Bibliología -03- El Canon del N.T ¿Cual fue el criterio para su inclusión?
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El canon del Nuevo
Testamento: Introducción
El Nuevo
Testamento se redactó a lo largo de un período de cincuenta años. Está formado
por veintisiete libros redactados por ocho o nueve autores humanos y consta de
cuatro Evangelios, el libro de los Hechos (volumen que acompaña al Evangelio de
Lucas), veintiuna epístolas y el libro de Apocalipsis. El documento que se cree
que fue el primer escrito fue la epístola de Santiago en el año 45 d.C. aunque
otros señalan a 1 Tesalonicenses, ambas se disputan el puesto de primer Escrito
del Nuevo Testamento, y el último de ellos fue el libro de Apocalipsis,
redactado por Juan hacia el año 95 d.C, aunque es justo decir que una línea
conservadora entiende que fue el Evangelio según Juan. Antes de estos libros del
Nuevo Testamento, la iglesia no tenía escritos autoritativos aparte del Antiguo
Testamento, que Jesús y los apóstoles reconocían como Palabra de Dios. Los
libros del Nuevo Testamento fueron también reconocidos como inspirados por Dios
y autoritativos como el Antiguo Testamento en el tiempo en que fueron escritos.
Por ejemplo, Pedro aludió a las cartas de Pablo como Escritura:
Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. Y considerad que la longanimidad de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito asimismo en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las demás Escrituras, para su propia perdición. Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. (2 Pedro 3:14-17)
Pablo citó en una
misma frase Deuteronomio 25:4 y Lucas 10:7, aludiendo a ellos como Escritura:
Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario.(1 Timoteo 5:18)
Juan alega haber
escrito el Apocalipsis a petición directa de Cristo como una revelación de Dios
para su iglesia (Ap. 1:11, 19; 4:1; 22:8-13). Los libros del Nuevo Testamento
fueron añadidos a la Escritura en el momento de su inspiración y redacción.
Fueron canónicos desde el momento en que se escribieron, no cuando la iglesia
los aceptó como tales. Hubo, no obstante, un proceso, con el transcurso del
tiempo, en el que los veintisiete libros del Nuevo Testamento fueron individual
y colectivamente reconocidos como Escritura por el pueblo de Dios. En este
proceso de canonización del Nuevo Testamento hubo tres etapas históricas:
circulación, recopilación y reconocimiento.
El período de
circulación.
La iglesia primitiva reconocía los treinta y nueve libros del Antiguo
Testamento como Escritura, como una verdad establecida. La autoridad divina de
estos libros era incuestionable. Este compromiso se demostraba con la
consistente práctica de Cristo y sus apóstoles de citar el Antiguo Testamento
identificándolo como la Palabra de Dios. En el período en que se escribieron
los libros del Nuevo Testamento, las iglesias que inicialmente recibieron estos
libros los reconocieron después como Escritura, y poco tiempo más adelante
aquellas comunidades comenzaron a leer estos textos junto con las Escrituras
veterotestamentarias en sus asambleas (1 Ts. 5:27; 1 Ti. 4:13; Ap. 1:3). La
práctica de transcribir y compartir estos textos con otras comunidades locales
acompañó al reconocimiento de estos libros como Escritura, puesto que algunos
de ellos solicitaban incluso tales prácticas, como podemos ver en Colosenses
4:16 donde Pablo exhorta:
“Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la
iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros”. Este temprano proceso de
circulación y recopilación propició que a comienzos del siglo II d.C. la mayor
parte de la iglesia estuviera familiarizada con la mayoría de los veintisiete
libros del Nuevo Testamento. No obstante, en su comienzo, este proceso
consistió principalmente en la circulación individual de estos textos.[1]
El
período de recopilación. Las reuniones de
adoración de la iglesia primitiva seguían los patrones establecidos por la
sinagoga. Ello incluía lecturas públicas de las Escrituras acompañadas de
exposiciones u homilías (sermones) derivadas a menudo de estos textos (Lc.
