Falsas teorías sobre la expiación | Soteriologia con Feliberto Vasquez Rodriguez

 


Introducción

La muerte de Jesús tiene gran significado en la doctrina cristiana, pero su comprensión se ha reflejado en perspectivas ampliamente divergentes. Las siguientes son las principales perspectivas al respecto.

Falsas teorías sobre la expiación

Teoría del pago del rescate a Satanás

Orígenes (185-254 d.C.) desarrolló esta teoría, según la cual Satanás, cual vencedor de una guerra, tenía cautivas a las personas. Tal teoría, también compartida por Agustín, sostenía que, como Satanás tenía a las personas en cautividad, debía pagársele a él un rescate, no a Dios.

En respuesta a dicha teoría ha de anotarse que la ofendida fue la santidad de Dios, no la de Satanás, y el pago (rescate) debía hacérsele a Dios para calmar su ira. Más aún, Satanás no tenía el poder para liberar al hombre, sólo Dios tiene ese poder.

La teoría es falsa porque hace a Satanás el benefactor de la muerte de Cristo. Tiene un concepto demasiado alto de Satanás; la cruz fue un juicio contra él, no un rescate a pagarle.

Teoría de la recapitulación

Ireneo (130-¿200?) propuso la teoría de la recapitulación, según la cual Cristo pasó por todas las fases y experiencias de la vida de Adán, incluyendo la experiencia del pecado. Así, Cristo logró tener éxito donde Adán había fracasado.

El elemento de verdad es que Cristo fue el último Adán (1 Co. 15:45); no obstante, Cristo no tuvo ninguna clase de encuentro personal con el pecado (1 Jn. 3:5; Jn. 8:46). La teoría es incompleta porque no tiene en cuenta la expiación; es la muerte de Cristo la que salva, no su vida.

Teoría comercial

Anselmo (1033-1109) propuso esta teoría, que enseñaba que a Dios se le había robado el honor debido por causa del pecado. Resolver la situación requería el castigo de los pecadores o su satisfacción. Dios escogió resolver el asunto por medio de la satisfacción al ofrecer a su Hijo como un don. Cristo honró a Dios con su muerte y recibió una recompensa que entregó a los pecadores. El don fue el perdón del pecador y la vida eterna a quienes vivieran por el evangelio.

Aunque este punto de vista cambió el enfoque del pago a Dios en vez de Satanás, presenta problemas. Enfatiza la misericordia de Dios a expensas de otros atributos como su justicia y santidad. Además, rechaza la obediencia en la vida de Cristo e ignora su sufrimiento vicario. La teoría, en lugar de enfatizar que Cristo murió como pena por el pecado, abraza el concepto católico romano de penitencia: “tanta satisfacción para tanto pecado”.

Teoría de la influencia moral

Abelardo (1079-1142) fue el primero en defender esta teoría que desde entonces han enseñado liberales modernos como Horace Bushnell y otros con una postura liberal más “moderada”. Originariamente, la teoría de la influencia moral fue una reacción a la teoría comercial de Anselmo. Según la primera, la muerte de Cristo no era necesaria para expiar el pecado; más bien, por medio de la muerte de Cristo, Dios demostraba su amor por la humanidad de forma tal que los corazones de los pecadores se ablandaban y arrepentían.

Las debilidades de la teoría de la influencia moral son obvias. La base de la muerte de Cristo es su amor y no su santidad; la teoría enseña además que conmover las emociones de la gente de alguna forma llevará a las personas al arrepentimiento. Las Escrituras afirman que la muerte de Cristo fue sustitutiva (Mt. 20:28); y por tanto, el pecador está justificado ante el Dios santo por ella, no está simplemente influenciado por una demostración de amor.

Teoría del accidente

Una posición más reciente, la teoría del accidente, defendida por Albert Schweitzer (1875-1965), enseñaba que Cristo se enamoró de su papel mesiánico. Según la teoría, Él predica la venida del reino y murió por error en el proceso. Schweitzer no considera que la muerte de Cristo tenga algún valor para los demás.

La deficiencia de dicha teoría está en sugerir que la muerte de Cristo fue un error. Las Escrituras no lo presentan así. Jesús predijo su muerte en varias ocasiones (Mt. 16:21; 17:22; 20:17-19; 26:1 5); la muerte de Cristo estaba en el plan de Dios (Hch. 2:23). Más aún, su muerte tuvo infinito valor como expiación sustitutiva (Is. 53:4-6).

Teoría del ejemplo (mártir)

En reacción a los reformadores, los socinianos del siglo XVI defendieron la teoría del ejemplo y más recientemente los unitarios la sostienen. Tal posición, más liberal que la de la influencia moral, sugiere que la muerte de Cristo no era necesaria para expiar los pecados; no es necesario castigar el pecado. No hay relación entre la muerte de Cristo y la salvación de los creyentes. Más bien, Cristo fue ejemplo de obediencia hasta la muerte y esa obediencia debe inspirar a las personas a reformarse y vivir como vivió Cristo.

Las debilidades de esta teoría son múltiples. Según ella, Cristo es sólo un hombre; la expiación no es necesaria aunque la Biblia enfatice su necesidad (Ro. 3:24). Enfatiza que Cristo fue un ejemplo para los incrédulos, pero 1 Pedro 2:21 enseña que el ejemplo de Cristo era para los creyentes, no para los incrédulos.

Teoría gubernamental

Hugo Grocio (1583-1645) enseñó la teoría gubernamental como reacción a la teoría del ejemplo de Socino. Servía como un arreglo entre la teoría del ejemplo y la perspectiva de los reformadores. Grocio enseñaba que Dios perdonaba a los pecadores sin necesidad de un pago equivalente. Razonó que Cristo conservaba el principio de gobierno en la ley de Dios, pues a través de su muerte hizo un pago simbólico por el pecado. Dios aceptaba el pago de Cristo, dejaba de lado el requisito de la ley y podía perdonar a los creyentes porque el principio de su gobierno se había mantenido.

Entre los problemas de esta perspectiva se cuentan los siguientes. Dios está sujeto a cambio: amenaza pero no ejecuta (de hecho, cambia) la sentencia. Según la teoría, Dios perdona el pecado sin pago por ese pecado. No obstante, las Escrituras enseñan que la propiciación de Dios es necesaria (Ro. 3:24; 1 Jn. 2:2), la ira de Dios se tiene que aplacar. Además, debe haber una expiación sustitutiva por el pecado (2 Co. 5:21; 1 P. 2:24).

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