Atributos de Dios: Absolutos I Teologia propia con Feliberto Vasquez Rodriguez

 


Definición

Como puede verse en la variedad del siguiente diagrama, la categorización e identificación de los atributos de Dios es algo arbitrario. Algunos adicionan una categoría separada (aparte de los atributos) para identificar a la Persona de Dios, y listan ahí características tales como espiritualidad, personalidad, inmensidad y eternidad. Varios teólogos, como Louis Berkhof, Charles Hodge, William Shedd y Herman Bavinck siguen las categorías determinadas en la Confesión de Westminster con algunas variaciones. Otros, como Oliver Buswell Jr. y Charles Ryrie, rehúsan categorizar los atributos. Parece útil recopilar sistemáticamente las características de Dios.

Los atributos de Dios pueden definirse como “aquellas características distintivas de la naturaleza divina que son inseparables de la idea de Dios y que constituyen la base y motivo para sus varias manifestaciones a sus criaturas”.[1] Los atributos de Dios deben distinguirse de sus obras. Los atributos no le “añaden” nada a Dios; revelan su naturaleza. Gordon Lewis proporciona una definición global:

Dios es Espíritu invisible, personal y viviente; se distingue de todos los otros espíritus por varias clases de atributos: metafísicamente, Dios existe por sí mismo, es eterno e inmutable; intelectualmente es omnisciente, fiel y sabio; éticamente es justo, misericordioso y amante; emocionalmente detesta el mal, es paciente y compasivo; existencialmente es libre, auténtico y omnipotente; en cuanto a las relaciones, es trascendente en esencia, universalmente inmanente en la actividad providencial e inmanente con su pueblo en la actividad redentora.[2]

Los atributos de Dios por lo general se clasifican en dos categorías. Las parejas de títulos usadas dependen de cuáles contrastes, entre muchos, desee enfatizar el teólogo. Las clasificaciones más frecuentes incluyen lo absoluto y lo relativo, lo comunicable y lo incomunicable (transitivo e intransitivo), lo moral y lo no moral. En el estudio de los atributos de Dios es importante no exaltar un atributo sobre otro; cuando se hace eso, se presenta una caricatura de Dios. Son todos los atributos de Dios, tomados en su conjunto, los que proporcionan una clara comprensión de su naturaleza y persona. Como ya se dijo, la siguiente categorización, que sigue las divisiones de A. H. Strong, es algo arbitraria, como todas las demás.

Atributos absolutos

Espiritualidad. Dios es espíritu (no un espíritu) que no tiene forma física o corporal (Jn. 4:24) Un cuerpo se ubica, pero Dios como espíritu está en todas partes, no puede estar limitado. Sin embargo, aunque Dios no tenga cuerpo, es una sustancia, pero no material. La espiritualidad va más allá de tan sólo identificar la ausencia de cuerpo en Dios; también significa que Él es la fuente de toda la vida. La prohibición de Éxodo 20:4 se dio porque Dios no tiene forma física; por lo tanto, es equivocado hacerse a alguna semejanza de Él. Las múltiples referencias a características físicas de Dios (cp. Gn. 3:8; 1 R. 8:29; Sal. 34:15; Is. 65:2) son antropomorfismos (lenguaje figurado para darle a Dios características humanas, utilizado para intentar hacerlo comprensible).

Existencia propia. La existencia propia de Dios quiere decir que “Él tiene el sustento de su existencia en sí mismo… Dios es independiente en su existencia, pero también… es independiente en todo lo demás, en sus virtudes, decretos, obras… y hace a todo lo demás dependiente de Él”.[3] Éxodo 3:14 enfatiza su existencia propia cuando Él se identifica: “YO SOY EL QUE SOY”. El verbo ser enfatiza su continua existencia en sí mismo. Juan 5:26 acentúa aún más que “el Padre tiene vida en sí mismo”. Un hijo aún no nacido depende de su madre para vivir, los animales dependen de su hábitat, los árboles y las plantas dependen del sol y la lluvia; toda cosa viviente depende de alguien o algo más, pero Dios es independiente y existe por sí mismo (Dn. 5:23; Hch. 17:28).