4:16-21; Hch. 17:2-3; 1 Ti. 4:13). Con el tiempo, las iglesias copiaron,
hicieron circular y recopilaron cada vez más libros del Nuevo Testamento, para
poder leerlos y usarlos en las reuniones de adoración. Hacia el siglo II d.C.,
estas colecciones comenzaron a gozar de una aceptación cada vez más universal
entre las iglesias, y estos textos comenzaron a compartirse más como
colecciones que como libros individuales. A mediados del siglo II se produjo la
primera controversia importante acerca de la identificación del canon. El
hereje Marción (ca. 85–160 d.C.) fue probablemente la primera persona que se tenga
registrada que tenía una colección definida de lo que se puede llamar libros
del Nuevo Testamento. Al mismo tiempo rechazó todo el Antiguo Testamento diciendo
que carecía de importancia o autoridad para los cristianos; su colección tenía
el propósito, por tanto, de ser una Biblia completa.
El padre de
Marcion era un dirigente de la Iglesia de Sínope, un puesto marítimo de la costa
del Mar Negro en Asia menor. Por lo que Marción fue educado en la fe apostólica.
De todos los apóstoles, el único que le interesaba era Pablo, de quién se
convirtió en devoto apasionado, llegando finalmente a la conclusión de que era
él único apóstol que había conversado la enseñanza de Jesús de forma pura.
Abrazó con inteligencia y ardor el evangelio de Pablo de la justificación por
la gracia divina a aparte de las obras de la ley.
El canon de
Marcion consignaba una forma abreviada del Evangelio de Lucas, y diez de las
epístolas de Pablo (dejaba fuera a las Pastorales). Es posible que, más que
cualquier otra cosa, fuera este acto de un hereje, lo que obligó a la iglesia
ortodoxa a comenzar a responder formalmente la pregunta: ¿qué libros forman
parte del canon del Nuevo Testamento?
La primera
respuesta significativa de las iglesias ortodoxas se refleja en el fragmento de
Muratori. A veces se lo ha llamado canon de Muratori (ca. 170 d.C.) porque
enumera tanto los libros del Nuevo Testamento que deben aceptarse como
autoritativos, como otros textos que deben excluirse. Este documento refleja
muy probablemente una respuesta formal a Marción.[2]
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El canon Muratori y su
importancia para el Canon del N.T
Uno de los
documentos más importantes para corroborar la aceptación temprana de los libros
del Nuevo Testamento que tenemos hoy en día es el canon Muratori, un códice
copiado en el siglo VII u VIII en el monasterio de Bobbio, en Lombardía, pero
posteriormente guardado en la Librería Ambrosiana, en Milán. Fue publicado en
1740, Lodovico Antonio Muratori, un eminente anticuario y teólogo de sus días.
La fecha en que se realizó originalmente la lista ha sido
muy controvertida; lo más probable es que pertenezca a finales del siglo II.[3]
El texto latino ha sufrido cambios al ser copiado por uno o más escribas poco
cultos; hay varios errores que requieren ser enmendados. Muchos teólogos sostienen
que detrás de las palabras en latín hay un texto griego original que se ha
perdido por completo;[4]
Por lo general, sin embargo, parece más probable que su idioma original fuera
el latín y que la lista fuera del mismo tiempo en que la iglesia de Roma (que
había sido de habla griega desde que se fundó en el primer siglo) comenzó a ser
bilingüe.[5]
El documento tiene mucho valor como lista de libros del
Nuevo Testamento reconocidos como autoritativos en la iglesia de Roma en aquel
tiempo. Además de nombrar los libros, hace una serie de observaciones acerca de
ellos, reflejando la opinión contemporánea de algunos eclesiásticos.
El manuscrito está mutilado al principio. Puesto que su
primera frase completa menciona a Lucas como el tercer libro del Evangelio,
presumiblemente había mencionado los otros dos y no es mucho suponer que fueran
Mateo y Marcos. Si es así, las primeras palabras que se preservan en el
manuscrito son las últimas palabras de una frase acerca de Marcos: ...a l
menos a aquellas en las que estuvo presente, y lo redactó en conformidad con
ellas. Después continúa así:
El tercer libro del Evangelio es el
de Lucas.
