YHWH: El TETRAGRAMATON Origen y significado

 

El TETRAGRAMATON viene del gr. tetra, «cuatro», y gramma, «letra». Término técnico por el que se designa el nombre inefable de Dios compuesto en heb. por cuatro consonantes: YHWH, יהוה. El hebreo primitivo carecía de vocales escritas, y al dejar de pronunciarse por respeto el nombre divino YHWH,  ,יהוהen su lugar se leía > Adonay = «el Señor». Para recordar esto al lector, los masoretas le pusieron las vocales e, o y a, solo como contraseña, cuando inventaron un sistema de vocales escritas para el hebreo. En los medios cristianos empezó a leerse desde finales de la Edad Media con esas vocales, y así resultó la forma latinizada Iehouah, de donde viene > Jehová. Los hebraístas han llegado al acuerdo general de que la pronunciación original debe de haber sido Yahweh. Su significado se asocia con la idea de «ser-para» o «estar-con». ֶ

Aunque esta es la posición predominante, no está del todo claro con respecto a la cantidad de letras que llevaba el nombre sagrado, puesto que en el Hebreo del Antiguo Testamento aparecen dos formas más cortas del nombre de Dios: YH (Éxodo 15:2) y YHW que aparece en la composición de nombres propios. En los documentos extrabiblicos (que se alegan ser anterior a Moisés) aparecen estas formas más cortas, y lleva a muchos eruditos a pensar que esta era la forma más antigua del nombre, aunque estudiosos como Walter Eichrodt y otros más, afirman que la forma larga YHWH  es la apropiada para el nombre especial de Dios y está directamente unida a la revelación divina a Moisés. Importa señalar, al respecto, que la forma larga del nombre divino se encuentra presente en la > Estela de Mesa o Estela moabita, documento extrabíblico del siglo IX a.C. Esa forma larga de cuatro consonantes proviene, según el consenso general de los biblistas, de hwy/hwh, raíz semítica del noroeste, empleada en el imperfecto del tema verbal simple, qal (R. De Vaux).

Un problema todavía mayor tiene que ver con la pronunciación original y el significado de la palabra, si es que lo tenía. El consenso entre los biblistas es que «Yahweh» («Yahvé» o «Yavé») fue, posiblemente, la pronunciación de la palabra. Varios textos griegos provenientes del período patrístico corroboran tal pronunciación: Iabé, como la transcribía Teodoreto de Ciro (Quaest. 15 in Ex., 7), o Iaoué, como la transcribía Clemente de Alejandría. Además, la forma «Yavé» responde de mejor manera a las reglas gramaticales del hebreo bíblico. A esto debe añadirse el hecho de que esa secuencia fonética aparece en un buen número de nombres amorreos.

II. SIGNIFICADO. Aunque se han intentado varias propuestas, el texto bíblico (de manera especial Ex. 3:14; véase también Os. 1:9), y los estudios filológicos en general, apuntan hacia una forma del verbo «ser» o «estar» en hebreo. El vb. heb., a diferencia del vb. castellano, tiene lo que en gramática se llama «temas verbales». En el caso específico del nombre divino, Yahvé, los biblistas han señalado que el nombre podría ser una forma del imperfecto del tema verbal simple llamado qal o una forma del imperfecto del tema verbal causativo hiphil.

La escuela norteamericana, iniciada por William Albright, se inclina más por el causativo y da al nombre divino el sentido de «el que causa la existencia» o «el que crea». Aunque este sentido ha gozado de gran aceptación, en las últimas décadas ha sido objeto de importantes objeciones.

De acuerdo con Tryggve N. D. Mettinger, «YHWH» (o «Yahvé») significa simplemente «Él es». Esto se deduce como consecuencia lógica de la forma verbal en primera persona que aparece en Ex. 3:14: «Yo soy» (ehyeh, א ה ֶיה). Si Dios dice de sí mismo: «Yo soy», el pueblo dice de Dios: «Él es». Esta es la postura que actualmente goza de mayor aceptación. Parece que debemos limitarnos prácticamente al modo qal «él es» (E. Jenni). Esta explicación etimológica del nombre de Yahvé, que es la más comúnmente aceptada entre los autores modernos, se parece mucho a la presentada en Ex. 3:14.

III. TRADUCCIÓN. Sin embargo, todavía falta responder la siguiente pregunta: ¿por qué la mayoría de las versiones castellanas (o inglesas, francesas, portuguesas, alemanas) no sigue este consenso? Existen muchos testimonios, tanto en la literatura bíblica como en la extrabíblica, que demuestran lo sacrosanto que llegó a considerarse el nombre de «Yahvé». El texto de Levítico: «si blasfemare el Nombre, que muera» (Lv. 24:16), así como el tercer mandamiento del Decálogo, son dos ejemplos importantes al respecto. Se sabe del cuidado con el que los copistas judíos de la antigüedad transmitieron, con profunda reverencia, los documentos que contenían el nombre de Dios. Se cuenta de varios escribas que dejaban en blanco el espacio donde se debía escribir el nombre divino, y solo lo completaban después de una serie de ritos especiales de purificación. En otros casos, el nombre se sustituía por cuatro puntos o se escribía con una grafía especial, a menudo más antigua.

