn 7:22–23; Hch 15:1, 5; 21:21 [Gn 17:9–14, pero véase
la discusión más adelante]; Jn 8:5 [variante de Lv 20:10 o Dt 22:22]; Hch 6:14
[leyes cúlticas generales]; 7:44 [Ex 25–30]; Rom 10:5 [Lv 18:5]; Rom 10:19 [Dt
32:21]; 1 Cor 9:9 [Dt 25:4]; Ap 15:3 [quizás el cántico en Ex 15:1–18 o Dt
32:1–43, si bien las palabras citadas no proceden de ninguna de estas
fuentes]).
En varios casos, la
referencia a “Moisés” en el NT es a una sección canónica del AT (e.g., el
Pentateuco), como algo distinto de los Profetas (Lc 16:29, 31; 24:27; Jn 1:45;
Hch 26:22; 28:23), los Salmos (Lc 24:44; cf. también Josefo, Apion. 1.8 §39) o
a un documento leído semanalmente en las sinagogas (Hch 15:21).
Varias de estas
referencias indican que “Moisés” debe entenderse en un sentido distinto, y no
como autor de una porción de la Escritura. Se utilizan, más bien, como un
marcador para identificar la obra, es decir se utiliza como qun título, no un
autor. Primero, Lucas 24:44 indica que la designación “Salmos” señala un cuerpo
de literatura que comprende, pero va más allá, del libro canónico que lleva ese
nombre. También incluiría otro material de los Escritos (e.g., Proverbios,
Job). Los Profetas se corresponden con la porción canónica conocida como los
Profetas Anteriores y Posteriores, incluidos los Libros Históricos, que
técnicamente no son libros proféticos, sino que aparecen incluidos en esa
sección del canon. Estas dos categorías canónicas son más referenciales que
descriptivas de la autoría o del género literario. Por tanto, uno debería
admitir que la tercera categoría, la Ley de Moisés, también fuera referencial y
no señalara estrictamente a un género (i.e., ley, que es tan sólo uno de los
géneros que aparecen entremezclados en el Pentateuco) o a un autor (i.e.,
Moisés).
Esta función referencial
se hace más evidente en Juan 7:22–23, donde se cita a Jesús diciendo: “Por
cierto, Moisés os dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los
padres)…. Si recibe el hombre la circuncisión en el día de reposo, para que la
ley de Moisés no sea quebrantada…” Aquí se establece una clara distinción
entre una obra literaria en la que se registran las regulaciones acerca de la
circuncisión, denominada “Moisés” y “la ley de Moisés” por un lado, y el autor
u originador, a quien se llama “los padres”, por el otro. Jesús parece darse
cuenta de que sus oyentes podrían cometer un error de categoría, confundiendo
título, que es lo que aquí pretende, con autor, que no era su intención, así
que deja claro a qué se refiere. Así pues, basándonos en el propio uso de
Jesús, nosotros debemos tener cuidado en no pretender que “Moisés” siempre sea
indicativo del autor y no del título.
Incluso la cita anterior
del tratado talmúdico de Baba Batra no indica una comprensión de la autoría
mosaica de todo el Pentateuco. Habla del “libro de Moisés” (posiblemente
Deuteronomio), que no puede ser el Pentateuco, puesto que se distingue la
historia de Balaam (Nm 22–24) del mismo.
Si uno tiene una visión
elevada de la inspiración y fiabilidad de la Escritura, es importante tener
cuidado a la hora de interpretar lo que ésta dice. Si bien afirma claramente
que Moisés escribió una serie de pasajes concretos, tal como indican las
numerosas referencias bíblicas antes presentadas, en ningún lugar dice
abiertamente que sea el autor de todo el Pentateuco en su forma actual. Uno
debe ser cuidadoso al defender una postura que va más allá de lo que la propia
Escritura exige, del mismo modo que, por el contrario, uno debería cuidarse de
negar cualquier aportación mosaica a la luz de las afirmaciones bíblicas.
Problemas con la autoría
mosaica
Numerosos elementos
dentro del mismo Pentateuco han hecho que las personas se cuestionaran su
autoría mosaica.