Después de la ascensión de Cristo,
este Lucas, médico, a quien Pablo habla llevado consigo como experto en leyes,
escribió {el relato} en su propio nombre de acuerdo con la opinión {de Pablo}.
El mismo, no obstante, nunca vio al Señor en carne y, por tanto, en la medida
en que pudo investigar {el curso de los acontecimientos}, comenzó a hablar
desde el nacimiento de Juan.
El cuarto Evangelio es de Juan, uno
de los discípulos.
Cuando sus compañeros discípulos y
obispos le rogaron, Juan dijo: “ayunad conmigo tres días a partir de hoy y que
cada uno de nosotros refiera a los demás lo que le fuere revelado”. Esa misma
noche se le reveló a Andrés, uno de los apóstoles, que Juan en su propio nombre
debía escribirlo todo y ellos darían su conformidad. Por tanto, aunque parezca
que se enseñan diferentes comienzos en los diversos Evangelios, no es diferente
la fe de los fieles, puesto que en todos ellos se ha declarado todo por un
mismo Espíritu principal, lo concerniente a su nacimiento, pasión y resurrección,
su permanencia con sus discípulos y su doble venida (la primera en humildad, cuando
fue rechazado, queja tuvo lugar; la segunda gloriosa con regia potestad, su
regreso).
No tiene nada de extraño, pues, que
Juan afirme tan frecuentemente cada cosa en sus cartas diciendo al respecto:
"lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
contemplado, y palparon nuestras manos, estas cosas os escribimos”. Porque de
esta forma afirma no sólo ser testigo visual auditivo, sino también escritor de
los maravillosos hechos acerca de nuestro Señor.
Los Hechos de todos los apóstoles
han sido escritos en un único libro. Dirigidas al excelentísimo Teófilo, Lucas
incluye una por una las cosas que fueron hechas en su presencia, como muestra claramente
omitiendo la pasión de Pedro y también el viaje de Pablo cuando se puso en
camino dejando la ciudad para ir a España.
En cuanto a las cartas de Pablo,
ellas mismas muestran a aquellos que desean entender desde dónde y con qué
motivo fueron enviadas. En primer lugar {escribió} a los Corintios prohibiendo
el cisma y la herejía; después a los Gálatas {prohibiendo} la circuncisión; a
los Romanos les escribió una larga carta acerca del orden de las Escrituras e
insistiendo en que Cristo era su tema principal. No necesitamos discutir acerca
de cada una de ellas, y a que el mismo bienaventurado Apóstol Pablo, siguiendo
el ejemplo de su predecesor Juan, pero sin nombrarle, escribe nominalmente a
siete iglesias en el siguiente orden: en primer lugar, a los Corintios, en
segundo lugar, a los Efesios, en tercer lugar, a los Filipenses, en cuarto lugar,
a los Colosenses, en quinto lugar, a los Gálatas, en sexto lugar a los
Tesalonicenses, en séptimo lugar a los Romanos. Y aunque {el mensaje} se repite
a los Corintios y a los Tesalonicenses, a quienes escribe dos veces para su
corrección, no obstante, se reconoce una iglesia difundida por todo el orbe de
la tierra. Porque Juan también, cuando escribe a siete iglesias en el
Apocalipsis, habla para todas. Más aún, {Pablo escribe} una {carta} a Filemón,
otra a Tito y dos a Timoteo con amor y afecto; pero son tenías por sagradas,
sirviendo al honor de la iglesia católica y a la ordenación de la disciplina
eclesiástica.
Se dice que hay otra carta con el
nombre de Pablo a los Laodicenses y otra a los Alejandrinos, {ambas}
falsificadas de acuerdo con la herejía de Marción, y muchas otras que no pueden
ser aceptadas por la iglesia católica, puesto que no conviene mezclar la hiel
con la miel.