Inmutabilidad. La inmutabilidad “es esa perfección de Dios por medio de la cual está desprovisto de todo cambio; no sólo en su Ser, sino en sus perfecciones, propósitos y promesas… libre de toda adición o disminución y de todo crecimiento o decaimiento en su Ser o perfecciones”.[4] El cambio siempre es para mejorar o empeorar, pero como Dios es la perfección absoluta, mejorar o empeorar es imposible para él. Malaquías 3:6 enseña la doctrina de la inmutabilidad: “Yo, el SEÑOR, no cambio” (NVI). Santiago 1:7 indica que no hay variación o sombra de mudanza con Dios. En todo el mundo se producen cambios de un año a otro, pero la persona de Dios no cambia y tampoco su respuesta a sus criaturas. El valor de esta doctrina es enorme: como Dios no cambia, su amor y promesas son ciertos para siempre. Por ejemplo, nunca cambiará en su promesa de Juan 3:16.

Unidad. En la unidad de Dios se expresan dos pensamientos. Primero, enfatiza que Dios es numéricamente uno. Fue ésta la creencia que separó a Israel de sus vecinos politeístas. Parte de la adoración diaria de Israel consistía en recitar la Shemá (Dt. 6:4), cuando se afirmaba: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. Tal afirmación era una declaración de monoteísmo, propugnaba que Dios es uno en esencia y no puede dividirse. También lo afirmaba como absolutamente único; no hay otro que pueda comparársele (cp. Éx. 15:11).[5] El énfasis de Dios como numéricamente uno también se refuerza en 1 Timoteo 2:5 y 1 Corintios 8:6. Segundo, la unidad de Dios hace referencia a que Dios no es compuesto y no puede dividirse en partes. La declaración enfatiza “la unidad cualitativa e interna” de Dios.[6] Como sólo el Señor es Dios, ningún otro va a compartir su gloria, de ahí la prohibición de adorar ídolos (1 Jn. 5:21).

Verdad. Verdad quiere decir que los hechos se conforman a la realidad; la verdad identifica las cosas como son. Apropiadamente definida en relación con Dios, la verdad es “aquella perfección de su ser en virtud de la cual responde completamente a la idea de divinidad, es perfectamente confiable en su revelación y ve las cosas como son en realidad”.[7] Primero, quiere decir que Él es el verdadero Dios comparado con los otros; no hay ninguno como Él (Is. 44:8-10; 45:5); segundo, es la verdad porque su Palabra y su revelación son confiables (Nm. 23:19; Ro. 3:3-4; Jn. 14:1-2, 6; He. 6:18; Tit 1:2). Se puede confiar en Él. Tercero, sabe cómo son las cosas; es el comienzo de todo el conocimiento y lo pone a disposición del hombre para que éste pueda relacionarse con Él. Es la verdad en sentido global: “Él es la fuente de toda la verdad, no sólo en la esfera de la moral y la religión, sino en todo campo del quehacer científico”.[8]

Amor. “Dios es amor” según 1 Juan 4:8, y en el versículo 10 explica cómo se mostró este amor: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. Así, el amor de Dios puede definirse como “esa perfección de la naturaleza divina por la cual Dios se siente movido a comunicarse. No es un simple impulso emocional sino una expresión racional y voluntaria con sustento en la verdad y santidad, practicado por libre elección”.[9] El término griego ágape, traducido “amor”, se usa frecuentemente para designar a Dios y su respuesta a la humanidad (cp. Jn. 3:16; 5:42; Rm. 5:5, 8; 8:35, 39; 1 Jn. 4:10, 11, 19; Ap. 1:5).[10] Denota un amor razonado, no un amor con base en la emoción (aunque no desprovisto de emociones): se ama el objeto sin importar su valor, aun cuando ese amor no sea correspondido.

Bondad. La palabra hebrea tob expresa la bondad absoluta de Dios. “La confesión [de los rabinos] expresa que el bien perfecto es de Dios y consiste en su bondad”.[11] La palabra griega agathos indica que Dios es “en esencia, absoluta y completamente bueno” (cp. Mt. 19:17; Mr. 10:18; Lc. 18:19).[12]

La bondad de Dios es amplia y abarca varios aspectos. Uno es la benevolencia, que describe el afecto de Dios por las personas. La benevolencia no puede mostrarse a la creación inanimada, es especial para las personas; aun así, es mayor que la bondad que cualquier persona muestre a otra.[13] Se manifiesta en muchos aspectos de la vida tanto para el creyente como para el incrédulo (cp. Mt. 5:45; Hch. 14:17).