Anacronismos
En varias ocasiones
parece haber transcurrido un lapso de tiempo entre el acontecimiento y el
registro de ese acontecimiento. Por ejemplo, en Deuteronomio 34 se da cuenta de
la muerte de Moisés. La imposibilidad lógica de que Moisés escribiera esto ya
fue reconocida muy pronto. Tanto Josefo[5] como Filón[6] afirmaron que Moisés lo
había escrito proféticamente. Otros aseveran que fue Josué quien escribió estos
versículos problemáticos. Sin embargo, hay otros textos anacrónicos en el
Pentateuco. Uno es la referencia a la ciudad de Dan en la historia de Abram y
Lot (Gn 14:14; cf. Dt 34:1), que no recibiría tal nombre hasta más tarde, en el
período de los jueces (Jue 18:29). En otros lugares del Pentateuco aparecen dos
nombres para solo lugar, lo que da a entender que se ha producido una puesta al
día de los nombres geográficos que habían ido cambiando con el paso del tiempo
(Bela/Zoar, Gn 14:2, 8; Sidim/Mar Muerto, Gn 14:3; En-mispat/Cades, Gn 14:7; valle
de Save/valle del Rey, Gn 14:17; véase también Mamre/Hebrón, Gn 13:18; 23:19;
Quiriat-arba/Hebrón, Gn 23:2 [indicando que Hebrón se denominaba al menos de
tres maneras distintas]; Luz/Bet-el, Gn 28:19; 35:6 [cf. Jue 1:26]; región de
Argob/tierra de los gigantes (de los refaítas), Dt 3:13; Basán/Havot-jair,
3:14). Génesis 36:31, Números 24:7 y Deuteronomio 17:14–16; 28:36 parecen dar
por sentada la existencia de la monarquía israelita, que no se estableció hasta
1 Samuel 8–12.
Además de lo anterior,
existen referencias a pueblos que llegaron más tarde del período patriarcal a
lo que llegó a ser la Tierra Prometida como si ya estuvieran allí (filisteos:
Gn 21:34; 26:14–18; Ex 13:17), y se habla de otros que estuvieron allí en
períodos anteriores como si ya se hubieran marchado (cananeos: Gn 12:6; 13:7).
Estos fenómenos fueron observados por Ibn Ezra ya en el siglo XII. Este mismo
rabí hizo notar la dificultad de que a Canaán se la llamara “la tierra de los
hebreos” en una época en la que no había nadie con ese nombre (Gn 40:15) y con
que Transjordania se designara “el otro lado del Jordán” (Gn 50:10–11; Nm
s22:1; Dt 1:1, 5), que sería desde la perspectiva de aquellos que miraban desde
el occidente hacia el este. Moria/Sión se designa como “el monte del Señor”, un
título que solamente adquiriría más tarde (Gn 22:14; cf. Is 2:3; Miq 4:2; Zac
8:3). Los nombres de Jacob e Israel se utilizan para designar las regiones
geográficas que más adelante se llamarían así (Gn 49:7). Hay otros casos en los
que los elementos registrados parecen pertenecer al pasado lejano (la frase
“hasta el día de hoy”: Gn 22:14; 26:33; 32:32; 35:20; Dt 2:22; 3:14; 34:6;
véase también Gn 16:14; Ex 6:26–27; 16:35, 36 [una medida anticuada]; Nm 21:14
[citando una antigua fuente]; Dt 10:6–7; 32:7–20), incluyendo referencias a
Moisés en tercera persona (“él”) en vez de en primera (“yo”), que es lo que
cabría esperar si él fuese el autor (e.g., Dt 1:1). Uno de los últimos casos
tiene que ver con la declaración de que Moisés era “un hombre muy humilde, más
que cualquier otro hombre sobre la faz de la tierra” (Nm 12:3 LBLA), una
afirmación que sería falsa si la hubiera realizado aquella persona a la que se
refiere.[7]
Nombres de Dios
Una observación que
precipitó el debate moderno sobre la composición del Pentateuco fue el hecho de
que se usen diversos nombres para referirse a Dios en la Biblia. Uno es un
nombre propio, el nombre personal del Dios de Israel, que es yhvh, y que se ha
traducido como Yahvé o Jehová. El otro es una forma de ĕlōhîm (“Dios”), que es
un nombre común, no propio. Un ejemplo claro de esta variación se encuentra en
el principio de Génesis: 1:1–2:3 utiliza únicamente ĕlōhîm, mientras que en
Génesis 2:4–3:25 predomina yhvh ĕlōhîm. Dado que se puede observar esta
distinción entre las formas de los nombres en numerosos lugares del Pentateuco,
esto llevó a la propuesta de que más de un autor habría participado en la
redacción del mismo, y que cada uno de ellos habría preferido decantarse por
uno de los nombres.[8]
Narraciones duplicadas
Los lectores también han
sugerido que diversos incidentes o motivos del Pentateuco se repiten. La
creación se describe en Génesis 1:1–2:3, donde el hombre y la mujer son creados
simultáneamente (Gn 1:27), y en otro relato inmediatamente posterior, en