Pero la carta de Judas y las dos que
llevan el nombre de Juan son aceptadas en la {iglesia} católica, así como
Sabiduría, escrita por amigos de Salomón en honor del mismo. El Apocalipsis de
Juan también lo aceptamos, así como el de Pedro, que algunos de los nuestros no
permiten leer en la iglesia. Pero El pastor fue escrito por Hermas en la ciudad
de Roma muy recientemente, en nuestros tiempos, cuando su hermano Pío ocupaba
el sillón de obispo en la iglesia de la ciudad de Roma; y por tanto conviene
leerlo, pero no puede hacerse públicamente al pueblo en la iglesia ni incluirlo
entre los profetas, puesto que su número está completo, ni entre los apóstoles,
por haber terminado ya su tiempo.
Pero no aceptamos ninguno de los
escritos de Arsineo, Valentino o Milcíades; {estos los rechazamos) junto con
Basilides {y} el fundador asiático de los catafrigios...
Varios puntos
resaltan de esta lectura, lo primero es que tiene 23 de los 27 libros del Nuevo
Testamento, como siguen:
1. Mateo
y Marcos están implícito en el texto por el hecho de que Lucas y Juan aparecen
como tercero y cuarto, es decir debían existir un primero y segundo Evangelio.
2. El tercer libro del Evangelio es el
de Lucas.
3.
1 Juan (implícita en: "lo que hemos oído, lo que
hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras
manos, estas cosas os escribimos” una cita directa de 1 Juan 1:1)
4.
El cuarto Evangelio es de Juan
5.
Hechos de todos los apóstoles[6]
6.
Gálatas
7.
1 y 2 Corintios
8.
1 y 2 Tesalonicenses
9.
Romanos
10.
Efesios
11.
Filipenses
12.
Colosenses
13.
Apocalipsis
14.
Filemon
15.
Tito
16.
1 y 2 Timoteo
17.
Judas
18. 2 y 3 Juan
·
Ausentes y sobrantes dentro del Canon Muratori
Por un lado, tenemos grandes ausencias dentro del documento,
como Hebreos, Santiago 1 y 2 Pedro, y por otro hay libros mencionados que sé
que llaman bastante la atención cuando leemos “Apocalipsis de Pedro, Sabiduría
de Salomón, y Pastor de Hermas”, algunos podrían argumentar que, si
aparecen en la lista junto con los demás libros del canon, estos deberían
también ser parte, pero, ¿Por qué no están en las Biblia? Lo primero, en el
caso de Hermas y Apocalipsis de Pedro, es porque no cumplen los requisitos de
canonicidad del N.T porque no fueron escrito por ningún apóstol, ambas son del
siglo II, Hermas del 140 a 154, y Apocalipsis de Pedro un poco más tarde, lo
cual hace que el escrito no tenga ni autoridad ni aprobación apostólica, ambos
requisitos necesarios para ser considerados palabra de Dios. Además, en el
mismo escrito el autor deja en claro que ambos no gozaban de aceptación general
dentro de las Iglesias y que eran lecturas opcionales, no autorizadas:
(Apocalipsis de) Pedro, que algunos de los nuestros no
permiten leer en la iglesia. Pero El pastor fue escrito por Hermas en la
ciudad de Roma muy recientemente, en nuestros tiempos, cuando su hermano Pío
ocupaba el sillón de obispo en la iglesia de la ciudad de Roma; y por tanto
conviene leerlo, pero no puede hacerse públicamente al pueblo en la iglesia ni
incluirlo entre los profetas, puesto que su número está completo, ni entre los
apóstoles, por haber terminado ya su tiempo.
¿Y qué podemos decir de Sabiduría de Salomón? Lo primero es
que no fue escrito por Salomón, aunque eso no es el problema, el tema principal
es que no fue reconocido como canónico por los rabinos de Jamnia cuando se discutieron
los libros que debían pertenecer al canon hebreo, su autoría, su composición en
griego, el hecho de que fue escrito fuera de la tierra santa, como su
composición tardía lo llevó al rechazo de los judíos y sólo fue aceptado entre
los judíos de alejandrinos y por eso lo vemos en la traducción de la
Septuaginta.