Aunque no se sabe la fecha exacta en la que se abandonó el uso del Nombre en los textos bíblicos, la mayoría de los especialistas considera que debió de haber sucedido en algún momento de la época postexílica. Tanto la LXX como los documentos procedentes del judaísmo rabínico (adyacente a las sinagogas) indican que, para la lectura pública, cada vez que se llegaba a un texto que contenía las consonantes YHWH, las sustituían especialmente por la palabra hebrea Adonay. En la LXX, la palabra griega correspondiente es Kyrios. Varios libros bíblicos muestran que la palabra > Elohim («Dios») también sustituyó el nombre YHWH.

Además de las dos palabras ya mencionadas, se recurrió también a las expresiones «el Nombre» y «el cielo». Este último ejemplo se nota sobre todo en casos como el de Lucas 15:21 donde el «hijo perdido» le dice a su padre que había ofendido al «cielo», sustituyendo así el uso del nombre sacrosanto.

1. Jehová en las versiones antiguas. Cuando los masoretas (eruditos judíos de la Edad Media) decidieron agregarle al texto bíblico hebreo la puntuación vocálica, con el fin de evitar la pérdida de la pronunciación correcta de las Sagradas Escrituras, trataron de manera muy especial el nombre divino. A las cuatro consonantes del nombre sagrado, YHWH, le agregaron los signos vocálicos correspondientes a la palabra hebrea Adonay, creando así lo que los especialistas llaman el qeré perpetuum; es decir, aunque las consonantes permanecen a la vista, la verdadera pronunciación del nombre se perdió para siempre. La combinación de las dos palabras (consonantes del nombre original y vocales del nombre sustituto) dio como resultado el nombre híbrido Yehowah. Para la mayoría de los lectores de este texto hebreo acompañado de signos vocálicos (que hoy se conoce por Texto Masorético, TM) no hubo problema alguno: cada vez que aparecía el nombre compuesto, su mirada se centraba en las vocales, no en las consonantes. Por ello, en la lectura pública jamás se pronunciaban las consonantes. El problema vino cuando los lectores y traductores cristianos empezaron a leer el nombre híbrido. Ya fuera por ignorancia o por uso consciente, el caso es que para el año 1100 d.C. ya aparecía en las traducciones y lecturas públicas de la Iglesia el nombre «Jehová». Los biblistas de la Ilustración y la Reforma no objetaron el uso de «Jehová». No fue sino hasta el siglo XIX de nuestra era cuando los biblistas empezaron a oponer resistencia al uso del nombre híbrido, reconociéndolo como una aberración gramatical. El hecho de que tal nombre aparezca en varias versiones antiguas conocidas, como la castellana Reina-Valera y la inglesa King James, muestra que la fuerza de la tradición perduró. Los traductores y revisores de esas versiones, sobre todo en la antigüedad, lo tomaron del latín y lo transcribieron tal cual. Muchos himnos de la tradición evangélica castellana muestran ser también herederos de esa tradición.

2. «Señor» o «SEÑOR» en lugar de «Yahvé» o «Jehová». Una buena variedad de versiones contemporáneas, tanto en castellano como en otros idiomas mayoritarios, tienden a evitar cualquier forma del nombre sacrosanto de Dios. En su lugar, siguiendo la tradición iniciada por la LXX, se usa el título «Señor» o «SEÑOR». Así se respeta la larga tradición judía de no pronunciar el nombre divino inefable, y se opta por usar la traducción de una palabra cuya pronunciación y grafía no tienen problema alguno: Adonay. Además, desde la perspectiva teológica, no solo se resalta el hecho de que el nombre sacrosanto guarda un misterio y encierra un secreto, sino que también se reconoce que Jesucristo, a quien el NT se refiere como «Señor», es el mismo Dios del AT a quien la tradición judía también llama «Señor».

• BIBLIOGRAFÍA

1. A. Deissler, “El nombre de Yahvé como revelación de la voluntad divina”, en MS II, 383-386;
2. Walter Eichrodt, Teología del AT, I (Cristiandad 1975);
3. E. Jenni, “ ,יהוהYhwh, Yahvé”, en DTMAT I, 967-975;
4. Tryggve N.D. Mettinger, Buscando a Dios: significado y mensaje de los nombres divinos en la Biblia (Almendro 1994);
5. Gerhard von Rad, Teología del AT, I (Sígueme 1972);
6. Roland de Vaux, Historia antigua de Israel, I (Cristiandad 1974). ִ ֻ

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