Génesis 2:4–25, donde son creados uno después del otro (Gn 2:21–22). Existen
varios duplicados en la historia del diluvio (Gn 6:5–8 y 9–13; 6:18–22 y 7:1–5)
y hay dos genealogías tanto para Adán (Gn 4:17–26; 5:1–28) como para Sem (Gn
10:21–31; 11:10–26). Un patriarca hace pasar a su esposa como su hermana para
preservar su propia vida no en una, sino hasta en tres historias independientes
(Abraham: Gn 12:10–20; 20:1–18; Isaac: 26:7–11). El episodio de Agar e Ismael
está repetido (Gn 16:1–16; 21:8–19). El nacimiento de Isaac se promete dos
veces (Gn 17:16– 19; 18:9–15) y también recibe ese nombre en dos ocasiones (Gn
17:19; 21:1–3), como ocurre con el lugar llamado Beerseba (Gn 21:28–31;
26:32–33, que parece basarse en dos etimologías distintas, ya que de la raíz
šb‘ surgen tanto “juramento” como “siete”). También hay dos relatos diferentes
del establecimiento de la alianza de Abraham con Dios (Gn 15; 17), y dos
narraciones del viaje de Jacob a Mesopotamia (Gn 28:5; 29:1), con dos motivos
distintos para el viaje (Gn 27:41–45, 46) y dos relatos de la revelación que
recibió de parte de Dios en Bet-el (Gn 28:10–19; 35:6–7). Su nombre es cambiado
en dos ocasiones por el de Israel (Gn 32:28; 35:10). También existen duplicados
del maná y las codornices en el desierto (Ex 16:2–35; Nm 11:4–34), de Moisés
obteniendo agua de una roca en Meriba (Ex 17:5–7; Nm 20:9–13), de la
designación de Josué (Nm 27:12–23; Dt 31:14–23), de la centralización del
sacrificio (Lv 17; Dt 12) y de la lista de animales prohibidos (Lv 11; Dt 14),
así como un triplete del Decálogo (Ex 20:1–17; 34:10–28; Dt 5:6–21).[9]
Estilo literario y
vocabulario
Se ha dicho anteriormente
que algunos de los pasajes duplicados muestran diferencias de estilo y
vocabulario entre sí. Génesis 1 es formal, preciso y repetitivo (el lenguaje
“de un jurista, más que de un historiador”),[10] mientras que Génesis 2 es
fluido y accesible. Estos dos pasajes también se diferencian por el nombre que
se le da a Dios (véase 2.1.2 más arriba), cuya distinción es, en sí misma, una
variante estilística. Se han elaborado varias listas del vocabulario
característico de algunas partes del Pentateuco que está ausente en otras.[11]
Contradicciones y
divergencias
Las discrepancias en los
relatos de la creación muestran un orden distinto de la creación en las dos
narraciones (Gn 1: plantas, animales, hombre y mujer; Gn 2: hombre, plantas,
animales, mujer), mientras que en el relato del diluvio se exige colocar dos
animales de cada tipo en el arca en un lugar (Gn 6:19–20; 7) y siete en otro
(Gn 7:2). El propio diluvio dura cuarenta días (Gn 7:4), 150 días (Gn 7:24) o
un año entero (Gn 7:11; 8:13). El suegro de Moisés recibe el nombre de Reuel
(Ex 2:18; Nm 10:29) y Jetro (Ex 3:1; 4:18; 18:1–27), y posiblemente incluso
Hobab (Nm 10:29 resulta ambiguo, cf. Jue 4:11). El mismo lugar es llamado Horeb
(e.g., Ex 3:1; 33:6; Dt 1:2, 6; 5:2) y Sinaí (Ex 19:11; 24:16; 31:18; Lv 7:38;
Nm 3:1). Aquellos que compran a José tras sacarle de la cisterna son ismaelitas
(Gn 37:25, 27–28; 39:1) o madianitas (Gn 37:36), mientras que los habitantes
pre-israelitas de la tierra son amorreos (Gn 14:7; 15:16; 48:22) y cananeos (Gn
10:19; 12:6; 13:7; Ex 13:11).
Hipótesis documentaria
(HD)
Este tipo de dificultades
con la interpretación tradicional de la composición del Pentateuco llevó a la
presentación de diversas propuestas alternativas sobre su autoría.[12] La propuesta alternativa
más extendida a la de la completa autoría mosaica del Pentateuco es la
Hipótesis Documentaria (HD), también llamada Hipótesis de GrafWellhausen, en
honor a dos de sus defensores más destacados. En lugar de aceptar un único
autor para el Pentateuco, propone la existencia de cuatro fuentes separadas que
surgieron durante el transcurso de medio milenio.
Identificación de las
fuentes
La pretendida fuente más
antigua es la del Yahvista, puesto que el nombre que se utiliza en ella para
referirse a Dios es Yahvé. Se abrevia como J (que se pronuncia como y en alemán
y en inglés antiguo). Esta fuente, que comienza en Génesis 2:4b, incluye gran
parte del Génesis y porciones del Éxodo y los Números.[13] Originaria del reino del
sur, Judá,[14]
se escribió en torno a 850 a.C. La segunda fuente empleó el nombre Elohim (heb.