·
¿Qué criterio era utilizado para determinar a un libro del
Nuevo Testamento como canónico?
El favor básico para determinar la canonicidad del Nuevo
Testamento fue la inspiración de Dios, y su prueba principal: Su calidad apostólica.[7]
Geisler y Nix aclaran este punto:
“En la terminología del Nuevo
Testamento, la Iglesia estaba edificada sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas (Efesios 2:20) a los cuales Cristo había prometido guiar a toda la
verdad (Juan 16:13) mediante el Espíritu Santo. Se dice que la Iglesia en
Jerusalén continuó en la doctrina de los apóstoles y en la comunión (Hechos
2:42). El término apostólico tal como se usa para la prueba de canonicidad, no
significa necesariamente que tiene a un apóstol como su autor o que fue
preparado bajo la dirección de los apóstoles…
Parece mucho mejor aceptar la
opinión de Gaussen, Warfield, Charles Hodge, y la mayoría de los protestantes,
que era la autoridad apostólica, o la aprobación apostólica, esa prueba
principal de canonicidad, y que no significaba meramente que tuviera a un
apóstol como su autor.[8]
N.B Stonehouse escribe que la autoridad apostólica “que
se revela en el Nuevo Testamento nunca está separada de la autoridad del Señor.
En las epístolas existe un firme reconocimiento de que en la Iglesia hay
solamente una autoridad absoluta, la autoridad del Señor. En cualquier parte en
que los apóstoles hablan con autoridad, lo hacen como ejerciendo la autoridad
del Señor. De este modo, por ejemplo, donde Pablo defiende su autoridad en
calidad de apóstol. Él basa su reclamación única y directamente en razón de
haber recibido una comisión por parte del Señor (Gálatas 1 y 2); donde él asume
el derecho de regular la vida de la Iglesia, reclama para su palabra la
autoridad del Señor (1 Corintios 14:37; 1 Corintios 7:10).[9]
El
único que habla en el Nuevo Testamento con autoridad propia y genuina es el
Señor.[10]
· Período de reconocimiento: Aceptación
histórica de los 27 libros del N.T
Anastasio de Alejandría (367 d.C) nos da la más antigua
lista de libros del Nuevo Testamento que cuadra perfectamente con el actual
Nuevo Testamento. Esta lista se encontró en una carta festiva dirigida a las
Iglesias.
Poco tiempo después de Anastasio, dos escritores, Jerónimo y
Agustín, definen el canon de 27 libros.[11]
Policarpo (115 d.C), clemente y otros se refieren a los
libros Antiguo y Nuevo Testamento con la frase “como se ha dicho en estas
Escrituras”.
Justino Martir (100-165 d.C), al referirse a la Eucaristía
escribe en su primera Apología 1.67:
“Y en el día llamado Domingo se
efectúa en cierto lugar en una reunión de todos los que viven en ciudades o en
el campo, y se leen las memorias de los apóstoles o los escritos de los
profetas., según el tiempo lo permite. Luego, cuando el lector ha cesado, el
presidente presenta el consejo y la invitación a imitar estas buenas cosas.
El añade en su Dialogo con Trifón (pag. 49, 103, 105, 107)
la formula está escrito, cuando cita de los evangelios. Tanto el cómo Trifón
deben haber sabido a qué se refería “está escrito”.
Iréneo (180 d.C)
F.F
Bruce escribe de la importancia de Ireneo:
“La importancia de la evidencia yace
en su vinculación con la edad apostólica y en sus asociaciones ecuménicas.
Criado en Asia Menor a los pies de Policarpo, el discípulo de Juan, llegó a ser
Obispo de Lyons en la Galia, en el año 180 d.C. Sus escritos confirman el reconocimiento
canónico de los cuatro Evangelios y de los hechos, Romanos 1 y 2 de Corintios,
Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo,
Tito, 1 Pedro, 1 Juan y Apocalipsis. En su trabajo contra las Herejías III, ii,
8, es evidente que para el año 180 d.C la idea del Evangelio con sus cuatro
narraciones distintas había llegado a ser tan axiomática a través de toda la
cristiandad que podía referirse a ella como un hecho establecido, tan obvio,
inevitable y natural como los cuatro puntos cardinales, (como decimos nosotros)
o los cuatro vientos.”[12]
Ignacio (50-115 D.C) “No deseo ponerte un mandamiento
como la hicieron Pedro y Pablo; ellos eran apóstoles” trall. 3.3
Los concilios de la Iglesia. Es aproximadamente la misma
situación como en lo referente al Antiguo Testamento.