Dios abunda en bondad para con sus criaturas (Éx. 34:6); su bondad incluso se evidencia con los animales (Sal. 36:6; 104:21; 145:16; Mt. 6:26).

La bondad de Dios también se evidencia en el amor y sobrepasa el que cualquier ser humano tenga por otro (Sal. 27:10).[14] Para Jeremías el amor de Dios significaba “salvación personal y nacional” (Jer. 8:15; 14:11, 19; 17:6).[15] Finalmente, la bondad de Dios se mostró a quien no la merecía cuando envió a su único Hijo como Salvador del mundo (Jn. 3:16; Ef. 3:18-19; 1 Jn. 4:10).[16]

Santidad. El significado básico de santidad es “apartado” o “separado” (heb., qedosh; gr., hagiazo). Muchos entienden a la santidad como el más importante de todos los atributos, porque ésta se relaciona con el resto y es consecuente con todo lo que Él dice y hace.

La santidad de Dios abarca varias características. Tiene un énfasis trascendente, indica que “Él es absolutamente diferente de todas sus criaturas y es exaltado sobre ellas en infinita majestad”.[17] Éxodo 15:11 explica que la santidad de Dios no tiene par y es impresionante: se reveló en la forma maravillosa en que libró a Israel de los egipcios. Isaías 57:15 describe su trascendencia: Él es “Alto y Sublime” y vive en “la altura y la santidad”. La santidad tiene un énfasis ético según el cual Dios “está separado del mal moral o del pecado. La ‘santidad’ señala la pureza majestuosa de Dios o la majestad ética”.[18] El fundamento de este énfasis se encuentra en Levítico 11:44-45: “manténganse santos, porque yo soy santo” (NVI). Como Dios es moralmente puro, no puede aprobar el mal ni tener relación con éste (Sal. 11:4-6). Dios en su santidad es la norma moral y ética; es la ley. Él determina la norma.[19]


[1] A. H. Strong, Systematic Theology (Valley Forge:Judson, 1907), p. 244.

[2] Gordon R. Lewis “God, Attributes of”, en Walter A. Elwell, ed., Evangelical Dictionary of Theology [Diccionario teológico de la Biblia] (Grand Rapids: Baker, 1984), p. 451. Publicado en español por Caribe.

[3] Louis Berkhof, Systematic Theology [Teología sistemática] (Grand Rapids: Eerdmans, 1941), p. 58. Publicado en español por T.E.L.L.

[4] Louis Berkhof, Systematic Theology [Teología sistemática] (Grand Rapids: Eerdmans, 1941), p. 58. Publicado en español por T.E.L.L.

[5] S. R. Driver, Critical and Exegetical Commentary on Deuteronomy in The International Critical Commentary, 3ª ed. (Edimburgo: Clark, 1978), p. 90.

[6] Berkhof, Systematic Theology [Teología sistemática], p. 62.

[7] Berkhof, Systematic Theology [Teología sistemática], p. 69

[8] Berkhof, Systematic Theology [Teología sistemática], p. 69.

[9] Thiessen, Lectures in Systematic Theology, p. 86.

[10] Véase Leon Morris, Testaments of Love (Grand Rapids: Eerdmans, 1981) para una explicación definitiva de la naturaleza bíblica y elsignificado del amor.

[11] Walter Grundmann, “agathos”, en Theological Dictionary of the New Testament, Gerhard Kittel, ed. (Grand Rapids: Eerdmans, 1964).

[12] W. E. Vine, An Expository Dictionary of New Testament Words [Diccionario Expositivo de palabras del Nuevo y Antiguo Testamento] (Westwood, N.J.: Revell, 1940), p. 2:163. Publicado en español por Grupo Nelson.

[13] William G. T. Shedd, Dogmatic Theology (Reimpresión. Nashville: Nelson, 1980), pp. 1:385-386.

[14] Ibíd, 1:387.

[15] Grundmann, TDNT, p. 1:14.

[16] Charles Hodge, Systematic Theology [Teología sistemática] 3 vols. (Reimpresión. Londres: Clarke, 1960), p. 157. Publicado en español por Clie.

[17] Berkhof, Systematic Theology [Teología sistemática], p. 73.

[18] Berkhof, Systematic Theology [Teología sistemática], p. 73.

[19] Shedd, Dogmatic Theology, pp. 1:362-363.


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