ĕlōhîm), así que se denomina Elohísta y se abrevia E. Comienza con Génesis 15[15] y cubre un material parecido a J. Surgió en
el reino del norte, Israel (también designado en ocasiones como “Efraín”;
Jenks;)[16] sobre 750 a.C. Estas dos
fuentes, difíciles de distinguir entre sí atendiendo a criterios estilísticos,[17] tienen un estilo
narrativo fluido. Los refugiados de Israel las juntaron en Judá cuando muchos
habitantes de Israel fueron exiliados a Asiria en 722 a.C. La tercera fuente es
el Deuteronomio, abreviado D, que se dató en 621 a.C. y fue el fruto de la
reforma de Josías (2 Cr 34:3–35:19). Se limita al propio libro del Deuteronomio
y no juega un papel destacado en el proceso de distinción de las demás fuentes,
excepto por lo que se refiere a su datación relativa. La cuarta fuente, o
fuente P, es la Sacerdotal, que abarca material desde Génesis 1 hasta la
noticia de la muerte de Moisés al final del Deuteronomio.[18] Se trata de la última
fuente, procedente del contexto postexílico del siglo V. No es una narración
continua, como las demás, sino una colección de materiales de distinto género
que resultaban de interés para los sacerdotes. Muestra un desarrollo evolutivo
de la práctica religiosa que deja la autoridad en manos sacerdotales. Por
ejemplo, mientras que en las fuentes anteriores los patriarcas levantan altares
aparentemente cuando quieren (Gn 12:7–8 [J]; 22:9 [E]), P coloca las funciones
cúlticas estrictamente en las manos de los sacerdotes (e.g., Lv 9).
Implicaciones de la
hipótesis documentaria
Un Pentateuco compuesto
según las líneas maestras propuestas por la HD plantea varias consecuencias que
son motivo de preocupación. En primer lugar está la cuestión de la exactitud
histórica. ¿Cuál es el lugar que ocupa Moisés en el proceso de composición? Tal
como se suele formular, la HD no tendría cabida para la participación de Moisés
en ninguno de los materiales ni de las etapas. Esto implicaría que las
afirmaciones de que Moisés escribió al menos parte del material se hicieron
fruto de la ignorancia o la distorsión. Lo mismo cabe decir en cuanto a las
pretensiones históricas que se encuentran en el Pentateuco. Por lo general se
entiende que un escrito refleja el período de la composición más que el período
sobre el que pretende informar. En este caso, se puede decir que el tabernáculo
nunca existió en la historia de Israel. Su inclusión en el documento P fue
simplemente un reflejo de los intereses de los sacerdotes en asuntos
relacionados con el culto, en concreto una retrospectiva del templo posterior,
denominado específicamente una “ficción histórica”.[19]
Se puede apreciar que este tipo de nihilismo histórico se ha extendido a la
totalidad del AT, ya que hoy en día algunos cuestionan si se puede determinar
históricamente alguna cosa a través de la Biblia.[20] Esto tiene serias
ramificaciones para la comprensión judeocristiana de que Dios actúa en la
historia humana.[21]
Esto no quiere decir que
el uso de fuentes implique necesariamente una inexactitud histórica. En la propia
Escritura se mencionan fuentes. Sin embargo, las fuentes propuestas por los
críticos de fuentes son de un tipo distinto al que utilizan los historiadores
para llevar a cabo su labor. Los historiadores buscan pistas en las fuentes en
sí que se puedan datar lo más cerca posible de los acontecimientos del pasado,
de manera que puedan reconstruir estos eventos con la mayor precisión posible.
Los críticos de fuentes trabajan en la otra dirección, comenzando con una obra
literaria ya terminada y elaborando hipótesis sobre cómo serían los elementos
constitutivos de la misma. Este proceso se puede emprender con ciertas
garantías de éxito cuando existen pruebas procedentes de etapas anteriores del
proceso de composición.[22] Sin embargo, cuando no
hay ningún mecanismo de control en forma de documentos precursores—y no hay
ninguno en el caso del Pentateuco—cualquier reconstrucción es, en el mejor de
los casos, sumamente especulativa.[23]
El lapso de tiempo entre
el acontecimiento y el registro escrito también tiene que ver con la precisión
histórica. Se postula a la tradición oral como guardián de la memoria histórica,
dado que en ocasiones se consideraba la escritura como una innovación en
Israel, que sólo había aparecido mucho después de la época de Moisés y de los
acontecimientos que pretende narrar el Pentateuco. Incluso entonces se pensaba
que era una habilidad propia y exclusiva de los escribas especializados.[24] Este medio de transmisión
se prestaba a que con el paso del tiempo la información se tergiversara. Si
bien el Pentateuco no fue escrito como un documento histórico sino teológico,
no obstante, su teología está basada en la historia, e impugnar su historicidad
tienen consecuencias teológicas.
Respuestas
No ha faltado quien
ofreciera respuestas a los problemas de esta interpretación de consenso sobre
la autoría del Pentateuco. No es posible abordar aquí todos los puntos
planteados anteriormente, y que en todo caso sólo son representativos, aunque
sí han sido tratados con éxito desigual en comentarios y otros estudios (e.g.,
Rooker, 25– 38).[25]
Mirando sumariamente a los cinco criterios mencionados más arriba, uno puede
ofrecer las siguientes respuestas.
