5 Hallazgos arqueológicos de la Biblia

 • El estanque de Betesda


El Evangelio de Juan menciona de pasada un estanque público que había en Jerusalén, dotado de cinco columnatas o pórticos de columnas. Se dice que Jesús sanó a alguien allí:

Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. (JUAN 5:1-8).

Las excavaciones arqueológicas en Jerusalén no habían descubierto un estanque cerca de donde estaba (o pensábamos que estaba) la puerta de las Ovejas; y por supuesto, no un estanque con cinco “pórticos cubiertos”, algo muy inusual. Algunos estudiosos empezaron a sugerir que estos detalles geográficos del Evangelio de Juan eran ficticios o simbólicos. Sin embargo, una serie de investigaciones arqueológicas en 1957-1962 descubrieron un estanque precisamente en la misma zona descrita por Juan; y sí, había cinco columnatas, una en cada uno de los lados del estanque y otra situada en el centro, que dividía el estanque de oeste a este.23

Los comentaristas que habían dudado de estos detalles arqueológicos cometían el error fundamental de suponer que la ausencia de evidencias verificadoras equivalía a la ausencia de evidencia. Normalmente, los especialistas son más cautos con estas suposiciones. La historia es demasiado aleatoria y fragmentaria como para que emitamos juicios sólidos basándonos en las evidencias limitadas de lo que posiblemente no existió.

23. Urban C. von Wahlde, “Archaeology and John’s Gospel” (pp. 523-586), en Jesus and Archaeology, editado por James H. Charlesworth (Eerdmans, 2006), p. 566.

• Crucifixión y sepultura

Hasta ahora, solo se ha descubierto una prueba física de este método de ejecución tan brutal. Hay numerosos documentos del mundo antiguo que mencionan la crucifixión, pero dado que se solía arrojar los cadáveres de las víctimas a tumbas de poca profundidad o dejarlos expuestos a los elementos, las probabilidades de descubrir restos arqueológicos de esta práctica siempre fueron escasas.

Basándose en esto, unos cuantos eruditos, así como muchos escépticos populares, han sugerido que Jesús no fue “sepultado” en una tumba, como afirman los escritores del Nuevo Testamento. El filósofo francés y ateo Michel Onfray declara:

Pero admitamos que lo crucificaron. En ese caso, como todas las demás víctimas, lo habrían dejado allí colgado, a merced de los animales salvajes… Luego los restos eran arrojados a una fosa común. En cualquier caso, los cuerpos nunca se depositaban en una tumba. Es una invención.24

Duras palabras, pero completamente equivocadas.

En 1968 los arqueólogos judíos descubrieron un sepulcro al norte de Jerusalén que contenía algunas urnas funerarias judías (osarios). En un osario figuraba la inscripción “Yehohanan y Yehohanan ben Yehohanan”, lo cual significa que aquella urna contenía los huesos de un padre y de su hijo, que llevaba el mismo nombre. El análisis de los huesos reveló el calcáneo derecho de un varón, y ese hueso había sido atravesado con un clavo de hierro. Es evidente que aquel hombre había sido crucificado. El clavo, que medía 11,5 cm, estaba muy doblado, de modo que no lo habían extraído del hueso. También hallaron una placa de madera de olivo. Fue un hallazgo importante, que confirma que algunas víctimas de la crucifixión sí que recibían un entierro formal.25

24. Michael Onfray, Atheist Manifesto (Arcade Publishing, 2005), p. 128.

25. El informe definitive del hallazgo se encuentra en J. Zias y E. Sekeles, “The Crucified Man from Giv’at ha-Mitvar: A Reappraisal”, Israel Exploration Journal 35 (1985), pp. 22-27.


• Los caballos de Salomón

Durante bastante tiempo los especialistas dudaron de la historicidad de Salomón y de que era imposible que tuviera caballos –tal como dice la Biblia– ya que en aquella época supuestamente solo se usaban camellos (es decir, dromedarios). Hasta que en Meguido (en un montículo situado al norte de Samaria) se descubrió una ciudad en la que habitó Salomón, (965-928 a.C., siglo X a.C.) así como restos de los muros de establos para caballos. El arqueólogo G. E. Wright, escribe al respecto:

“Los arqueólogos que han trabajado en Meguido nos dicen que la ciudad del siglo X poseía a sus costados este y sur unos establos para albergar caballos en número de unos cuatrocientos cincuenta. Ciertamente, de acuerdo con 1 R. 9:15-19, era de esperar encontrarse con tales construcciones, puesto que Meguido era una de las ciudades dedicadas por Salomón al acuartelamiento de carros” . - Wright, G. E. 1975, Arqueología bíblica, Cristiandad, Madrid, p. 189.
• El rey de Asiria, Sargón II.

El texto bíblico se refiere claramente a él (Is. 20:1) pero como los arqueólogos no habían encontrado ningún rey con ese nombre en las listas de los reyes de las excavaciones realizadas en Asiria, supusieron que la Biblia debía estar equivocada. No obstante, el arqueólogo italiano, Paul Emile Botta, en 1843, encontró un lugar al noreste de Nínive con los restos de una importante ciudad, construida por Sargón II en el año 717 a. C. Se trataba de Khorsabad, la capital de Asiria durante la época de este rey, que fue abandonada posteriormente por su sucesor en el 705 a. C., despoblándose poco a poco hasta convertirse finalmente en ruinas. Actualmente, muchos objetos del arte asirio descubiertos en ese sitio arqueológico se encuentran en el museo del Louvre en Paris y Sargón II es uno de los reyes asirios mejor conocidos. Una evidencia más de que la Biblia no es un invento humano sino la Palabra de Dios. - Introudcción a la apologética, Antonio Cruz, pag. 171

• El pueblo Horeos o hurritas

Asimismo, un pueblo misterioso que los arqueólogos pusieron en duda fueron los horeos o hurritas. La Biblia se refiere a ellos como descendientes de Esaú de Edom (Gn. 36:20; Dt. 2:12,22), pero no se aceptó su existencia real hasta que, en 1995, el filólogo y arqueólogo, Giorgio Buccellati, encontró la capital hurrita bajo la ciudad siria moderna de Tell Mozan. Hoy se sabe que el pueblo hurrita (horeos en el Antiguo Testamento y surabitas en los documentos de Babilonia) habitó en la antigüedad al norte de Mesopotamia, cerca del río Khabur, en una región comprendida entre el sudeste de Turquía, el norte de Siria e Irak y el noroeste de Irán. Algunos historiadores creen que los hurritas fueron los antecesores de los actuales kurdos. De manera que, una vez más, la Biblia tenía razón. - Introudcción a la apologética, Antonio Cruz, pag. 173



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