F.F Bruce declara que “Cuando por fin un concilio de la
Iglesia – el sínodo de Hipona en el año 393 d.C - confeccionó una lista de los veintisiete
libros del Nuevo Testamento, no confirió sobre ellos ninguna autoridad de estos
ya no poseyeran, sino que simplemente reconoció su canonicidad establecida
previamente. (Los dictámenes del sínodo de Hipona fueron vueltos a promulgar
cuatro años más tarde por el Tercer Sínodo de Cartago)”[13].
Desde aquella ocasión no ha habido seria oposición a los veintisiete libros aceptados del Nuevo Testamento, ni de parte de los católicos ni de parte de los protestantes.
[1] Teología Sistemática,
John Macarthur, pag. 125-126
[2] Teología Sistemática,
John Macarthur, pag. 126
[3] A.C. Sundberg, Jr., presenta un
fuerte argumento a favor de la fecha del siglo IV en “Canon de Muratori: A
Fourth-Century List”, Harvard Theolo^alReview 66 (1973), pp. 1-41; encuentra
las cercanas afinidades de la lista con las listas del siglo IV de origen
oriental. Dejando de lado la cuestión de la fecha, este artículo es uno de los
mejores estu dios recientes de la lista de Muratori. En cuanto a la fecha,
Sundberg ha sido respondido con mucha habilidad por E. Ferguson: “Canon de
Muratori: Date and Provenance”, Studia Patrística 18.2 (Kalamazo, MI, 1982),
pp. 677-683.
[4] E.g.S.P. Trehelles: Canon Muratorianus, p. 4 (siguiendo al mismo
Muratori, quien suponía que era obra del presbístero romano Gayo; J.B
Lightfoot: The Apostolic Fathers, I: S. Clement of Rome II (Londres, 21890),
pp. 405ss.
[5] Véase p 83,
n. 1, con Jerónimo: On Illustratious Men, 53. A Von Harnack ha presentado
argumentos sosteniendo que el texto original era latín: “Uber den Verfasser und
den literarischen Charakter des Muratorichen Fragments”, ZNW 24 (1925), pp.
1-16; A.A.T. Ehrhardt: The Gospels in the muratorian Fragment: The Framework of
the New Testament Stories (Manchester, 1964), pp. 11-36, especialmente pp.
16-18.
[6] La hipérbole de todos los apóstoles es más una respuesta a
Marción que solo aceptaba los escritos de Pablo.
[7] Geisler,
Norman L. and William E. Nix A general Introduction to the Bible. Chicago:
Moody Press, 1968. Pag. 181
[8] Geisler,
Norman L. and William E. Nix A general Introduction to the Bible. Chicago:
Moody Press, 1968. Pag. 183
[9] Stonehouse,
Nerd B. The Authority of the New Testament. The infallible Word. Philadelphia:
PResbyterian and Reformed Publishing Company, 1946. Pag. 117-118
[10] Murray,
John. “The Attestation of Scripture”. The Ifallible Word (a symposium) Philadelphia:
Presbyterian and Reformed and Publishing company, 1946. Pag. 18
[11] F.F Bruce, The Book and
the Parchments. Ed. Rev. Westwood: Fleming H. Revell, Co., 1963. Pag. 112
[12] F.F Bruce, The Book and
the Parchments. Ed. Rev. Westwood: Fleming H. Revell, Co., 1963. Pag.109
[13] F.F Bruce, The Book and
the Parchments. Ed. Rev. Westwood: Fleming H. Revell, Co., 1963. Pag.113
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