Los anacronismos
solamente se convierten en una dificultad si uno defiende una composición
monolíticamente mosaica de todo el Pentateuco. Uno podría sugerir, por ejemplo,
la existencia de un núcleo mosaico que contó con adiciones editoriales o algún
otro modelo de composición que no suponga sospechar de la integridad histórica
o intencionalidad del texto.
Los nombres de Dios
empleados para referirse a la misma deidad en otros textos del antiguo Oriente
Próximo son diversos, sin que eso signifique una autoría múltiple. En Enuma
Elish, el relato acadio de la creación, no sólo se recitan los cincuenta y un
nombres de Marduk,[26] sino que se menciona específicamente
que dos de ellos son Ea (línea 140) y Enlil (línea 149), que son los nombres de
otras dos deidades principales que aparecen en la historia. También se le dan
ambos nombres y títulos a los dioses en el mismo documento, como por ejemplo
Anat, que ostenta el título de btlt, “virgen, niña”,[27] como en el caso de Yahvé
y Elohim. Por consiguiente, esto no se puede tomar como signo de que ha habido
varios autores.
Los duplicados
hay que determinarlos con cuidado, leyendo atentamente el texto. Ninguno de los
que se han propuesto son exactamente paralelos, como no lo son los cuatro
Evangelios. Hay que examinar detenidamente tanto las diferencias como las
semejanzas, estableciendo su función retórica. Si en realidad se tratara de
duplicados, también habría que considerar cuál sería su función dentro del
texto, ya que algún autor, editor o redactor los colocó juntos en algún
momento. El simple hecho de postular varias fuentes no responde a la pregunta
sobre el documento actual.
El estilo
es un parámetro muy débil para establecer la paternidad literaria, dado que no
se han establecido unos criterios objetivos adecuados en el campo (mediante
herramientas tales como las estadísticas estilísticas) para determinar cuánto
margen estilístico existe dentro de la producción de un autor identificado. Uno
debería tomar en consideración cuestiones tales como el estilo del autor dentro
de diversos géneros literarios y su propia maduración y cambio. Esto por no
decir nada del aspecto opuesto del problema, la necesidad de cuantificar los
criterios mínimos necesarios para distinguir entre las obras de dos autores
distintos. Con eso no se pretende negar las diferencias en el estilo, sino
exigir algunos criterios objetivos mediante los cuales evaluar qué significan
estas diferencias.
Las contradicciones
también deben evaluarse mediante una lectura atenta. Al prestar atención a lo
que el texto realmente dice, se ha demostrado que una serie de presumibles
contradicciones eran espurias. También hay que presentar varias respuestas
generales a la HD.
Fuentes e historia de la
composición
Uno no puede negar el uso
de fuentes en la composición de la Biblia, ya que hay muchas cosas en el
Pentateuco de las que el autor no fue testigo. Por tanto, o bien el autor
compuso el material utilizando su imaginación o se basó en la información de
otros (cf. Lc 1:1–4). También hay indicios claros de que la composición en
algunos casos se produjo en distintas etapas. Los problemas surgen al debatir
la naturaleza de estas fuentes y de estas etapas.
El equivalente a escribir
notas a pie de página reconoce expresamente la existencia de fuentes en
numerosos lugares de la Escritura (e.g., “el libro de las batallas de Jehová”
[Nm 21:14]; “el libro de Jaser” [Jos 10:13; 2 Sm 1:18]; “el libro de los hechos
de Salomón” [1 Re 11:41]; “el libro de las crónicas de los reyes de Judá/
Israel” [e.g., 1 Re 14:29; 15:31] “libro de las crónicas de los reyes de Media
y de Persia” [Est 10:2]; “el libro de los reyes de Israel y de Judá” [e.g., 2
Cr 35:27]; “la visión (profecía) del profeta Isaías” [2 Cr 32:32]). Otros
pasajes se refieren a obras por su título (e.g. “el libro de las generaciones
de Adán” [lit., Gn 5:1]; “el libro del pacto” [Ex 24:7; 2 Re 23:2]; “el libro
de la visión de Nahum” [Nah 1:1]; cf. las referencias a un “libro” en 2 más
arriba). Estas notas reconocen explícitamente que los escritores se remitieron
a material compuesto con anterioridad, que habría sido puesto por escrito.[28]
En algunos textos es
posible discernir varias etapas en la escritura de un relato bíblico. Por
ejemplo, en Josué 6:24-25 se vislumbran con claridad dos o posiblemente tres
etapas: el acontecimiento de la destrucción de Jericó; una composición inicial
algún tiempo más tarde, pero todavía durante la vida de aquellos que estuvieron
allí (“hasta hoy”); y una posible nota algunos siglos después diciendo que los
despojos habían acabado en el templo, si es así como hay que leer “el tesoro de
la casa de Jehová” (aunque es más probable que se refiera al tabernáculo [1 Cr
9:23] o incluso al templo de Silo [1 Sm 1:24]). Génesis 14 también presenta
varios nombres antiguos que son glosados con los nuevos nombres adoptados por
el mismo emplazamiento. A la luz de la existencia de estos fenómenos en fuentes
que aparecen en otros lugares de la Biblia, uno no puede rechazar la HD
basándose en la negación de fuentes, pero sí puede estar en desacuerdo con la
naturaleza de las fuentes propuestas.
Evolución de la teoría
Aunque la HD ha
prevalecido durante más de un siglo como el punto de vista imperante,[29] no debe considerarse como
una hipótesis acabada y monolítica. Desde antes incluso de su expresión clásica
por parte de Wellhausen se ha venido produciendo un debate constante sobre la
naturaleza, extensión y datación relativa de las fuentes. Se ha hecho notar la
presencia de una minoría, compuesta tanto por conservadores[30] como por aquellos que no
se identificarían a sí mismos como tales,[31] que ha considerado que
varios aspectos de la HD resultaban inadecuados por distintos motivos. Tampoco
ha existido consenso entre los defensores de la HD, y la hipótesis se encuentra
en un permanente estado de cambio, que de hecho es lo que debería suceder en
toda iniciativa basada en la investigación de hipótesis.
Uno se pregunta, sin
embargo, cuántas modificaciones puede sufrir la HD sin que llegue a perder
aquello que se puede identificar como la hipótesis original. Actualmente
algunos niegan la existencia de fuentes J y E independientes, lo que da lugar a
una fuente combinada JE (llamada Jehovista por, e.g., Van Seters 1994). Esto
parece negar la relevancia de los criterios básicos de la diversidad de los
nombres divinos, que fue lo que llevó al desarrollo de la teoría en primer
lugar. Además, J, la fuente más antigua, se ha vuelto a datar recientemente
como originaria de la época del exilio (Van Seters, que defiende la duplicidad
de los relatos como el único criterio para determinar las fuentes). Esto
desestima el posible desarrollo evolutivo entre los textos que fue necesario
para explicar aparentes discrepancias. Algunos también sitúan el documento P en
una época muy anterior[32] o sostienen que nunca fue
una fuente independiente y definida.[33] Esto no sólo anula el
desarrollo evolutivo, sino que también presenta otras dificultades, como por
ejemplo documentos presuntamente anteriores que se refieren a otros que no
deberían haberse escrito hasta mucho más tarde según la visión ortodoxa de la
HD.[34] Un especialista alemán de
primera fila ha llegado a decir: “el grueso de la investigación reciente sobre
el Pentateuco demuestra que uno debe tratar los criterios clásicos para la
división de las fuentes con mucha mayor cautela, y que, sin excepción, han
perdido su certeza”.[35] A pesar de todo esto, no puede
decirse en absoluto que la HD haya sido generalmente abandonada.[36]
Conclusiones
Como dice S. Talmon en
relación con las cuestiones de la autoría de las obras antiguas, “las
conclusiones derivadas de cualquiera que sea el método de investigación
utilizado no se pueden corroborar por ningún medio tangible”.[37] En otras palabras,
cualquier conclusión referida a la autoría debe considerarse como
extremadamente provisional, ya que no podemos consultar a los autores. También
es importante reconocer que las alternativas a los puntos de vista
tradicionales no deberían tomarse, al menos en primera instancia, como ataques
equivocados contra la ortodoxia. La mayoría de quienes hicieron estas
propuestas no se dejaron llevar por un deseo de destruir la fe de la gente en
la Biblia.[38]
Cada uno de los problemas que hemos hecho notar antes surge del propio texto
bíblico y debe ser abordado. Deberíamos considerar que aquellos que propugnan
la HD o alguna otra explicación lo hacen de buena fe, en un intento por tratar
las cuestiones que se plantean. Los que están en desacuerdo con una determinada
interpretación deben aportar una interpretación alternativa que resulte
convincente y razonable, en vez de hacer lo que tantas veces ocurre, recurrir a
la descalificación ad hominem, que tan flaco servicio le hace a la propia causa
que uno dice defender.
También necesitamos que
se nos recuerde el resultado de todo el debate sobre la HD: “una
invalidación de la hipótesis documentaria, si de hecho así hubiera que
considerar el resultado de la investigación lingüística estadística [tal como
la que lleva a cabo Radday], no equivale todavía a probar la unidad original
del libro del Génesis, ni tiene incidencia alguna sobre la tradicionalmente
aceptada autoría mosaica del Pentateuco”.[39] Si bien la crítica de
fuentes se encuentra sumida en la confusión, cuando no en plena retirada,
todavía se aguarda la llegada de una explicación plenamente satisfactoria de la
composición del Pentateuco.
[1] Gran Diccionario Enciclopédico de
la Biblia Alfonso Ropero Berzosa, editorial clie, pag. 3249-3250 (formato
digital)
[2] R. K. Harrison, Introduction to the Old Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1969); Houtman, Der Pentateuch: Die Geschichte seiner Erforschung neben einer Auswertung (CBET 9; Kampen: Kok Pharos, 1994)
[3] Compárese con Josefo, Ant. 4.7.13 §157
[4] Talmud babilónico, Baba batra 14b, véase también el rabino del siglo XII, Maimónides [420], cuyo octavo principio de la fe judía es que “toda la Torá fue dada a través de Moisés, nuestro Maestro, de parte de Dios”.
[5] Ant. 4.8.48 §326
[6] De Vita Mos. 2.291
[7] véase Friedman 1992, 6.612–16
[8] véanse más variaciones
terminológicas en Friedman 1992, 6.609– 10
[9] Para más detalles, véase Friedman
1992, 6.609).
[10] S. R. Driver, An Introduction to
the Literature of the Old Testament (9ª ed.; Nueva York: Scribner, 1913) pag.
12
[11] S.
R. Driver, The Book of Genesis (15ª ed.; Londres: Methuen, 1948); ídem, An
Introduction to the Literature of the Old Testament (9ª ed.; Nueva York:
Scribner, 1913); S. E. McEvenue, The Narrative Style of the Priestly Writer
(AnBib 50; Roma: Biblical Institute Press, 1971
[12]
J. Barton, “Source Criticism (OT)”, ABD 6.162–65; J. Blenkinsopp, The
Pentateuch: An Introduction to the First Five Books of the Bible (ABRL; Nueva
York: Doubleday, 1992)–existe edición castellana: El Pentateuco. Introducción a
los cinco primeros libros de la Biblia (Estella: Verbo Divino, 2001); M. Noth,
A History of Pentateuchal Traditions (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall,
1972); J. H. Hayes, An Introduction to Old Testament Study (Nashville:
Abingdon, 1979), Pag. 84-120
[13] A.F. Campbell y M. O’Brien, The Sources of the Pentateuch: Texts, Introductions, Annotations (Minneapolis: Fortress, 1993), pag. 91-160.
[14] R. E. Friedman, “Some Recent Non-arguments Concerning the Documentary Hypothesis”, en Texts, Temples, and Traditions: A Tribute to Menahem Haran, ed. M. V. Fox et al. (Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1996) pag. 61-67
[15] A.F. Campbell y M. O’Brien, The Sources of the Pentateuch: Texts, Introductions, Annotations (Minneapolis: Fortress, 1993), pag. 161-190.
[16] “Torah (Pentateuch)”, ABD 6.605–22; ídem, Who Wrote the Bible? (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall, 1987), pag. 61-67
[17] M. Noth, A History of Pentateuchal Traditions (Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall, 1972), pag. 20
[18] A.F. Campbell y M. O’Brien, The Sources of the Pentateuch: Texts, Introductions, Annotations (Minneapolis: Fortress, 1993), pag. 21-90
[19]
J.
Wellhausen, Prolegomena to the History of Israel (Edimburgo: A & C Black,
1885), pag. 37, 39
[20] Véase las discusiones en V. P. Long, D. W. Baker y G. J. Wenham, eds., Windows into Old Testament History: Evidence, Argument and the Crisis of Biblical Israel (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2002).
[21] véase 1 Corintios 15:12–19
[22] La Epopeya de Gilgamesh; I.H. Tigay, The Evolution of the Gilgamesh Epic (Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 1982); D. M. Carr, Reading the Fractures of Genesis: Historical and Literary Approaches (Louisville: Westminster/John Knox, 1996), Pag. 16-20
[23] Véase Baker, 1989
[24]
E.
Nielsen, Oral Tradition: A Modern Problem in the Old Testament Introduction
(SBT 11; Londres: SCM, 1954); pero compárese con S.R Driver An Introduction to
the Literature of the Old Testament (9ª ed.; Nueva York: Scribner, 1913).
[25] M. F. Rooker, Leviticus (NAC 3A; Nashville: Broadman & Holman, 2000), pag. 25-38
[26] The Context of Scripture, ed. W. W. Hallo (3 vols.; Leiden: E. J. Brill, 1997–), 1.111: 402
[27] The Context of Scripture, ed. W. W. Hallo (3 vols.; Leiden: E. J. Brill, 1997–), 1.86.243
[28]
(sēper [“libro, documento
escrito”]; véase F. Brown, S. R. Driver and C. A. Briggs, A Hebrew and English
Lexicon of the Old Testament (Oxford: Oxford University Press, 1907); The
Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament, L. Koehler, W. Baumgartner and
J. J. Stamm (4 vols.; Leiden: E. J. Brill, 1994–1999); compare el verbo acadio
cognado šapāru, que puede significar “escribir” [The Assyrian Dictionary of the
Oriental Institute of the University of Chicago, ed. A. L. Oppenheim et al.
(Chicago University of Chicago Press, 1956–)]; en semita noroccidental, véase
Dictionary of the North-West Semitic Inscriptions, J. Hoftijzer and K.
Jongeling (2 vols.; Leiden: E. J. Brill, 1995)
[29]
R.
Rendtorff, The Problem of the Process of Transmission in the Pentateuch
(JSOTSup 89; Sheffield: Sheffield Academic Press, 1990) pag. 101; R. E.
Friedman, “Some Recent Non-arguments Concerning the Documentary Hypothesis”, en
Texts, Temples, and Traditions: A Tribute to Menahem Haran, ed. M. V. Fox et
al. (Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1996) pag. 86
[30]
U.
Cassuto, The Documentary Hypothesis and the Composition of the Pentateuch:
Eight Lectures (Jerusalén: Magnes, 1961); M. H. Segal, “The Composition of the
Pentateuch: A Fresh Examination”, ScrHier 8 (1961) 68–114; S. Talmon, “A
Biblical Scholar’s Evaluation”, en Genesis: An Authorship Study in
Computer-Assisted Statistical Linguistics, ed. Y. T. Radday y H. Shore (Roma:
Biblical Institute Press, 1985) 225–35; P.
J. Wiseman, Clues to Creation in Genesis (Londres: Marshall, Morgan &
Scott, 1977). D. W. Baker; D. A. Garrett, Rethinking Genesis: The Sources and
Authorship of the First Book of the Pentateuch (Grand Rapids, MI: Baker, 1991);
T. D. Alexander, Abraham in the Negev: A SourceCritical Investigation of
Genesis 20:1–22:19 (Carlisle: Paternoster, 1997).
[31]
M. Noth, A History of Pentateuchal Traditions (Englewood Cliffs, NJ:
Prentice-Hall, 1972); J. van Seters, Abraham in History and Tradition (New
Haven, CT: Yale University Press, 1975); G. J. Wenham, “Pondering the
Pentateuch: The Search for a New Paradigm”, en The Face of Old Testament Study:
A Survey of Contemporary Approaches, ed. D. W. Baker y B. T. Arnold (Grand
Rapids, MI: Baker, 1999) 116–44; C. Westermann, Genesis 1–11: A Commentary
(Minneapolis: Augsburg, 1984); R. Rendtorff, The Problem of the Process of
Transmission in the Pentateuch (JSOTSup 89; Sheffield: Sheffield Academic
Press, 1990); I.M. Kikawada y A. Quinn, Before Abraham Was: The Unity of
Genesis 1–11 (Nashville: Abingdon, 1985); M. H. Segal, “The Composition of the
Pentateuch: A Fresh Examination”, ScrHier 8 (1961) 68–114; S. Talmon, “A
Biblical Scholar’s Evaluation”, en Genesis: An Authorship Study in Computer-Assisted
Statistical Linguistics, ed. Y. T. Radday y H. Shore (Roma: Biblical Institute
Press, 1985) 225–35; R. N. Whybray, The Making of the Pentateuch: A
Methodological Study (JSOTSup 53;
[32]
V.
P. Long, D. W. Baker y G. J. Wenham, eds., Windows into Old Testament History:
Evidence, Argument and the Crisis of Biblical Israel (Grand Rapids, MI:
Eerdmans, 2002) pag. 134; J.G. McConville, Law and Theology in Deuteronomy
(JSOTSup 33; Sheffield: JSOT, 1984) pag. 154-155; J. Joosten, People and Land
in the Holiness Code: An Exegetical Study of the Ideational Framework of the
Law in Leviticus 17–26 (VTSup 67; Leiden: E. J. Brill, 1966) pag. 13-15
[33]
Para la bibliografía, véase D. M. Carr, Reading the Fractures of
Genesis: Historical and Literary Approaches (Louisville: Westminster/John Knox,
1996) pag. 43, N 1
[34]
Véase
D. W. Baker, “Leviticus 1–7 and the Punic Tariffs: A Form Critical Comparison”,
ZAW 99 (1987) 188–98;
[35]
C.
Westermann, Genesis 1–11: A Commentary (Minneapolis: Augsburg, 1984), pag. 576
[36] E. W. Nicholson, The Pentateuch in the Twentieth Century: The Legacy of Julius Wellhausen (Oxford: Clarendon, 1998); V. P. Long, D. W. Baker y G. J. Wenham, eds., Windows into Old Testament History: Evidence, Argument and the Crisis of Biblical Israel (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2002) pag. 133-134
[37] S. Talmon, “A Biblical Scholar’s Evaluation”, en Genesis: An Authorship Study in Computer-Assisted Statistical Linguistics, ed. Y. T. Radday y H. Shore (Roma: Biblical Institute Press, 1985) pag. 226
[38] R. K. Harrison, Introduction to the Old Testament (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1969) pag. 24
[39] S. Talmon, “A Biblical Scholar’s Evaluation”, en Genesis: An Authorship Study in Computer-Assisted Statistical Linguistics, ed. Y. T. Radday y H. Shore (Roma: Biblical Institute Press, 1985) 231
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